lunes, 17 de enero de 2022

YANKIS HABLAN DE LA UNIÓN SOVIÉTICA: “EL SOCIALISMO NO FRACASÓ”

El socialismo sigue siendo una esperanza. Del capitalismo nada, absolutamente nada puede esperar la gran masa de población mundial. El socialismo NO fracasó. Es el capitalismo el que fracasa. No olvidar que con el capitalismo, para que un 15% de la población mundial viva con relativa comodidad (como quien está leyendo esto: clase media que come todos los días, tiene una casa y agua potable, educación y acceso a internet) o viva en la más inmoral opulencia (una muy minúscula élite con jet privado y joyas carísimas), el 85% restante pasa las más increíbles penurias.

 

Roger Keeran y Thomas Kenny, dos autores estadounidenses, en su libro “Socialismo traicionado. Tras el colapso de la Unión Soviética 1917–1991”, publicado por El Viejo Topo (edición española de 2014) hacen un resumen sumamente valioso de los logros de la Unión Soviética, la primera experiencia socialista del mundo:

 

«Esa nación no solo eliminó la explotación de clases del antiguo orden, sino que además terminó con la inflación, el desempleo, la discriminación racial y estableció la igualdad entre las etnias y las nacionalidades; acabó con la pobreza extrema, la desigualdad flagrante de riquezas e ingresos; estableció el derecho universal a la educación y la igualdad de oportunidades. En 50 años, el país transitó de una producción industrial que era de solo el 12% comparada con la de Estados Unidos hasta llegar al 80% y una producción agrícola del 85% equiparada con la de los norteamericanos. A pesar de que el consumo per cápita de los soviéticos se mantuvo más bajo que el de los Estados Unidos, no ha habido una sociedad que haya incrementado el nivel de vida y de consumo tan rápidamente en tan corto período de tiempo y para todo su pueblo. El empleo estaba garantizado. La educación gratuita a disposición de todos, desde el preescolar hasta los niveles secundarios (educación general, técnica y vocacional), las universidades y las escuelas en horario extralaboral. Además de la matrícula gratuita, los estudiantes recibían estipendios. El servicio de salud también lo era y para todos; disponían de cerca del doble de médicos por persona en relación con los Estados Unidos. Los trabajadores tenían todas las garantías laborales, además de seguro salarial y social para casos de accidentes o enfermedades. A mediados de la década del setenta los trabajadores alcanzaban un promedio de 21,2 días de vacaciones (un mes cada año) y los sanatorios, los lugares de descanso o los planes vacacionales para los niños eran subsidiados o gratuitos. Los sindicatos tenían el poder de vetar las expulsiones del trabajo e interpelar a los administradores y gerentes. El Estado regulaba los precios y subsidiaba el costo de la canasta básica alimentaria y de la renta de la vivienda. Esta constituía solo el 2% o el 3% del presupuesto familiar; el agua, la electricidad, el gas y la calefacción, entre el 4% y el 5%. No había segregación habitacional por ingresos. Con excepción de algunos barrios que eran reservados para altos funcionarios, en todos los demás lugares los directores de fábricas y plantas, las enfermeras, los profesores, los bedeles… vivían como vecinos».



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