sábado, 31 de agosto de 2019

UNA CICIG PARA ESTADOS UNIDOS





La CICIG, poderoso instrumento para detener la corrupción, fue financiada básicamente por Estados Unidos. Bajo la presidencia de Barack Obama subió drásticamente su perfil denunciando infinidad de ilícitos en Guatemala. Luego, con la presidencia de Donald Trump, más el trabajo de los lobbys guatemaltecos pro-corrupción, la CICIG bajó su perfil, siendo prácticamente expulsada con Jimmy Morales.

Sin dudas, una comisión externa sirve para observar con objetividad la situación de corrupción e impunidad de un país. Entonces…

¿POR QUÉ NO PROPONER UNA COMISIÓN ANTICORRUPCIÓN PARA ESTADOS UNIDOS?

¿Se imaginan cuántos ilícitos saldrían a luz? No alcanzarían papel y tinta para enumerarlos todos.

SÓLO COMO MUESTRA: ¿POR QUÉ TRUMP INSISTE TANTO EN LEVANTAR EL MURO EN LA FRONTERA SUR? PORQUE ÉL ESTÁ LIGADO A EMPRESAS CONSTRUCTORAS.

¿Quién dijo que la corrupción, la podredumbre, la codicia, la avaricia, la voracidad sin límites, ruindad, ambición desmedida, egoísmo, impudicia, sordidez e impunidad están solo en los países pobres del Sur?



viernes, 30 de agosto de 2019

MACHISMO: ¿HASTA CUÁNDO?




¿CÓMO REMEDIARLO?

Una mujer pasa junto a una obra en construcción y los albañiles no paran de silbarle y decirle piropos, algunos realmente ofensivos. 

¿Qué pasaría si esa mujer se detiene de pronto e invita a uno de los "machos" a ir en ese mismo momento a un motel? Muy probablemente cualquiera de los "silbadores" así convocado se asustaría y no iría. Y si fuera, quizá no tenga erección. ¿Por qué? Porque hay que demostrar que se es "macho", y esto del acoso callejero es una forma de hacerlo. Pero eso es humo, pura máscara. Para reafirmar la virilidad hay que repetir -sin saber bien por qué- los estereotipos que nos constituyen: un varón es tal cuando piropea, escupe en la calle o habla de fútbol. Estandartes son estandartes...

¿Cómo se cambia eso?

Hay quien propone encarcelar a ese albañil machista. ¿Será lo mejor eso? Quizá sirva más empezar a educar en una nueva cultura de equidad de géneros.


jueves, 29 de agosto de 2019

YA SALIÓ LA REVISTA N° 3 DE PSICOLOGÍA SOCIAL DE LA LIGA GUATEMALA DE HIGIENE MENTAL




Se puede solicitar gratuitamente en la institución: 12 Calle “A” 0-27 Zona 1, Tel. 22326269 y 22383739, de lunes a viernes de 8:00 a 17:00 hs.


Presentación

El Ser Humano vive siempre situado en algún lugar; dicho de otro modo: es siempre, inexorablemente, un ser social. No existe individuo aislado. Eso es un mito de las ciencias positivistas. Somos seres en situación, vivimos en relación social, tenemos historia, identidad sexual, cultura, deseo, ideología. Si eso falta, no estamos hablando de seres humanos.

Vivimos, por tanto, en un lugar determinado, en un medio, en un entorno. El mismo está dado por las significaciones humanas y por la Naturaleza en que nos movemos, de la que somos parte. El medio ambiente natural es un elemento indisoluble de nuestra existencia. De ahí que se habla de Ecología, es decir: el ámbito de nuestra “casa”, el lugar que habitamos, el oîkos griego (Ecología es: estudio de la casa, del espacio en que vivimos, del hogar que nos cobija a todos). Nuestra casa común, igual para todos los habitantes, es el planeta Tierra. Naturalmente, nadie es dueño del mismo, aunque desde hace unos cuantos miles de años, propiedad privada mediante, existen quienes detentan su posesión (la tierra, el producto que de ella sale, el agua, los bosques, los animales de crianza, los recursos minerales, el petróleo. ¿Próximamente también el aire?) Se “posee” la naturaleza en virtud de un arreglo simbólico, o mejor aún: a través de un ejercicio de poder. Los animales no poseen nada, no son propietarios; simplemente viven en su medio ambiente. Los humanos, no. Nuestra situación es infinitamente más compleja (conflictiva, problemática); de ahí que la historia de la humanidad está jalonada interminablemente por choques (“La violencia es la partera de la historia”).

La relación del sujeto con ese medio ambiente no está falta de tensiones. Hoy por hoy, sistema capitalista de por medio con su afán insaciable de ganancia, es una relación tremendamente dificultosa. En nombre de un mal entendido “progreso” (eufemismo por decir búsqueda voraz de lucro empresarial) se hizo de esa casa común una “cantera” supuestamente interminable para la obtención de materia prima para la industria. El medio ambiente dejó de ser nuestro lugar natural de estar para pasar a ser el negocio de unos pocos.

Si guardamos una relación tensa, enfermiza, absolutamente cuestionable con ese medio natural, el desarrollo armónico del sujeto (de las sociedades, para ser más específicos) está en entredicho. La calidad de vida de la población, su salud mental (su desarrollo humano integral y sostenible, se podría decir), se asegura solo si hay una relación equilibrada con su entorno natural. Si no, la situación se torna absolutamente negativa.

Sucede, sin embargo, que la actual relación que guarda la gran mayoría de la población mundial -y Guatemala, por supuesto, no escapa a la regla- es totalmente problemática, generadora de enfermedades, de nudos sin solución. El medio ambiente, nuestro oîkos compartido, en vez de ser la morada que nos cobija a todos por igual, pasa a ser campo de batalla. No es cierto que nosotros (la totalidad de seres humanos) lo destruimos. El verdadero responsable es un sistema de producción y consumo altamente dañino que ve en la naturaleza solo un recurso a explotar, un negocio. Como dijo el jefe de la etnia suquamish de lo que hoy es el estado de Washington en Estados Unidos, Noah Sealth: “Sólo cuando el último árbol esté muerto, el último río envenenado, y el último pez atrapado, te darás cuenta que no puedes comer dinero. Nosotros, la amplia mayoría de seres humanos de a pie, quienes sufrimos los efectos de la catástrofe medioambiental en curso eufemísticamente llamada “cambio climático” (el clima no cambia solo: el modo de producción y consumo derrochador lo cambia), nosotros somos víctimas de ese “desastre social” que es la alocada lógica mercantil: todo es mercadería para consumir.

En nombre de ese modelo, la producción que trajo el capitalismo ha ido devastando nuestra casa común. La solución no es solo “portarnos bien” con la naturaleza y reciclar, cerrar bien el chorro de agua o no usar bolsas plásticas en el supermercado. Todo eso no está mal, pero tiene algo (o mucho) de engaño, porque responsabiliza a todos por igual del desastre ecológico que vivimos. Esa “buena conducta” para con nuestro medio ambiente (no usar pajilla para las bebidas gaseosas o clasificar la basura antes de botarla) logra evitar la contaminación en apenas un 1%. El verdadero problema, que habitualmente se escamotea, es el paradigma en juego, que prefiere sacrificar medio natural y culturas ancestrales en nombre de una uniformización globalizante que obliga a consumir en forma desmedida.

Si no existe un medio ambiente sano no puede existir un sujeto sano. Si la casa en que vivimos, si la morada de la sociedad global está deteriorada, sus habitantes también. Por ello la lucha por el medio ambiente es vital para asegurar una buena calidad de vida.

Hoy por hoy, lamentablemente, en Guatemala se juega un tremenda lucha entre las empresas depredadoras que solo buscan su lucro con proyectos extractivistas (minería, plantas hidroeléctricas, monocultivos destinados a agrocombustibles) y las comunidades que se ven directamente afectadas. Son ellas, en general, comunidades rurales, campesinas, indígenas, que levantan la voz contra la agresión de que son víctimas. Nunca más acertado que aquí, entonces, aquella fórmula que reza: “el silencio no es salud”.

La presenta entrega de la Revista aborda los temas de ecología y su relación con el estado psicológico de las poblaciones, las luchas por un medio ambiente sano y las alternativas reales que existen contra el modelo depredador utilitarista. Esperamos que el aporte contribuya a este debate tan necesario como urgente, y desde ya estamos abiertos a toda crítica, observación o sugerencia que quisieran hacernos llegar: ligaghm@gmail.com

Liga Guatemalteca de Higiene Mental




miércoles, 28 de agosto de 2019

SOLO CON LA MOVILIZACIÓN ESTUDIANTIL SE PUEDE SALVAR LA PRIVATIZACIÓN DE LA UNIVERSIDAD DE SAN CARLOS





Dieron resultado positivo las negociaciones entre autoridades y estudiantes para salvaguardar el carácter público de la Universidad más grande e importante de Guatemala: la San Carlos, luego de la medida de fuerza consistente en su toma. Gracias a la protesta estudiantil se detuvieron las medidas neoliberales en curso.

Evidentemente no hay otro camino para responder a los atropellos que la MOVILIZACIÓN POPULAR.




martes, 27 de agosto de 2019

PODEROSA GLORIA






Kurt sentía que su vida no valía nada. Sus tres intentos de suicidio, fracasados todos de manera algo bochornosa, le ratificaban su mediocridad. No servía para nada, ni siquiera para matarse, era su obligada conclusión. 

Había entrado en la catedral desesperado, pensando que allí podría encontrar algún consuelo. O, al menos, el silencio que necesitaba para reflexionar. La idea de un nuevo intento, que ahora por nada del mundo debía fracasar, le perseguía con obstinación. Para su sorpresa, el templo no estaba en silencio; justo en ese momento la iglesia se había convertido en sala de concierto, y se estaba ejecutando la Missa Solemnis, de Juan Sebastián Bach. No era su intención escuchar música en ese momento, pero los melodiosos acordes de la obra lo retuvieron.

Se sentó en el único espacio que encontró disponible, pues el lleno era total. Mientras escuchaba orquesta y coro en su majestuosa interpretación, cavilaba sobre todos los recaudos que tomaría esta vez para no fallar. El viejo puente de E. era el lugar escogido. Caer desde más de 50 metros sobre afiladas rocas significaba muerte segura. Ahora nadie se lo podría impedir. 

Ya estaba tomada la decisión; caminaría desde la catedral hasta el puente. Por cierto, no estaba lejos, quizá dos kilómetros. Se regodeaba con la idea. Ahora sí, todos sus conocidos, que solían reírse de sus amenazas de suicidio, verían que hablaba en serio. Les taparía la boca a todos.

Respiró hondo, se levantó de su asiento y salió con decisión.

Justo en el momento en que caminaba por el pasillo central del templo, atrayendo sin quererlo la mirada de todos los oyentes, sonó el Gloria in Excelsis Deo de la misa. La potencia de la combinación de trompetas, timbales, orquesta de cuerdas y coro a tutti lo detuvo. La magia envolvente de ese fragmento -el más majestuoso de toda la obra, según los entendidos- le golpeó. Quedó absorto por largos segundos en el pasillo de la nave central, con los ojos en blanco, escuchando en estado de éxtasis. 

No se suicidó. Terminó de escuchar el Gloria, y salió de la iglesia. Caminó por varias horas sin rumbo fijo. Pasó cerca del puente, y sonrió con mueca burlona.

Ahora se entiende por qué, en la organización de atención al suicida que regentea desde hace ya más de cinco años, suena continuamente el Gloria de la Misa en si menor de Bach. 



lunes, 26 de agosto de 2019

¿LUCHA CONTRA LA CORRUPCIÓN?




Los verdaderos factores de poder no quieren (¡aborrecen!) esa lucha.

La siguiente es una conclusión sacada por la CICIG, que se va ya en estos días:

"...En los último años, más concretamente desde 2016, Cicig ha enfrentado una fuerte reacción que se ha generado desde grupos empresariales y políticos afectados por las investigaciones lideradas por el MP y la CICIG, atacando la labor de la comisión en tres áreas: 1) acciones de lobby internacional para minar el apoyo político y financiero a la Comisión, incluyendo la difusión de noticias falsas; 2) campañas de desprestigio y difamación de la Comisión y sus funcionarios en redes sociales; y 3) acciones directas para entorpecer las operaciones de la decisión..."





domingo, 25 de agosto de 2019

MACHISMO INSULTANTE




En El Salvador una mujer iba a ser condenada a 40 años de prisión por haber abortado. Finalmente, por presiones, salió libre.

¿HASTA CUÁNDO VAMOS A SEGUIR CON ESE INFAME PATRIARCADO?
¡¡BASTA YA!!





viernes, 23 de agosto de 2019

PROGRESO EN LA CIVILIZACIÓN




¿Hay progreso humano?

Mmmm…. está difícil la respuesta.
Bueno, en la antigüedad los gladiadores se mataban; hoy día, los boxeadores usan guantes y protectores bucales, y se deben atener a reglamentos muy rígidos.
Si bien hoy día sigue habiendo machismo, los varones ya no obligan a las mujeres a usar cinturón de castidad.
Antiguamente, los vikingos, para bautizar una embarcación nueva, mojaban su casco con la sangre de algún esclavo sobre el que se deslizaba el navío para llegar al mar. Hoy día se baña el casco del barco con una botella de champagne para bautizarlo.
Y aunque las guerras siguen siendo crueles, existen convenios internacionales que les fijan normas (no se puede matar a quien se rindió, por ejemplo).

Dijo Sigmund Freud ante la llegada de los nazis a su Austria natal: “En la Edad Media me hubieran quemado a mí; hoy día, queman mis libros”. ¿Será eso el progreso?



jueves, 22 de agosto de 2019

RACISMO: JUSTIFICACIÓN PARA LA EXPLOTACIÓN





El racismo es una justificación para la explotación económica del otro. Nunca es de doble vía: el blanco discrimina al negro, el conquistador “civilizado” al conquistado “primitivo”, pero no se da la recíproca. Por una cuestión de explotación material, económica, se “arma”, se inventa la idea de superioridad racial. Y siempre, ¡oh, casualidad!, el explotador es el civilizado que explota (civiliza) al bárbaro primitivo.


miércoles, 21 de agosto de 2019

CUENTOS DE CLOROFILA




Ya apareció. Está a la venta en Casa del Libro, 5 Av. 5-18 Zona 1 (Casa Cervantes), Guatemala.

Q. 150

¡Se han visto cosas peores!.....





martes, 20 de agosto de 2019

PABLITO CLAVÓ TRES CLAVITOS





“Pablito clavó tres clavitos, tres clavitos clavó Pablito. ¿Cuántos clavitos clavó Pablito?”. Ese endemoniado trabalenguas, que a cualquiera puede volver loco, era quizá lo único que realmente podía hacer bien Pablo. Yo se lo escuché pronunciar alguna vez, a una velocidad que no parecía posible. Él, siempre con su cara de tonto, de “yo no fui”, sonreía feliz.

En realidad no puedo decir mucho de este Pablito; lo vi personalmente sólo en un par de oportunidades, y casi no tuve mayor trato con él. Pero quien sí lo conoció muy bien es mi primo Felipe. Fue él quien me contó la historia con todos los detalles. Y con toda sinceridad les digo que mi primo es un tipo serio, de esos en los que uno puede confiar, por lo que no tendría ningún motivo para pensar que las cosas no hayan sido así.

El tal Pablito era uno de esos personajes a quien siempre, siempre, inexorablemente siempre le pasan las peores cosas. De esos que se atraen las desgracias. Por ejemplo, si va un grupo de gente caminando por la calle y desde un balcón cae una maceta, seguro que le va a tocar a él; él y no otro va a recibir el macetazo en medio de la cabeza. Es notorio eso, ¿no? Me imagino que habrán visto casos así; una psicóloga amiga me explicaba que a eso se le llama neurosis de destino. Son esa gente que pareciera que se atraen las desgracias, a las que siempre le viven pasando cosas malas, accidentes, embrollos.

Bueno, lo cierto es que Pablito, desde el mismo día en que nació, estuvo signado por la desgracia. Su parto fue complicado, y a último momento tuvieron que hacerle cesárea a la madre. Pero con tal mala suerte que se excedieron en la cantidad de anestesia que le pusieron, afectándole el sistema nervioso, por lo cual la pobre señora quedó con daños neurológicos irreversibles. Es decir que desde que Pablito nació, la madre estuvo en sillas de ruedas. Así lo amamantó, me contaba mi primo. Desde el vamos su vida ya tuvo que ver con las desgracias.

¿Qué no le pasó de niño? ¡De todo! Tenía dos hermanas mayores, y a ellas, en general, nunca le sucedían estas cosas. Por ejemplo: a Pablito lo mordió su propio perro. Eso es raro, ¿no? Que el propio perro te muerda…. ¿Por qué no le sucedía lo mismo a las hermanas? En fin, se ve que el pobre tipo se atraía todas las desgracias. Estuvo enyesado como cuatro veces, siempre por caídas de lo más tontas. Una vez, por ejemplo, se le quebró el dedo pulgar de la mano izquierda porque una maestra cerró la puerta del aula sin ver que él estaba poniendo la mano ahí. Quiero decir –repitiendo lo que me contaba mi primo Felipe– que siempre le sucedían cosas extrañas, que llaman a la risa más que a la compasión. Y lo curioso es que nunca salía tan mal: se quebraba un brazo, por ejemplo. O se daba un golpazo fabuloso la vez que se ponía patines, o iba caminando y lo atropellaba una bicicleta. Pero nunca era algo realmente grave. Lo extraño era esa “facilidad” para atraerse las desgracias, las cosas truculentas que a nadie le pasaban, sino sólo a él. ¿Se imaginan que una vez se agarró una bruta infección en el dentista por culpa de un instrumento sucio? ¿Por qué eso le pasaba sólo a él y no, por ejemplo, a sus hermanas? O el día en que estaba con su papá –quien se suicidara cuando él tenía 8 años– en un banco haciendo fila, y entraron ladrones. ¿A que no se imaginan a quien agarraron de rehén? Por supuesto, ¡a Pablito! Lo tuvieron encañonado como media hora hasta que en el medio del lío descomunal que se armó cuando la policía intervino, el maleante que lo retenía por el cuello, pistola en mano, cayó abatido a balazos. Luego se supo que el arma del malhechor era de juguete.

Bueno, creo que ya me entienden cómo es este muchacho, ¿verdad? Pero, yendo al grano, la historia que ahora quería contarles tuvo lugar cuando Pablito ya era mayor de edad. A los 18 años empezó a trabajar como dependiente en un negocio de venta de repuestos de automóviles. Él estaba muy contento, aunque hay que agregar que para esa época fue cuando se agarró un virus –“algo realmente fuera de lo común”, explicó el médico que lo trataba– que se le instaló en el ojo izquierdo dejándolo estrábico, es decir: bizco. Pese a esa nueva desgracia, una más de tantas y tantas que ya llevaba en su larga lista, Pablito no era alguien especialmente triste; mucho menos, sombrío. A todo le ponía buena cara. Esa era la única manera de soportar, por ejemplo, al dueño del negocio donde trabaja, quien vivía tratándolo de idiota, y quien en más de una ocasión le había levantado la mano por errores cometidos en las ventas.

Lo cierto es que con su sueldo había ido ahorrando algunos centavitos. Con eso, más algo con que lo ayudaron sus hermanas –una de ellas madre soltera, cuyo hijo vivía martirizando al tío Pablo, por cierto– compró un autito. Y digo “autito” porque efectivamente era eso: no se compró un buen vehículo, sino un pobre autito con más de 20 años de uso, destartalado, amarrado con alambre por aquí y por allá, chocado en quién sabe cuántas ocasiones, pero que, como era japonés –de esos modelos irrompibles, a prueba de terremotos– todavía funcionaba.

Pablito, pese a todo, estaba contento. Para él eso tenía sabor a triunfo. Era la primera vez que lograba algo “grande” en su vida. Bueno…, al menos así lo sentía él.

Obtener la licencia de conducir no le fue fácil. Chocó dos veces –choques menores– mientras estaba aprendiendo a manejar, y para tramitar el permiso tuvo que ir tres veces a hacer su examen, pues se topó con un policía de tránsito especialmente corrupto que en dos ocasiones le hizo perder la prueba, todo por no darle la “propina” que le pedía (y que Pablito no daba porque realmente no tenía).

No manejaba mal pese al ojo desviado. Lo cierto es que una vez, una noche de viernes para ser más exacto, atropelló a un borracho que se le atravesó imprudentemente en una avenida principal. Nuestro héroe realmente no tuvo culpa; fue una irresponsabilidad del beodo, que intentó pasar en medio de la calle y no por la esquina utilizando el correspondiente paso peatonal. El accidente no fue grave. El borrachito ni siquiera tuvo fracturas; sólo unas cuantas contusiones. La cuestión es que Pablito, como no podía ser de otra manera fiel a su ya legendaria mala suerte, terminó en la comisaría. Y como el comisario estaba de pésimo humor esa noche, fue dejado detenido. Pero no sólo eso; aunque nunca se supo bien el porqué, fue trasladado detenido a la cárcel de varones.

Todas las cárceles son un infierno, eso ya es sabido. Algunas lo son más. Ésta, donde fue trasladado Pablito, era tristemente famosa porque era un infierno…, pero no tanto para los detenidos sino para los guardiacárceles, y más aún: para los visitantes. Como ahí estaba lo más granjeado del crimen organizado del país, por supuesto con todos los privilegios imaginables –buena comida, televisor, reproductores de música, alcohol, drogas, teléfonos celulares con los que manejaban los negocios de afuera, armas de fuego, visitas conyugales a discreción– los presos eran los amos y señores. Los carceleros, en todo caso, hacían de sirvientes bien pagados por estos “barones del crimen”. Eran conocidos los casos de violación de mujeres visitantes que tenían lugar dentro del mismo reclusorio, siempre con la aquiescencia del personal. Incluso en varias ocasiones los mismos presos habían secuestrado a familiares de detenidos para cobrarles rescate. El clima general, obviamente, era de lo más hostil, y si no se hacía parte de ese selecto grupo de la hight society criminal, las cosas no andaban muy bien. Así que para nuestro personaje llegar ahí no fue lo más alegre que podría haberle pasado.

Pero quizá la peor penuria fue lo que sucedió con su expediente. Él se llamaba Pablo Armando Pérez Pérez. Dos días antes de su detención había caído preso un peligroso homicida –no hacía parte del club de criminales; era un psicópata, asesino en serie, que había matado a más de 15 personas, mujeres fundamentalmente– que se llamaba muy parecido: Pablo Alfonso Pérez Pérez.

El recibimiento que tuvo Pablito en la prisión fue lo usual; es decir: terrible, un verdadero infierno. Producto de la violación –seis reos, los de más frondoso prontuario, todos poderosos dentro del mundo cerrado de esa cárcel– obtuvo una enfermedad venérea que demoró meses en curarse. Los tres primeros días trabajó más de 14 horas cada uno, lavando los baños, la cocina y los pasillos del penal. Como no había instrumentos con qué hacer la limpieza, tuvo que realizarlo todo a mano.

Lo único que logró atemperar el sadismo de estos monstruos fue la habilidad de Pablito para repetir el trabalenguas. Eso, curiosamente, causó simpatía –no digamos compasión, porque eso sería demasiado en criminales de ese calado– lo cual sirvió para suavizar el trato. El pobre personaje de nuestra historia pasó de ser el objeto sexual y esclavo, a bufón. Cada rato le hacían repetir el trabalenguas, y todos se destornillaban de la risa ante esa rara habilidad.

Pero decíamos que lo peor de todo fue la suerte corrida no dentro de la cárcel sino en un juzgado. La jueza que llevaba ambos casos traspapeló los expedientes y Pablo Armando quedó como Pablo Alfonso. Así que, de buenas a primeras, el bufón de la cárcel, inocente y bobalicón bizco que no hacía mal a nadie, portador de esta perra “neurosis de destino” –según me explicó la psicóloga– pasó a ser un criminal peligroso. Por lo pronto, para sorpresa de los mismos hampones que habían hecho ya de Pablito su payaso dentro del penal, el “peligroso reo” fue aislado, dejándoselo en una celda de máxima seguridad, en solitario, con derecho a disfrutar del aire libre y del sol sólo media hora por día, cuando lo sacaban al patio de la institución.

Pablito, siempre con su tonta sonrisa, no terminaba de entender qué estaba pasando. Como ya estaba acostumbrado a golpe sobre golpe, a que su vida fuera una interminable sucesión de infortunios, no lo asombraba sobremanera todo lo que le sucedía. Por eso le parecía algo verdaderamente enorme, importante, casi triunfal, que pudiera dejar alegre a su interlocutor con una simpleza como la de repetir el trabalenguas de marras. Ver que no lo agredían, que no sufría ataques, que podía hacer reír a quien tenía delante y no recibía golpes por ello, le parecía todo un triunfo de proporciones gigantescas. Por eso aprovechaba al máximo esa virtud, y siempre, cada vez que tenía oportunidad –aunque la situación no viniera a cuento–lo repetía a velocidades infernales. Comprobar que la gente le sonreía ante esa simpleza le sabía a triunfo.

De todos modos, si bien estaba ya acostumbrado a la infelicidad crónica, en esta ocasión quedó desconcertado porque no entendía qué pasaba. Era un tipo de sufrimiento nuevo, desconocido.

Como todo fue tan repentino: el accidente con su vehículo, la detención, las violaciones, la reclusión en una celda de aislamiento, la pérdida de contacto con su familia, toda esa vorágine de infortunios lo dejó descolocado. Recién empezó a entender el rompecabezas cuando, dos meses después del ingreso a prisión, fue llevado a declarar al juzgado. Tanta era la mala suerte que lo acompañaba siempre que cuando iba con los tres guardias al séptimo piso de los tribunales donde lo esperaba la jueza, se fue la luz, quedado el ascensor detenido a mitad de camino por espacio de más de dos horas, hasta que los bomberos debieron utilizar todo su empeño para rescatar a cancerberos y reo.

En definitiva, cuando pudo tener contacto con la juzgadora, se dio cuenta que había un gran equívoco en todo lo que estaba sucediendo. Habían confundido su identidad. Lo dijo, por supuesto. Lo dio con todas sus fuerzas, con vehemencia, pero ello no logró cambiar nada. Al contrario: pareció una estrategia suya de dilación, un intento por complicar más las cosas.

Pablito estaba consternado, según me contó mi primo. Fue la primera vez en su vida –así se lo hizo saber a Felipe cuando relataba lo sucedido– que verdaderamente se sintió desconsolado, que percibió la vida como catastrófica, que todo se le volvía en su contra y no había salida.

Fue por eso que tomó la decisión.

Apelando a la relativamente buena relación –si es que a eso se le podría decir “buena”– que había ido estableciendo con los pesos pesados de la cárcel, claro que a costa de ser su bufón, y todavía en algunas ocasiones su esclavo sexual, pidió a uno de ellos, quizá el más terrible –el “Buey”, narcotraficante con más de 30 asesinatos en su haber, poderoso mafioso que dejaba propinas de cien dólares como mínimo– que intercedieran con los carceleros para que miraran para otro lado en el momento en que Pablito huyera.

No sin dificultades, debiendo rebajarse a situaciones que ponían colorado a mi primo Felipe cuando las relataba, el tal “Buey” accedió al pedido de Pablito.

El montaje se preparó adecuadamente, como debía ser: Pablito saltaría por una ventana de un baño a la que se iban a quitar las rejas externas –un guardia era el encargado de hacerlo– para caer en unas colchonetas en un patio cerrado de la prisión. Allí habría ropa de civil para que se cambiara y estaría la puerta abierta para que saliera sin dificultad.

Todo funcionó como estaba previsto, salvo que Pablito no cayó exactamente sobre la colchoneta sino sobre el concreto. El dolor terrible que le ocasionó la doble fractura de tibia no le impidió que, aunque casi a rastras, pudiera salir del penal. Ya afuera, se las arregló para alejarse sin levantar sospechas.

Le fue un poco dificultoso hacerse atender en el hospital, pues no tenía documento de identidad y no pudo explicar dónde trabajaba. De todos modos, lo enyesaron.

La fuga tuvo lugar un día martes a las siete y media de la mañana. Ese mismo día, media hora más tarde, la jueza llegó a su despacho con la intención de averiguar bien ese equívoco que le había empezado a preocupar: ¿por qué Pablo A. Pérez Pérez insistía tan vehementemente con que había un error en su caso, que no era el Pablo Pérez con que se lo identificaba? ¿No tendría razón el reo? Tras media de hora de leer exhaustivamente el expediente –en realidad, nunca lo había hecho antes– cayó en la cuenta que sí, en verdad, había un error. La orden de liberación fue transmitida de inmediato, y otra media hora más tarde, a las ocho y media, estaban buscando a Pablito para avisarle que quedaba libre.

El problema estuvo en que no se podía ocultar ante el tribunal que el preso se había fugado. No se podía liberar a un detenido y hacerle firmar la salida si el detenido no estaba físicamente en la prisión. Aunque hacía una hora que Pablito ya no estaba en la celda y ahora, a partir de la orden emanada del juzgado también iba a quedar fuera de esa celda, la forma en que había salido del penal técnicamente lo convertía en delincuente: era un fugado, un prófugo. Eso había que castigarlo.

Para la policía, que cuando quiere ser efectiva lo es, no fue difícil hallar en no más de dos días a Pablo Armando Pérez Pérez. Y cumpliendo con órdenes estrictas, como reo prófugo que era, no pudo dejar de detenerlo y llevarlo ante juez competente. En este caso el juez resultó ser el Dr. M., famoso jurista del país, uno de los pocos miembros del poder judicial que escapaba a la mediocridad y corrupción reinantes, magistrado de comprobada rectitud, incorruptible y severo.

Tan recto, incorruptible y severo que tomó el caso con la mayor pulcritud; y como se trataba de un reo fugado, no pudo sino aplicar la sanción correspondiente, ni más ni menos. Con lo que nuestro héroe fue condenado a dos años de prisión.

Pablito no lo podía creer. Por primera vez en su vida se sintió tan apesadumbrado que pensó en el suicidio. No sabía bien contra quién protestar, porque el juez –así lo entendía– había actuado bien. ¿Despotricar contra el destino? Sí…, pero ¿a quién presentarle la queja? ¿Quién tenía la culpa de todo esto?

Después de dieciocho meses –se le redujo la pena por buena conducta–, ya libre, no encontró mejor forma que ganarse la vida con el trabalenguas. Como el de “Pablito clavó tres clavitos…” era muy poco –el espectáculo se termina rápido así– desarrolló esa rara virtud de repetir trabalenguas a toda velocidad, y ahora tiene más de sesenta que anda repitiendo en el espectáculo que montó, algunos de ellos en otras lenguas (chino, swahili, quechua, francés), lo que hace más llamativa la habilidad. Se presenta en teatros de segunda, y alguna que otra vez en shows televisivos, esos de tan mala calidad a la que estamos acostumbrados y con los que nos pasamos todo el fin de semana sentados como tontos.

La mala suerte –“neurosis de destino” le decían, ¿no?– lo siguió acompañando. Algunos años después tuvo un hijo, pero nació con síndrome de Down. Y por lo que supe –en realidad se lo contó un amigo a mi primo Felipe, quien a su vez me lo retransmitió– Pablito sufrió un ataque en la garganta con una navaja en el metro cuando lo quisieron asaltar, con tan mala suerte que le tocaron las cuerdas vocales. No murió, pero quedó mudo. Y obviamente un mudo no puede decir trabalenguas.

Hasta donde sé, creo que ahora es sicario (para eso no se necesita hablar).


domingo, 18 de agosto de 2019

DESASTRE DE ÁFRICA: ¿RESPONSABLES?





África es el lugar del mundo más devastado, empobrecido y pisoteado. Su población (musulmana en el norte, negra en el resto del continente –la mayoritaria–) presenta los peores índices socio-económicos. El hambre más profundo es lo cotidiano. Las guerras asolan la región, y la pandemia de sida completa el trágico panorama.

Curiosamente, sus recursos naturales son inconmensurables. 

¿Por qué esta catástrofe? Solo para recordarlo: en 1885, en Berlín, Alemania, las potencias occidentales se repartieron sobre un mapa las zonas de influencia de cada una de ellas sobre el continente africano. La explotación fue brutal. Ahí están los resultados.

¿ALGUIEN VA A PAGAR POR ESTE DESASTRE?





viernes, 16 de agosto de 2019

PRIVATIZACIÓN DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR





¿Está mejor la formación universitaria con tantas universidades privadas? La falacia dominante es que sí. Desde hace años, con la constante prédica neoliberal, lo privado es sinónimo de calidad, y lo público de mediocridad. La realidad es otra.

Lo mejor intelectualmente del país salió de la universidad pública: Miguel Ángel Asturias, Mariano Gálvez, Severo Martínez, Manuel Galich, Carlos Guzmán-Böckler, Edelberto Torres-Rivas, Aldo Castañeda, María Isabel Amorín, Rafael Espada, Luz Méndez de la Vega, Isabel de los Ángeles Ruano, Mario Monteforte Toledo, Carlos Manuel Colom Argueta, Oliverio Castañeda, etc.. ¡Hay que seguir defendiendo el carácter público de la San Carlos, la única casa de estudios que, constitucionalmente (Artículo 82), se encarga de aportar en la solución de los problemas nacionales!


¡POR UNA UNIVERSIDAD PÚBLICA AL SERVICIO DEL PAÍS!




jueves, 15 de agosto de 2019

ELECCIONES EN GUATEMALA: MÁS DE LO MISMO…O LO MISMO CON MÁS





Tuvo lugar la segunda vuelta electoral en el país el pasado domingo 11 de agosto, de lo que salió el nuevo mandatario, que asumirá el 14 de enero del año 2020. El doctor Alejandro Giammattei, del partido VAMOS –Vamos por una Guatemala diferente–, es el ungido. En esta segunda vuelta derrotó a la candidata de la Unión Nacional de la Esperanza –UNE–, Sandra Torres, con una amplia diferencia (16%). La mayoría de la población empadronada no fue a votar (la abstención fue de alrededor del 60%, un índice histórico). Es decir que Giammattei será presidente no por la decisión de una amplia mayoría que lo escogió a través del voto popular sino producto de un bien montado mecanismo de continuidad y perpetuación. Dicho de otro modo: todos los factores reales de poder (no el “soberano”, el pueblo votante –tontera con la que nos engañan a diario–, sino las cámaras empresariales, la casta militar, la clase política, la embajada de Estados Unidos, incluso el crimen organizado enquistado en la estructura estatal que maneja un buen porcentaje del producto bruto del país) buscaron el mantenimiento del statu quo, de lo que es la nación, de su dinámica histórica. En otros términos: se cambia presidente (administrador, gerente, o si se quiere: capataz) para no cambiar nada en esencia. Gatopardismo, democracia de papel, democracia controlada y a cuentagotas.

Sandra Torres no significaba ningún cambio para ese estado de cosas; su propuesta y la de su partido son igualmente de derecha, conservadora, continuista del sistema. En todo caso, pequeños cambios cosméticos insignificantes, de orden populista, sin tocar nada sustancial (programas sociales asistencialistas). No propuso nada que lastime ni cuestione al sistema, se plegó enteramente a los poderes fácticos (empresariado, embajada estadounidense), incluso impulsó un discurso homofóbico para ganarse el favor de los sectores más conservadores ligados a las iglesias (católica y neopentecostales). Pero Giammattei es más fiel al continuismo, un representante más confiable, más dócil para la ultraderecha. El llamado Pacto de Corruptos que dirige Guatemala respiró tranquilo con su elección. Este oscuro político, ligado a personajes impresentables, que fuera Director del Sistema Penitenciario cuando se dio un sonado caso de “limpieza social” (ajusticiamiento ilegal de reos por el que tuvo que purgar diez meses de prisión), es más “fiel” al proceder mafioso que domina la escena, mejor amigo de los dueños de siempre que la menos manejable Sandra Torres. La candidata de la UNE no es muy distinta en su proceder, pero no es amiga histórica de esos sectores conservadores, crea más desconfianza.

Con el triunfo de este candidato conservador y neoliberal, empresario y cercano a grupos militares, no se vislumbra el más mínimo cambio en la situación general del país. Por el contrario: se ratifica, y seguramente se profundizará, el modelo vigente. Es decir: un esquema agroexportador basado en la monoproducción azucarera o de palma aceitera, con alta presencia del capital transnacional dedicado a la industria extractiva (minería, centrales hidroeléctricas, algo de petróleo), con una clase trabajadora (urbana y rural) absolutamente sometida, con salarios de hambre que, según el sueldo mínimo de ley, cubren apenas un tercio de la canasta básica, con un Estado raquítico con una de las recaudaciones fiscales más bajas de toda Latinoamérica (10% del PBI) y con grupos económicos locales mono y oligopólicos que manejan la economía nacional con criterio de finca semifeudal, en muchos casos enquistados desde la colonia, resistiéndose a cambiar en lo más mínimo. Las iglesias más conservadoras (católica y evangélica) hacen el coro a esta estructura, bendiciéndola, fomentándola.

Sumado a todo ello, la administración política –cualquiera sea: con el actual gobierno de Jimmy Morales, saliente el año próximo o, presumiblemente también con el futuro gobierno de Alejandro Giammattei, que no da ninguna muestra de ser díscolo con el país del norte– siempre es totalmente sumisa a los dictados de Washington. En esa lógica, el gobierno de Estados Unidos ha forzado a Guatemala recientemente a funcionar como “depósito” de migrantes irregulares, donde permanecerían a la espera que el país del norte les dé permiso de ingresar (cosa que, con mucha probabilidad, nunca va a pasar). “Tercer país seguro”, lo llamó Donald Trump. En realidad, eso convierte a Guatemala en un gran “campo de concentración” para esas enormes masas de población que buscan llegar al “sueño americano”, centroamericanos en principio, de otros países también (caribeños, sudamericanos, africanos). Si bien el presidente recién electo afirmó que “habría que revisar ese acuerdo” con Washington, firmado en forma espuria por la actual administración guatemalteca, su historia política y su perfil ideológico permiten pensar que en modo alguno se convertirá en un obstáculo para la Casa Blanca, cuestionando el oscuro tratado. Por el contrario, seguirá fiel a la tradición de “perro faldero” de los gobiernos centroamericanos en relación al amo imperial. Todo indica que no habrá ningún cambio allí.

Esta elección fue diametralmente opuesta a la de cuatro años atrás, en el 2015. En aquel entonces se respiraba un clima de movilización ciudadana que, más allá de las posibles manipulaciones que pueda haber jugado la embajada norteamericana con el entonces embajador Todd Robinson, permitió mandar a la cárcel al binomio presidencial Otto Pérez Molina-Roxana Baldetti, abriendo un momento de crítica social donde la lucha contra la corrupción pasó a jugar un papel preponderante. De esa cuenta, articulándose con la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala –CICIG–, de Naciones Unidas, y lo desarrollado por el Ministerio Público con la por ese entonces Fiscal General Thelma Aldana –hoy acusada por la justicia para desacreditarla, habiéndosele impedido así participar en estas elecciones–, la población despertó y comenzó a exigir transparencia. Las movilizaciones fueron masivas y parecían abrir una nueva época; la clase política fue puesta en entredicho, y la participación ciudadana esperó aquella elección del 2015 con gran esperanza. El entonces elegido, Jimmy Morales, esperado con una verdadera esperanza de cambio por el grueso de la población, decepcionó luego en su administración, pues todo ese calor anti-corrupción terminó extinguiéndose, y el propio gobierno se encargó luego de expulsar al coordinador de la CICIG, el colombiano Iván Velásquez a quien terminó acusando casi de “comunista”, cerrando así prácticamente toda investigación. La lucha contra la corrupción, por tanto, debió seguir esperando. Hoy, ninguno de los dos candidatos, ni Alejandro Giammattei ni Sandra Torres, le pusieron mayor énfasis al asunto. Y todo indica que para la nueva administración que comenzará en el 2020 eso, en modo alguno, será una prioridad. Lo cual significa que el Pacto de Corruptos seguirá tranquilo haciendo sus negocios, a la sombra del Estado en muchos casos, manejando narcoactividad y contrabando, evadiendo impuestos y reprimiendo cuando fuera necesario. Es decir: ningún cambio a la vista.

En ese marco sociopolítico, la actual elección pasó sin pena ni gloria. Con una increíble profusión de partidos para la primera vuelta (alrededor de 20), el Pacto de Corruptos (empresariado, militares, clase política) cerró filas con un discurso de derecha hiper conservador y reaccionario, quitando de escena la lucha contra la corrupción y criminalizando todo tipo de protesta social. Incluso con involuciones en el tema de derechos humanos, contrariando lo poco avanzado desde la Firma de la Paz en 1996; de hecho el panorama cotidiano se volvió más conservador, homofóbico, riesgoso para los militantes del campo popular. Por lo pronto, en estos últimos meses la represión contra dirigentes comunitarios fue siempre en aumento, con más de un muerto por mes, asesinatos que quedaron en la más total impunidad. De esa cuenta, en un clima de decepción y sin verse siquiera mencionados algunos de los problemas básicos en las campañas electorales (pobreza, violencia, falta de servicios, migraciones irregulares, corrupción), para la segunda vuelta, con los dos candidatos que quedaron: Giammattei y Torres, el desánimo y la apatía en la masa votante fueron enormes. De ahí la tan alta abstención. En este caso, contrario a lo sucedió cuatro años atrás, nadie esperaba nada, ningún cambio. Solo más de lo mismo. Es decir: más pobreza, más represión, más criminalización de la protesta social, más migrantes irregulares huyendo del desastre, más corrupción e impunidad.

Sandra Torres, quien durante la presidencia del que fuera su esposo, Álvaro Colom, entre 2008 y 2012, desarrolló una importante labor social como Primera Dama, para la derecha más recalcitrante constituyó siempre un peligro. Peligro relativo, sin dudas, pero peligro al fin para esa visión cerrada, por cuanto representaba a sectores económicos emergentes no ligados a la oligarquía tradicional ni al crimen organizado (exportadores maquileros, pequeña y mediana industria nacional), y con un discurso populista, muy tímidamente socialdemócrata. Todo ello le valió la desconfianza de los grupos hegemónicos, a punto que se le satanizó, buscándole un presunto pasado izquierdoso-guerrilleril –que no lo hubo, por cierto– para desacreditarla. El fantasma del comunismo, o la comparación con Venezuela (resabios de la Guerra Fría que, pareciera, sigue presente) son utilizados sin miramientos por esa derecha conservadora. La “sandrofobia” así desatada fue creando un clima hostil hacia su persona, a tal punto que el electorado clasemediero urbano –el que históricamente decide las elecciones en la segunda vuelta en la dinámica guatemalteca– terminó inclinándose hacia el otro candidato, Giammattei, no como esperanza de cambio, sino como voto castigo a la demonizada Sandra Torres. El bombardeo mediático de los grandes medios de comunicación comerciales completó la satanización en un grado superlativo.

¿Qué puede esperarse ahora con Giammattei presidente? Para el campo popular, para la amplia mayoría de la población, esa masa que presenta un 60% de pobreza y una desnutrición crónica que hace de Guatemala el país en Latinoamérica con el más alto porcentaje de ese flagelo, de donde salen casi 300 personas diarias con rumbo a Estados Unidos en condiciones absolutamente precarias para buscar el supuesto american dream, para esa enorme mayoría de gente: nada. Por lo pronto el presidente electo comenzó a conformar su gabinete, y el primer nombre que aparece, destinado al Ministerio de Finanzas, es todo un símbolo: Antonio Malouf, ex-presidente del CACIF (la agrupación de todas las cámaras empresariales), con una visión eminentemente neoliberal.

Sin dudas, más de lo mismo. O, lo que es peor: de lo mismo con más.