jueves, 30 de abril de 2020

MANDATARIOS LONGEVOS




El pensamiento de derecha, conservador, pro-capitalista, esgrime el argumento que la larga permanencia de un mandatario en su cargo es nociva, por “antidemocrática” (Fidel Castro, Evo Morales); casualmente, los vilipendiados son siempre socialistas. Argumento, por cierto, muy discutible (en nombre de la democracia se puede hacer cualquier cosa), pues otros dirigentes no socialistas permanecieron igual o mayor período, y nunca se dijo nada en su contra: Angela Merkel en Alemania: 20 años; Benjamín Netanyahu en Israel: 25 años; Yoweri Museveni en Uganda: 31 años (como es de derecha y Uganda no cuenta en el concierto internacional, nadie dice una palabra); Vladimir Putin en Rusia, 20 años (¿con la fortalecida potencia rusa nadie se atreve a meter?); la Reina Isabel II, Gran Bretaña: 66 años (¿y esta aberración anacrónica, medieval? ¿Quién la eligió: Dios?)




miércoles, 29 de abril de 2020

¿POR QUÉ ESTAMOS TAN “ENLOQUECIDOS” CON LA PANDEMIA?




Porque los formadores de opinión pública manipulan el pánico hasta el cansancio. En otros términos: pensamos lo que la corriente nos obliga a pensar. ¿Quién podría hablar ahora de aumento de salarios, de la destrucción de los servicios públicos por el neoliberalismo, del calentamiento global? Hay que repetir mansamente lo que nos dicen que hay que repetir. Somos rebaño… ¡hasta que abramos los ojos!

PARA MUESTRA, ESTE VIDEO.


martes, 28 de abril de 2020

LAS MUERTES NO SON TODAS IGUALES




En estos 5 meses de infección del COVID-19, se produjeron más de 200,000 muertes en el mundo, llevando Europa (125,000) y Estados Unidos (60,000) la peor carga. Las regiones más pobres del planeta no se evidencian tan afectadas: África 1,500 fallecidos, Latinoamérica 8,000 decesos, Sudeste asiático 8,000, Medio Oriente 6,000 muertes, Oceanía 108.

Es probable que las cifras de las zonas más empobrecidas del mundo estén subvaloradas, por la falta de recursos para llevar registros rigurosos. De todos modos, es un hecho que presentan índices mucho más bajo que las potencias capitalistas occidentales (porque hay menos ancianos -donde más golpea la enfermedad- y la población viaja menos -por tener menos recursos-, con lo que el virus se esparció en menor medida).

Pero en el mismo período de tiempo (5 meses) en que el coronavirus producía esos efectos en el mundo, también había muertos por otras causas (DE LAS QUE NO SE HABLA):

HAMBRE: 2,100,000
DIARREA (por falta de agua potable): 1,650,000
MALARIA: 300,300 (solo en países tropicales)
VIH/SIDA (en África, la región más infectada): 205,725

¿TODAS LAS MUERTES VALEN IGUAL… O NO?

lunes, 27 de abril de 2020

¿FIN DEL CAPITALISMO?




Se ha dicho, quizá con un exceso de esperanza, que luego de la actual crisis nos espera un nuevo orden mundial más equitativo. A decir verdad, no está claro cómo empezó todo esto del virus, si efectivamente hay agenda oculta, si hay fuerzas que se benefician de la crisis. Si las hubiera, con seguridad no es el campo popular el que saldrá ganando. Que esto abra posibilidades de cambio, de transformación social real, está por verse. Pero que necesariamente hará emerger un nuevo orden mundial más solidario, justo y equitativo: ¿no suena a puro deseo? En ese sentido: sería hermoso que terminara la explotación capitalista y surgiera ese mundo solidario, justo y sin exclusiones ni egoísmos (algo así como un paraíso), pero eso no pasa de formulación de un anhelo, una buena intención. La pandemia, ¿por qué traería ese cambio? No sería improbable (al contrario: ¡es lo más probable!) que luego de la tormenta los capitales salgan fortalecidos. “El capitalismo no caerá si no existen las fuerzas sociales y políticas que lo hagan caer”, decía con exactitud el dirigente de la Revolución Rusa Vladimir Lenin.


domingo, 26 de abril de 2020

ARENGA




Compañeros:

Sabemos que en esta misión nos va la vida. Pero no importa. Desde siempre hemos tenido claro cuál era nuestro objetivo, qué superiores intereses rigen nuestro actuar. Seguramente la gran mayoría de nosotros va a morir en el intento, pero eso no debe acobardarnos. De nuestro esfuerzo, de nuestra accionar digno, glorioso, inmortal, surgirá vida. De nuestro final como individuos el colectivo se verá beneficiado. Es por eso, compañeros, que no debemos estar tristes. Sabemos que si morimos, estaremos dando aliento a otros intereses más nobles, más trascendentes. Pero bueno, basta de palabras. ¡A la acción concreta! ¡Salgamos, espermatozoides!




sábado, 25 de abril de 2020

EL VIRUS DE LA HIPOCRESÍA





La pandemia existe, los muertos ahí están, pero algo no termina de estar claro. En estas semanas se ha desatado una alarma monumental a escala planetaria, una psicosis colectiva que ha orillado a buena parte de la población mundial a un estado verdaderamente de pánico irracional, de terror. Primero fueron las compras enloquecidas (el papel higiénico, por ejemplo), luego las mascarillas, que en algunos casos hasta decuplicaron sus precios (y en algunas circunstancias, se vendieron recicladas). Tampoco faltaron agresiones contra portadores del virus en distintas partes del mundo, o contra sospechosos de serlo. Incluso se llegó a la aberración de atacar a personal de salud (médicos/enfermeros) por ser posibles agentes transmisores. A partir de la declaración del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de “virus chino”, no faltaron tampoco agresiones y discriminaciones contra población con rasgos orientales en cualquier parte del orbe.

En otros términos: estamos viviendo un clima absolutamente enrarecido, inusual, enfermizo. Vivimos una prisión forzada, en algunos casos con toque de queda, y un 50% de la población planetaria sigue encerrada, ya sin saber qué hacer durante este confinamiento. Haciendo evidente lo que ya es más que sabido, pero en general silenciado (el 80% de las violaciones sexuales suceden en los hogares y las perpetran varones conocidos por las víctimas), la violencia contra las mujeres se disparó en forma exponencial durante la cuarentena. Las consecuencias de este clima enrarecido, inusual, son patéticas.

Como tan inusual es el clima, inusual también es la interminable profusión de cosas que se dicen al respecto de la pandemia (el presente texto es una más de tantas tonteras que circulan por allí), desde análisis sesudos hasta visiones apocalípticas, desde chistes sobre la situación para descomprimir la angustia hasta visiones conspirativo-paranoicas. Está claro que nadie tiene el conocimiento total de lo que está sucediendo (nunca, en ningún campo, se puede tener el conocimiento total). Quizá la complejidad del momento actual nos rebase a todos (¿habrá alguien que sabe lo que va a suceder?), por eso esta apremiante búsqueda de respuestas, comentarios, aseveraciones, chistes, modos diversos de encontrar sentido a este fenómeno que nos convoca y nos golpea. Lo que sí está definitivamente claro es que el pánico, la zozobra, la manipulación mediática intencionada que hay en todo esto, obliga a hablar. Y hablamos, por supuesto, a partir de la poca confiable (o muchísima, pero confusa) información que circula. ¿Cómo saber dónde está lo confiable?

¿Por qué este pánico irracional? Algo hay tras todo ello, pero los ciudadanos comunes no podemos saberlo. Como siempre, la historia se mueve de espaldas a las masas. Las grandes decisiones son tomadas en secreto por pequeñísimos grupos de poder, en las sombras; los colectivos las padecemos. Hasta que alguna vez reaccionamos. Las revoluciones son posibles, y la historia de la humanidad, en definitiva, es una historia de revoluciones, de violentos choques sociales. Sigamos albergando la esperanza en cambios: el capitalismo, por ejemplo, no es eterno. Pero solo no caerá; habrá que hacer algo al respecto. Lo cierto es que las líneas maestras de la historia no las decidimos en asamblea popular. Al menos hasta ahora (el socialismo es la esperanza de que así comience a suceder).

¿Por qué decir todo esto? Porque la actual pandemia que se abate sobre el mundo tiene aspectos poco claros que abren interrogantes. Definitivamente la enfermedad denominada COVID-19 existe. Y como toda enfermedad, tiene un grado de peligrosidad. Pero justamente aquí se abren las dudas. Según un reciente estudio realizado por el Imperial College de Londres su grado de letalidad es de 1,38%. No hay que minimizarla; es más que una gripe común, pero no es una patología especialmente dañina, porque todo indica que muchísima gente la cursa asintomáticamente (se dijo que por cada infectado con síntomas podría haber hasta 10 infectados asintomáticos). Su desarrollo es relativamente corto: desde el inicio de los síntomas hasta el alta hospitalaria es de aproximadamente 25 días. No es letal en toda la población, sino que el índice de mortalidad muestra que entre el 95 y 97% de las muertes ocurre en la llamada Cuarta edad (mayores de 80 años). Es altamente contagiosa, eso está claro (un infectado puede trasmitir el virus a 3 o 5 personas más). Pero si no es tan letal, ¿por qué tamaño revuelo global, que llega a alterar la economía -el dios intocable del sistema capitalista- y la psicología cotidiana de prácticamente la totalidad de la población mundial?

Insistamos: los mortales comunes, los que no decidimos las alzas y bajas en las Bolsas de Valores, los que no somos tenidos en cuenta para decidir las políticas que afectan a grandes mayorías sino a través de esa pantomima ridícula de emitir un sufragio cada cierto tiempo, quienes no decidimos las guerras, es decir: la prácticamente totalidad de la población mundial, manejada de un modo artero a través de los medios de comunicación (“Una mentira repetida mil veces se transforma en una verdad”, enseñó Goebbels), nunca sabemos bien de qué se tratan estos fenómenos que dominan nuestras vidas. Ahora llegó la pandemia y hay que guardar cuarentena porque, según se nos dijo, “estamos ante una enfermedad terrible”. Los resultados preliminares sugieren que un porcentaje relativamente pequeño de la población puede haber resultado infectado, incluso en áreas fuertemente afectadas”, dijo recientemente el director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus. Entonces, ¿qué creer?

Hemos sido llevados a un grado de desesperación llamativo. ¿No es llamativo, justamente, que otras afecciones infinitamente más peligrosas, u otras catástrofes humanas como el hambre o la catástrofe medioambiental, flagelos realmente preocupantes, pasen desapercibidos, no se combatan con toques de queda ni ejércitos en las calles ni siquiera figuren, o lo hagan muy tibiamente, en las agendas mediáticas? ¿Será que estamos ante este “fin del mundo” porque las víctimas son ciudadanos del mal llamado Primer Mundo (Estados Unidos y Europa Occidental)?

Un brillante intelectual de izquierda, latinoamericano, ahora residente en Europa, me decía en un correo privado (que, por tanto, no permite revelar su identidad): “El virus no mata a nadie, pero a nadie, con menos de 40 años: es un hecho. Bueno, a no ser que estés en contacto diario con enfermos (léase sanitarios), pero incluso así la mortalidad es de cero coma. Ahora, a los viejecitos sí se los come con patatas. Y eso para el Estado es una buenísima noticia, no nos engañemos. Y está claro: todo este bombo es porque padecen los WASP y sus acólitos, así ha sido siempre (solo que antes fueron los protestantes del norte de Europa, antes todavía los que vivían en el Mediterráneo, antes los griegos, antes los babilonios, antes... los que dominan y escriben la historia). ¿Pero a quién le importa África, etc.? ¿A quién le importa el noma, por ejemplo, esa terrible enfermedad?” [¿Alguien sabe qué es el noma? ¿A alguien le importa? Según la Organización Panamericana de la Salud -OPS/OMS- “el noma, o cancrum oris, es una infección de gangrena de acción rápida que destruye las membranas de moco de los tejidos orales y faciales. Se desconoce la etiología exacta de ello, pero con mayor frecuencia ocurre en los niños “malnutridos” que viven en las áreas con el saneamiento deficiente. El noma no se ha notificado ampliamente en la América Latina y el Caribe, pero aproximadamente 140,000 nuevos casos se diagnostican anualmente. La tasa de mortalidad es cerca de 8.5%. Es sumamente prevalente en África subsahariana.]

Efectivamente, si se contrastan cifras -esas a las que son tan afectos quienes manejan el mundo y fijan las políticas que las mayorías sufrimos: “Un muerto es una tragedia, un millón de muertos una estadística”- vemos que hay 24,000 personas muertas al día por hambre o por afecciones ligadas a la malnutrición -como el noma, por ejemplo-, o que 11,000 seres humanos mueren al día de diarrea por falta de agua potable, o 2,000 mueren de malaria, pero eso pasa en los países tropicales donde no hay WASP (o están, a lo sumo, en alguna ONG caritativa que “ayuda” en esos países “salvajes”). ¿Habrá que tomar en consideración lo dicho por este analista respecto a la situación, tomar en serio su pregunta por ese “bombo”, por ese estruendo mediático? ¿Será por los WASP, como decía nuestro amigo?

Todas las personas valen por igual, pero evidentemente, algunos son más “iguales” que otros. No hay ni cuarentenas, ni medidas militares, ni pánico mediático por los muertos diarios del Tercer Mundo (por hambre, de sed, por las guerras), pero sí -curiosamente- por los ancianos de los países “desarrollados”. Algo no encaja.

Si se llegó a este llamativo estado de psicosis generalizada (tenemos miedo y desconfianza del vecino) por una enfermedad que realmente no es tan peligrosa, ¿qué hay detrás? ¿Solo sacrosanto interés por la salud de la población? No parece ser cierto.

Se podrían pensar varias cosas para entender esta monumental alarma y pánico inducido, este clima de fin del mundo que se nos hace vivir.

1)    El sistema capitalista está haciendo agua; la crisis financiera global de los capitales parásitos ha reventado. Se está ante una situación igual o peor que la Gran Depresión de 1930. El “Armagedón” de la pandemia sirve como “elegante” salida a la crisis. Los recortes presupuestarios y el empobrecimiento generalizado de las poblaciones que podrán seguir a la alarma sanitaria global seguramente serán terribles, pagadas -naturalmente- por el campo popular. Los capitales, los grandes megacapitales, muy probablemente saldrán indemnes, incluso fortalecidos. En tal sentido, la pandemia le sirve al sistema (¿se sacarán de encima, de paso, unos cuantos ancianos evitando pagar pensiones, ese “riesgo de longevidad” del que habla la gran banca mundial?)
2)    Sirve también para disciplinar a las poblaciones. Quizá, como efecto secundario de la enfermedad, esta llamativa militarización de los espacios sociales es un preámbulo de lo que podrá seguir en un capitalismo post-pandemia (porque socialismo, evidentemente, no habrá): poblaciones hiper controladas, con “distanciamiento” social, con trabajo desde la casa, sin aglomeraciones (siempre peligrosas para el statu quo).
3)    Como los sistemas de salud pública (en el Norte y en el Sur) están tremendamente debilitados por los años de neoliberalismo que destruyeron a los Estados privatizando todo, una emergencia sanitaria de alto calibre puede resultar catastrófica. Para evitar el colapso de lo poco que queda de los sistemas públicos (¿y posibles estallidos sociales concomitantes?), y dado que el virus es altamente contagioso (aunque no muera mucha gente, hay que hospitalizarla, ancianos básicamente) la orden es evitar a toda costa las transmisiones. De ahí estas políticas de confinamiento tan llamativas, cosa que no sucede con las afecciones de los no-WASP (¿que se mueran los pobres del Tercer Mundo? Eso no importa tanto).
4)    Quizá desde una lectura conspirativa de los hechos, puede preguntarse por qué tanto interés en la futura vacunación. La enfermedad no es especialmente letal, aunque muy contagiosa. Lo increíble es que sí existe cura (cosa de lo que la corporación mediática capitalista no habla). Un medicamento generado en Cuba, ahora producido industrialmente en China, el Interferón alfa 2B, y prohibido por Estados Unidos, se mostró efectivo para detener la epidemia en Wuhan. Valga decir que 45 países lo han solicitado, pero Estados Unidos tiene prohibida su comercialización, y la corporación mediática comercial ni menciona el tema. ¿Por qué este interés tan exacerbado en la vacuna preventiva? Obviamente eso da para conjeturar variedad de hipótesis, tal como se ha dicho, que la pandemia está inducida para realizar la vacunación masiva posteriormente. ¿Qué se inocularía allí? Más allá del posible tenor paranoico en juego, tiene sentido abrirse esa pregunta.

Lo que está claro es que el sistema capitalista se movió, como lo hace siempre, como no puede hacerlo de otro modo, muy hipócritamente. Sin querer en absoluto hacer una entronización del actual modelo chino, no puede dejar de reconocerse que su manejo de la epidemia fue más exitoso que el llevado adelante en Estados Unidos o en Europa. Pekín informó, con el último conteo realizado al alza, de 4,642 fallecidos. En territorio estadounidense ya van 30,000. “En esta economía global -se pregunta Sara Flounders en su texto “La planificación socialista de China y Covid-19”- ¿por qué la administración de Trump rechazó las ofertas de equipos de prueba esenciales y suministros médicos de China, e incluso de la Organización Mundial de la Salud? No se debe solo a la creciente hostilidad de EEUU hacia el sorprendente nivel de desarrollo de China. Tampoco está impulsado solo por ideólogos de derecha. La atención médica existe con fines de lucro. Los kits de prueba y suministros médicos gratuitos o de bajo costo amenazan el impulso capitalista de sacar provecho de cada transacción humana. Las compañías farmacéuticas, médicas y de seguros son las corporaciones más rentables en EEUU en la actualidad. Junto con el petróleo y las llamadas corporaciones de defensa, dominan el capital financiero. (…) La naturaleza no planificada y competitiva de la producción capitalista distorsiona toda interacción social. La especulación salvaje y las burbujas de ganancias rápidas son la norma.” Definitivamente, una economía planificada, con un Estado que brinda los servicios básicos, está en mejores condiciones de afrontar estas crisis que un modelo de feroz libre mercado.

Lo cierto es que países que han mantenido Estados sin los recortes impuestos por el neoliberalismo, como Corea del Sur por ejemplo (que ya sufrió otras epidemias hace poco tiempo), nación eminentemente capitalista, o Vietnam, con un socialismo sui generis, o la República Popular China, con su particular modelo de “socialismo de mercado”, pudieron gestionar mucho mejor la crisis que los Estados debilitados. En el Norte próspero (Estados Unidos y Europa Occidental) las muertes se dispararon tan espectacularmente porque 1) tienen poblaciones más longevas que el Tercer Mundo, y es allí donde más golpea la enfermedad, y 2) porque allí las poblaciones, por su poder económico, viaja mucho más, con lo que es más fácil esparcir el virus.

En estos tiempos de crisis, mientras el presidente Donald Trump, pensando en su reelección de noviembre próximo, y con un ánimo hipócritamente oportunista, ataca a China por su “criminal” papel al “haber difundido la afección por el mundo”, el gigante asiático, en una muestra de solidaridad sin par, ha donado más de un millón de máscaras y otro material médico a Corea del Sur, 5,000 trajes protectores y 100,000 máscaras a Japón y 12,000 kits de detección a Pakistán, llevado personal y equipo sanitario a Italia (junto con Cuba y Rusia), mientras ponía a disposición de la población mundial un pormenorizado manual, traducido a numerosas lenguas, para la atención del COVID-19.

Valga aclarar rápidamente que la República Popular China no es, precisamente, el paradigma de socialismo al que pueda aspirarse. Sin dudas, ahí pasaron cosas importantísimas en estos últimos 70 años: la Revolución de 1949 con el liderazgo de Mao Tse Tung, las reformas de libre mercado con Deng Xiao Ping en los 80 del pasado siglo, la acumulación de capitales fenomenal que comenzó a darse a partir de ese entonces, el confuso “socialismo de mercado” de estos últimos años, el salto científico-técnico espectacular que la pone a la vanguardia mundial en muchos aspectos (inteligencia artificial, telecomunicaciones, super computadoras). Estados Unidos, la principal potencia capitalista, ve en este despertar de China un serio oponente a su hegemonía mundial. En estos últimos años, con su espectacular avance económico, el país asiático sacó de la pobreza a 500 millones de habitantes, pero no nos equivoquemos: China transita un complicado, confuso, quizá engañoso camino que no es socialista. La clase trabajadora mundial no puede mirarse en ese espejo. Hay, eso sí, un Estado fuerte manejado férreamente por el Partido Comunista, con un lenguaje medianamente “socialista”, pero con una inmisericorde explotación de la fuerza laboral, con una extendida burocracia, premiándose el enriquecimiento personal: “Ser rico es glorioso”, pudo decir Deng Xiao Ping en el auge de las reformas, apelando al más descarnado pragmatismo: “No importa si el gato es blanco o negro; lo importante es que cace ratones”. Sin la posibilidad de ampliar ese debate en este mediocre opúsculo, entender el fenómeno chino y pensar ese “socialismo” es tarea urgente para los revolucionarios de todas partes del mundo. Lo cierto es que China, sin disparar un solo tiro, está cada vez mucho más presente en el globo que Estados Unidos, y su papel (malintencionadamente presentado) de fabricante de “juguetitos baratos de mala calidad” ha quedado absolutamente atrás. Sus logros científicos ya superan a Occidente.

Sin embargo “Los métodos de gobierno de la autocracia de Pekín empiezan a fascinar a una parte de la opinión pública: los éxitos en la contención de la epidemia demostrarían la superioridad del autoritarismo asiático, con su avanzada tecnología de control de masas, sobre las democracias liberales occidentales. Pero hay trampa en esa aseveración. En realidad, a lo largo de las últimas décadas, el régimen chino no ha hecho sino facilitar el avance impetuoso del capitalismo. Un desarrollo que arrasa ecosistemas y propicia la aparición de nuevas epidemias que se propagan a escala planetaria”, dicen acertadamente Beatriz Silva / Lluís Rabell. Insistamos: el debate sobre el socialismo chino es urgente. ¿Es posible el socialismo en un solo país? ¿Cómo avanzar hoy hacia un planteo socialista con este capitalismo globalizado feroz que aún domina? ¿Qué puede esperarse de la Nueva Ruta de la Seda?

Lo que está claro es que la actual pandemia pone al rojo vivo las tensiones geopolíticas de un modo descomunal. La actual batalla entre Estados Unidos y China por la hegemonía mundial puede ser -quede claro: “puede”, no es en modo alguna una afirmación categórica- el paso previo para un enfrentamiento militar, que seguiría a la actual guerra económica. China, en el aniversario 70 de su Revolución, exhibió un poderío bélico que dejó asombrado al mundo con su misilística hipersónica, incluso a Rusia (superando ya a Estados Unidos, y muy cerca técnicamente de la potencia euroasiática).

La Casa Blanca, muy hipócritamente, y secundada en la jugada por su acólito (¿perrito faldero?) de la Unión Europea, alzó sus baterías contra la “irresponsabilidad” china, supuestamente por no haber denunciado a tiempo la aparición de este nuevo virus en la ciudad de Wuhan. No se sabe a ciencia cierta cómo comenzó el virus (¿arma bacteriológica?, pero ¿de cuál de las dos potencias?, ¿mutación natural de un virus?, ¿accidente o acción premeditada?). Lo cierto es que hoy día mató gente. No mucha, comparada con otras catástrofes humanas (el hambre, la sed, las guerras). Pero para el discurso hegemónico del capital (eurocéntrico, blanco, racista, machista-patriarcal, heteronormativo… ¿lo que decía nuestro amigo en su correo, sintetizado como WASP?) la llegada del coronavirus, fundamentalmente por parte de Washington, es la oportunidad de encontrar “chivos expiatorios”. Los chinos son los “malos”, secundados por la OMS, que supuestamente habría jugado a favor de Pekín. Siempre hay un “malo” de la película, visión maniquea que alguna vez tendremos que aprender a desechar. Lo humano es infinitamente más complejo que “buenos” y “malos” (lucha de clases, dirá el materialismo histórico, pulsión inconsciente, dirá el psicoanálisis, visiones mucho más ricas que las mediocres películas de Hollywood, que siguen dominando nuestro pensamiento, y que incluso están presentes en mucho de la academia capitalista).

Que el gobierno chino miente, seguramente. Que los gobiernos capitalistas occidentales mienten: seguro (¿armas de destrucción masiva en Irak?, ¿peligro comunista de Nicaragua invadiendo Texas?, ¿“defensa de la democracia y la libertad” con toneladas de bombas, napalm y agente naranja?, ¿terrorismo islámico fundamentalista que requiere de guerras preventivas?, ¿narcotraficantes latinoamericanos que quieren desestabilizar el orden mundial?, .... la lista puede ser interminable). El actual confinamiento global es para evitar que explote el sistema, porque los servicios públicos de salud están super debilitados por culpa de las mismas políticas capitalistas. Pero eso no se dice, y se impulsa el espantoso pánico por este nuevo virus. El medicamento cubano, ahora producido en China, es útil, pero eso no se dice. La mentira es lo que domina la escena. A la población jamás, absolutamente nunca jamás los poderes le hablan con honestidad. No se trata de creer o no ingenuamente lo que dicen los medios o los políticos o las empresas. Mucho menos, la publicidad. “Usted no es un cliente. ¡Es un amigo!”, dicen los bancos. ¿Alguien se lo podrá creer? “La política es el arte de impedir que la gente se entrometa en lo que realmente le atañe, haciéndole creer que decide algo”, dijo Paul Valéry. De lo que se trata es de trabajar para construir ese nuevo mundo que supere al capitalismo, donde la gente de a pie (como quienes están leyendo esto) sean parte real de las decisiones que le atañen. ¿Llamaremos a eso democracia socialista? Seguramente. Y aclaremos una vez más: aunque China tenga un desarrollo económico científico-técnico deslumbrante y una Nueva Ruta de la Seda, todavía no es el socialismo que buscamos. Pero, sin dudas, con un Estado que funciona y un Partido Comunista que mantiene un ideario medianamente socialista, gestionó mejor la pandemia que los países capitalistas centrales (que siguen siendo, en esencia, WASP… y en el mundo no existen solo los WASP, no olvidarlo nunca).

¿Qué sigue a la pandemia? Por como van las cosas, más capitalismo. ¿Por qué habría de cambiar eso? Y para peor: quizá un capitalismo fortalecido, más autoritario y controlador. La búsqueda del socialismo, por tanto, sigue vigente.




viernes, 24 de abril de 2020

EPIDEMIA Y OTRAS CUESTIONES GRAVES EN GUATEMALA





Además de la situación crítica en el tema de la salud pública, es necesario saber que:

1.    En Purulhá, departamento de Baja Verapaz, así como en varias comunidades del departamento de Alta Verapaz, terratenientes usurpadores-ocupadores de tierras ancestrales, históricamente pertenecientes a los pueblos indígenas de la región, están persiguiendo a muerte a varios dirigentes comunitarios que luchan por sus reivindicaciones y en contra del despojo del que son víctimas. Abiertamente dicen que les buscan para "acabarles y no importa que se escondan bajo las piedras". Están pagando sicarios y tienen respaldo de ciertas autoridades públicas.

2.    Los despidos masivos en la administración pública han continuado y no se les está pagando su salario a muchos empleados contratados en el renglón 029. Es decir que en plena crisis del COVID-19 hay miles de trabajadores desempleados y sin posibilidades de recibir ingresos, sobreviviendo como pueden.

3.    En el departamento de Jalapa se han girado aproximadamente 30 órdenes de captura contra dirigentes comunitarios.

LA CRISIS NO ES SOLO SANITARIA, EVIDENTEMENTE.



jueves, 23 de abril de 2020

LA VEJEZ: ¿UN RIESGO?






Los límites nos aterran. El Psicoanálisis hace evidente lo que nos atemoriza a todos los seres humanos por igual: los límites. De ahí que siempre, en todo momento histórico y en toda forma cultural conocida, ese bicho tan raro que somos los Homo Sapiens Sapiens, hemos luchado contra ellos. Si algo patentiza esos límites, es decir: la carencia, el hecho de no ser completos ni eternos, son la sexualidad y la muerte. Ambas demuestran nuestra originaria finitud. La sexualidad nos muestra que siempre falta algo: o macho o hembra, no hay completud en juego. Por eso tapamos las diferencias que evidencian la incompletud, no queremos saber nada de ellas. En toda forma civilizatoria escondemos los órganos genitales externos (desde un taparrabos a la ropa más fina de la parasitaria realeza, desde un traje de baño “hilo dental” hasta la ropa de los astronautas); la constatación de que “algo falta”, es decir: que somos una cosa o la otra y no “todo”, nos aterra.

La patencia del otro límite, absoluto, que jamás puede ser transgredido, es la muerte. Como eso nos horroriza, la especie humana ha tratado en toda su historia de minimizarla, de alejarla lo más posible, de exorcizarla. Obviamente, sin resultado positivo. A no ser que consideremos que es una ventaja prolongar cada vez más las expectativas de vida. O sea: la edad a la que morimos. ¿Para qué queremos vivir tanto? Solamente por la fantasía en juego -siempre presente, aunque se diga ingenuamente que “a mí no me asusta la muerte”- de buscar la eternidad. Dicho de otro modo: de rechazar el límite, de resistirnos a la incompletud, a la finitud. Nadie quiere morir; el suicidio es un acto psicótico.

El cuerpo humano de la actual subespecie Sapiens Sapiens tiene un diseño anátomo-fisiológico cuya edad promedio ronda los 60 años, alcanzando su plenitud física y sexual a los 25, y la madurez intelectual a los 40. Después de cuatro décadas de vida, inexorablemente comienza la decadencia. Como alguien dijo “simpáticamente”: “si después de los 40 un día despertamos y no tenemos ningún dolor… ¡es que estamos muertos!”.

Cada cultura que transcurrió en la historia asume y maneja la vejez y la muerte de una manera distinta. De todos modos, la muerte siempre espanta, por eso se trata de procesarla con la menor angustia posible. En algunos casos, incluso, de un modo heroico se la puede ensalzar, se le pueden cantar loas (cualquier suerte de kamikaze, por ejemplo). En otras, la partida de alguien es celebrada con fiestas, con alegría (¿negación maníaca?).

La vejez es la antesala del final. En las civilizaciones de cazadores y recolectores y en las agrarias sedentarias, milenarias todas ellas (mucho de ello aun persistiendo en el capitalismo desarrollado global de hoy día, en buena medida en forma marginal), la vejez era reverenciada. Los ancianos de las tribus constituían el grupo de dirección, el segmento que guiaba. Eran los que sabían, los que podían conducir al colectivo en vista de su larga experiencia de vida. Por el contrario, el capitalismo hiper desarrollado actual necesita cada vez más una fuerza de trabajo especializadísima. En muchos segmentos, un título universitario ya no alcanza; son precisos post grados (más allá del negocio que pueda haber en juego, en tanto parte de la mercancía “educación”), llegándose a los post-doctorados, obtenidos mucho después de los 30 años, para recién ahí incorporarse plenamente al mercado laboral. Los ancianos, para el capitalismo consumista, sobran (no producen y consumen poco).

Sin dudas, la fantasía de la vida eterna, de la prolongación al infinito de la juventud como sinónimo de inmortalidad, nos marca como especie. En toda cultura puede encontrarse esa búsqueda, expresada en forma de mito, leyenda, religión. El rechazo de la muerte -dicho de otra manera: la juventud eterna- está siempre presente. El capitalismo moderno con su portentoso desarrollo científico-técnico ha logrado extender la esperanza de vida en forma creciente. Y la fantasía… ¿parece hacerse realidad? (la persona más longeva llegó a los 122 años).

Con el mejoramiento general de las condiciones de vida, la misma viene alargándose cada vez más. En 1950 la población mundial de más de 65 años era el 5%; para el 2000 ya llegaba al 7% (se le llamaba “tercera edad”). Las proyecciones indican que para 2050 esa población será el 16% del total (“cuarta edad”, los mayores de 80). Las diferencias entre países son notorias, replicando la estructura global, pues mientras Japón o los escandinavos alcanzan en promedio los 85 años, los más pobres de África no pasan los 52. “Vivir hoy más años es un hecho muy positivo que ha mejorado el bienestar individual. Pero la prolongación de la esperanza de vida acarrea costos financieros, para los gobiernos a través de los planes de jubilación del personal y los sistemas de seguridad social, para las empresas con planes de prestaciones jubilatorias definidas, para las compañías de seguros que venden rentas vitalicias y para los particulares que carecen de prestaciones jubilatorias garantizadas. Las implicaciones financieras de que la gente viva más de lo esperado (el llamado riesgo de longevidad) son muy grandes”, dice el Fondo Monetario Internacional.

Entonces, si la longevidad es un “riesgo”, ¿por qué sería positiva? ¿Cuánto habría que vivir, dado que algunos “viven más de lo esperado”? Además de la fantasía de vencer los límites ganándole -ilusoriamente- la pulseada a la Huesuda, ¿cuál es el beneficio de envejecer tanto? ¿Terminar en un asilo? ¿Padecer demencias seniles o Alzheimer, dado que el cerebro no está hecho para resistir en buenas condiciones tanto tiempo? Cuerpos ya deformados que no se hacen atractivos objetos sexuales, y en los varones impotencia casi segura, ¿cuál es la razón de seguir prolongando artificialmente la vida? ¿Alguien lo puede explicar?

miércoles, 22 de abril de 2020

LAS CRISIS SACAN LO MEJOR Y LO PEOR




En momentos críticos -catástrofes que conmocionan, como el actual pánico inducido que se vive, producto del incesante bombardeo mediático- aflora lo mejor y lo peor de nuestra humana condición.

La solidaridad puede dispararse, como de hecho lo estamos viendo, con numerosos ejemplos por todos lados. Y también el más primario egoísmo (varios retornados de Estados Unidos, esos que mandan remesas y mantienen las economías locales de Guatemala, han querido ser agredidos por la gente, “enloquecida” por el pánico dominante, ante la idea que puedan ser portadores del coronavirus).

A QUIÉN CONDENAR: ¿A LOS QUE INTENTAN AGREDIR O A LA CORPORACIÓN MEDIÁTICA QUE NOS LLEVÓ A UN CLIMA DE TERROR DEMENCIAL?




lunes, 20 de abril de 2020

EL PODER DE LA RELIGIÓN





En alguna ciudad de provincia de algún país latinoamericano, a mediados de la década de los 80 del siglo XX, Floridalma lloraba su desgracia en secreto. Hija única de don Hermenegildo B. y doña Teresita de B., los terratenientes más ricos de toda la zona, con sus 34 años cumplidos veía que su soltería se empezaba a eternizar.

Fiel devota de la iglesia, tres veces por semana asistía a misa. Los domingos, infaltable, estaba en el servicio de las 11, con sus padres y con sus mejores galas. La población del lugar, en voz baja, se preguntaba cómo era posible que con su belleza deslumbrante, y la herencia igualmente deslumbrante que le correspondía, no consiguiera novio. Lo mismo se preguntaban sus padres.

A Floridalma ese tema se le hacía sumamente irritante. Como sus allegados lo sabían, preferían no mencionarlo. Si alguien desconocido tenía la mala idea de preguntarle por su estado civil, la joven reaccionaba airada. Pocas veces sucedía, pero cuando se daba, era de antología (de antología de terror, claro). Por ejemplo, si inadvertidamente alguien que no la conocía le decía “señora”, Floridalma reaccionaba furiosa gritándole agriamente “¡señorita!”. Y si el desconocido, para suavizar las cosas, intentaba mostrar su sorpresa agregando alguna frase endulcorada: “¿de verdad?, no lo puedo creer…, alguien tan bonita como usted”, no era improbable que recibiese un tremendo improperio (una vez le pegó a un cobrador con un paraguas). Dada la situación económica de su familia (“Es la hija de don Hermenegildo”, se decía con respetuosa actitud y en voz baja), nadie osaba criticar esos berrinches.

Floridalma prefería no hablar con nadie de su situación; la sufría en silencio, muy privadamente. A veces, sola en su lujoso cuarto plagado de flores y barrocos adornos, lloraba su desgracia. Ella no entendía por qué le pasaba esto. Sentía hacer su mejor esfuerzo para abrirle la puerta a algún pretendiente, pero el príncipe azul no llegaba. Ni siquiera un celeste desteñido, un grisáceo plomizo, ¡un incoloro!…

En el pueblo la gente murmuraba. ¿Por qué sería que una mujer tan atractiva como ella no conseguía casarse? Alta, de escultural figura, renegrido pelo hasta la cintura, prominentes seños y enloquecedores ojos tan negros como su cabello, siempre bien vestida y perfumada, era llamativa su soltería. Las especulaciones no faltaban. “Parece que anda a escondidas con el cura, el padre Andrés”, “¿será que le gustan las mujeres?”, “es hermafrodita”, “don Hermenegildo tiene relaciones incestuosas con ella y le tiene prohibido casarse para que no se pierda la herencia” … Una más pintoresca, o loca, que otra, constituían la comidilla obligada de la gente.

Eran numerosos los candidatos que habían intentado acercarse, pero a todos la hermosa joven les encontraba impedimentos. Sin dudas, quería desposarse, aunque sus acciones parecían desmentirlo. Floridalma era virgen de cuerpo y alma. Así solía decir, enalteciéndose. Pero ella quería perder esa condición. Alguna vez, entre las poquísimas veces que hablaba de sí misma, le había confesado a su prima Mónica -quizá su única confidente- que nunca jamás se había masturbado.

Sin que nadie lo supiera, rezaba cada día y le pedía al Sumo Hacedor de sus días -sin confesarlo en voz alta a nadie, por supuesto- que llegara el ansiado pretendiente. “Ay, San Antonio Bendito: mándame un novio, aunque sea feíto”. El padre Andrés, cuarentón bien fornido, que se comentaba tenía dos hijos por allí, no podía dejar de mirarle el escote en cada confesión -escote, por cierto, siempre prominente, que dejaba ver unos pechos duros, turgentes, a la espera de ser tocados por alguien alguna vez-. La aconsejaba buenamente, pidiéndole calma, indicándole que “dios sabe lo que hace”, y que, si de momento no le había enviado el candidato, era porque así estaría “predestinada”.

¡Predestinada tu madre!”, pensaba ocultamente Floridalma, mientras ponía la mejor cara beatífica, y con fingida candidez asentía el decir del sacerdote.

Casi siempre iba con la Biblia en su mano. Durante mucho tiempo había estado encargada de los cursos de catequesis con grupos juveniles en la parroquia de su barrio. Solía leer las Sagradas Escrituras, y no era infrecuente verla en cualquier momento hojeando el santo libro. “¡Qué santa!, ¡Qué buena católica!”, solían decir.

Hasta que un día de tantos, apareció el esperado candidato. El profesor Tadeo K., de ascendencia alemana, recién llegado al pueblo para hacerse cargo de la dirección del colegio privado de enseñanza media -institución con ínfulas de grandeza, pues daba clases en español e inglés, y ahora agregaría alemán- era un apuesto joven de ojos profundamente azules y rubia cabellera. Según dijeron luego algunas lengas viperinas, esas que nunca faltan, sus abuelos habían sido jerarcas nazis escapados de Europa, que habían recalado por estas tierras. Definitivamente, el joven mantenía el porte y la arrogancia de un jerarca.

Fue verse y mutuamente quedar prendados el uno del otro. En pocos meses, se consumaría la boda.

Las familias de ambos novios estaban que desbordaban de alegría. Tadeo era un tímido incurable, y con sus 36 años también parecía destinado a la soltería. Sus padres ya habían perdido las esperanzas de tener nietos. La noticia del casamiento los emocionó.

La familia de don Hermenegildo y doña Teresita, dada su capacidad económica, regaló una lujosa casa a los recién casados. Todo parecía un cuento de hadas.

Pero no hay cuentos de hadas. Unos días antes de la boda, en el cuerpo de Floridalma aparecieron unos pequeños puntitos rojos, unos granitos. Insignificantes, no molestaban, y la joven no les prestó mayor atención. Para la noche del casamiento, los mismos comenzaron a picar. Cuando se ponía su costoso vestido blanco, la madre pudo verlos en la espalda de su hija. Preguntó a la novia por esa erupción, pero la respuesta de la muchacha minimizó la cuestión. “No pican”, dijo con gran seguridad.

Pero picaban. Y bastante. Durante toda la luna de miel -viaje a G., en un lujoso hotel, también obsequiado por la familia de Floridalma- la comezón se hizo insoportable, y la erupción se expandió por casi todo el cuerpo, alcanzando brazos y piernas. Floridalma, fuera de su ginecólogo, al que consultaba muy raramente, nunca se había desnudado ante un hombre. Por motivo de este molesto sarpullido, tampoco quiso hacerlo ante su flamante esposo. La embargaba una profunda vergüenza, no quería mostrarse así, “deformada, monstruosa”, según se figuraba.

Tadeo, que muy raras veces había visitado mujeres, supo esperar. Disfrutaron los días de vacaciones como dos buenos amigos, paseando por la ciudad, guardándose el sexo para más tarde, “cuando desaparezcan estas manchitas”, como dijo Floridalma.

Las mismas, sin embargo, no se quitaron. Por el contrario, se extendieron más aún, empeorándose. De pequeños puntos rojos, se fueron transformando en pústulas. Comenzaron las molestias o, mejor dicho, se acentuaron hasta hacerse insoportables.

Dormían siempre vestidos. Floridalma utilizaba un camisón, herencia de su abuela, que le hacía parecer personaje de algún decimonónico cuadro impresionista. Se abotonaba desde el cuello hasta los tobillos; no quería que su esposo le viera las “horribles manchas”. Por supuesto, no tenían relaciones sexuales. Para ella hubiera sido tremendamente vergonzante dejarse ver en esas condiciones.

Marcharon a la ciudad capital en búsqueda de un dermatólogo. Consultaron con el más prominente, el Dr. W., quien no dio las mejores y esperanzadoras noticias. Floridalma debería someterse a un largo y penoso tratamiento, que no aseguraba forzosamente terminar con las erupciones, pero sí al menos aminorar el sufrimiento.

Las molestias se hacían ya insoportables. Cada día debía ser cambiada la ropa de cama, dado que cada mañana aparecía manchada de sangre y de pus, producto de las heridas abiertas de la pobre joven. Tadeo, “el más angelical de los esposos” según Floridalma, llevaba su abstinencia con estoicismo. Ya iban seis meses de casados, y no habían pasado de algunos besos; antes, en la boca, más recientemente, en la mejilla, “para evitar dolores”, decía. El desesperado esposo, en secreto, pensaba en visitas a prostitutas; pero no pasaba de ensoñaciones. En lo más hondo sabía que no se atrevía. Su amor por su esposa era infinito, así no hubiera sexo. Se sentía obligado a ayudarla en este momento difícil.

Lo único que Floridalma no tenía corroído por la espantosa enfermedad era el rostro. Su estado general iba desmejorando día a día. La última visita al médico fue lapidaria: cáncer de piel. El Dr. W. habló serenamente, con afiatada actitud profesional: “no más de seis meses”.

La joven se aferró apasionadamente a la religión, mucho más de lo que lo había hecho toda su vida. Se hizo construir un pequeño altar en su cuarto, donde pasaba orando horas y horas. Jamás se separaba de su Biblia, que leía con pasión. Tadeo tuvo la idea, rápidamente desechada casi con pavor, de solicitarle una relación sexual, la primera y la última, para que le quedara ese recuerdo. Pero no se atrevió.

Los últimos días de Floridalma fueron terribles. Postrada en su lecho, los dolores la desesperaban. Los calmantes ya no le hacían efecto. El sufrido esposo estuvo con ella hasta el final.

Lo primero que hizo Tadeo luego del funeral -concurridísimo, donde asistió literalmente toda la población del pueblo, desde el Alcalde hasta el último mozo de la hacienda de don Hermenegildo- fue marchar a la ciudad. Dijo que debía realizar trámites en el Ministerio de Educación, pero en realidad se permitió visitar un lujoso lupanar. La culpa, seguramente, le impidió tener erección.

Unas semanas después del fallecimiento de la finada Floridalma, “que dios todopoderoso tenga en su santa gloria”, algunos familiares recogieron sus ropas y pertenencias, en muchos casos, para donar a obras pías, de las que la extinta era tan afecta. Para sorpresa de quienes ordenaban las cosas, en la Biblia, esa que siempre llevaba como pegada a sus manos, encontraron varias fotos pornográficas disimuladas entre las páginas.

Eran 6 páginas de una revista sueca, las mismas, exactamente las mismas que más tarde se descubrieron faltaban en esa comprometedora publicación hallada en el cuarto del padre Andrés.



sábado, 18 de abril de 2020

jueves, 16 de abril de 2020

EL SOCIALISMO SÍ PUDO CONTRA EL CORONAVIRUS. EL CAPITALISMO NO



ESTADOS UNIDOS (CAPITALISTA): 27,000 muertos, y sigue la epidemia.

CHINA (SOCIALISTA): 3,342 muertos, y epidemia controlada. ¡¡Utilizando el medicamento cubano Interferón Alfa 2B, prohibido por Estados Unidos!!

“En esta economía global, ¿por qué la administración de Trump rechazó las ofertas de equipos de prueba esenciales y suministros médicos de China, e incluso de la Organización Mundial de la Salud? No se debe solo a la creciente hostilidad de EEUU hacia el sorprendente nivel de desarrollo de China. Tampoco está impulsado solo por ideólogos de derecha.
La atención médica existe con fines de lucro. Los kits de prueba y suministros médicos gratuitos o de bajo costo amenazan el impulso capitalista de sacar provecho de cada transacción humana. Las compañías farmacéuticas, médicas y de seguros son las corporaciones más rentables en EEUU en la actualidad. Junto con el petróleo y las llamadas corporaciones de defensa, dominan el capital financiero. (…)
La naturaleza no planificada y competitiva de la producción capitalista distorsiona toda interacción social. La especulación salvaje y las burbujas de ganancias rápidas son la norma.”

Sara Flounders: “La planificación socialista de China y Covid-19
https://www.lahaine.org/mundo.php/la-planificacion-socialista-de-china


miércoles, 15 de abril de 2020

REFLEXIONES SOBRE EL CORONAVIRUS





Alfa: No se te ve muy alegre que digamos.

Omega: No, para nada. Realmente me preocupa todo esto.

Alfa: ¿Lo de la pandemia?

Omega: Sí, por supuesto. Pero en realidad no me asusta tanto la idea de enfermarme y morirme. Alguna vez tendrá que pasar, ¿no? Me asusta lo que sigue.

Alfa: Comparto. La enfermedad puede ser peligrosa, pero lo terrible es lo que va a venir después.

Omega: Bueno…, ni tan peligrosa, a decir verdad. Mueren 4 de cada 100 infectados. Y, aunque sea duro decirlo así, el 95% de los fallecimientos son gente de tercera edad. No ataca a todo el mundo, aunque también puede haber jóvenes que mueran. Pero en general no es así. Y no es tan pero tan mortífera como lo presentan los medios. O como nos lo han hecho creer.

Alfa: Entiendo, y estoy de acuerdo: no es que esa población envejecida no sea importante. Es tan importante como cualquiera, viejo, joven, hombre, mujer, negro o blanco, etc. Lo que sí está claro, es que la enfermedad en sí misma, peligrosa como cualquier enfermedad, se la ha presentado como el Armagedón. ¿Nos habrán asustado un poco?

Omega: Diría que mucho, muchísimo. Más de la cuenta.

Alfa: Lo mío no es ni la Virología ni la Epidemiología, pero hablando con personas que están en este tema, y en cierta forma deduciéndolo desde una visión que pretendo crítica, algo me llama la atención: lo más grave de todo esto no parece el virus -que es de respetar, por supuesto- sino el miedo que se ha creado.

Omega: Sí, es llamativo el manejo mediático que se le ha dado. Ya no es miedo, que llevaría a una sana actitud de protección; ¡es terror!

Alfa: Exacto. Como en las películas hollywoodenses…. La epidemia existe, por supuesto. El virus existe, y como todo virus, es peligroso; ahí está el SIDA, o la hepatitis, peligrosísimas, causadas por virus. La gripe común también es peligrosa. Y las enfermedades pulmonares en general lo son. Según lo que pude investigar estos días, las afecciones respiratorias producen 3,683 muertes diarias. Por ejemplo: la gripe común, la tos ferina, las neumonías.

Omega: Que, sumadas a otras afecciones como el asma bronquial, el cáncer de pulmón, las neumoconiosis, es decir: las enfermedades respiratorias en general, equivalen a alrededor de 4 millones de muertes anuales, el 7% de los muertos globales. ¡Me informé bien estos días!

Alfa: Por supuesto, el COVID-19 es peligroso. En este momento tiene un promedio de letalidad de alrededor de 600 muertes diarias en todo el mundo…. Y todavía no llegamos al pico máximo, ¿verdad?

Omega: Bueno, claro: es peligroso, porque se transmite a gran velocidad. Cada infectado puede infectar a tres personas más. Eso es mucho.

Alfa: Por eso se habla de pandemia, porque se esparció por todo el planeta. Hay que cuidarse, sin dudas. Pero sí, es cierto: veo que hay un manejo especialmente alarmista. Quizá sea necesario…, pero veo que el pánico al contagio nos ha ganado. No es tan mortal, y existen fármacos para combatirlo. La inmensa mayoría de infectados se recupera.

Omega: Llama un poco la atención todo eso. Quizá nos equivoquemos, y estamos realmente ante el fin del mundo, el Apocalipsis.

Alfa: Sabemos que no. Bueno…, esperemos que no. Sin ser especialista en el tema de salud, simplemente viendo datos, podemos ver que hay enfermedades mucho peores, más letales, con mayor cantidad de muertos diariamente en todo el mundo.

Omega: Es cierto. Por lo que pude investigar, otras afecciones matan más gente todos los días, como la tuberculosis, con 3,000 muertos diarios, o la malaria, con 2,000. Pero no se da todo este revuelo.

Alfa: Creo que, por todas las causas, son alrededor de 150,000 muertes diarias en el mundo, dato que da la CIA.

Omega: ¿La CIA de Estados Unidos? ¿Los del espionaje?

Alfa: Sí, sí… La Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América. Tiene página web, y ahí se pueden ver esos datos. Ellos saben sobre la situación del planeta mejor que nadie. Lo estudian, lo analizan, por eso son potencia.

Omega: Yo sabía que alrededor de 40,000 personas diarias mueren de hambre o por causas ligadas a la malnutrición. Y nunca vi tanto revuelo por eso.

Alfa: Sí, es cierto. Eso es lo que creo nos debe hacer pensar qué está pasando ahora, por qué este terror enloquecedor. Hay 11,000 muertes diarias por falta de agua potable, y no se dice una palabra de eso. Ni de las 80,000 muertes anuales de mujeres por violencia intrafamiliar. Y el machismo patriarcal sigue tranquilo.

Omega: Definitivamente: llama la atención este pánico universal en que hemos entrado. O en que se nos ha hecho entrar. Y alguien con miedo, o una población con miedo, es lo más fácil de manejar que hay.

Alfa: Por allí leí, entre la interminable catarata de cosas que se ven todos los días sobre el coronavirus, algo muy certero: “¡Brillantes estos tipos!: sin disparar un solo tiro, sin un solo policía, acabaron con todas las protestas mundiales”. Es para pensarlo, ¿no?

Omega: Es ahí donde comienzan nuestras preocupaciones, creo que tanto la tuya como la mía, ¿verdad?

Alfa: Exactamente. No es tanto el miedo a morirme sino a este otro tipo de muerte “social” que estamos presenciando. Me llama la atención que no es tanto el terror a morirse lo que se transmite por los medios, sino el terror al contagio.

Omega: Es cierto. A todo el mundo se le ha inoculado este “virus” del terror. No podemos evitarlo, poniendo el cuerpo, padeciendo los rigores de estos manejos mediáticos globales. Y teniendo que cumplir obligatoriamente este encierro.

Alfa: Toque de queda, militarización, leyes marciales… Una cuarentena forzosa que no sabemos cuánto se prolongará aún. ¿Quién iba a pensar esto unos meses atrás?

Omega: ¿Será que hay gente que ya lo había pensado?

Alfa: Eso es lo que aterra, lo que verdaderamente aterra. ¿Hay agenda preparada en todo esto? Pero más allá que la pueda haber -sin caer en delirios paranoicos viendo visiones por todos lados-, lo que preocupa es qué mundo sigue.

Omega: Preguntarse por cómo se tejen las cosas no parece ser paranoia. Por supuesto que hay una visión “conspirativista” del mundo, una visión que ve tenebrosos poderes ocultos detrás de cada acción, grupos secretos, sectas esotéricas, los judíos manejando el mundo, los Illuminati, los Templarios, etc.

Alfa: Bueno, sí…, es cierto: esa concepción existe. Pero todas esas elucubraciones, afiebradas elucubraciones diría, no parecen explicar nada. Se quedan en una descripción azorada de las cosas, estupefacta ante la complejidad del mundo, y no pasan de una visión casi maniquea de “malas” voluntades en juego. Estos grupos herméticos serían los que mueven la historia, obviándose así los verdaderos juegos de poder de la dinámica humana, las dinámicas sociohistóricas, las luchas de clases. Hasta se podría agregar: la pulsión de muerte que menciona el Psicoanálisis, como un intento explicativo de la cotidiana catástrofe humana, más explicativo, parece, que la de “malignos poderes en las sombras”.

Omega: Pero dejando de lado esas visiones conspiranoicas, como se dice ahora…

Alfa: “Conspiranoico” está aceptado por la RAE, ¿verdad?

Omega: Sí, sí… Bueno, fuera de esas visiones apocalípticas, conspirativas, es real que la gran masa humana, la inmensa, absolutamente inmensa mayoría de mortales que pisamos la superficie de este planeta, no sabemos nada de cómo se tejen los acontecimientos.

Alfa: Totalmente de acuerdo. Sabemos con cuentagotas lo que la corporación mediática oficial nos presenta. Es decir: no sabemos casi nada. La arquitectura real en el juego de poderes globales hay que ir deduciéndola con los pocos elementos que existen. Por eso se necesitan potentes instrumentos teóricos para entender el mundo, el marxismo, por ejemplo, el materialismo histórico. Lo que el sistema te muestra es siempre un espejismo, una ilusión. ¿Pan y circo?

Omega: Por ejemplo, cosa que acabo de leer recientemente: ¿sabías por qué esta ola reciente de apoyo a las uniones homosexuales que empieza a darse en el mundo?

Alfa: Se podría pensar que es por un paso adelante en lo civilizatorio, en la reivindicación de las diversidades, una aceptación cultural de prejuicios milenarios, porque homosexualidad ha habido siempre.

Omega: Claro, esa podría ser una explicación, muy racional, por cierto. Correcta. Pero por allí vi que eso está pensado por ciertos poderes no como avance humano sino como una forma más de control de la natalidad.

Alfa: ¿De verdad? Bueno…, no me sorprende. A esta altura ya no me sorprende nada de las barbaridades más monstruosas que podamos imaginarnos. ¿Control de la natalidad? Sí, claro: por supuesto que podría ser. Eso ya empezó en la década de los 60 del siglo pasado.

Omega: Así es. El imperio yanki, cuando era poder dominante absoluto, solo confrontado por la Unión Soviética en la Guerra Fría, por medio de uno de sus más conspicuos intelectuales: Henry Kissinger, empezó con eso. En otros términos: eliminar gente. Y parece mentira: ¡a un asesino como ése se le dio el Premio Nobel de la Paz!

Alfa:Demasiadas bocas que alimentar en el planeta para pocos recursos”, decían por aquel entonces. Y comenzaron con las esterilizaciones masivas en algunos puntos de Latinoamérica. Por supuesto, sin que las poblaciones afectadas lo supieran.

Omega: Luego lo cambiaron a “planificación familiar”, como algo más políticamente correcto, algo más presentable. Pero en esencia, lo mismo. ¡Qué descaro! En el mundo hay un 40% más de alimentos de lo que se necesitaría para alimentar a toda la población mundial, y el hambre sigue siendo uno de los más terribles flagelos.

Alfa: ¡Y no se habla de eso! Pero sí estamos aterrorizados con el coronavirus.

Omega: O sea: faltan alimentos para las grandes mayorías porque un grupito pequeño -el Norte próspero, pero fundamentalmente Estados Unidos- se consume todo. En muchos lugares, por ejemplo, se reemplazaron tierras cultivables que daban alimentos tradicionales para la producción de biocombustibles: maíz, azúcar, soya, palma aceitera. Las poblaciones, por supuesto, a morirse de hambre. Pero que el combustible -hasta se dan el lujo de decir: “combustibles limpios”- no falte para sus vehículos. ¡Monstruoso!, ¿no?

Alfa: Por eso estas teorías, ¡que no son conspiranoicas!, de un pensamiento imperial, obviamente racista, profundamente descarado, podría apuntar a eliminar gente en el planeta. Gente que, según esa lógica, “sobraría”.

Omega: Sin dudas patético. De ahí esa teoría, no demostrada claramente pero totalmente creíble, que el VIH-SIDA fue un invento de la guerra bacteriológica para “limpiar” el continente africano y agenciarse de sus recursos. Haya sido así o no, sabemos cómo es la especie humana, no nos asombremos. Por eso se pueden tirar bombas atómicas sobre población civil no combatiente.

Alfa: Definitivamente. O cometer todas las tropelías que se cometen. Y eso no es solo del imperio yanki actual. Los sacrificios humanos que hacían diversas civilizaciones, la tortura, la antropofagia, el machismo, Auschwitz o los gladiadores del circo romano, todas son posibles acciones humanas. No deben sorprendernos. O, en todo caso, sí debe sorprendernos, sabiendo que eso es posible, pero al mismo tiempo luchar denodadamente para que deje de ser así.

Omega: Por eso mismo creo que este terror actual que vivimos con la pandemia no se corresponde con lo que realmente produce este cochino virus.

Alfa: Ahí está el miedo: ¿qué viene ahora? Hay crisis sanitaria, porque es cierto que en estos pocos meses murieron 100,000 personas, pero ¿y la crisis económica?

Omega: Ya se está diciendo repetidamente que estamos ante una crisis del sistema capitalista global mucho mayor, más profunda y letal que la de 1930, que dio lugar a la Segunda Guerra Mundial.

Alfa: Arteramente se nos quiere hacer creer que la crisis económica es producto de la pandemia. Sí y no.

Omega: Hay una relación real, por supuesto. Pero cuidado: la crisis económica viene primero. A eso se le suma la epidemia de COVID-19.

Alfa: Y eso no hay que perderlo nunca de vista. El sistema hace agua por todos lados. Hay incluso quien llegó a decir que esta crisis es una expresión de la lucha entre los dos tipos de capitales que se mueven hoy en el planeta: los megacapitales del sistema especulativo, del sistema bursátil-financiero occidental, anglosajón en buena medida, y los capitales productivos, los que siguen produciendo bienes materiales, como los chinos.

Omega: No sería improbable. Es una lectura de los hechos. La realidad es que el capitalismo financiero global, el que maneja Wall Street y el Consenso de Washington (el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional) está en profunda recesión. Esta pandemia le viene como anillo al dedo.

Alfa: ¡Por supuesto! Ahora los Estados nacionales salen al rescate de esas economías alicaídas, y las empresas y los bancos serán salvados por dineros públicos. ¿No era que el Estado no servía?, según vociferaba el neoliberalismo. Y algunas migajas, por supuesto, también llegarán al pobrerío, a las masas enormes de desocupados que ya van quedando en todas partes.

Omega: Sin dudas, las peores consecuencias, o las que primero se van a ver al menos, luego de la pandemia, serán las económicas: un empobrecimiento general, un sistema trabado que lentamente irá volviéndose a recomponer. Habrá vencedores y vencidos.

Alfa: Como siempre, por supuesto, los vencidos serán las grandes mayorías populares. Los vencedores, los capitales.

Omega: Incluso, no todos los capitales. Quizá la producción de energéticos cambie. El petróleo se está acabando dramáticamente, y hay que buscar reemplazos. El fracking no es salida, en absoluto, porque es sumamente costoso y muy dañino para el ambiente. ¿Fin de la era del petróleo?

Alfa: De pronto, ¿no? Quienes se irán imponiendo cada vez más son las industrias tecnológicas de punta, las telecomunicaciones super avanzadas, la inteligencia artificial, la robótica.

Omega: En eso pareciera que los chinos van aventajando a Estados Unidos.

Alfa: Por eso mismo, esta jugada de la pandemia creo que no es simplemente un virus que nos está afectando. Aquí hay algo más. ¿Futura guerra mundial? ¿Esa será la salida a la crisis del capitalismo desarrollado?

Omega: Claro que una guerra nos terminaría a toda la humanidad. O quizá no a toda la población, pues hay escenarios bélicos, según los expertos que manejan estos temas, donde se está pensando en guerras nucleares limitadas. ¿Qué sabremos nosotros, mortales de a pie, de los planes ultrasecretos de las potencias, de quienes tejen las políticas globales? Si nos tomamos en serio eso de grandes poderes que digitan la vida (por ejemplo, la caída de las Torres Gemelas en New York que dio lugar a la estrategia de guerras preventivas por parte de la Casa Blanca), si nos lo tomamos en serio, podríamos preguntarnos si esto es solo una enfermedad dañina, o hay planes ahí atrás.

Alfa: Por allí se habló, muy poco en realidad, y no se le buscó mayor conexión con la pandemia, de eso que se llamó Evento 201.

Omega: Sí, claro: no se puede dejar de conectar una cosa con otra. Un mes antes que estallara el primer brote en Wuhan, China, en octubre de 2019, se reunieron gentes de “alto nivel” para hacer ese simulacro de pandemia.

Alfa: Curioso, ¿verdad? Curioso también la gente que estuvo allí: representantes de la gran industria farmacéutica mundial, y Bill Gates.

Omega: Sí, la Fundación Bill y Melinda Gates, muy preocupada ella por la salud de la población mundial.

Alfa: Unos años antes, en el 2015, Bill Gates ya había mostrado su interés, o más aún: su honda preocupación, por estos problemas sanitarios. Dijo alguna vez que el problema actual no está dado por los misiles, como durante la Guerra Fría, sino por los microbios. ¿Predecía ya esta pandemia? Lo interesante a considerar es que este mecenas -una de las personas más multimillonarias del mundo- es el principal financista de la Organización Mundial de la Salud -OMS-. Y además acaba de hacer una cuantiosa donación (creo que fueron 100 millones de dólares) a un laboratorio privado de Estados Unidos. Inovio se llama la empresa. Está trabajando en la búsqueda de la vacuna contra el COVID-19.

Omega: No faltaron voces que encontraron una asociación entre todo esto: un ejercicio de pandemia, una pandemia de verdad, una alarma universal desatada. ¿Cómo será realmente todo esto?

Alfa: Cómo saberlo a ciencia cierta, ¿verdad? Es cierto: a los mortales comunes se nos oculta toda la información. Lo que tenemos, en realidad, lo único que tenemos, es una alarma de pánico amplificada planetariamente, donde solo se puede hablar de la enfermedad y de las medidas militarizadas que deben tomarse.

Omega: Y hacer memes, como forma de reírnos de la desgracia. O decir una sarta interminable de tonteras en las redes sociales. Fake news, se les llama ahora; noticias falsas, era de la post-verdad. ¿Quién incentiva toda esa información que confunde? ¿No es curioso también que no se hable una palabra de un medicamento definitivamente efectivo, como el cubano Interferón Alfa 2b recombinante? Obviamente, porque es cubano; es decir, de un país socialista. En China se curaron de la epidemia usando ese medicamento, pero eso se silencia.

Alfa: Exactamente, es así. La gente repite lo que los poderes nos hacen repetir. El esclavo piensa con la cabeza del amo, se ha dicho por ahí. De lo único que se habla es de la peligrosidad del virus, y de la necesidad de esconderse. De los sistemas de salud quebrados por el neoliberalismo feroz, ni una palabra. De la privatización de la salud que hemos vivido estas décadas, nada. Solo estrategias de control.

Omega: Por supuesto: se repite hasta el cansancio lo que obligan a que se repita. Ya entramos en cierta psicosis colectiva donde las poblaciones piden medidas fuertes, carcelarias. ¿Vendrán linchamientos próximamente? ¿Linchamientos de potenciales portadores del virus, de gente que no respeta las medidas de distanciamiento social, de quienes no usan mascarillas?

Alfa: ¡Distanciamiento social! Justamente eso, fijémonos. En realidad se trata de distanciamiento físico, distancia corporal. Eso es lo que hay que mantener para que no se propague el virus. Pero de contrabando nos meten lo de “social”. ¿Es social la distancia que debemos mantener?

Omega: Muy atinada tu observación. Inadvertidamente, normalizando las cosas, terminamos tomando distancia “social”, cuando tiene que ser otra cosa. ¡Cuidado! ¡Quien está al lado suyo es peligroso! ¿Será el nuevo paradigma que se nos impondrá?

Alfa: El miedo atroz, el pánico más irracional ya se ha instalado. ¡Desconfíe de su vecino! Tal como al esclavo que fue esclavo durante toda su vida y se le quitan las cadenas no sabiendo qué hacer entonces, dónde ir, así pareciera que la población mundial se comienza a comportar. Se piden medidas fuertes, se quiere “mano dura”. Aunque agobie la encerrona, se ha creado un clima de miedo donde el otro puede empezar a constituirse en potencial peligro.

Omega: Lo curioso es que esas medidas sí dieron resultado en China. En la ciudad de Wuhan, con una cuarentena rigurosa, se contuvo la epidemia.

Alfa: Pero algo se hizo mal en Occidente, en Estados Unidos y en Europa, que la enfermedad se volvió tan terrible. Hasta incluso en los países pobres del Tercer Mundo, de momento al menos, la epidemia no ha sido tan feroz.

Omega: Para entender por qué el éxito en el combate al virus en un lugar y el fracaso en otro, creo que hay varios elementos que lo explican.

Alfa: Sin dudas. Como en todo fenómeno complejo, hay multitud de causas interactuando. Ciencias de la complejidad se dice ahora, ¿verdad? Por un lado, los sistemas de salud públicos super debilitados que muestra hoy el capitalismo neoliberal. Se privatizó todo, y la salud pública quedó destrozada. Eso ahora pasa factura, con sistemas colapsados.

Omega: Además, la población occidental, con esa loca idea de “libertad” individual que nos viene desde los Iluministas dieciochescos y que en Estados Unidos se llevó a cotas hiperbólicas -por eso ahí pega tanto esta Psicología del Yo, de la conciencia: “todo depende de usted”, “si usted se lo propone, lo logra”-, por eso allí, decía, el individualismo tiene un valor incomparable. En Oriente, en la China en particular, la gente se siente mucho más parte de una multitud, se considera a sí misma masa, respeta más obedientemente a sus autoridades. De ahí que, ante una alarma ya dada, la población respetó a cabalidad las directivas.

Alfa: En Estados Unidos el actual presidente, ese vaquero bravucón, machista y xenófobo que es ese corredor inmobiliario devenido millonario, dijo que “el país no puede parar”.

Omega: Y así les fue. Esto permite sacar, entre otras conclusiones, que más allá del infame, repulsivo, deleznable racismo que existe en Occidente contra todo lo que no sea “occidental” -en Estados Unidos se le llama WASP-, es mentira que eso sea una cultura superior, “mejor” que los “primitivos salvajes incivilizados” de los “exóticos” rincones del mundo.

Alfa: La experiencia lo está demostrando. Y el capitalismo, en este momento de crisis queda claro, no puede solucionar realmente los problemas humanos.

Omega: Pero sigo pensando: tanta parafernalia alarmista, llevada a niveles de pánico, ¿significan algo? ¿Hay realmente preocupación por la salud de la gente en el mundo del gran capital? En China, donde hay un planteo entre capitalismo y socialismo, con un Partido Comunista que mantiene un ideario supuestamente de izquierda (¿un capitalismo de Estado se podrá decir?, ¿una socialdemocracia a la china?), con un gobierno que traza planes a largo plazo, y los cumple, ese Estado funcionó mejor que en el Occidente neoliberal.

Alfa: Ahora bien: en los países capitalistas de este lado, es decir: la gran mayoría del mundo, países ricos y países pobres del Tercer Mundo, luego de este miedo mayúsculo que se vive ahora, ¿qué seguirá?

Omega: Por supuesto, la crisis. Crisis que pagarán, sin ningún lugar a dudas, las clases subalternas. El capitalismo no va a morir con esto.

Alfa: Se ha dicho últimamente que esta crisis mundial tiene que traer un cambio de paradigmas, que este momento angustiante de la Humanidad debe dar lugar a un nuevo orden.

Omega: ¿Lo podremos creer realmente? ¿Cómo se daría ese cambio: por obra y gracia del Espíritu Santo? Los cambios sociales, los verdaderos cambios sociales, son consecuencia de terribles procesos de lucha.

Alfa: ¡Por supuesto! Nadie, absolutamente nadie regala ni un milímetro de su poder. ¿Por qué habría de hacerlo? Como cualquiera que detenta el poder en cualquier ámbito, no lo suelta amablemente. Los “machos” patriarcales, es decir, todos los varones del mundo, ¿acaso ceden su poderío masculino alegremente ante la reivindicación femenina? Los blancos eurocéntricos, ¿acaso están dispuestos a pedir perdón por sus infames abusos contra los no-blancos?

Omega: No, por supuesto que no. Las transformaciones son producto de terribles, sangrientas, estremecedoras luchas. Eso fue así siempre y sigue siendo así. En la mesa de negociaciones, a lo sumo, se consiguen cambios cosméticos. Por eso, el capitalismo no va a cambiar después de esto.

Alfa: Sería ingenuo pensar que los capitales ahora se van a repartir equitativamente entre la población, entre las clases trabajadoras, entre los excluidos de siempre. Ingenuo… ¡o peligroso!

Omega: El sistema capitalista sabe cuidarse muy bien. Sobrevivió ya a numerosas crisis: dos guerras mundiales, la Revolución Bolchevique, la Guerra Fría, la Gran Depresión de 1930, la crisis financiera del 2008, el alzamiento de movimientos populares y guerrillas en la década del 60/70 del siglo pasado. ¿Por qué no habría de sobrevivir a esta crisis del COVID-19? ¿Esta pandemia es antisistémica?

Alfa: Concuerdo en un todo. No hay cambio real a la vista. Hasta incluso, como sistema podrá salir fortalecido luego de todo esto. Habrá muertos (¿se sacará de encima gente vieja quizá?, se vale ser mefistofélico), muchos muertos, pero lo que más sufrirá será el sistema económico. O, mejor dicho: la clase trabajadora, los asalariados, los sub-ocupados, las amas de casa. Los capitales seguramente se recompondrán con el guiño cómplice de sus Estados o de los organismos crediticios internacionales. De pronto, hasta salen fortalecidos.

Omega: También las mujeres salen mal, porque en estos días de encierro creció exponencialmente la violencia doméstica. ¡Terrible! Habrá, eso sí, recomposición en los poderes mundiales. Es probable que Estados Unidos pierda la hegemonía, y la República Popular China, en alianza con Rusia, quede como abanderada, como locomotora de la Humanidad. Aunque no podemos asegurar qué sigue a la pandemia.

Alfa: Es cierto. Nadie tiene la bola de cristal. También se dijo, entre tantas y tantas cosas que se expresaron, inteligentes y tontas, apocalípticas y mesuradas, que luego del miedo desatado, vendrá la vacunación masiva, obligatoria para el caso.

Omega: ¿Será por eso la inversión millonaria de Gates en la búsqueda de la misma? ¿Tendrá algo que ver en todo esto la digitalización de la vida de la que tanto se habla? Es decir: el control cibernético de la vida de las grandes masas.

Alfa: Bueno… los chinos ya están no en la tecnología 5G, sino ¡en la 6G! Esa hiper digitalización de la vida cotidiana, ese control omnímodo de las poblaciones por parte de un Estado megacontrolador es lo que les permitió superar eficazmente la crisis sanitaria. El Estado sabe segundo a segundo qué le pasa a cada ciudadano. Y si está enfermo, lo aísla. Así pararon la epidemia en Wuhan.

Omega: ¿Será que en Occidente hay un retraso en todo eso, en el manejo tecnológico? Hasta el ex presidente James Carter regañó a Trump culpando al complejo militar-industrial yanki y sus monumentales -e innecesarios- gastos, de ese rezago en tecnología de vanguardia, la que ya tiene China. ¿Será por eso que no pueden controlar al bichito maligno?

Alfa: Difícil saberlo. Como dijimos: nosotros, los comunes, los de la plebe, los que no decidimos las líneas maestras del mundo, aquellos a quienes nos contentan con películas ramplonas de Hollywood o deporte profesional a toda hora por televisión, no sabemos los planes que se vienen. Por eso llama la atención este actual terror y lo que por allí se comenta.

Omega: Por ejemplo, ¿te refieres a eso que llaman la Agenda ID 2020?

Alfa: Exacto. Según las pocas, poquísimas informaciones a las que podemos tener acceso, allí se trata de planes globales de identificación de cada habitante. Y según algunas voces -paranoia o no, no sabemos- la vacunación masiva podría apuntar a esos mecanismos de control.

Omega: Se ha dicho que en esa vacunación podrían introducir cualquier cosa, nano-chips más pequeños que un virus incluso, con lo que tener acceso a los más profundo de la vida de cada habitante.

Alfa: Por supuesto que suena a ciencia-ficción. Incluso sería mejor pensar que esas son elucubraciones paranoicas, que en realidad eso no puede existir.

Omega: Asusta todo eso, por supuesto. Asusta mucho. Lo que se va viendo es que luego de la pandemia, que en algunos meses terminará….

Alfa: Matando muchos ancianos, por cierto. Lo que da para pensar si no es cierto, como se ha especulado, que el “riesgo de longevidad”, dicho por el Fondo Monetario Internacional, constituye un problema para los capitales, que deben pagar por largos años jubilaciones a gente que no produce, que ya no aporta para la seguridad social y consume muchos productos médicos.

Omega: Bueno… si fuera así: terrible. Pero es creíble. Y retomando lo que decía: luego de la pandemia, ¿qué mundo seguirá? ¿Se ampliarán los controles planetarios?

Alfa: El Gran Hermano de Orwell está entre nosotros; el panóptico que todo lo ve y lo sabe ya es una realidad. Recuerdo lo que decía el ex espía norteamericano Edward Snowden cuando decidió desertar. Los niveles de control poblacional son realmente increíbles.

Omega: ¿Será posible creer que esa vacunación masiva, seguramente obligatoria, sirva para controlarnos? Lo creo, pero al mismo tiempo aterra.

Alfa: Claro que sí. ¿Cómo no aterrarse ante un mundo así, donde te controlan a cada instante, donde saben lo que estás pensando?

Omega: Es cierto eso que dijo no recuerdo quien: controlaron toda la protesta social mundial sin un solo policía reprimiendo. Ese parece ser el mundo que se viene.

Alfa: Nos están acostumbrando, amansando, preparando para lo que seguirá.

Omega: Ya no se permitirán reuniones masivas, concentraciones de gente. Habrá que caminar a dos metros de distancia una persona de otra, en los restaurantes las mesas estarán a varios metros una de otra. Habrá que usar eternamente mascarillas, denunciar a los posibles “focos de infección”. Teletrabajo, clases virtuales, todo a distancia, ¿sexo virtual también?

Alfa: Bueno..., eso ya existe, y está en alza. Ahora bien: ¿quién se beneficiará de eso? La gente de a pie, seguro que no.

Omega: Los megacapitales. Pero incluso habrá que ver cuáles, quizá no todos. El mundo cada vez más se encamina hacia tecnologías de vanguardia, revolucionarias. Las fortunas más grandes se van acumulando ahora en las empresas ligadas a la cibernética, la inteligencia artificial, la informática, la robótica. Habrá que incluir también ahí, por esa conjunción de la que se hablaba, a lo que se llama la gran corporación farmacéutica. Según esos datos que llegan dispersos, representantes de la GAVI, la Global Alliance for Vaccines and Immunization, y su fundador y principal financista, Bill Gates, insisten cada vez más en la necesidad de una inmunización universal.

Alfa:Microbios y no misiles”, anticipaba ya el fundador de Microsoft hace algunos años.

Omega: Sí, por supuesto: da para pensar todo esto. De momento nadie se atreve a decir con exactitud cómo nació este infame germen patógeno; hay teorías encontradas. Hay quien dice que es un producto de la guerra bacteriológica; hay también quien afirma que es una mutación natural. No sé…, es para pensar.

Alfa: Para pensar y para preocuparse. ¿Nos tendrán tan, pero tan bajo control en lo que sigue? ¿Cuarentena eterna? Y sin necesidad de los leones que dicen que Vladimir Putin sacó a las calles de Rusia para mantener el confinamiento. Nos encuarentenaremos espontáneamente.

Omega: Asusta, ¿verdad? ¿Habrá que desechar las ideas de cambio entonces?

Alfa: Como dicen estos altos representantes del capital, que saben lo que hacen, que tienen mucho poder y que no quieren perder un milímetro de sus beneficios: “Para salvar al capitalismo hay que modificarlo”.

Omega: La cuestión es ¿qué modificaciones vendrán? Lo que siga a la pandemia será el nuevo orden, seguramente. Aunque no lo podamos saber a cabalidad, podemos empezar a intuirlo.

Alfa: Y por supuesto, lamentablemente según van las cosas, no será el socialismo. Esa idea, casi religiosa diría, que circula por ahí que luego de la tormenta el ser humano, las sociedades, las relaciones se “abuenarán” y surgirá la solidaridad, parece bastante frágil. Lo que se ve es más capitalismo, más alejada quizá la idea de unión para la lucha revolucionaria, más control y militarización.

Omega: Por eso es difícil estar alegres al día de hoy. Entristece todo esto, tanto los muertos que deje el coronavirus que, por supuesto son una tragedia, tanto como el millón y medio que murió en Irak por las bombas estadounidenses, o cada niño que muere de enfermedades previsibles cada día, de hambre, de diarrea por falta de agua limpia, o cada mujer muerta por el femicidio machista que nos domina, o las hectáreas de bosque perdidas cada día por culpa de la industria depredadora, o el calentamiento global que nos está matando, todo lo cual no constituye sino otra forma de muerte anunciada. Puras tragedias. Por todo eso: ¿cómo estar alegres? Todo suena a algo bastante trágico; pero la tragedia no está solo en tanta depredación sino también en el mundo que se está construyendo ahora, el mundo post pandemia.

Alfa: ¿Ganó la derecha? ¿Ganaron los capitales en forma definitiva? ¿Es imposible plantearse cambios entonces? ¿Hay que renunciar a la idea de revolución socialista?

Omega: No creo. Pero sí, sin dudas se ve preocupante el panorama futuro. ¿Cómo nos oponemos a eso, a esa maquinaria tan monumental que controla todo, la vida y la muerte? No podría decirse que “terminó la historia”, como pomposamente se declarara hace unos años con la caída del Muro de Berlín y ese arrogante intelectual como grito triunfal del capital, Francis Fukuyama, que luego debió desdecirse. La historia sigue, y no sabemos bien hacia dónde. Sigue habiendo malestares, reacciones, inconformidades.

Alfa: Lo que sí, es evidente que estos grandes poderes, los megacapitales del sistema capitalista, que ya no necesitan las fronteras de los Estados nacionales, saben muy bien lo que hacen. Esta militarización que ahora estamos viviendo bien puede ser un ensayo general para lo que vendrá: teletrabajo, todo el mundo calladito y alineado, cero concentraciones, todo regimentado, miedo paralizante, Big Brother enseñoreado. De ese modo, se detienen esas inconformidades, esas reacciones.

Omega: Cabalmente lo que dijo esta persona: “Sin un solo tiro se acabaron las protestas”. Y si queremos dejarnos llevar por la paranoia, o simplemente por el análisis crítico, vale preguntarse: ¿qué será esa vacuna a la que se nos podría obligar a tomar, esa que tanto ansía Bill Gates y la industria farmacéutica capitalista? ¿Qué vendrá ahí? ¿Nano-chips, como se ha preguntado? ¿Nano-chips que servirán para digitar la vida? Quizá suene paranoico, pero luego de ver Pearl Harbor, las Torres Gemelas, los campos de concentración nazi, las cámaras de tortura, las declaraciones de Kissinger o la bomba atómica en Hiroshima, o incluso las masacres de Pol Pot o el Gulag stalinista, podemos creer cualquier cosa. ¿Por qué no?

Alfa: Digitarán la vida, ¡y la muerte! …. Hiper control total, pareciera. ¿Control absoluto de la natalidad? ¿Decidirán quién nace y quién no? ¿Recursos naturales a consumir solo para un grupo en el mundo? ¿Qué se hará con los que “sobran”? Control total, con o sin vacuna. Y probablemente, ¿por qué no?, con vacuna, que podría generar extraordinarias ganancias para quien la suministre. Suena desesperanzador, claro. Pero… bueno: sigamos pensando en lo que dijo el camarada cubano Jorge Gómez Barata: “Lo que demonizó a Carlos Marx e hizo de él un adversario formidable, no fue haber predicado la revolución, sino haber demostrado su inevitabilidad, aunque tal vez ocurra de manera diferente a como lo soñó.

Omega: Te apoyo. Porque, aunque controlen hasta lo que pensamos, este mundo así no puede seguir. Se autodestruye, irremediablemente: el calentamiento global ya llegó al límite, puede venir la guerra termonuclear, puede haber estallidos sociales mundiales catastróficos e incontenibles. Mientras haya disconformidades, habrá reacción. Por tanto, la idea de revolución sigue vigente.

Alfa: Seguramente habrá que pensar en nuevas formas de lucha, en otro tipo de organizaciones, en novedosas vías revolucionarias. ¿Revolución con nano-chips? No lo sabemos, quizá no existan de momento, pero estamos convocados a buscarlas.

Omega: Sin dudas. ¡Es urgente! Manos a la obra entonces.