jueves, 30 de abril de 2020

MANDATARIOS LONGEVOS




El pensamiento de derecha, conservador, pro-capitalista, esgrime el argumento que la larga permanencia de un mandatario en su cargo es nociva, por “antidemocrática” (Fidel Castro, Evo Morales); casualmente, los vilipendiados son siempre socialistas. Argumento, por cierto, muy discutible (en nombre de la democracia se puede hacer cualquier cosa), pues otros dirigentes no socialistas permanecieron igual o mayor período, y nunca se dijo nada en su contra: Angela Merkel en Alemania: 20 años; Benjamín Netanyahu en Israel: 25 años; Yoweri Museveni en Uganda: 31 años (como es de derecha y Uganda no cuenta en el concierto internacional, nadie dice una palabra); Vladimir Putin en Rusia, 20 años (¿con la fortalecida potencia rusa nadie se atreve a meter?); la Reina Isabel II, Gran Bretaña: 66 años (¿y esta aberración anacrónica, medieval? ¿Quién la eligió: Dios?)




miércoles, 29 de abril de 2020

¿POR QUÉ ESTAMOS TAN “ENLOQUECIDOS” CON LA PANDEMIA?




Porque los formadores de opinión pública manipulan el pánico hasta el cansancio. En otros términos: pensamos lo que la corriente nos obliga a pensar. ¿Quién podría hablar ahora de aumento de salarios, de la destrucción de los servicios públicos por el neoliberalismo, del calentamiento global? Hay que repetir mansamente lo que nos dicen que hay que repetir. Somos rebaño… ¡hasta que abramos los ojos!

PARA MUESTRA, ESTE VIDEO.


martes, 28 de abril de 2020

LAS MUERTES NO SON TODAS IGUALES




En estos 5 meses de infección del COVID-19, se produjeron más de 200,000 muertes en el mundo, llevando Europa (125,000) y Estados Unidos (60,000) la peor carga. Las regiones más pobres del planeta no se evidencian tan afectadas: África 1,500 fallecidos, Latinoamérica 8,000 decesos, Sudeste asiático 8,000, Medio Oriente 6,000 muertes, Oceanía 108.

Es probable que las cifras de las zonas más empobrecidas del mundo estén subvaloradas, por la falta de recursos para llevar registros rigurosos. De todos modos, es un hecho que presentan índices mucho más bajo que las potencias capitalistas occidentales (porque hay menos ancianos -donde más golpea la enfermedad- y la población viaja menos -por tener menos recursos-, con lo que el virus se esparció en menor medida).

Pero en el mismo período de tiempo (5 meses) en que el coronavirus producía esos efectos en el mundo, también había muertos por otras causas (DE LAS QUE NO SE HABLA):

HAMBRE: 2,100,000
DIARREA (por falta de agua potable): 1,650,000
MALARIA: 300,300 (solo en países tropicales)
VIH/SIDA (en África, la región más infectada): 205,725

¿TODAS LAS MUERTES VALEN IGUAL… O NO?

lunes, 27 de abril de 2020

¿FIN DEL CAPITALISMO?




Se ha dicho, quizá con un exceso de esperanza, que luego de la actual crisis nos espera un nuevo orden mundial más equitativo. A decir verdad, no está claro cómo empezó todo esto del virus, si efectivamente hay agenda oculta, si hay fuerzas que se benefician de la crisis. Si las hubiera, con seguridad no es el campo popular el que saldrá ganando. Que esto abra posibilidades de cambio, de transformación social real, está por verse. Pero que necesariamente hará emerger un nuevo orden mundial más solidario, justo y equitativo: ¿no suena a puro deseo? En ese sentido: sería hermoso que terminara la explotación capitalista y surgiera ese mundo solidario, justo y sin exclusiones ni egoísmos (algo así como un paraíso), pero eso no pasa de formulación de un anhelo, una buena intención. La pandemia, ¿por qué traería ese cambio? No sería improbable (al contrario: ¡es lo más probable!) que luego de la tormenta los capitales salgan fortalecidos. “El capitalismo no caerá si no existen las fuerzas sociales y políticas que lo hagan caer”, decía con exactitud el dirigente de la Revolución Rusa Vladimir Lenin.


domingo, 26 de abril de 2020

ARENGA




Compañeros:

Sabemos que en esta misión nos va la vida. Pero no importa. Desde siempre hemos tenido claro cuál era nuestro objetivo, qué superiores intereses rigen nuestro actuar. Seguramente la gran mayoría de nosotros va a morir en el intento, pero eso no debe acobardarnos. De nuestro esfuerzo, de nuestra accionar digno, glorioso, inmortal, surgirá vida. De nuestro final como individuos el colectivo se verá beneficiado. Es por eso, compañeros, que no debemos estar tristes. Sabemos que si morimos, estaremos dando aliento a otros intereses más nobles, más trascendentes. Pero bueno, basta de palabras. ¡A la acción concreta! ¡Salgamos, espermatozoides!




sábado, 25 de abril de 2020

EL VIRUS DE LA HIPOCRESÍA





La pandemia existe, los muertos ahí están, pero algo no termina de estar claro. En estas semanas se ha desatado una alarma monumental a escala planetaria, una psicosis colectiva que ha orillado a buena parte de la población mundial a un estado verdaderamente de pánico irracional, de terror. Primero fueron las compras enloquecidas (el papel higiénico, por ejemplo), luego las mascarillas, que en algunos casos hasta decuplicaron sus precios (y en algunas circunstancias, se vendieron recicladas). Tampoco faltaron agresiones contra portadores del virus en distintas partes del mundo, o contra sospechosos de serlo. Incluso se llegó a la aberración de atacar a personal de salud (médicos/enfermeros) por ser posibles agentes transmisores. A partir de la declaración del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de “virus chino”, no faltaron tampoco agresiones y discriminaciones contra población con rasgos orientales en cualquier parte del orbe.

En otros términos: estamos viviendo un clima absolutamente enrarecido, inusual, enfermizo. Vivimos una prisión forzada, en algunos casos con toque de queda, y un 50% de la población planetaria sigue encerrada, ya sin saber qué hacer durante este confinamiento. Haciendo evidente lo que ya es más que sabido, pero en general silenciado (el 80% de las violaciones sexuales suceden en los hogares y las perpetran varones conocidos por las víctimas), la violencia contra las mujeres se disparó en forma exponencial durante la cuarentena. Las consecuencias de este clima enrarecido, inusual, son patéticas.

Como tan inusual es el clima, inusual también es la interminable profusión de cosas que se dicen al respecto de la pandemia (el presente texto es una más de tantas tonteras que circulan por allí), desde análisis sesudos hasta visiones apocalípticas, desde chistes sobre la situación para descomprimir la angustia hasta visiones conspirativo-paranoicas. Está claro que nadie tiene el conocimiento total de lo que está sucediendo (nunca, en ningún campo, se puede tener el conocimiento total). Quizá la complejidad del momento actual nos rebase a todos (¿habrá alguien que sabe lo que va a suceder?), por eso esta apremiante búsqueda de respuestas, comentarios, aseveraciones, chistes, modos diversos de encontrar sentido a este fenómeno que nos convoca y nos golpea. Lo que sí está definitivamente claro es que el pánico, la zozobra, la manipulación mediática intencionada que hay en todo esto, obliga a hablar. Y hablamos, por supuesto, a partir de la poca confiable (o muchísima, pero confusa) información que circula. ¿Cómo saber dónde está lo confiable?

¿Por qué este pánico irracional? Algo hay tras todo ello, pero los ciudadanos comunes no podemos saberlo. Como siempre, la historia se mueve de espaldas a las masas. Las grandes decisiones son tomadas en secreto por pequeñísimos grupos de poder, en las sombras; los colectivos las padecemos. Hasta que alguna vez reaccionamos. Las revoluciones son posibles, y la historia de la humanidad, en definitiva, es una historia de revoluciones, de violentos choques sociales. Sigamos albergando la esperanza en cambios: el capitalismo, por ejemplo, no es eterno. Pero solo no caerá; habrá que hacer algo al respecto. Lo cierto es que las líneas maestras de la historia no las decidimos en asamblea popular. Al menos hasta ahora (el socialismo es la esperanza de que así comience a suceder).

¿Por qué decir todo esto? Porque la actual pandemia que se abate sobre el mundo tiene aspectos poco claros que abren interrogantes. Definitivamente la enfermedad denominada COVID-19 existe. Y como toda enfermedad, tiene un grado de peligrosidad. Pero justamente aquí se abren las dudas. Según un reciente estudio realizado por el Imperial College de Londres su grado de letalidad es de 1,38%. No hay que minimizarla; es más que una gripe común, pero no es una patología especialmente dañina, porque todo indica que muchísima gente la cursa asintomáticamente (se dijo que por cada infectado con síntomas podría haber hasta 10 infectados asintomáticos). Su desarrollo es relativamente corto: desde el inicio de los síntomas hasta el alta hospitalaria es de aproximadamente 25 días. No es letal en toda la población, sino que el índice de mortalidad muestra que entre el 95 y 97% de las muertes ocurre en la llamada Cuarta edad (mayores de 80 años). Es altamente contagiosa, eso está claro (un infectado puede trasmitir el virus a 3 o 5 personas más). Pero si no es tan letal, ¿por qué tamaño revuelo global, que llega a alterar la economía -el dios intocable del sistema capitalista- y la psicología cotidiana de prácticamente la totalidad de la población mundial?

Insistamos: los mortales comunes, los que no decidimos las alzas y bajas en las Bolsas de Valores, los que no somos tenidos en cuenta para decidir las políticas que afectan a grandes mayorías sino a través de esa pantomima ridícula de emitir un sufragio cada cierto tiempo, quienes no decidimos las guerras, es decir: la prácticamente totalidad de la población mundial, manejada de un modo artero a través de los medios de comunicación (“Una mentira repetida mil veces se transforma en una verdad”, enseñó Goebbels), nunca sabemos bien de qué se tratan estos fenómenos que dominan nuestras vidas. Ahora llegó la pandemia y hay que guardar cuarentena porque, según se nos dijo, “estamos ante una enfermedad terrible”. Los resultados preliminares sugieren que un porcentaje relativamente pequeño de la población puede haber resultado infectado, incluso en áreas fuertemente afectadas”, dijo recientemente el director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus. Entonces, ¿qué creer?

Hemos sido llevados a un grado de desesperación llamativo. ¿No es llamativo, justamente, que otras afecciones infinitamente más peligrosas, u otras catástrofes humanas como el hambre o la catástrofe medioambiental, flagelos realmente preocupantes, pasen desapercibidos, no se combatan con toques de queda ni ejércitos en las calles ni siquiera figuren, o lo hagan muy tibiamente, en las agendas mediáticas? ¿Será que estamos ante este “fin del mundo” porque las víctimas son ciudadanos del mal llamado Primer Mundo (Estados Unidos y Europa Occidental)?

Un brillante intelectual de izquierda, latinoamericano, ahora residente en Europa, me decía en un correo privado (que, por tanto, no permite revelar su identidad): “El virus no mata a nadie, pero a nadie, con menos de 40 años: es un hecho. Bueno, a no ser que estés en contacto diario con enfermos (léase sanitarios), pero incluso así la mortalidad es de cero coma. Ahora, a los viejecitos sí se los come con patatas. Y eso para el Estado es una buenísima noticia, no nos engañemos. Y está claro: todo este bombo es porque padecen los WASP y sus acólitos, así ha sido siempre (solo que antes fueron los protestantes del norte de Europa, antes todavía los que vivían en el Mediterráneo, antes los griegos, antes los babilonios, antes... los que dominan y escriben la historia). ¿Pero a quién le importa África, etc.? ¿A quién le importa el noma, por ejemplo, esa terrible enfermedad?” [¿Alguien sabe qué es el noma? ¿A alguien le importa? Según la Organización Panamericana de la Salud -OPS/OMS- “el noma, o cancrum oris, es una infección de gangrena de acción rápida que destruye las membranas de moco de los tejidos orales y faciales. Se desconoce la etiología exacta de ello, pero con mayor frecuencia ocurre en los niños “malnutridos” que viven en las áreas con el saneamiento deficiente. El noma no se ha notificado ampliamente en la América Latina y el Caribe, pero aproximadamente 140,000 nuevos casos se diagnostican anualmente. La tasa de mortalidad es cerca de 8.5%. Es sumamente prevalente en África subsahariana.]

Efectivamente, si se contrastan cifras -esas a las que son tan afectos quienes manejan el mundo y fijan las políticas que las mayorías sufrimos: “Un muerto es una tragedia, un millón de muertos una estadística”- vemos que hay 24,000 personas muertas al día por hambre o por afecciones ligadas a la malnutrición -como el noma, por ejemplo-, o que 11,000 seres humanos mueren al día de diarrea por falta de agua potable, o 2,000 mueren de malaria, pero eso pasa en los países tropicales donde no hay WASP (o están, a lo sumo, en alguna ONG caritativa que “ayuda” en esos países “salvajes”). ¿Habrá que tomar en consideración lo dicho por este analista respecto a la situación, tomar en serio su pregunta por ese “bombo”, por ese estruendo mediático? ¿Será por los WASP, como decía nuestro amigo?

Todas las personas valen por igual, pero evidentemente, algunos son más “iguales” que otros. No hay ni cuarentenas, ni medidas militares, ni pánico mediático por los muertos diarios del Tercer Mundo (por hambre, de sed, por las guerras), pero sí -curiosamente- por los ancianos de los países “desarrollados”. Algo no encaja.

Si se llegó a este llamativo estado de psicosis generalizada (tenemos miedo y desconfianza del vecino) por una enfermedad que realmente no es tan peligrosa, ¿qué hay detrás? ¿Solo sacrosanto interés por la salud de la población? No parece ser cierto.

Se podrían pensar varias cosas para entender esta monumental alarma y pánico inducido, este clima de fin del mundo que se nos hace vivir.

1)    El sistema capitalista está haciendo agua; la crisis financiera global de los capitales parásitos ha reventado. Se está ante una situación igual o peor que la Gran Depresión de 1930. El “Armagedón” de la pandemia sirve como “elegante” salida a la crisis. Los recortes presupuestarios y el empobrecimiento generalizado de las poblaciones que podrán seguir a la alarma sanitaria global seguramente serán terribles, pagadas -naturalmente- por el campo popular. Los capitales, los grandes megacapitales, muy probablemente saldrán indemnes, incluso fortalecidos. En tal sentido, la pandemia le sirve al sistema (¿se sacarán de encima, de paso, unos cuantos ancianos evitando pagar pensiones, ese “riesgo de longevidad” del que habla la gran banca mundial?)
2)    Sirve también para disciplinar a las poblaciones. Quizá, como efecto secundario de la enfermedad, esta llamativa militarización de los espacios sociales es un preámbulo de lo que podrá seguir en un capitalismo post-pandemia (porque socialismo, evidentemente, no habrá): poblaciones hiper controladas, con “distanciamiento” social, con trabajo desde la casa, sin aglomeraciones (siempre peligrosas para el statu quo).
3)    Como los sistemas de salud pública (en el Norte y en el Sur) están tremendamente debilitados por los años de neoliberalismo que destruyeron a los Estados privatizando todo, una emergencia sanitaria de alto calibre puede resultar catastrófica. Para evitar el colapso de lo poco que queda de los sistemas públicos (¿y posibles estallidos sociales concomitantes?), y dado que el virus es altamente contagioso (aunque no muera mucha gente, hay que hospitalizarla, ancianos básicamente) la orden es evitar a toda costa las transmisiones. De ahí estas políticas de confinamiento tan llamativas, cosa que no sucede con las afecciones de los no-WASP (¿que se mueran los pobres del Tercer Mundo? Eso no importa tanto).
4)    Quizá desde una lectura conspirativa de los hechos, puede preguntarse por qué tanto interés en la futura vacunación. La enfermedad no es especialmente letal, aunque muy contagiosa. Lo increíble es que sí existe cura (cosa de lo que la corporación mediática capitalista no habla). Un medicamento generado en Cuba, ahora producido industrialmente en China, el Interferón alfa 2B, y prohibido por Estados Unidos, se mostró efectivo para detener la epidemia en Wuhan. Valga decir que 45 países lo han solicitado, pero Estados Unidos tiene prohibida su comercialización, y la corporación mediática comercial ni menciona el tema. ¿Por qué este interés tan exacerbado en la vacuna preventiva? Obviamente eso da para conjeturar variedad de hipótesis, tal como se ha dicho, que la pandemia está inducida para realizar la vacunación masiva posteriormente. ¿Qué se inocularía allí? Más allá del posible tenor paranoico en juego, tiene sentido abrirse esa pregunta.

Lo que está claro es que el sistema capitalista se movió, como lo hace siempre, como no puede hacerlo de otro modo, muy hipócritamente. Sin querer en absoluto hacer una entronización del actual modelo chino, no puede dejar de reconocerse que su manejo de la epidemia fue más exitoso que el llevado adelante en Estados Unidos o en Europa. Pekín informó, con el último conteo realizado al alza, de 4,642 fallecidos. En territorio estadounidense ya van 30,000. “En esta economía global -se pregunta Sara Flounders en su texto “La planificación socialista de China y Covid-19”- ¿por qué la administración de Trump rechazó las ofertas de equipos de prueba esenciales y suministros médicos de China, e incluso de la Organización Mundial de la Salud? No se debe solo a la creciente hostilidad de EEUU hacia el sorprendente nivel de desarrollo de China. Tampoco está impulsado solo por ideólogos de derecha. La atención médica existe con fines de lucro. Los kits de prueba y suministros médicos gratuitos o de bajo costo amenazan el impulso capitalista de sacar provecho de cada transacción humana. Las compañías farmacéuticas, médicas y de seguros son las corporaciones más rentables en EEUU en la actualidad. Junto con el petróleo y las llamadas corporaciones de defensa, dominan el capital financiero. (…) La naturaleza no planificada y competitiva de la producción capitalista distorsiona toda interacción social. La especulación salvaje y las burbujas de ganancias rápidas son la norma.” Definitivamente, una economía planificada, con un Estado que brinda los servicios básicos, está en mejores condiciones de afrontar estas crisis que un modelo de feroz libre mercado.

Lo cierto es que países que han mantenido Estados sin los recortes impuestos por el neoliberalismo, como Corea del Sur por ejemplo (que ya sufrió otras epidemias hace poco tiempo), nación eminentemente capitalista, o Vietnam, con un socialismo sui generis, o la República Popular China, con su particular modelo de “socialismo de mercado”, pudieron gestionar mucho mejor la crisis que los Estados debilitados. En el Norte próspero (Estados Unidos y Europa Occidental) las muertes se dispararon tan espectacularmente porque 1) tienen poblaciones más longevas que el Tercer Mundo, y es allí donde más golpea la enfermedad, y 2) porque allí las poblaciones, por su poder económico, viaja mucho más, con lo que es más fácil esparcir el virus.

En estos tiempos de crisis, mientras el presidente Donald Trump, pensando en su reelección de noviembre próximo, y con un ánimo hipócritamente oportunista, ataca a China por su “criminal” papel al “haber difundido la afección por el mundo”, el gigante asiático, en una muestra de solidaridad sin par, ha donado más de un millón de máscaras y otro material médico a Corea del Sur, 5,000 trajes protectores y 100,000 máscaras a Japón y 12,000 kits de detección a Pakistán, llevado personal y equipo sanitario a Italia (junto con Cuba y Rusia), mientras ponía a disposición de la población mundial un pormenorizado manual, traducido a numerosas lenguas, para la atención del COVID-19.

Valga aclarar rápidamente que la República Popular China no es, precisamente, el paradigma de socialismo al que pueda aspirarse. Sin dudas, ahí pasaron cosas importantísimas en estos últimos 70 años: la Revolución de 1949 con el liderazgo de Mao Tse Tung, las reformas de libre mercado con Deng Xiao Ping en los 80 del pasado siglo, la acumulación de capitales fenomenal que comenzó a darse a partir de ese entonces, el confuso “socialismo de mercado” de estos últimos años, el salto científico-técnico espectacular que la pone a la vanguardia mundial en muchos aspectos (inteligencia artificial, telecomunicaciones, super computadoras). Estados Unidos, la principal potencia capitalista, ve en este despertar de China un serio oponente a su hegemonía mundial. En estos últimos años, con su espectacular avance económico, el país asiático sacó de la pobreza a 500 millones de habitantes, pero no nos equivoquemos: China transita un complicado, confuso, quizá engañoso camino que no es socialista. La clase trabajadora mundial no puede mirarse en ese espejo. Hay, eso sí, un Estado fuerte manejado férreamente por el Partido Comunista, con un lenguaje medianamente “socialista”, pero con una inmisericorde explotación de la fuerza laboral, con una extendida burocracia, premiándose el enriquecimiento personal: “Ser rico es glorioso”, pudo decir Deng Xiao Ping en el auge de las reformas, apelando al más descarnado pragmatismo: “No importa si el gato es blanco o negro; lo importante es que cace ratones”. Sin la posibilidad de ampliar ese debate en este mediocre opúsculo, entender el fenómeno chino y pensar ese “socialismo” es tarea urgente para los revolucionarios de todas partes del mundo. Lo cierto es que China, sin disparar un solo tiro, está cada vez mucho más presente en el globo que Estados Unidos, y su papel (malintencionadamente presentado) de fabricante de “juguetitos baratos de mala calidad” ha quedado absolutamente atrás. Sus logros científicos ya superan a Occidente.

Sin embargo “Los métodos de gobierno de la autocracia de Pekín empiezan a fascinar a una parte de la opinión pública: los éxitos en la contención de la epidemia demostrarían la superioridad del autoritarismo asiático, con su avanzada tecnología de control de masas, sobre las democracias liberales occidentales. Pero hay trampa en esa aseveración. En realidad, a lo largo de las últimas décadas, el régimen chino no ha hecho sino facilitar el avance impetuoso del capitalismo. Un desarrollo que arrasa ecosistemas y propicia la aparición de nuevas epidemias que se propagan a escala planetaria”, dicen acertadamente Beatriz Silva / Lluís Rabell. Insistamos: el debate sobre el socialismo chino es urgente. ¿Es posible el socialismo en un solo país? ¿Cómo avanzar hoy hacia un planteo socialista con este capitalismo globalizado feroz que aún domina? ¿Qué puede esperarse de la Nueva Ruta de la Seda?

Lo que está claro es que la actual pandemia pone al rojo vivo las tensiones geopolíticas de un modo descomunal. La actual batalla entre Estados Unidos y China por la hegemonía mundial puede ser -quede claro: “puede”, no es en modo alguna una afirmación categórica- el paso previo para un enfrentamiento militar, que seguiría a la actual guerra económica. China, en el aniversario 70 de su Revolución, exhibió un poderío bélico que dejó asombrado al mundo con su misilística hipersónica, incluso a Rusia (superando ya a Estados Unidos, y muy cerca técnicamente de la potencia euroasiática).

La Casa Blanca, muy hipócritamente, y secundada en la jugada por su acólito (¿perrito faldero?) de la Unión Europea, alzó sus baterías contra la “irresponsabilidad” china, supuestamente por no haber denunciado a tiempo la aparición de este nuevo virus en la ciudad de Wuhan. No se sabe a ciencia cierta cómo comenzó el virus (¿arma bacteriológica?, pero ¿de cuál de las dos potencias?, ¿mutación natural de un virus?, ¿accidente o acción premeditada?). Lo cierto es que hoy día mató gente. No mucha, comparada con otras catástrofes humanas (el hambre, la sed, las guerras). Pero para el discurso hegemónico del capital (eurocéntrico, blanco, racista, machista-patriarcal, heteronormativo… ¿lo que decía nuestro amigo en su correo, sintetizado como WASP?) la llegada del coronavirus, fundamentalmente por parte de Washington, es la oportunidad de encontrar “chivos expiatorios”. Los chinos son los “malos”, secundados por la OMS, que supuestamente habría jugado a favor de Pekín. Siempre hay un “malo” de la película, visión maniquea que alguna vez tendremos que aprender a desechar. Lo humano es infinitamente más complejo que “buenos” y “malos” (lucha de clases, dirá el materialismo histórico, pulsión inconsciente, dirá el psicoanálisis, visiones mucho más ricas que las mediocres películas de Hollywood, que siguen dominando nuestro pensamiento, y que incluso están presentes en mucho de la academia capitalista).

Que el gobierno chino miente, seguramente. Que los gobiernos capitalistas occidentales mienten: seguro (¿armas de destrucción masiva en Irak?, ¿peligro comunista de Nicaragua invadiendo Texas?, ¿“defensa de la democracia y la libertad” con toneladas de bombas, napalm y agente naranja?, ¿terrorismo islámico fundamentalista que requiere de guerras preventivas?, ¿narcotraficantes latinoamericanos que quieren desestabilizar el orden mundial?, .... la lista puede ser interminable). El actual confinamiento global es para evitar que explote el sistema, porque los servicios públicos de salud están super debilitados por culpa de las mismas políticas capitalistas. Pero eso no se dice, y se impulsa el espantoso pánico por este nuevo virus. El medicamento cubano, ahora producido en China, es útil, pero eso no se dice. La mentira es lo que domina la escena. A la población jamás, absolutamente nunca jamás los poderes le hablan con honestidad. No se trata de creer o no ingenuamente lo que dicen los medios o los políticos o las empresas. Mucho menos, la publicidad. “Usted no es un cliente. ¡Es un amigo!”, dicen los bancos. ¿Alguien se lo podrá creer? “La política es el arte de impedir que la gente se entrometa en lo que realmente le atañe, haciéndole creer que decide algo”, dijo Paul Valéry. De lo que se trata es de trabajar para construir ese nuevo mundo que supere al capitalismo, donde la gente de a pie (como quienes están leyendo esto) sean parte real de las decisiones que le atañen. ¿Llamaremos a eso democracia socialista? Seguramente. Y aclaremos una vez más: aunque China tenga un desarrollo económico científico-técnico deslumbrante y una Nueva Ruta de la Seda, todavía no es el socialismo que buscamos. Pero, sin dudas, con un Estado que funciona y un Partido Comunista que mantiene un ideario medianamente socialista, gestionó mejor la pandemia que los países capitalistas centrales (que siguen siendo, en esencia, WASP… y en el mundo no existen solo los WASP, no olvidarlo nunca).

¿Qué sigue a la pandemia? Por como van las cosas, más capitalismo. ¿Por qué habría de cambiar eso? Y para peor: quizá un capitalismo fortalecido, más autoritario y controlador. La búsqueda del socialismo, por tanto, sigue vigente.




viernes, 24 de abril de 2020

EPIDEMIA Y OTRAS CUESTIONES GRAVES EN GUATEMALA





Además de la situación crítica en el tema de la salud pública, es necesario saber que:

1.    En Purulhá, departamento de Baja Verapaz, así como en varias comunidades del departamento de Alta Verapaz, terratenientes usurpadores-ocupadores de tierras ancestrales, históricamente pertenecientes a los pueblos indígenas de la región, están persiguiendo a muerte a varios dirigentes comunitarios que luchan por sus reivindicaciones y en contra del despojo del que son víctimas. Abiertamente dicen que les buscan para "acabarles y no importa que se escondan bajo las piedras". Están pagando sicarios y tienen respaldo de ciertas autoridades públicas.

2.    Los despidos masivos en la administración pública han continuado y no se les está pagando su salario a muchos empleados contratados en el renglón 029. Es decir que en plena crisis del COVID-19 hay miles de trabajadores desempleados y sin posibilidades de recibir ingresos, sobreviviendo como pueden.

3.    En el departamento de Jalapa se han girado aproximadamente 30 órdenes de captura contra dirigentes comunitarios.

LA CRISIS NO ES SOLO SANITARIA, EVIDENTEMENTE.



jueves, 23 de abril de 2020

LA VEJEZ: ¿UN RIESGO?






Los límites nos aterran. El Psicoanálisis hace evidente lo que nos atemoriza a todos los seres humanos por igual: los límites. De ahí que siempre, en todo momento histórico y en toda forma cultural conocida, ese bicho tan raro que somos los Homo Sapiens Sapiens, hemos luchado contra ellos. Si algo patentiza esos límites, es decir: la carencia, el hecho de no ser completos ni eternos, son la sexualidad y la muerte. Ambas demuestran nuestra originaria finitud. La sexualidad nos muestra que siempre falta algo: o macho o hembra, no hay completud en juego. Por eso tapamos las diferencias que evidencian la incompletud, no queremos saber nada de ellas. En toda forma civilizatoria escondemos los órganos genitales externos (desde un taparrabos a la ropa más fina de la parasitaria realeza, desde un traje de baño “hilo dental” hasta la ropa de los astronautas); la constatación de que “algo falta”, es decir: que somos una cosa o la otra y no “todo”, nos aterra.

La patencia del otro límite, absoluto, que jamás puede ser transgredido, es la muerte. Como eso nos horroriza, la especie humana ha tratado en toda su historia de minimizarla, de alejarla lo más posible, de exorcizarla. Obviamente, sin resultado positivo. A no ser que consideremos que es una ventaja prolongar cada vez más las expectativas de vida. O sea: la edad a la que morimos. ¿Para qué queremos vivir tanto? Solamente por la fantasía en juego -siempre presente, aunque se diga ingenuamente que “a mí no me asusta la muerte”- de buscar la eternidad. Dicho de otro modo: de rechazar el límite, de resistirnos a la incompletud, a la finitud. Nadie quiere morir; el suicidio es un acto psicótico.

El cuerpo humano de la actual subespecie Sapiens Sapiens tiene un diseño anátomo-fisiológico cuya edad promedio ronda los 60 años, alcanzando su plenitud física y sexual a los 25, y la madurez intelectual a los 40. Después de cuatro décadas de vida, inexorablemente comienza la decadencia. Como alguien dijo “simpáticamente”: “si después de los 40 un día despertamos y no tenemos ningún dolor… ¡es que estamos muertos!”.

Cada cultura que transcurrió en la historia asume y maneja la vejez y la muerte de una manera distinta. De todos modos, la muerte siempre espanta, por eso se trata de procesarla con la menor angustia posible. En algunos casos, incluso, de un modo heroico se la puede ensalzar, se le pueden cantar loas (cualquier suerte de kamikaze, por ejemplo). En otras, la partida de alguien es celebrada con fiestas, con alegría (¿negación maníaca?).

La vejez es la antesala del final. En las civilizaciones de cazadores y recolectores y en las agrarias sedentarias, milenarias todas ellas (mucho de ello aun persistiendo en el capitalismo desarrollado global de hoy día, en buena medida en forma marginal), la vejez era reverenciada. Los ancianos de las tribus constituían el grupo de dirección, el segmento que guiaba. Eran los que sabían, los que podían conducir al colectivo en vista de su larga experiencia de vida. Por el contrario, el capitalismo hiper desarrollado actual necesita cada vez más una fuerza de trabajo especializadísima. En muchos segmentos, un título universitario ya no alcanza; son precisos post grados (más allá del negocio que pueda haber en juego, en tanto parte de la mercancía “educación”), llegándose a los post-doctorados, obtenidos mucho después de los 30 años, para recién ahí incorporarse plenamente al mercado laboral. Los ancianos, para el capitalismo consumista, sobran (no producen y consumen poco).

Sin dudas, la fantasía de la vida eterna, de la prolongación al infinito de la juventud como sinónimo de inmortalidad, nos marca como especie. En toda cultura puede encontrarse esa búsqueda, expresada en forma de mito, leyenda, religión. El rechazo de la muerte -dicho de otra manera: la juventud eterna- está siempre presente. El capitalismo moderno con su portentoso desarrollo científico-técnico ha logrado extender la esperanza de vida en forma creciente. Y la fantasía… ¿parece hacerse realidad? (la persona más longeva llegó a los 122 años).

Con el mejoramiento general de las condiciones de vida, la misma viene alargándose cada vez más. En 1950 la población mundial de más de 65 años era el 5%; para el 2000 ya llegaba al 7% (se le llamaba “tercera edad”). Las proyecciones indican que para 2050 esa población será el 16% del total (“cuarta edad”, los mayores de 80). Las diferencias entre países son notorias, replicando la estructura global, pues mientras Japón o los escandinavos alcanzan en promedio los 85 años, los más pobres de África no pasan los 52. “Vivir hoy más años es un hecho muy positivo que ha mejorado el bienestar individual. Pero la prolongación de la esperanza de vida acarrea costos financieros, para los gobiernos a través de los planes de jubilación del personal y los sistemas de seguridad social, para las empresas con planes de prestaciones jubilatorias definidas, para las compañías de seguros que venden rentas vitalicias y para los particulares que carecen de prestaciones jubilatorias garantizadas. Las implicaciones financieras de que la gente viva más de lo esperado (el llamado riesgo de longevidad) son muy grandes”, dice el Fondo Monetario Internacional.

Entonces, si la longevidad es un “riesgo”, ¿por qué sería positiva? ¿Cuánto habría que vivir, dado que algunos “viven más de lo esperado”? Además de la fantasía de vencer los límites ganándole -ilusoriamente- la pulseada a la Huesuda, ¿cuál es el beneficio de envejecer tanto? ¿Terminar en un asilo? ¿Padecer demencias seniles o Alzheimer, dado que el cerebro no está hecho para resistir en buenas condiciones tanto tiempo? Cuerpos ya deformados que no se hacen atractivos objetos sexuales, y en los varones impotencia casi segura, ¿cuál es la razón de seguir prolongando artificialmente la vida? ¿Alguien lo puede explicar?

miércoles, 22 de abril de 2020

LAS CRISIS SACAN LO MEJOR Y LO PEOR




En momentos críticos -catástrofes que conmocionan, como el actual pánico inducido que se vive, producto del incesante bombardeo mediático- aflora lo mejor y lo peor de nuestra humana condición.

La solidaridad puede dispararse, como de hecho lo estamos viendo, con numerosos ejemplos por todos lados. Y también el más primario egoísmo (varios retornados de Estados Unidos, esos que mandan remesas y mantienen las economías locales de Guatemala, han querido ser agredidos por la gente, “enloquecida” por el pánico dominante, ante la idea que puedan ser portadores del coronavirus).

A QUIÉN CONDENAR: ¿A LOS QUE INTENTAN AGREDIR O A LA CORPORACIÓN MEDIÁTICA QUE NOS LLEVÓ A UN CLIMA DE TERROR DEMENCIAL?




lunes, 20 de abril de 2020

EL PODER DE LA RELIGIÓN





En alguna ciudad de provincia de algún país latinoamericano, a mediados de la década de los 80 del siglo XX, Floridalma lloraba su desgracia en secreto. Hija única de don Hermenegildo B. y doña Teresita de B., los terratenientes más ricos de toda la zona, con sus 34 años cumplidos veía que su soltería se empezaba a eternizar.

Fiel devota de la iglesia, tres veces por semana asistía a misa. Los domingos, infaltable, estaba en el servicio de las 11, con sus padres y con sus mejores galas. La población del lugar, en voz baja, se preguntaba cómo era posible que con su belleza deslumbrante, y la herencia igualmente deslumbrante que le correspondía, no consiguiera novio. Lo mismo se preguntaban sus padres.

A Floridalma ese tema se le hacía sumamente irritante. Como sus allegados lo sabían, preferían no mencionarlo. Si alguien desconocido tenía la mala idea de preguntarle por su estado civil, la joven reaccionaba airada. Pocas veces sucedía, pero cuando se daba, era de antología (de antología de terror, claro). Por ejemplo, si inadvertidamente alguien que no la conocía le decía “señora”, Floridalma reaccionaba furiosa gritándole agriamente “¡señorita!”. Y si el desconocido, para suavizar las cosas, intentaba mostrar su sorpresa agregando alguna frase endulcorada: “¿de verdad?, no lo puedo creer…, alguien tan bonita como usted”, no era improbable que recibiese un tremendo improperio (una vez le pegó a un cobrador con un paraguas). Dada la situación económica de su familia (“Es la hija de don Hermenegildo”, se decía con respetuosa actitud y en voz baja), nadie osaba criticar esos berrinches.

Floridalma prefería no hablar con nadie de su situación; la sufría en silencio, muy privadamente. A veces, sola en su lujoso cuarto plagado de flores y barrocos adornos, lloraba su desgracia. Ella no entendía por qué le pasaba esto. Sentía hacer su mejor esfuerzo para abrirle la puerta a algún pretendiente, pero el príncipe azul no llegaba. Ni siquiera un celeste desteñido, un grisáceo plomizo, ¡un incoloro!…

En el pueblo la gente murmuraba. ¿Por qué sería que una mujer tan atractiva como ella no conseguía casarse? Alta, de escultural figura, renegrido pelo hasta la cintura, prominentes seños y enloquecedores ojos tan negros como su cabello, siempre bien vestida y perfumada, era llamativa su soltería. Las especulaciones no faltaban. “Parece que anda a escondidas con el cura, el padre Andrés”, “¿será que le gustan las mujeres?”, “es hermafrodita”, “don Hermenegildo tiene relaciones incestuosas con ella y le tiene prohibido casarse para que no se pierda la herencia” … Una más pintoresca, o loca, que otra, constituían la comidilla obligada de la gente.

Eran numerosos los candidatos que habían intentado acercarse, pero a todos la hermosa joven les encontraba impedimentos. Sin dudas, quería desposarse, aunque sus acciones parecían desmentirlo. Floridalma era virgen de cuerpo y alma. Así solía decir, enalteciéndose. Pero ella quería perder esa condición. Alguna vez, entre las poquísimas veces que hablaba de sí misma, le había confesado a su prima Mónica -quizá su única confidente- que nunca jamás se había masturbado.

Sin que nadie lo supiera, rezaba cada día y le pedía al Sumo Hacedor de sus días -sin confesarlo en voz alta a nadie, por supuesto- que llegara el ansiado pretendiente. “Ay, San Antonio Bendito: mándame un novio, aunque sea feíto”. El padre Andrés, cuarentón bien fornido, que se comentaba tenía dos hijos por allí, no podía dejar de mirarle el escote en cada confesión -escote, por cierto, siempre prominente, que dejaba ver unos pechos duros, turgentes, a la espera de ser tocados por alguien alguna vez-. La aconsejaba buenamente, pidiéndole calma, indicándole que “dios sabe lo que hace”, y que, si de momento no le había enviado el candidato, era porque así estaría “predestinada”.

¡Predestinada tu madre!”, pensaba ocultamente Floridalma, mientras ponía la mejor cara beatífica, y con fingida candidez asentía el decir del sacerdote.

Casi siempre iba con la Biblia en su mano. Durante mucho tiempo había estado encargada de los cursos de catequesis con grupos juveniles en la parroquia de su barrio. Solía leer las Sagradas Escrituras, y no era infrecuente verla en cualquier momento hojeando el santo libro. “¡Qué santa!, ¡Qué buena católica!”, solían decir.

Hasta que un día de tantos, apareció el esperado candidato. El profesor Tadeo K., de ascendencia alemana, recién llegado al pueblo para hacerse cargo de la dirección del colegio privado de enseñanza media -institución con ínfulas de grandeza, pues daba clases en español e inglés, y ahora agregaría alemán- era un apuesto joven de ojos profundamente azules y rubia cabellera. Según dijeron luego algunas lengas viperinas, esas que nunca faltan, sus abuelos habían sido jerarcas nazis escapados de Europa, que habían recalado por estas tierras. Definitivamente, el joven mantenía el porte y la arrogancia de un jerarca.

Fue verse y mutuamente quedar prendados el uno del otro. En pocos meses, se consumaría la boda.

Las familias de ambos novios estaban que desbordaban de alegría. Tadeo era un tímido incurable, y con sus 36 años también parecía destinado a la soltería. Sus padres ya habían perdido las esperanzas de tener nietos. La noticia del casamiento los emocionó.

La familia de don Hermenegildo y doña Teresita, dada su capacidad económica, regaló una lujosa casa a los recién casados. Todo parecía un cuento de hadas.

Pero no hay cuentos de hadas. Unos días antes de la boda, en el cuerpo de Floridalma aparecieron unos pequeños puntitos rojos, unos granitos. Insignificantes, no molestaban, y la joven no les prestó mayor atención. Para la noche del casamiento, los mismos comenzaron a picar. Cuando se ponía su costoso vestido blanco, la madre pudo verlos en la espalda de su hija. Preguntó a la novia por esa erupción, pero la respuesta de la muchacha minimizó la cuestión. “No pican”, dijo con gran seguridad.

Pero picaban. Y bastante. Durante toda la luna de miel -viaje a G., en un lujoso hotel, también obsequiado por la familia de Floridalma- la comezón se hizo insoportable, y la erupción se expandió por casi todo el cuerpo, alcanzando brazos y piernas. Floridalma, fuera de su ginecólogo, al que consultaba muy raramente, nunca se había desnudado ante un hombre. Por motivo de este molesto sarpullido, tampoco quiso hacerlo ante su flamante esposo. La embargaba una profunda vergüenza, no quería mostrarse así, “deformada, monstruosa”, según se figuraba.

Tadeo, que muy raras veces había visitado mujeres, supo esperar. Disfrutaron los días de vacaciones como dos buenos amigos, paseando por la ciudad, guardándose el sexo para más tarde, “cuando desaparezcan estas manchitas”, como dijo Floridalma.

Las mismas, sin embargo, no se quitaron. Por el contrario, se extendieron más aún, empeorándose. De pequeños puntos rojos, se fueron transformando en pústulas. Comenzaron las molestias o, mejor dicho, se acentuaron hasta hacerse insoportables.

Dormían siempre vestidos. Floridalma utilizaba un camisón, herencia de su abuela, que le hacía parecer personaje de algún decimonónico cuadro impresionista. Se abotonaba desde el cuello hasta los tobillos; no quería que su esposo le viera las “horribles manchas”. Por supuesto, no tenían relaciones sexuales. Para ella hubiera sido tremendamente vergonzante dejarse ver en esas condiciones.

Marcharon a la ciudad capital en búsqueda de un dermatólogo. Consultaron con el más prominente, el Dr. W., quien no dio las mejores y esperanzadoras noticias. Floridalma debería someterse a un largo y penoso tratamiento, que no aseguraba forzosamente terminar con las erupciones, pero sí al menos aminorar el sufrimiento.

Las molestias se hacían ya insoportables. Cada día debía ser cambiada la ropa de cama, dado que cada mañana aparecía manchada de sangre y de pus, producto de las heridas abiertas de la pobre joven. Tadeo, “el más angelical de los esposos” según Floridalma, llevaba su abstinencia con estoicismo. Ya iban seis meses de casados, y no habían pasado de algunos besos; antes, en la boca, más recientemente, en la mejilla, “para evitar dolores”, decía. El desesperado esposo, en secreto, pensaba en visitas a prostitutas; pero no pasaba de ensoñaciones. En lo más hondo sabía que no se atrevía. Su amor por su esposa era infinito, así no hubiera sexo. Se sentía obligado a ayudarla en este momento difícil.

Lo único que Floridalma no tenía corroído por la espantosa enfermedad era el rostro. Su estado general iba desmejorando día a día. La última visita al médico fue lapidaria: cáncer de piel. El Dr. W. habló serenamente, con afiatada actitud profesional: “no más de seis meses”.

La joven se aferró apasionadamente a la religión, mucho más de lo que lo había hecho toda su vida. Se hizo construir un pequeño altar en su cuarto, donde pasaba orando horas y horas. Jamás se separaba de su Biblia, que leía con pasión. Tadeo tuvo la idea, rápidamente desechada casi con pavor, de solicitarle una relación sexual, la primera y la última, para que le quedara ese recuerdo. Pero no se atrevió.

Los últimos días de Floridalma fueron terribles. Postrada en su lecho, los dolores la desesperaban. Los calmantes ya no le hacían efecto. El sufrido esposo estuvo con ella hasta el final.

Lo primero que hizo Tadeo luego del funeral -concurridísimo, donde asistió literalmente toda la población del pueblo, desde el Alcalde hasta el último mozo de la hacienda de don Hermenegildo- fue marchar a la ciudad. Dijo que debía realizar trámites en el Ministerio de Educación, pero en realidad se permitió visitar un lujoso lupanar. La culpa, seguramente, le impidió tener erección.

Unas semanas después del fallecimiento de la finada Floridalma, “que dios todopoderoso tenga en su santa gloria”, algunos familiares recogieron sus ropas y pertenencias, en muchos casos, para donar a obras pías, de las que la extinta era tan afecta. Para sorpresa de quienes ordenaban las cosas, en la Biblia, esa que siempre llevaba como pegada a sus manos, encontraron varias fotos pornográficas disimuladas entre las páginas.

Eran 6 páginas de una revista sueca, las mismas, exactamente las mismas que más tarde se descubrieron faltaban en esa comprometedora publicación hallada en el cuarto del padre Andrés.



sábado, 18 de abril de 2020

jueves, 16 de abril de 2020

EL SOCIALISMO SÍ PUDO CONTRA EL CORONAVIRUS. EL CAPITALISMO NO



ESTADOS UNIDOS (CAPITALISTA): 27,000 muertos, y sigue la epidemia.

CHINA (SOCIALISTA): 3,342 muertos, y epidemia controlada. ¡¡Utilizando el medicamento cubano Interferón Alfa 2B, prohibido por Estados Unidos!!

“En esta economía global, ¿por qué la administración de Trump rechazó las ofertas de equipos de prueba esenciales y suministros médicos de China, e incluso de la Organización Mundial de la Salud? No se debe solo a la creciente hostilidad de EEUU hacia el sorprendente nivel de desarrollo de China. Tampoco está impulsado solo por ideólogos de derecha.
La atención médica existe con fines de lucro. Los kits de prueba y suministros médicos gratuitos o de bajo costo amenazan el impulso capitalista de sacar provecho de cada transacción humana. Las compañías farmacéuticas, médicas y de seguros son las corporaciones más rentables en EEUU en la actualidad. Junto con el petróleo y las llamadas corporaciones de defensa, dominan el capital financiero. (…)
La naturaleza no planificada y competitiva de la producción capitalista distorsiona toda interacción social. La especulación salvaje y las burbujas de ganancias rápidas son la norma.”

Sara Flounders: “La planificación socialista de China y Covid-19
https://www.lahaine.org/mundo.php/la-planificacion-socialista-de-china