El pensamiento de derecha, conservador,
pro-capitalista, esgrime el argumento que la larga permanencia de un mandatario
en su cargo es nociva, por “antidemocrática” (Fidel Castro, Evo Morales);
casualmente, los vilipendiados son siempre socialistas. Argumento, por cierto,
muy discutible (en nombre de la democracia se puede hacer cualquier cosa), pues
otros dirigentes no socialistas permanecieron igual o mayor período, y nunca se
dijo nada en su contra: Angela Merkel en Alemania: 20 años; Benjamín Netanyahu
en Israel: 25 años; Yoweri Museveni en Uganda: 31 años (como es de derecha y
Uganda no cuenta en el concierto internacional, nadie dice una palabra); Vladimir
Putin en Rusia, 20 años (¿con la fortalecida potencia rusa nadie se atreve a
meter?); la Reina Isabel II, Gran Bretaña: 66 años (¿y esta aberración
anacrónica, medieval? ¿Quién la eligió: Dios?)
jueves, 30 de abril de 2020
miércoles, 29 de abril de 2020
¿POR QUÉ ESTAMOS TAN “ENLOQUECIDOS” CON LA PANDEMIA?
Porque los formadores de opinión pública manipulan el pánico hasta el
cansancio. En otros términos: pensamos lo que la corriente nos obliga a pensar.
¿Quién podría hablar ahora de aumento de salarios, de la destrucción de los
servicios públicos por el neoliberalismo, del calentamiento global? Hay que
repetir mansamente lo que nos dicen que hay que repetir. Somos rebaño… ¡hasta
que abramos los ojos!
PARA MUESTRA, ESTE VIDEO.
martes, 28 de abril de 2020
LAS MUERTES NO SON TODAS IGUALES
En estos 5 meses de infección del COVID-19, se
produjeron más de 200,000 muertes en el mundo, llevando Europa (125,000) y
Estados Unidos (60,000) la peor carga. Las regiones más pobres del planeta no
se evidencian tan afectadas: África 1,500 fallecidos, Latinoamérica 8,000
decesos, Sudeste asiático 8,000, Medio Oriente 6,000 muertes, Oceanía 108.
Es probable que las cifras de las zonas más
empobrecidas del mundo estén subvaloradas, por la falta de recursos para llevar
registros rigurosos. De todos modos, es un hecho que presentan índices mucho
más bajo que las potencias capitalistas occidentales (porque hay menos ancianos
-donde más golpea la enfermedad- y la población viaja menos -por tener menos
recursos-, con lo que el virus se esparció en menor medida).
Pero en el mismo período de tiempo (5 meses) en que
el coronavirus producía esos efectos en el mundo, también había muertos por
otras causas (DE LAS QUE NO SE HABLA):
HAMBRE: 2,100,000
DIARREA (por falta de agua potable): 1,650,000
MALARIA: 300,300 (solo en países tropicales)
VIH/SIDA (en África, la región más infectada): 205,725
¿TODAS LAS MUERTES VALEN IGUAL… O NO?
lunes, 27 de abril de 2020
¿FIN DEL CAPITALISMO?
Se ha dicho, quizá con un exceso de esperanza, que luego de la actual
crisis nos espera un nuevo orden mundial más equitativo. A decir verdad, no
está claro cómo empezó todo esto del virus, si efectivamente hay agenda oculta,
si hay fuerzas que se benefician de la crisis. Si las hubiera, con seguridad no
es el campo popular el que saldrá ganando. Que esto abra posibilidades de
cambio, de transformación social real, está por verse. Pero que necesariamente
hará emerger un nuevo orden mundial más solidario, justo y equitativo: ¿no
suena a puro deseo? En ese sentido: sería hermoso que terminara
la explotación capitalista y surgiera ese mundo solidario, justo y sin
exclusiones ni egoísmos (algo así como un paraíso), pero eso no pasa de formulación
de un anhelo, una buena intención. La pandemia, ¿por qué traería ese cambio? No
sería improbable (al contrario: ¡es lo más probable!) que luego de la tormenta
los capitales salgan fortalecidos. “El
capitalismo no caerá si no existen las fuerzas sociales y políticas que lo
hagan caer”, decía con exactitud el
dirigente de la Revolución Rusa Vladimir Lenin.
domingo, 26 de abril de 2020
ARENGA
Compañeros:
Sabemos que en esta misión nos va la vida. Pero no importa.
Desde siempre hemos tenido claro cuál era nuestro objetivo, qué superiores
intereses rigen nuestro actuar. Seguramente la gran mayoría de nosotros va a
morir en el intento, pero eso no debe acobardarnos. De nuestro esfuerzo, de
nuestra accionar digno, glorioso, inmortal, surgirá vida. De nuestro final como
individuos el colectivo se verá beneficiado. Es por eso, compañeros, que no
debemos estar tristes. Sabemos que si morimos, estaremos dando aliento a otros
intereses más nobles, más trascendentes. Pero bueno, basta de palabras. ¡A la
acción concreta! ¡Salgamos, espermatozoides!
sábado, 25 de abril de 2020
EL VIRUS DE LA HIPOCRESÍA
La pandemia existe, los
muertos ahí están, pero algo no termina de estar claro. En estas semanas se ha
desatado una alarma monumental a escala planetaria, una psicosis colectiva que
ha orillado a buena parte de la población mundial a un estado verdaderamente de
pánico irracional, de terror. Primero fueron las compras enloquecidas (el papel
higiénico, por ejemplo), luego las mascarillas, que en algunos casos hasta decuplicaron
sus precios (y en algunas circunstancias, se vendieron recicladas). Tampoco faltaron
agresiones contra portadores del virus en distintas partes del mundo, o contra sospechosos
de serlo. Incluso se llegó a la aberración de atacar a personal de salud
(médicos/enfermeros) por ser posibles agentes transmisores. A partir de la
declaración del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de “virus chino”,
no faltaron tampoco agresiones y discriminaciones contra población con rasgos
orientales en cualquier parte del orbe.
En otros términos:
estamos viviendo un clima absolutamente enrarecido, inusual, enfermizo. Vivimos
una prisión forzada, en algunos casos con toque de queda, y un 50% de la
población planetaria sigue encerrada, ya sin saber qué hacer durante este
confinamiento. Haciendo evidente lo que ya es más que sabido, pero en general
silenciado (el 80% de las violaciones sexuales suceden en los hogares y las
perpetran varones conocidos por las víctimas), la violencia contra las mujeres
se disparó en forma exponencial durante la cuarentena. Las consecuencias de
este clima enrarecido, inusual, son patéticas.
Como tan inusual es el
clima, inusual también es la interminable profusión de cosas que se dicen al
respecto de la pandemia (el presente texto es una más de tantas tonteras que
circulan por allí), desde análisis sesudos hasta visiones apocalípticas, desde chistes
sobre la situación para descomprimir la angustia hasta visiones
conspirativo-paranoicas. Está claro que nadie tiene el conocimiento total de lo
que está sucediendo (nunca, en ningún campo, se puede tener el conocimiento
total). Quizá la complejidad del momento actual nos rebase a todos (¿habrá
alguien que sabe lo que va a suceder?), por eso esta apremiante búsqueda de
respuestas, comentarios, aseveraciones, chistes, modos diversos de encontrar
sentido a este fenómeno que nos convoca y nos golpea. Lo que sí está
definitivamente claro es que el pánico, la zozobra, la manipulación mediática
intencionada que hay en todo esto, obliga a hablar. Y hablamos, por supuesto, a
partir de la poca confiable (o muchísima, pero confusa) información que circula. ¿Cómo
saber dónde está lo confiable?
¿Por qué este pánico
irracional? Algo hay tras todo ello, pero los ciudadanos comunes no podemos
saberlo. Como siempre, la historia se mueve de espaldas a las masas. Las
grandes decisiones son tomadas en secreto por pequeñísimos grupos de poder, en
las sombras; los colectivos las padecemos. Hasta que alguna vez reaccionamos. Las
revoluciones son posibles, y la historia de la humanidad, en definitiva, es una
historia de revoluciones, de violentos choques sociales. Sigamos albergando la
esperanza en cambios: el capitalismo, por ejemplo, no es eterno. Pero solo no
caerá; habrá que hacer algo al respecto. Lo cierto es que las líneas maestras
de la historia no las decidimos en asamblea popular. Al menos hasta ahora (el
socialismo es la esperanza de que así comience a suceder).
¿Por qué decir todo
esto? Porque la actual pandemia que se abate sobre el mundo tiene aspectos poco
claros que abren interrogantes. Definitivamente la enfermedad denominada
COVID-19 existe. Y como toda enfermedad, tiene un grado de peligrosidad. Pero
justamente aquí se abren las dudas. Según un reciente estudio realizado por el Imperial College de Londres su grado
de letalidad es de 1,38%. No hay que minimizarla; es más que una gripe común,
pero no es una patología especialmente dañina, porque todo indica que muchísima
gente la cursa asintomáticamente (se dijo que por cada infectado con síntomas
podría haber hasta 10 infectados asintomáticos). Su desarrollo es relativamente
corto: desde el inicio de los síntomas hasta el alta hospitalaria es de
aproximadamente 25 días.
No es letal en toda la población, sino que el índice de mortalidad muestra que
entre el 95 y 97% de las muertes ocurre en la llamada Cuarta edad (mayores de
80 años). Es altamente contagiosa, eso está claro (un infectado puede trasmitir
el virus a 3 o 5 personas más). Pero si no es tan letal, ¿por qué tamaño
revuelo global, que llega a alterar la economía -el dios intocable del sistema
capitalista- y la psicología cotidiana de prácticamente la totalidad de la
población mundial?
Insistamos: los mortales comunes, los que no decidimos
las alzas y bajas en las Bolsas de Valores, los que no somos tenidos en cuenta
para decidir las políticas que afectan a grandes mayorías sino a través de esa
pantomima ridícula de emitir un sufragio cada cierto tiempo, quienes no
decidimos las guerras, es decir: la prácticamente totalidad de la población
mundial, manejada de un modo artero a través de los medios de comunicación (“Una
mentira repetida mil veces se transforma en una verdad”, enseñó Goebbels), nunca
sabemos bien de qué se tratan estos fenómenos que dominan nuestras vidas. Ahora
llegó la pandemia y hay que guardar cuarentena porque, según se nos dijo,
“estamos ante una enfermedad terrible”. “Los
resultados preliminares sugieren que un porcentaje relativamente pequeño de la
población puede haber resultado infectado, incluso en áreas fuertemente
afectadas”, dijo recientemente el director de la OMS, Tedros Adhanom
Ghebreyesus. Entonces, ¿qué creer?
Hemos sido llevados a
un grado de desesperación llamativo. ¿No es llamativo, justamente, que otras
afecciones infinitamente más peligrosas, u otras catástrofes humanas como el
hambre o la catástrofe medioambiental, flagelos realmente preocupantes, pasen
desapercibidos, no se combatan con toques de queda ni ejércitos en las calles
ni siquiera figuren, o lo hagan muy tibiamente, en las agendas mediáticas?
¿Será que estamos ante este “fin del mundo” porque las víctimas son ciudadanos
del mal llamado Primer Mundo (Estados Unidos y Europa Occidental)?
Un
brillante intelectual de izquierda, latinoamericano, ahora residente en Europa,
me decía en un correo privado (que, por tanto, no permite revelar su
identidad): “El virus no mata a nadie, pero a nadie, con menos de 40 años:
es un hecho. Bueno, a no ser que estés en contacto diario con enfermos (léase
sanitarios), pero incluso así la mortalidad es de cero coma. Ahora, a los
viejecitos sí se los come con patatas. Y eso para el Estado es una buenísima
noticia, no nos engañemos. Y está claro: todo este bombo es porque padecen los
WASP y sus acólitos, así ha sido siempre (solo que antes fueron los
protestantes del norte de Europa, antes todavía los que vivían en el
Mediterráneo, antes los griegos, antes los babilonios, antes... los que dominan
y escriben la historia). ¿Pero a quién le importa África, etc.? ¿A quién le
importa el noma, por ejemplo, esa terrible enfermedad?” [¿Alguien sabe qué
es el noma? ¿A alguien le importa? Según la Organización Panamericana de la Salud
-OPS/OMS- “el noma, o cancrum oris, es una infección de
gangrena de acción rápida que destruye las membranas de moco de los tejidos
orales y faciales. Se desconoce la etiología exacta de ello, pero con mayor
frecuencia ocurre en los niños “malnutridos” que viven en las áreas con el
saneamiento deficiente. El noma no se ha notificado ampliamente en la América
Latina y el Caribe, pero aproximadamente 140,000 nuevos casos se diagnostican
anualmente. La tasa de mortalidad es cerca de 8.5%. Es sumamente prevalente en
África subsahariana”.]
Efectivamente, si se
contrastan cifras -esas a las que son tan afectos quienes manejan el mundo y fijan
las políticas que las mayorías sufrimos: “Un muerto es una tragedia, un
millón de muertos una estadística”- vemos que hay 24,000 personas muertas
al día por hambre o por afecciones ligadas a la malnutrición -como el noma, por
ejemplo-, o que 11,000 seres humanos mueren al día de diarrea por falta de agua
potable, o 2,000 mueren de malaria, pero eso pasa en los países tropicales
donde no hay WASP (o están, a lo sumo, en alguna ONG caritativa que “ayuda” en
esos países “salvajes”). ¿Habrá que tomar en consideración lo dicho por este
analista respecto a la situación, tomar en serio su pregunta por ese “bombo”,
por ese estruendo mediático? ¿Será por los WASP, como decía nuestro amigo?
Todas las personas
valen por igual, pero evidentemente, algunos son más “iguales” que otros. No
hay ni cuarentenas, ni medidas militares, ni pánico mediático por los muertos
diarios del Tercer Mundo (por hambre, de sed, por las guerras), pero sí
-curiosamente- por los ancianos de los países “desarrollados”. Algo no encaja.
Si se llegó a este
llamativo estado de psicosis generalizada (tenemos miedo y desconfianza del
vecino) por una enfermedad que realmente no es tan peligrosa, ¿qué hay detrás?
¿Solo sacrosanto interés por la salud de la población? No parece ser cierto.
Se podrían pensar
varias cosas para entender esta monumental alarma y pánico inducido, este clima
de fin del mundo que se nos hace vivir.
1)
El
sistema capitalista está haciendo agua; la crisis financiera global de los
capitales parásitos ha reventado. Se está ante una situación igual o peor que
la Gran Depresión de 1930. El “Armagedón” de la pandemia sirve como “elegante”
salida a la crisis. Los recortes presupuestarios y el empobrecimiento
generalizado de las poblaciones que podrán seguir a la alarma sanitaria global
seguramente serán terribles, pagadas -naturalmente- por el campo popular. Los
capitales, los grandes megacapitales, muy probablemente saldrán indemnes,
incluso fortalecidos. En tal sentido, la pandemia le sirve al sistema (¿se
sacarán de encima, de paso, unos cuantos ancianos evitando pagar pensiones, ese
“riesgo de longevidad” del que habla la gran banca mundial?)
2)
Sirve
también para disciplinar a las poblaciones. Quizá, como efecto secundario de la
enfermedad, esta llamativa militarización de los espacios sociales es un
preámbulo de lo que podrá seguir en un capitalismo post-pandemia (porque
socialismo, evidentemente, no habrá): poblaciones hiper controladas, con “distanciamiento”
social, con trabajo desde la casa, sin aglomeraciones (siempre peligrosas para
el statu quo).
3)
Como
los sistemas de salud pública (en el Norte y en el Sur) están tremendamente
debilitados por los años de neoliberalismo que destruyeron a los Estados
privatizando todo, una emergencia sanitaria de alto calibre puede resultar
catastrófica. Para evitar el colapso de lo poco que queda de los sistemas
públicos (¿y posibles estallidos sociales concomitantes?), y dado que el virus
es altamente contagioso (aunque no muera mucha gente, hay que hospitalizarla,
ancianos básicamente) la orden es evitar a toda costa las transmisiones. De ahí
estas políticas de confinamiento tan llamativas, cosa que no sucede con las afecciones
de los no-WASP (¿que se mueran los pobres del Tercer Mundo? Eso no importa
tanto).
4)
Quizá
desde una lectura conspirativa de los hechos, puede preguntarse por qué tanto
interés en la futura vacunación. La enfermedad no es especialmente letal,
aunque muy contagiosa. Lo increíble es que sí existe cura (cosa de lo que la
corporación mediática capitalista no habla). Un medicamento generado en Cuba,
ahora producido industrialmente en China, el Interferón alfa 2B, y prohibido
por Estados Unidos, se mostró efectivo para detener la epidemia en Wuhan. Valga
decir que 45 países lo han solicitado, pero Estados Unidos
tiene prohibida su comercialización, y la corporación mediática comercial ni
menciona el tema. ¿Por qué este interés tan exacerbado en la vacuna preventiva?
Obviamente eso da para conjeturar variedad de hipótesis, tal como se ha dicho,
que la pandemia está inducida para realizar la vacunación masiva posteriormente.
¿Qué se inocularía allí? Más allá del posible tenor paranoico en juego, tiene
sentido abrirse esa pregunta.
Lo
que está claro es que el sistema capitalista se movió, como lo hace siempre,
como no puede hacerlo de otro modo, muy hipócritamente. Sin querer en absoluto
hacer una entronización del actual modelo chino, no puede dejar de reconocerse
que su manejo de la epidemia fue más exitoso que el llevado adelante en Estados
Unidos o en Europa. Pekín informó, con el último conteo realizado al alza, de 4,642
fallecidos. En territorio estadounidense ya van 30,000. “En esta economía
global -se pregunta Sara Flounders en
su texto “La planificación socialista de China y Covid-19”- ¿por qué
la administración de Trump rechazó las ofertas de equipos de prueba esenciales
y suministros médicos de China, e incluso de la Organización Mundial de la
Salud? No se debe solo a la creciente hostilidad de EEUU hacia el sorprendente
nivel de desarrollo de China. Tampoco está impulsado solo por ideólogos de
derecha. La atención médica existe con fines de lucro. Los kits de prueba y
suministros médicos gratuitos o de bajo costo amenazan el impulso capitalista
de sacar provecho de cada transacción humana. Las compañías farmacéuticas,
médicas y de seguros son las corporaciones más rentables en EEUU en la
actualidad. Junto con el petróleo y las llamadas corporaciones de defensa,
dominan el capital financiero. (…) La naturaleza no planificada y
competitiva de la producción capitalista distorsiona toda interacción social.
La especulación salvaje y las burbujas de ganancias rápidas son la norma.”
Definitivamente, una economía planificada, con un Estado que brinda los
servicios básicos, está en mejores condiciones de afrontar estas crisis que un
modelo de feroz libre mercado.
Lo
cierto es que países que han mantenido Estados sin los recortes impuestos por
el neoliberalismo, como Corea del Sur por ejemplo (que ya sufrió otras
epidemias hace poco tiempo), nación eminentemente capitalista, o Vietnam, con
un socialismo sui generis, o la República Popular China, con su
particular modelo de “socialismo de mercado”, pudieron gestionar mucho mejor la
crisis que los Estados debilitados. En el Norte próspero (Estados Unidos y
Europa Occidental) las muertes se dispararon tan espectacularmente porque 1)
tienen poblaciones más longevas que el Tercer Mundo, y es allí donde más golpea
la enfermedad, y 2) porque allí las poblaciones, por su poder económico, viaja
mucho más, con lo que es más fácil esparcir el virus.
En estos tiempos de crisis, mientras el presidente Donald
Trump, pensando en su reelección de noviembre próximo, y con un ánimo
hipócritamente oportunista, ataca a China por su “criminal” papel al “haber
difundido la afección por el mundo”, el gigante asiático, en una muestra de
solidaridad sin par, ha donado más de un millón de máscaras y otro material
médico a Corea del Sur, 5,000 trajes protectores y 100,000 máscaras a Japón y
12,000 kits de detección a Pakistán, llevado personal y equipo sanitario a
Italia (junto con Cuba y Rusia), mientras ponía a disposición de la población
mundial un pormenorizado manual, traducido a numerosas lenguas, para la atención
del COVID-19.
Valga
aclarar rápidamente que la República Popular China no es, precisamente, el
paradigma de socialismo al que pueda aspirarse. Sin dudas, ahí pasaron cosas
importantísimas en estos últimos 70 años: la Revolución de 1949 con el
liderazgo de Mao Tse Tung, las reformas de libre mercado con Deng Xiao Ping en
los 80 del pasado siglo, la acumulación de capitales fenomenal que comenzó a
darse a partir de ese entonces, el confuso “socialismo de mercado”
de estos últimos años, el salto científico-técnico espectacular que la pone a
la vanguardia mundial en muchos aspectos (inteligencia artificial,
telecomunicaciones, super computadoras). Estados Unidos, la principal potencia
capitalista, ve en este despertar de China un serio oponente a su hegemonía
mundial. En estos últimos años, con su espectacular avance económico, el país
asiático sacó de la pobreza a 500 millones de habitantes, pero no nos
equivoquemos: China transita un complicado, confuso, quizá engañoso camino que
no es socialista. La clase trabajadora mundial no puede mirarse en ese espejo.
Hay, eso sí, un Estado fuerte manejado férreamente por el Partido Comunista,
con un lenguaje medianamente “socialista”, pero con una inmisericorde
explotación de la fuerza laboral, con una extendida burocracia, premiándose el
enriquecimiento personal: “Ser rico es
glorioso”, pudo decir Deng Xiao Ping
en el auge de las reformas, apelando al más descarnado pragmatismo: “No
importa si el gato es blanco o negro; lo importante es que cace ratones”.
Sin la posibilidad de ampliar ese debate en este mediocre opúsculo, entender el
fenómeno chino y pensar ese “socialismo” es tarea urgente para los
revolucionarios de todas partes del mundo. Lo cierto es que China, sin disparar
un solo tiro, está cada vez mucho más presente en el globo que Estados Unidos,
y su papel (malintencionadamente presentado) de fabricante de “juguetitos
baratos de mala calidad” ha quedado absolutamente atrás. Sus logros científicos
ya superan a Occidente.
Sin embargo “Los
métodos de gobierno de la autocracia de Pekín empiezan a fascinar a una parte
de la opinión pública: los éxitos en la contención de la epidemia demostrarían
la superioridad del autoritarismo asiático, con su avanzada tecnología de
control de masas, sobre las democracias liberales occidentales. Pero hay trampa
en esa aseveración. En realidad, a lo largo de las últimas décadas, el régimen
chino no ha hecho sino facilitar el avance impetuoso del capitalismo. Un
desarrollo que arrasa ecosistemas y propicia la aparición de nuevas epidemias
que se propagan a escala planetaria”, dicen acertadamente Beatriz Silva / Lluís
Rabell. Insistamos: el debate sobre el socialismo chino es
urgente. ¿Es posible el socialismo en un solo país? ¿Cómo avanzar hoy hacia un
planteo socialista con este capitalismo globalizado feroz que aún domina? ¿Qué
puede esperarse de la Nueva Ruta de la Seda?
Lo que está claro es
que la actual pandemia pone al rojo vivo las tensiones geopolíticas de un modo
descomunal. La actual batalla entre Estados Unidos y China por la hegemonía
mundial puede ser -quede claro: “puede”, no es en modo alguna una afirmación categórica-
el paso previo para un enfrentamiento militar, que seguiría a la actual guerra
económica. China, en el aniversario 70 de su Revolución, exhibió un poderío
bélico que dejó asombrado al mundo con su misilística hipersónica, incluso a
Rusia (superando ya a Estados Unidos, y muy cerca técnicamente de la potencia
euroasiática).
La Casa Blanca, muy
hipócritamente, y secundada en la jugada por su acólito (¿perrito faldero?) de
la Unión Europea, alzó sus baterías contra la “irresponsabilidad” china, supuestamente
por no haber denunciado a tiempo la aparición de este nuevo virus en la ciudad
de Wuhan. No se sabe a ciencia cierta cómo comenzó el virus (¿arma
bacteriológica?, pero ¿de cuál de las dos potencias?, ¿mutación natural de un
virus?, ¿accidente o acción premeditada?). Lo cierto es que hoy día mató gente.
No mucha, comparada con otras catástrofes humanas (el hambre, la sed, las
guerras). Pero para el discurso hegemónico del capital (eurocéntrico, blanco,
racista, machista-patriarcal, heteronormativo… ¿lo que decía nuestro amigo en
su correo, sintetizado como WASP?) la llegada del coronavirus, fundamentalmente
por parte de Washington, es la oportunidad de encontrar “chivos expiatorios”. Los
chinos son los “malos”, secundados por la OMS, que supuestamente habría jugado
a favor de Pekín. Siempre hay un “malo” de la película, visión maniquea que
alguna vez tendremos que aprender a desechar. Lo humano es infinitamente más
complejo que “buenos” y “malos” (lucha de clases, dirá el materialismo
histórico, pulsión inconsciente, dirá el psicoanálisis, visiones mucho más
ricas que las mediocres películas de Hollywood, que siguen dominando nuestro
pensamiento, y que incluso están presentes en mucho de la academia capitalista).
Que el gobierno
chino miente, seguramente. Que los gobiernos capitalistas occidentales mienten:
seguro (¿armas de destrucción masiva en Irak?, ¿peligro comunista de Nicaragua
invadiendo Texas?, ¿“defensa de la democracia y la libertad” con toneladas de
bombas, napalm y agente naranja?, ¿terrorismo islámico fundamentalista que
requiere de guerras preventivas?, ¿narcotraficantes latinoamericanos que
quieren desestabilizar el orden mundial?, .... la lista puede ser interminable).
El actual confinamiento global es para evitar que explote el sistema, porque
los servicios públicos de salud están super debilitados por culpa de las mismas
políticas capitalistas. Pero eso no se dice, y se impulsa el espantoso pánico
por este nuevo virus. El medicamento cubano, ahora producido en China, es útil,
pero eso no se dice. La mentira es lo que domina la escena. A la población
jamás, absolutamente nunca jamás los poderes le hablan con honestidad. No se
trata de creer o no ingenuamente lo que dicen los medios o los políticos o las
empresas. Mucho menos, la publicidad. “Usted no es un cliente. ¡Es un amigo!”,
dicen los bancos. ¿Alguien se lo podrá creer? “La política es el arte de impedir
que la gente se entrometa en lo que realmente le atañe, haciéndole creer que
decide algo”,
dijo Paul Valéry. De lo que se trata es de trabajar para construir ese nuevo
mundo que supere al capitalismo, donde la gente de a pie (como quienes están
leyendo esto) sean parte real de las decisiones que le atañen. ¿Llamaremos a
eso democracia socialista? Seguramente. Y aclaremos una vez más: aunque China
tenga un desarrollo económico científico-técnico deslumbrante y una Nueva Ruta
de la Seda, todavía no es el socialismo que buscamos. Pero, sin dudas, con un
Estado que funciona y un Partido Comunista que mantiene un ideario medianamente
socialista, gestionó mejor la pandemia que los países capitalistas centrales
(que siguen siendo, en esencia, WASP… y en el mundo no existen solo los WASP,
no olvidarlo nunca).
¿Qué sigue a la
pandemia? Por como van las cosas, más capitalismo. ¿Por qué habría de cambiar
eso? Y para peor: quizá un capitalismo fortalecido, más autoritario y
controlador. La búsqueda del socialismo, por tanto, sigue vigente.
viernes, 24 de abril de 2020
EPIDEMIA Y OTRAS CUESTIONES GRAVES EN GUATEMALA
Además de la situación
crítica en el tema de la salud pública, es necesario saber que:
1. En Purulhá,
departamento de Baja Verapaz, así como en varias comunidades del departamento
de Alta Verapaz, terratenientes usurpadores-ocupadores de tierras ancestrales, históricamente
pertenecientes a los pueblos indígenas de la región, están persiguiendo a
muerte a varios dirigentes comunitarios que luchan por sus reivindicaciones y
en contra del despojo del que son víctimas. Abiertamente dicen que les buscan
para "acabarles y no importa que se escondan bajo las piedras".
Están pagando sicarios y tienen respaldo de ciertas autoridades públicas.
2. Los
despidos masivos en la administración pública han continuado y no se les está
pagando su salario a muchos empleados contratados en el renglón 029. Es decir
que en plena crisis del COVID-19 hay miles de trabajadores desempleados y sin
posibilidades de recibir ingresos, sobreviviendo como pueden.
3. En el
departamento de Jalapa se han girado aproximadamente 30 órdenes de captura
contra dirigentes comunitarios.
LA CRISIS NO ES SOLO
SANITARIA, EVIDENTEMENTE.
jueves, 23 de abril de 2020
LA VEJEZ: ¿UN RIESGO?
Los límites nos
aterran. El Psicoanálisis hace evidente lo que nos atemoriza a todos los seres
humanos por igual: los límites. De ahí que siempre, en todo momento histórico y
en toda forma cultural conocida, ese bicho tan raro que somos los Homo
Sapiens Sapiens, hemos luchado contra ellos. Si algo patentiza esos
límites, es decir: la carencia, el hecho de no ser completos ni eternos, son la
sexualidad y la muerte. Ambas demuestran nuestra originaria finitud. La
sexualidad nos muestra que siempre falta algo: o macho o hembra, no hay
completud en juego. Por eso tapamos las diferencias que evidencian la
incompletud, no queremos saber nada de ellas. En toda forma civilizatoria
escondemos los órganos genitales externos (desde un taparrabos a la ropa más
fina de la parasitaria realeza, desde un traje de baño “hilo dental” hasta la
ropa de los astronautas); la constatación de que “algo falta”, es decir: que
somos una cosa o la otra y no “todo”, nos aterra.
La patencia del otro
límite, absoluto, que jamás puede ser transgredido, es la muerte. Como eso nos horroriza,
la especie humana ha tratado en toda su historia de minimizarla, de alejarla lo
más posible, de exorcizarla. Obviamente, sin resultado positivo. A no ser que
consideremos que es una ventaja prolongar cada vez más las expectativas de
vida. O sea: la edad a la que morimos. ¿Para qué queremos vivir tanto?
Solamente por la fantasía en juego -siempre presente, aunque se diga
ingenuamente que “a mí no me asusta la muerte”- de buscar la eternidad.
Dicho de otro modo: de rechazar el límite, de resistirnos a la incompletud, a
la finitud. Nadie quiere morir; el suicidio es un acto psicótico.
El cuerpo humano de la
actual subespecie Sapiens Sapiens tiene un diseño anátomo-fisiológico
cuya edad promedio ronda los 60 años, alcanzando su plenitud física y sexual a
los 25, y la madurez intelectual a los 40. Después de cuatro décadas de vida,
inexorablemente comienza la decadencia. Como alguien dijo “simpáticamente”: “si
después de los 40 un día despertamos y no tenemos ningún dolor… ¡es que estamos
muertos!”.
Cada cultura que transcurrió
en la historia asume y maneja la vejez y la muerte de una manera distinta. De
todos modos, la muerte siempre espanta, por eso se trata de procesarla con la
menor angustia posible. En algunos casos, incluso, de un modo heroico se la
puede ensalzar, se le pueden cantar loas (cualquier suerte de kamikaze,
por ejemplo). En otras, la partida de alguien es celebrada con fiestas, con
alegría (¿negación maníaca?).
La vejez es la antesala
del final. En las civilizaciones de cazadores y recolectores y en las agrarias
sedentarias, milenarias todas ellas (mucho de ello aun persistiendo en el
capitalismo desarrollado global de hoy día, en buena medida en forma marginal),
la vejez era reverenciada. Los ancianos de las tribus constituían el grupo de
dirección, el segmento que guiaba. Eran los que sabían, los que podían conducir
al colectivo en vista de su larga experiencia de vida. Por el contrario, el
capitalismo hiper desarrollado actual necesita cada vez más una fuerza de
trabajo especializadísima. En muchos segmentos, un título universitario ya no
alcanza; son precisos post grados (más allá del negocio que pueda haber en
juego, en tanto parte de la mercancía “educación”), llegándose a los post-doctorados,
obtenidos mucho después de los 30 años, para recién ahí incorporarse plenamente
al mercado laboral. Los ancianos, para el capitalismo consumista, sobran (no
producen y consumen poco).
Sin dudas, la fantasía
de la vida eterna, de la prolongación al infinito de la juventud como sinónimo
de inmortalidad, nos marca como especie. En toda cultura puede encontrarse esa
búsqueda, expresada en forma de mito, leyenda, religión. El rechazo de la
muerte -dicho de otra manera: la juventud eterna- está siempre presente. El
capitalismo moderno con su portentoso desarrollo científico-técnico ha logrado
extender la esperanza de vida en forma creciente. Y la fantasía… ¿parece hacerse
realidad? (la persona más longeva llegó a los 122 años).
Con el mejoramiento
general de las condiciones de vida, la misma viene alargándose cada vez más. En
1950 la población mundial de más de 65 años era el 5%; para el 2000 ya llegaba
al 7% (se le llamaba “tercera edad”). Las proyecciones indican que para 2050
esa población será el 16% del total (“cuarta edad”, los mayores de 80). Las
diferencias entre países son notorias, replicando la estructura global, pues
mientras Japón o los escandinavos alcanzan en promedio los 85 años, los más
pobres de África no pasan los 52. “Vivir hoy más años es un hecho muy
positivo que ha mejorado el bienestar individual. Pero la prolongación de la
esperanza de vida acarrea costos financieros, para los gobiernos a través de
los planes de jubilación del personal y los sistemas de seguridad social, para
las empresas con planes de prestaciones jubilatorias definidas, para las
compañías de seguros que venden rentas vitalicias y para los particulares que
carecen de prestaciones jubilatorias garantizadas. Las implicaciones
financieras de que la gente viva más de lo esperado (el llamado riesgo de
longevidad) son muy grandes”, dice el Fondo Monetario Internacional.
Entonces, si la
longevidad es un “riesgo”, ¿por qué sería positiva? ¿Cuánto habría que vivir,
dado que algunos “viven más de lo esperado”? Además de la fantasía de
vencer los límites ganándole -ilusoriamente- la pulseada a la Huesuda, ¿cuál es
el beneficio de envejecer tanto? ¿Terminar en un asilo? ¿Padecer demencias
seniles o Alzheimer, dado que el cerebro no está hecho para resistir en buenas
condiciones tanto tiempo? Cuerpos ya deformados que no se hacen atractivos
objetos sexuales, y en los varones impotencia casi segura, ¿cuál es la razón de
seguir prolongando artificialmente la vida? ¿Alguien lo puede explicar?
miércoles, 22 de abril de 2020
LAS CRISIS SACAN LO MEJOR Y LO PEOR
En momentos críticos -catástrofes que
conmocionan, como el actual pánico inducido que se vive, producto del incesante
bombardeo mediático- aflora lo mejor y lo peor de nuestra humana condición.
La solidaridad puede dispararse, como
de hecho lo estamos viendo, con numerosos ejemplos por todos lados. Y también
el más primario egoísmo (varios retornados de Estados Unidos, esos que mandan
remesas y mantienen las economías locales de Guatemala, han querido ser
agredidos por la gente, “enloquecida” por el pánico dominante, ante la idea que
puedan ser portadores del coronavirus).
A QUIÉN CONDENAR: ¿A LOS QUE INTENTAN
AGREDIR O A LA CORPORACIÓN MEDIÁTICA QUE NOS LLEVÓ A UN CLIMA DE TERROR
DEMENCIAL?
martes, 21 de abril de 2020
lunes, 20 de abril de 2020
EL PODER DE LA RELIGIÓN
En alguna ciudad de provincia de algún país latinoamericano, a mediados de
la década de los 80 del siglo XX, Floridalma lloraba su desgracia en secreto. Hija
única de don Hermenegildo B. y doña Teresita de B., los terratenientes más
ricos de toda la zona, con sus 34 años cumplidos veía que su soltería se
empezaba a eternizar.
Fiel devota de la iglesia, tres veces por semana asistía a misa. Los
domingos, infaltable, estaba en el servicio de las 11, con sus padres y con sus
mejores galas. La población del lugar, en voz baja, se preguntaba cómo era
posible que con su belleza deslumbrante, y la herencia igualmente deslumbrante
que le correspondía, no consiguiera novio. Lo mismo se preguntaban sus padres.
A Floridalma ese tema se le hacía sumamente irritante. Como sus allegados
lo sabían, preferían no mencionarlo. Si alguien desconocido tenía la mala idea
de preguntarle por su estado civil, la joven reaccionaba airada. Pocas veces
sucedía, pero cuando se daba, era de antología (de antología de terror, claro).
Por ejemplo, si inadvertidamente alguien que no la conocía le decía “señora”,
Floridalma reaccionaba furiosa gritándole agriamente “¡señorita!”. Y si
el desconocido, para suavizar las cosas, intentaba mostrar su sorpresa
agregando alguna frase endulcorada: “¿de verdad?, no lo puedo creer…,
alguien tan bonita como usted”, no era improbable que recibiese un tremendo
improperio (una vez le pegó a un cobrador con un paraguas). Dada la situación
económica de su familia (“Es la hija de don Hermenegildo”, se decía con
respetuosa actitud y en voz baja), nadie osaba criticar esos berrinches.
Floridalma prefería no hablar con nadie de su situación; la sufría en
silencio, muy privadamente. A veces, sola en su lujoso cuarto plagado de flores
y barrocos adornos, lloraba su desgracia. Ella no entendía por qué le pasaba
esto. Sentía hacer su mejor esfuerzo para abrirle la puerta a algún pretendiente,
pero el príncipe azul no llegaba. Ni siquiera un celeste desteñido, un grisáceo
plomizo, ¡un incoloro!…
En el pueblo la gente murmuraba. ¿Por qué sería que una mujer tan atractiva
como ella no conseguía casarse? Alta, de escultural figura, renegrido pelo
hasta la cintura, prominentes seños y enloquecedores ojos tan negros como su
cabello, siempre bien vestida y perfumada, era llamativa su soltería. Las
especulaciones no faltaban. “Parece que anda a escondidas con el cura, el
padre Andrés”, “¿será que le gustan las mujeres?”, “es
hermafrodita”, “don Hermenegildo tiene relaciones incestuosas con ella y
le tiene prohibido casarse para que no se pierda la herencia” … Una más
pintoresca, o loca, que otra, constituían la comidilla obligada de la gente.
Eran numerosos los candidatos que habían intentado acercarse, pero a todos
la hermosa joven les encontraba impedimentos. Sin dudas, quería desposarse, aunque
sus acciones parecían desmentirlo. Floridalma era virgen de cuerpo y alma. Así
solía decir, enalteciéndose. Pero ella quería perder esa condición. Alguna vez,
entre las poquísimas veces que hablaba de sí misma, le había confesado a su
prima Mónica -quizá su única confidente- que nunca jamás se había masturbado.
Sin que nadie lo supiera, rezaba cada día y le pedía al Sumo Hacedor de sus
días -sin confesarlo en voz alta a nadie, por supuesto- que llegara el ansiado
pretendiente. “Ay, San Antonio Bendito: mándame un novio, aunque sea feíto”.
El padre Andrés, cuarentón bien fornido, que se comentaba tenía dos hijos por
allí, no podía dejar de mirarle el escote en cada confesión -escote, por
cierto, siempre prominente, que dejaba ver unos pechos duros, turgentes, a la
espera de ser tocados por alguien alguna vez-. La aconsejaba buenamente,
pidiéndole calma, indicándole que “dios sabe lo que hace”, y que, si de
momento no le había enviado el candidato, era porque así estaría “predestinada”.
“¡Predestinada tu madre!”, pensaba ocultamente Floridalma, mientras
ponía la mejor cara beatífica, y con fingida candidez asentía el decir del
sacerdote.
Casi siempre iba con la Biblia en su mano. Durante mucho tiempo había
estado encargada de los cursos de catequesis con grupos juveniles en la
parroquia de su barrio. Solía leer las Sagradas Escrituras, y no era
infrecuente verla en cualquier momento hojeando el santo libro. “¡Qué santa!,
¡Qué buena católica!”, solían decir.
Hasta que un día de tantos, apareció el esperado candidato. El profesor
Tadeo K., de ascendencia alemana, recién llegado al pueblo para hacerse cargo
de la dirección del colegio privado de enseñanza media -institución con ínfulas
de grandeza, pues daba clases en español e inglés, y ahora agregaría alemán-
era un apuesto joven de ojos profundamente azules y rubia cabellera. Según
dijeron luego algunas lengas viperinas, esas que nunca faltan, sus abuelos
habían sido jerarcas nazis escapados de Europa, que habían recalado por estas
tierras. Definitivamente, el joven mantenía el porte y la arrogancia de un
jerarca.
Fue verse y mutuamente quedar prendados el uno del otro. En pocos meses, se
consumaría la boda.
Las familias de ambos novios estaban que desbordaban de alegría. Tadeo era
un tímido incurable, y con sus 36 años también parecía destinado a la soltería.
Sus padres ya habían perdido las esperanzas de tener nietos. La noticia del
casamiento los emocionó.
La familia de don Hermenegildo y doña Teresita, dada su capacidad
económica, regaló una lujosa casa a los recién casados. Todo parecía un cuento
de hadas.
Pero no hay cuentos de hadas. Unos días antes de la boda, en el cuerpo de
Floridalma aparecieron unos pequeños puntitos rojos, unos granitos.
Insignificantes, no molestaban, y la joven no les prestó mayor atención. Para
la noche del casamiento, los mismos comenzaron a picar. Cuando se ponía su
costoso vestido blanco, la madre pudo verlos en la espalda de su hija. Preguntó
a la novia por esa erupción, pero la respuesta de la muchacha minimizó la
cuestión. “No pican”, dijo con gran seguridad.
Pero picaban. Y bastante. Durante toda la luna de miel -viaje a G., en un
lujoso hotel, también obsequiado por la familia de Floridalma- la comezón se
hizo insoportable, y la erupción se expandió por casi todo el cuerpo,
alcanzando brazos y piernas. Floridalma, fuera de su ginecólogo, al que
consultaba muy raramente, nunca se había desnudado ante un hombre. Por motivo
de este molesto sarpullido, tampoco quiso hacerlo ante su flamante esposo. La
embargaba una profunda vergüenza, no quería mostrarse así, “deformada,
monstruosa”, según se figuraba.
Tadeo, que muy raras veces había visitado mujeres, supo esperar. Disfrutaron
los días de vacaciones como dos buenos amigos, paseando por la ciudad,
guardándose el sexo para más tarde, “cuando desaparezcan estas manchitas”,
como dijo Floridalma.
Las mismas, sin embargo, no se quitaron. Por el contrario, se extendieron
más aún, empeorándose. De pequeños puntos rojos, se fueron transformando en
pústulas. Comenzaron las molestias o, mejor dicho, se acentuaron hasta hacerse
insoportables.
Dormían siempre vestidos. Floridalma utilizaba un camisón, herencia de su
abuela, que le hacía parecer personaje de algún decimonónico cuadro
impresionista. Se abotonaba desde el cuello hasta los tobillos; no quería que
su esposo le viera las “horribles manchas”. Por supuesto, no tenían
relaciones sexuales. Para ella hubiera sido tremendamente vergonzante dejarse
ver en esas condiciones.
Marcharon a la ciudad capital en búsqueda de un dermatólogo. Consultaron
con el más prominente, el Dr. W., quien no dio las mejores y esperanzadoras
noticias. Floridalma debería someterse a un largo y penoso tratamiento, que no
aseguraba forzosamente terminar con las erupciones, pero sí al menos aminorar
el sufrimiento.
Las molestias se hacían ya insoportables. Cada día debía ser cambiada la
ropa de cama, dado que cada mañana aparecía manchada de sangre y de pus,
producto de las heridas abiertas de la pobre joven. Tadeo, “el más angelical
de los esposos” según Floridalma, llevaba su abstinencia con estoicismo. Ya
iban seis meses de casados, y no habían pasado de algunos besos; antes, en la
boca, más recientemente, en la mejilla, “para evitar dolores”, decía. El
desesperado esposo, en secreto, pensaba en visitas a prostitutas; pero no pasaba
de ensoñaciones. En lo más hondo sabía que no se atrevía. Su amor por su esposa
era infinito, así no hubiera sexo. Se sentía obligado a ayudarla en este
momento difícil.
Lo único que Floridalma no tenía corroído por la espantosa enfermedad era
el rostro. Su estado general iba desmejorando día a día. La última visita al
médico fue lapidaria: cáncer de piel. El Dr. W. habló serenamente, con afiatada
actitud profesional: “no más de seis meses”.
La joven se aferró apasionadamente a la religión, mucho más de lo que lo
había hecho toda su vida. Se hizo construir un pequeño altar en su cuarto,
donde pasaba orando horas y horas. Jamás se separaba de su Biblia, que leía con
pasión. Tadeo tuvo la idea, rápidamente desechada casi con pavor, de
solicitarle una relación sexual, la primera y la última, para que le quedara
ese recuerdo. Pero no se atrevió.
Los últimos días de Floridalma fueron terribles. Postrada en su lecho, los
dolores la desesperaban. Los calmantes ya no le hacían efecto. El sufrido
esposo estuvo con ella hasta el final.
Lo primero que hizo Tadeo luego del funeral -concurridísimo, donde asistió
literalmente toda la población del pueblo, desde el Alcalde hasta el último
mozo de la hacienda de don Hermenegildo- fue marchar a la ciudad. Dijo que
debía realizar trámites en el Ministerio de Educación, pero en realidad se
permitió visitar un lujoso lupanar. La culpa, seguramente, le impidió tener
erección.
Unas semanas después del fallecimiento de la finada Floridalma, “que
dios todopoderoso tenga en su santa gloria”, algunos familiares recogieron
sus ropas y pertenencias, en muchos casos, para donar a obras pías, de las que
la extinta era tan afecta. Para sorpresa de quienes ordenaban las cosas, en la
Biblia, esa que siempre llevaba como pegada a sus manos, encontraron varias
fotos pornográficas disimuladas entre las páginas.
Eran 6 páginas de una revista sueca, las mismas, exactamente las mismas que
más tarde se descubrieron faltaban en esa comprometedora publicación hallada en
el cuarto del padre Andrés.
domingo, 19 de abril de 2020
sábado, 18 de abril de 2020
RADIOS DEL MUNDO
Ubicándose
sobre un punto verde y haciendo clic ahí se pueden escuchar todas las radios
del mundo.
viernes, 17 de abril de 2020
jueves, 16 de abril de 2020
EL SOCIALISMO SÍ PUDO CONTRA EL CORONAVIRUS. EL CAPITALISMO NO
ESTADOS UNIDOS (CAPITALISTA): 27,000 muertos, y sigue la epidemia.
CHINA
(SOCIALISTA): 3,342 muertos, y epidemia controlada. ¡¡Utilizando el medicamento
cubano Interferón Alfa 2B, prohibido por Estados Unidos!!
“En esta economía
global, ¿por qué la administración de Trump rechazó las ofertas de equipos de
prueba esenciales y suministros médicos de China, e incluso de la Organización
Mundial de la Salud? No se debe solo a la creciente hostilidad de EEUU hacia el
sorprendente nivel de desarrollo de China. Tampoco está impulsado solo por
ideólogos de derecha.
La atención médica
existe con fines de lucro. Los kits de prueba y suministros médicos gratuitos o
de bajo costo amenazan el impulso capitalista de sacar provecho de cada
transacción humana. Las compañías farmacéuticas, médicas y de seguros son las
corporaciones más rentables en EEUU en la actualidad. Junto con el petróleo y
las llamadas corporaciones de defensa, dominan el capital financiero. (…)
La naturaleza no
planificada y competitiva de la producción capitalista distorsiona toda
interacción social. La especulación salvaje y las burbujas de ganancias rápidas
son la norma.”
Sara Flounders: “La
planificación socialista de China y Covid-19
https://www.lahaine.org/mundo.php/la-planificacion-socialista-de-china
miércoles, 15 de abril de 2020
REFLEXIONES SOBRE EL CORONAVIRUS
Alfa: No
se te ve muy alegre que digamos.
Omega: No,
para nada. Realmente me preocupa todo esto.
Alfa: ¿Lo
de la pandemia?
Omega: Sí,
por supuesto. Pero en realidad no me asusta tanto la idea de enfermarme y
morirme. Alguna vez tendrá que pasar, ¿no? Me asusta lo que sigue.
Alfa: Comparto.
La enfermedad puede ser peligrosa, pero lo terrible es lo que va a venir
después.
Omega: Bueno…,
ni tan peligrosa, a decir verdad. Mueren 4 de cada 100 infectados. Y, aunque
sea duro decirlo así, el 95% de los fallecimientos son gente de tercera edad. No
ataca a todo el mundo, aunque también puede haber jóvenes que mueran. Pero en
general no es así. Y no es tan pero tan mortífera como lo presentan los medios.
O como nos lo han hecho creer.
Alfa: Entiendo,
y estoy de acuerdo: no es que esa población envejecida no sea importante. Es
tan importante como cualquiera, viejo, joven, hombre, mujer, negro o blanco,
etc. Lo que sí está claro, es que la enfermedad en sí misma, peligrosa como
cualquier enfermedad, se la ha presentado como el Armagedón. ¿Nos habrán
asustado un poco?
Omega: Diría
que mucho, muchísimo. Más de la cuenta.
Alfa: Lo
mío no es ni la Virología ni la Epidemiología, pero hablando con personas que
están en este tema, y en cierta forma deduciéndolo desde una visión que
pretendo crítica, algo me llama la atención: lo más grave de todo esto no
parece el virus -que es de respetar, por supuesto- sino el miedo que se ha creado.
Omega: Sí,
es llamativo el manejo mediático que se le ha dado. Ya no es miedo, que
llevaría a una sana actitud de protección; ¡es terror!
Alfa: Exacto.
Como en las películas hollywoodenses…. La epidemia existe, por supuesto. El
virus existe, y como todo virus, es peligroso; ahí está el SIDA, o la
hepatitis, peligrosísimas, causadas por virus. La gripe común también es
peligrosa. Y las enfermedades pulmonares en general lo son. Según lo que pude
investigar estos días, las afecciones respiratorias producen 3,683 muertes
diarias. Por ejemplo: la gripe común, la tos ferina, las neumonías.
Omega: Que,
sumadas a otras afecciones como el asma bronquial, el cáncer de pulmón, las neumoconiosis,
es decir: las enfermedades respiratorias en general, equivalen a alrededor de 4 millones de
muertes anuales, el 7% de los muertos globales. ¡Me informé bien estos días!
Alfa: Por
supuesto, el COVID-19 es peligroso. En este momento tiene un promedio de
letalidad de alrededor de 600 muertes diarias en todo el mundo…. Y todavía no
llegamos al pico máximo, ¿verdad?
Omega: Bueno,
claro: es peligroso, porque se transmite a gran velocidad. Cada infectado puede
infectar a tres personas más. Eso es mucho.
Alfa: Por
eso se habla de pandemia, porque se esparció por todo el planeta. Hay que
cuidarse, sin dudas. Pero sí, es cierto: veo que hay un manejo especialmente
alarmista. Quizá sea necesario…, pero veo que el pánico al contagio nos ha
ganado. No es tan mortal, y existen fármacos para combatirlo. La inmensa
mayoría de infectados se recupera.
Omega: Llama
un poco la atención todo eso. Quizá nos equivoquemos, y estamos realmente ante
el fin del mundo, el Apocalipsis.
Alfa: Sabemos
que no. Bueno…, esperemos que no. Sin ser especialista en el tema de salud,
simplemente viendo datos, podemos ver que hay enfermedades mucho peores, más
letales, con mayor cantidad de muertos diariamente en todo el mundo.
Omega: Es
cierto. Por lo que pude investigar, otras afecciones matan más gente todos los
días, como la tuberculosis, con 3,000 muertos diarios, o la malaria, con 2,000.
Pero no se da todo este revuelo.
Alfa: Creo que, por todas las causas, son alrededor de
150,000 muertes diarias en el mundo, dato que da la CIA.
Omega: ¿La
CIA de Estados Unidos? ¿Los del espionaje?
Alfa: Sí,
sí… La Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América. Tiene
página web, y ahí se pueden ver esos datos. Ellos saben sobre la situación del
planeta mejor que nadie. Lo estudian, lo analizan, por eso son potencia.
Omega: Yo
sabía que alrededor de 40,000 personas diarias mueren de hambre o por causas
ligadas a la malnutrición. Y nunca vi tanto revuelo por eso.
Alfa: Sí,
es cierto. Eso es lo que creo nos debe hacer pensar qué está pasando ahora, por
qué este terror enloquecedor. Hay 11,000 muertes diarias por falta de agua
potable, y no se dice una palabra de eso. Ni de las 80,000 muertes anuales de
mujeres por violencia intrafamiliar. Y el machismo patriarcal sigue tranquilo.
Omega: Definitivamente:
llama la atención este pánico universal en que hemos entrado. O en que se nos
ha hecho entrar. Y alguien con miedo, o una población con miedo, es lo más
fácil de manejar que hay.
Alfa: Por
allí leí, entre la interminable catarata de cosas que se ven todos los días
sobre el coronavirus, algo muy certero: “¡Brillantes estos tipos!: sin
disparar un solo tiro, sin un solo policía, acabaron con todas las protestas
mundiales”. Es para pensarlo, ¿no?
Omega: Es
ahí donde comienzan nuestras preocupaciones, creo que tanto la tuya como la
mía, ¿verdad?
Alfa: Exactamente.
No es tanto el miedo a morirme sino a este otro tipo de muerte “social” que
estamos presenciando. Me llama la atención que no es tanto el terror a morirse
lo que se transmite por los medios, sino el terror al contagio.
Omega: Es
cierto. A todo el mundo se le ha inoculado este “virus” del terror. No podemos
evitarlo, poniendo el cuerpo, padeciendo los rigores de estos manejos
mediáticos globales. Y teniendo que cumplir obligatoriamente este encierro.
Alfa: Toque
de queda, militarización, leyes marciales… Una cuarentena forzosa que no
sabemos cuánto se prolongará aún. ¿Quién iba a pensar esto unos meses atrás?
Omega: ¿Será
que hay gente que ya lo había pensado?
Alfa: Eso
es lo que aterra, lo que verdaderamente aterra. ¿Hay agenda preparada en todo
esto? Pero más allá que la pueda haber -sin caer en delirios paranoicos viendo
visiones por todos lados-, lo que preocupa es qué mundo sigue.
Omega: Preguntarse
por cómo se tejen las cosas no parece ser paranoia. Por supuesto que hay una
visión “conspirativista” del mundo, una visión que ve tenebrosos poderes
ocultos detrás de cada acción, grupos secretos, sectas esotéricas, los judíos
manejando el mundo, los Illuminati, los Templarios, etc.
Alfa: Bueno,
sí…, es cierto: esa concepción existe. Pero todas esas elucubraciones,
afiebradas elucubraciones diría, no parecen explicar nada. Se quedan en una
descripción azorada de las cosas, estupefacta ante la complejidad del mundo, y
no pasan de una visión casi maniquea de “malas” voluntades en juego. Estos
grupos herméticos serían los que mueven la historia, obviándose así los
verdaderos juegos de poder de la dinámica humana, las dinámicas
sociohistóricas, las luchas de clases. Hasta se podría agregar: la pulsión de
muerte que menciona el Psicoanálisis, como un intento explicativo de la
cotidiana catástrofe humana, más explicativo, parece,
que la de “malignos poderes en las sombras”.
Omega: Pero
dejando de lado esas visiones conspiranoicas, como se dice ahora…
Alfa: “Conspiranoico”
está aceptado por la RAE, ¿verdad?
Omega: Sí,
sí… Bueno, fuera de esas visiones apocalípticas, conspirativas, es real que la gran
masa humana, la inmensa, absolutamente inmensa mayoría de mortales que pisamos
la superficie de este planeta, no sabemos nada de cómo se tejen los
acontecimientos.
Alfa: Totalmente
de acuerdo. Sabemos con cuentagotas lo que la corporación mediática oficial nos
presenta. Es decir: no sabemos casi nada. La arquitectura real en el juego de
poderes globales hay que ir deduciéndola con los pocos elementos que existen.
Por eso se necesitan potentes instrumentos teóricos para entender el mundo, el
marxismo, por ejemplo, el materialismo histórico. Lo que el sistema te muestra
es siempre un espejismo, una ilusión. ¿Pan y circo?
Omega: Por
ejemplo, cosa que acabo de leer recientemente: ¿sabías por qué esta ola
reciente de apoyo a las uniones homosexuales que empieza a darse en el mundo?
Alfa: Se
podría pensar que es por un paso adelante en lo civilizatorio, en la
reivindicación de las diversidades, una aceptación cultural de prejuicios
milenarios, porque homosexualidad ha habido siempre.
Omega: Claro,
esa podría ser una explicación, muy racional, por cierto. Correcta. Pero por
allí vi que eso está pensado por ciertos poderes no como avance humano sino
como una forma más de control de la natalidad.
Alfa: ¿De
verdad? Bueno…, no me sorprende. A esta altura ya no me sorprende nada de las
barbaridades más monstruosas que podamos imaginarnos. ¿Control de la natalidad?
Sí, claro: por supuesto que podría ser. Eso ya empezó en la década de los 60
del siglo pasado.
Omega: Así
es. El imperio yanki, cuando era poder dominante absoluto, solo confrontado por
la Unión Soviética en la Guerra Fría, por medio de uno de sus más conspicuos
intelectuales: Henry Kissinger, empezó con eso. En otros términos: eliminar
gente. Y parece mentira: ¡a un asesino como ése se le dio el Premio Nobel de la
Paz!
Alfa: “Demasiadas
bocas que alimentar en el planeta para pocos recursos”, decían por aquel
entonces. Y comenzaron con las esterilizaciones masivas en algunos puntos de Latinoamérica.
Por supuesto, sin que las poblaciones afectadas lo supieran.
Omega: Luego
lo cambiaron a “planificación familiar”, como algo más políticamente correcto,
algo más presentable. Pero en esencia, lo mismo. ¡Qué descaro! En el mundo hay
un 40% más de alimentos de lo que se necesitaría para alimentar a toda la
población mundial, y el hambre sigue siendo uno de los más terribles flagelos.
Alfa: ¡Y
no se habla de eso! Pero sí estamos aterrorizados con el coronavirus.
Omega: O
sea: faltan alimentos para las grandes mayorías porque un grupito pequeño -el
Norte próspero, pero fundamentalmente Estados Unidos- se consume todo. En
muchos lugares, por ejemplo, se reemplazaron tierras cultivables que daban
alimentos tradicionales para la producción de biocombustibles: maíz, azúcar, soya,
palma aceitera. Las poblaciones, por supuesto, a morirse de hambre. Pero que el
combustible -hasta se dan el lujo de decir: “combustibles limpios”- no falte
para sus vehículos. ¡Monstruoso!, ¿no?
Alfa: Por
eso estas teorías, ¡que no son conspiranoicas!, de un pensamiento imperial,
obviamente racista, profundamente descarado, podría apuntar a eliminar gente en
el planeta. Gente que, según esa lógica, “sobraría”.
Omega: Sin
dudas patético. De ahí esa teoría, no demostrada claramente pero totalmente
creíble, que el VIH-SIDA fue un invento de la guerra bacteriológica para
“limpiar” el continente africano y agenciarse de sus recursos. Haya sido así o
no, sabemos cómo es la especie humana, no nos asombremos. Por eso se pueden
tirar bombas atómicas sobre población civil no combatiente.
Alfa: Definitivamente.
O cometer todas las tropelías que se cometen. Y eso no es solo del imperio
yanki actual. Los sacrificios humanos que hacían diversas civilizaciones, la
tortura, la antropofagia, el machismo, Auschwitz o los gladiadores del circo
romano, todas son posibles acciones humanas. No deben sorprendernos. O, en todo
caso, sí debe sorprendernos, sabiendo que eso es posible, pero al mismo tiempo
luchar denodadamente para que deje de ser así.
Omega: Por
eso mismo creo que este terror actual que vivimos con la pandemia no se
corresponde con lo que realmente produce este cochino virus.
Alfa: Ahí
está el miedo: ¿qué viene ahora? Hay crisis sanitaria, porque es cierto que en
estos pocos meses murieron 100,000 personas, pero ¿y la crisis económica?
Omega: Ya
se está diciendo repetidamente que estamos ante una crisis del sistema
capitalista global mucho mayor, más profunda y letal que la de 1930, que dio
lugar a la Segunda Guerra Mundial.
Alfa: Arteramente
se nos quiere hacer creer que la crisis económica es producto de la pandemia.
Sí y no.
Omega: Hay
una relación real, por supuesto. Pero cuidado: la crisis económica viene
primero. A eso se le suma la epidemia de COVID-19.
Alfa: Y
eso no hay que perderlo nunca de vista. El sistema hace agua por todos lados.
Hay incluso quien llegó a decir que esta crisis es una expresión de la lucha entre
los dos tipos de capitales que se mueven hoy en el planeta: los megacapitales
del sistema especulativo, del sistema bursátil-financiero occidental,
anglosajón en buena medida, y los capitales productivos, los que siguen
produciendo bienes materiales, como los chinos.
Omega: No
sería improbable. Es una lectura de los hechos. La realidad es que el
capitalismo financiero global, el que maneja Wall Street y el Consenso de
Washington (el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional) está en
profunda recesión. Esta pandemia le viene como anillo al dedo.
Alfa: ¡Por
supuesto! Ahora los Estados nacionales salen al rescate de esas economías
alicaídas, y las empresas y los bancos serán salvados por dineros públicos. ¿No
era que el Estado no servía?, según vociferaba el neoliberalismo. Y algunas
migajas, por supuesto, también llegarán al pobrerío, a las masas enormes de
desocupados que ya van quedando en todas partes.
Omega: Sin
dudas, las peores consecuencias, o las que primero se van a ver al menos, luego
de la pandemia, serán las económicas: un empobrecimiento general, un sistema
trabado que lentamente irá volviéndose a recomponer. Habrá vencedores y
vencidos.
Alfa: Como
siempre, por supuesto, los vencidos serán las grandes mayorías populares. Los
vencedores, los capitales.
Omega: Incluso,
no todos los capitales. Quizá la producción de energéticos cambie. El petróleo
se está acabando dramáticamente, y hay que buscar reemplazos. El fracking no es
salida, en absoluto, porque es sumamente costoso y muy dañino para el ambiente.
¿Fin de la era del petróleo?
Alfa: De
pronto, ¿no? Quienes se irán imponiendo cada vez más son las industrias
tecnológicas de punta, las telecomunicaciones super avanzadas, la inteligencia
artificial, la robótica.
Omega: En
eso pareciera que los chinos van aventajando a Estados Unidos.
Alfa: Por
eso mismo, esta jugada de la pandemia creo que no es simplemente un virus que
nos está afectando. Aquí hay algo más. ¿Futura guerra mundial? ¿Esa será la
salida a la crisis del capitalismo desarrollado?
Omega: Claro
que una guerra nos terminaría a toda la humanidad. O quizá no a toda la
población, pues hay escenarios bélicos, según los expertos que manejan estos
temas, donde se está pensando en guerras nucleares limitadas. ¿Qué sabremos
nosotros, mortales de a pie, de los planes ultrasecretos de las potencias, de
quienes tejen las políticas globales? Si nos tomamos en serio eso de grandes
poderes que digitan la vida (por ejemplo, la caída de las Torres Gemelas en New
York que dio lugar a la estrategia de guerras preventivas por parte de la Casa
Blanca), si nos lo tomamos en serio, podríamos preguntarnos si esto es solo una
enfermedad dañina, o hay planes ahí atrás.
Alfa: Por allí se habló,
muy poco en realidad, y no se le buscó mayor conexión con la pandemia, de eso
que se llamó Evento 201.
Omega: Sí,
claro: no se puede dejar de conectar una cosa con otra. Un mes antes que estallara
el primer brote en Wuhan, China, en octubre de 2019, se reunieron gentes de
“alto nivel” para hacer ese simulacro de pandemia.
Alfa: Curioso,
¿verdad? Curioso también la gente que estuvo allí: representantes de la gran
industria farmacéutica mundial, y Bill Gates.
Omega: Sí,
la Fundación Bill y Melinda Gates, muy preocupada ella por la salud de la
población mundial.
Alfa: Unos
años antes, en el 2015, Bill Gates ya había mostrado su interés, o más
aún: su honda preocupación, por estos problemas sanitarios. Dijo alguna vez que
el problema actual no está dado por los misiles, como durante la Guerra Fría,
sino por los microbios. ¿Predecía ya esta pandemia? Lo interesante a considerar
es que este mecenas -una de las personas más multimillonarias del mundo- es el
principal financista de la Organización Mundial de la Salud -OMS-. Y además
acaba de hacer una cuantiosa donación (creo que fueron 100 millones de dólares) a un
laboratorio privado de Estados Unidos. Inovio se llama la empresa. Está
trabajando en la búsqueda de la vacuna contra el COVID-19.
Omega: No
faltaron voces que encontraron una asociación entre todo esto: un ejercicio de
pandemia, una pandemia de verdad, una alarma universal desatada. ¿Cómo será
realmente todo esto?
Alfa: Cómo
saberlo a ciencia cierta, ¿verdad? Es cierto: a los mortales comunes se nos
oculta toda la información. Lo que tenemos, en realidad, lo único que tenemos,
es una alarma de pánico amplificada planetariamente, donde solo se puede hablar
de la enfermedad y de las medidas militarizadas que deben tomarse.
Omega: Y
hacer memes, como forma de reírnos de la desgracia. O decir una sarta
interminable de tonteras en las redes sociales. Fake news, se les llama
ahora; noticias falsas, era de la post-verdad. ¿Quién incentiva toda esa
información que confunde? ¿No es curioso también que no se hable una palabra de
un medicamento definitivamente efectivo, como el cubano Interferón Alfa 2b
recombinante? Obviamente, porque es cubano; es decir, de un país socialista. En
China se curaron de la epidemia usando ese medicamento, pero eso se silencia.
Alfa: Exactamente,
es así. La gente repite lo que los poderes nos hacen repetir. El esclavo piensa
con la cabeza del amo, se ha dicho por ahí. De lo único que
se habla es de la peligrosidad del virus, y de la necesidad de esconderse. De
los sistemas de salud quebrados por el neoliberalismo feroz, ni una palabra. De
la privatización de la salud que hemos vivido estas décadas, nada. Solo
estrategias de control.
Omega: Por
supuesto: se repite hasta el cansancio lo que obligan a que se repita. Ya
entramos en cierta psicosis colectiva donde las poblaciones piden medidas
fuertes, carcelarias. ¿Vendrán linchamientos próximamente? ¿Linchamientos de
potenciales portadores del virus, de gente que no respeta las medidas de
distanciamiento social, de quienes no usan mascarillas?
Alfa: ¡Distanciamiento
social! Justamente eso, fijémonos. En realidad se trata de distanciamiento
físico, distancia corporal. Eso es lo que hay que mantener para que no se
propague el virus. Pero de contrabando nos meten lo de “social”. ¿Es social la
distancia que debemos mantener?
Omega: Muy
atinada tu observación. Inadvertidamente, normalizando las cosas, terminamos
tomando distancia “social”, cuando tiene que ser otra cosa. ¡Cuidado! ¡Quien
está al lado suyo es peligroso! ¿Será el nuevo paradigma que se nos impondrá?
Alfa: El
miedo atroz, el pánico más irracional ya se ha instalado. ¡Desconfíe de su
vecino! Tal como al esclavo que fue esclavo durante toda su vida y se le quitan
las cadenas no sabiendo qué hacer entonces, dónde ir, así pareciera que la
población mundial se comienza a comportar. Se piden medidas fuertes, se quiere
“mano dura”. Aunque agobie la encerrona, se ha creado un clima de miedo donde
el otro puede empezar a constituirse en potencial peligro.
Omega: Lo
curioso es que esas medidas sí dieron resultado en China. En la ciudad de
Wuhan, con una cuarentena rigurosa, se contuvo la epidemia.
Alfa: Pero
algo se hizo mal en Occidente, en Estados Unidos y en Europa, que la enfermedad
se volvió tan terrible. Hasta incluso en los países pobres del Tercer Mundo, de
momento al menos, la epidemia no ha sido tan feroz.
Omega: Para
entender por qué el éxito en el combate al virus en un lugar y el fracaso en
otro, creo que hay varios elementos que lo explican.
Alfa: Sin
dudas. Como en todo fenómeno complejo, hay multitud de causas interactuando. Ciencias
de la complejidad se dice ahora, ¿verdad? Por un lado, los sistemas de salud públicos
super debilitados que muestra hoy el capitalismo neoliberal. Se privatizó todo,
y la salud pública quedó destrozada. Eso ahora pasa factura, con sistemas
colapsados.
Omega: Además,
la población occidental, con esa loca idea de “libertad” individual que nos
viene desde los Iluministas dieciochescos y que en Estados Unidos se llevó a
cotas hiperbólicas -por eso ahí pega tanto esta Psicología del Yo, de la
conciencia: “todo depende de usted”, “si usted se lo propone, lo logra”-, por
eso allí, decía, el individualismo tiene un valor incomparable. En Oriente, en
la China en particular, la gente se siente mucho más parte de una multitud, se
considera a sí misma masa, respeta más obedientemente a sus autoridades. De ahí
que, ante una alarma ya dada, la población respetó a cabalidad las directivas.
Alfa: En
Estados Unidos el actual presidente, ese vaquero bravucón, machista y xenófobo
que es ese corredor inmobiliario devenido millonario, dijo que “el país no
puede parar”.
Omega: Y
así les fue. Esto permite sacar, entre otras conclusiones, que más allá del
infame, repulsivo, deleznable racismo que existe en Occidente contra todo lo
que no sea “occidental” -en Estados Unidos se le llama WASP-, es mentira que eso
sea una cultura superior, “mejor” que los “primitivos salvajes incivilizados”
de los “exóticos” rincones del mundo.
Alfa: La
experiencia lo está demostrando. Y el capitalismo, en este momento de crisis
queda claro, no puede solucionar realmente los problemas humanos.
Omega: Pero
sigo pensando: tanta parafernalia alarmista, llevada a niveles de pánico,
¿significan algo? ¿Hay realmente preocupación por la salud de la gente en el
mundo del gran capital? En China, donde hay un planteo entre capitalismo y
socialismo, con un Partido Comunista que mantiene un ideario supuestamente de
izquierda (¿un capitalismo de Estado se podrá decir?, ¿una socialdemocracia a
la china?), con un gobierno que traza planes a largo plazo, y los cumple, ese
Estado funcionó mejor que en el Occidente neoliberal.
Alfa: Ahora
bien: en los países capitalistas de este lado, es decir: la gran mayoría del
mundo, países ricos y países pobres del Tercer Mundo, luego de este miedo mayúsculo
que se vive ahora, ¿qué seguirá?
Omega: Por
supuesto, la crisis. Crisis que pagarán, sin ningún lugar a dudas, las clases
subalternas. El capitalismo no va a morir con esto.
Alfa: Se
ha dicho últimamente que esta crisis mundial tiene que traer un cambio de
paradigmas, que este momento angustiante de la Humanidad debe dar lugar a un
nuevo orden.
Omega: ¿Lo
podremos creer realmente? ¿Cómo se daría ese cambio: por obra y gracia del Espíritu
Santo? Los cambios sociales, los verdaderos cambios sociales, son consecuencia
de terribles procesos de lucha.
Alfa: ¡Por supuesto! Nadie,
absolutamente nadie regala ni un milímetro de su poder. ¿Por qué habría de
hacerlo? Como cualquiera que detenta el poder en cualquier
ámbito, no lo suelta amablemente. Los “machos” patriarcales, es decir, todos
los varones del mundo, ¿acaso ceden su poderío masculino alegremente ante la
reivindicación femenina? Los blancos eurocéntricos, ¿acaso están dispuestos a
pedir perdón por sus infames abusos contra los no-blancos?
Omega: No,
por supuesto que no. Las transformaciones son producto de terribles,
sangrientas, estremecedoras luchas. Eso fue así siempre y sigue siendo así. En
la mesa de negociaciones, a lo sumo, se consiguen cambios cosméticos. Por eso,
el capitalismo no va a cambiar después de esto.
Alfa: Sería
ingenuo pensar que los capitales ahora se van a repartir equitativamente entre
la población, entre las clases trabajadoras, entre los excluidos de siempre.
Ingenuo… ¡o peligroso!
Omega: El
sistema capitalista sabe cuidarse muy bien. Sobrevivió ya a numerosas crisis:
dos guerras mundiales, la Revolución Bolchevique, la Guerra Fría, la Gran
Depresión de 1930, la crisis financiera del 2008, el alzamiento de movimientos
populares y guerrillas en la década del 60/70 del siglo pasado. ¿Por qué no
habría de sobrevivir a esta crisis del COVID-19? ¿Esta pandemia es
antisistémica?
Alfa: Concuerdo
en un todo. No hay cambio real a la vista. Hasta incluso, como sistema podrá
salir fortalecido luego de todo esto. Habrá muertos (¿se sacará de encima gente
vieja quizá?, se vale ser mefistofélico), muchos muertos, pero lo que más
sufrirá será el sistema económico. O, mejor dicho: la clase trabajadora, los
asalariados, los sub-ocupados, las amas de casa. Los capitales seguramente se
recompondrán con el guiño cómplice de sus Estados o de los organismos
crediticios internacionales. De pronto, hasta salen fortalecidos.
Omega: También
las mujeres salen mal, porque en estos días de encierro creció exponencialmente
la violencia doméstica. ¡Terrible! Habrá, eso sí, recomposición en los poderes
mundiales. Es probable que Estados Unidos pierda la hegemonía, y la República
Popular China, en alianza con Rusia, quede como abanderada, como locomotora de
la Humanidad. Aunque no podemos asegurar qué sigue a la pandemia.
Alfa: Es
cierto. Nadie tiene la bola de cristal. También se dijo, entre tantas y tantas
cosas que se expresaron, inteligentes y tontas, apocalípticas y mesuradas, que
luego del miedo desatado, vendrá la vacunación masiva, obligatoria para el
caso.
Omega: ¿Será
por eso la inversión millonaria de Gates en la búsqueda de la misma? ¿Tendrá
algo que ver en todo esto la digitalización de la vida de la que tanto se
habla? Es decir: el control cibernético de la vida de las grandes masas.
Alfa: Bueno…
los chinos ya están no en la tecnología 5G, sino ¡en la 6G! Esa hiper
digitalización de la vida cotidiana, ese control omnímodo de las poblaciones
por parte de un Estado megacontrolador es lo que les permitió superar
eficazmente la crisis sanitaria. El Estado sabe segundo a segundo qué le pasa a
cada ciudadano. Y si está enfermo, lo aísla. Así pararon la epidemia en Wuhan.
Omega: ¿Será
que en Occidente hay un retraso en todo eso, en el manejo tecnológico? Hasta el
ex presidente James Carter regañó a Trump culpando al complejo
militar-industrial yanki y sus monumentales -e innecesarios- gastos, de ese
rezago en tecnología de vanguardia, la que ya tiene China. ¿Será por eso que no
pueden controlar al bichito maligno?
Alfa: Difícil
saberlo. Como dijimos: nosotros, los comunes, los de la plebe, los que no
decidimos las líneas maestras del mundo, aquellos a quienes nos contentan con
películas ramplonas de Hollywood o deporte profesional a toda hora por
televisión, no sabemos los planes que se vienen. Por eso llama la atención este
actual terror y lo que por allí se comenta.
Alfa: Exacto.
Según las pocas, poquísimas informaciones a las que podemos tener acceso, allí
se trata de planes globales de identificación de cada habitante. Y según algunas
voces -paranoia o no, no sabemos- la vacunación masiva podría apuntar a esos
mecanismos de control.
Omega: Se
ha dicho que en esa vacunación podrían introducir cualquier cosa, nano-chips
más pequeños que un virus incluso, con lo que tener acceso a los más profundo
de la vida de cada habitante.
Alfa: Por
supuesto que suena a ciencia-ficción. Incluso sería mejor pensar que esas son
elucubraciones paranoicas, que en realidad eso no puede existir.
Omega: Asusta
todo eso, por supuesto. Asusta mucho. Lo que se va viendo es que luego de la
pandemia, que en algunos meses terminará….
Alfa: Matando
muchos ancianos, por cierto. Lo que da para pensar si no es cierto, como se ha
especulado, que el “riesgo de longevidad”, dicho por el Fondo Monetario
Internacional, constituye un problema para los capitales, que deben pagar por
largos años jubilaciones a gente que no produce, que ya no aporta para la
seguridad social y consume muchos productos médicos.
Omega: Bueno…
si fuera así: terrible. Pero es creíble. Y retomando lo que decía: luego de la
pandemia, ¿qué mundo seguirá? ¿Se ampliarán los controles planetarios?
Alfa: El
Gran Hermano de Orwell está entre nosotros; el panóptico que todo lo ve y lo
sabe ya es una realidad. Recuerdo lo que decía el ex espía norteamericano Edward Snowden cuando decidió desertar. Los niveles
de control poblacional son realmente increíbles.
Omega: ¿Será
posible creer que esa vacunación masiva, seguramente obligatoria, sirva para
controlarnos? Lo creo, pero al mismo tiempo aterra.
Alfa: Claro
que sí. ¿Cómo no aterrarse ante un mundo así, donde te controlan a cada
instante, donde saben lo que estás pensando?
Omega: Es
cierto eso que dijo no recuerdo quien: controlaron toda la protesta social
mundial sin un solo policía reprimiendo. Ese parece ser el mundo que se viene.
Alfa: Nos
están acostumbrando, amansando, preparando para lo que seguirá.
Omega: Ya
no se permitirán reuniones masivas, concentraciones de gente. Habrá que caminar
a dos metros de distancia una persona de otra, en los restaurantes las mesas
estarán a varios metros una de otra. Habrá que usar eternamente mascarillas,
denunciar a los posibles “focos de infección”. Teletrabajo, clases virtuales,
todo a distancia, ¿sexo virtual también?
Alfa: Bueno...,
eso ya existe, y está en alza. Ahora bien: ¿quién se beneficiará de eso? La
gente de a pie, seguro que no.
Omega: Los
megacapitales. Pero incluso habrá que ver cuáles, quizá no todos. El mundo cada
vez más se encamina hacia tecnologías de vanguardia, revolucionarias. Las
fortunas más grandes se van acumulando ahora en las empresas ligadas a la
cibernética, la inteligencia artificial, la informática, la robótica. Habrá que
incluir también ahí, por esa conjunción de la que se hablaba, a lo que se llama
la gran corporación farmacéutica. Según esos datos que llegan dispersos, representantes
de la GAVI, la Global Alliance for Vaccines and Immunization, y su fundador y
principal financista, Bill Gates, insisten cada vez más en la necesidad de una
inmunización universal.
Alfa: “Microbios
y no misiles”, anticipaba ya el fundador de Microsoft hace algunos años.
Omega: Sí,
por supuesto: da para pensar todo esto. De momento nadie se atreve a decir con
exactitud cómo nació este infame germen patógeno; hay teorías encontradas. Hay
quien dice que es un producto de la guerra bacteriológica; hay también quien
afirma que es una mutación natural. No sé…, es para pensar.
Alfa: Para
pensar y para preocuparse. ¿Nos tendrán tan, pero tan bajo control en lo que
sigue? ¿Cuarentena eterna? Y sin necesidad de los leones que dicen que Vladimir
Putin sacó a las calles de Rusia para mantener el confinamiento. Nos
encuarentenaremos espontáneamente.
Omega: Asusta,
¿verdad? ¿Habrá que desechar las ideas de cambio entonces?
Alfa: Como
dicen estos altos representantes del capital, que saben lo que hacen, que
tienen mucho poder y que no quieren perder un milímetro de sus beneficios: “Para
salvar al capitalismo hay que modificarlo”.
Omega: La
cuestión es ¿qué modificaciones vendrán? Lo que siga a la pandemia será el
nuevo orden, seguramente. Aunque no lo podamos saber a cabalidad, podemos
empezar a intuirlo.
Alfa: Y
por supuesto, lamentablemente según van las cosas, no será el socialismo. Esa
idea, casi religiosa diría, que circula por ahí que luego de la tormenta el ser
humano, las sociedades, las relaciones se “abuenarán” y surgirá la solidaridad,
parece bastante frágil. Lo que se ve es más capitalismo, más alejada quizá la
idea de unión para la lucha revolucionaria, más control y militarización.
Omega: Por
eso es difícil estar alegres al día de hoy. Entristece todo esto, tanto los
muertos que deje el coronavirus que, por supuesto son una tragedia, tanto como
el millón y medio que murió en Irak por las bombas estadounidenses, o cada niño
que muere de enfermedades previsibles cada día, de hambre, de diarrea por falta
de agua limpia, o cada mujer muerta por el femicidio machista que nos domina, o
las hectáreas de bosque perdidas cada día por culpa de la industria depredadora,
o el calentamiento global que nos está matando, todo lo cual no constituye sino
otra forma de muerte anunciada. Puras tragedias. Por todo eso: ¿cómo estar
alegres? Todo suena a algo bastante trágico; pero la tragedia no está solo en
tanta depredación sino también en el mundo que se está construyendo ahora, el
mundo post pandemia.
Alfa: ¿Ganó
la derecha? ¿Ganaron los capitales en forma definitiva? ¿Es imposible
plantearse cambios entonces? ¿Hay que renunciar a la idea de revolución
socialista?
Omega: No
creo. Pero sí, sin dudas se ve preocupante el panorama futuro. ¿Cómo nos
oponemos a eso, a esa maquinaria tan monumental que controla todo, la vida y la
muerte? No podría decirse que “terminó
la historia”, como pomposamente se declarara hace unos años con la
caída del Muro de Berlín y ese arrogante intelectual como grito triunfal del
capital, Francis Fukuyama, que luego debió desdecirse. La historia sigue, y no
sabemos bien hacia dónde. Sigue habiendo malestares, reacciones,
inconformidades.
Alfa: Lo
que sí, es evidente que estos grandes poderes, los megacapitales del sistema
capitalista, que ya no necesitan las fronteras de los Estados nacionales, saben
muy bien lo que hacen. Esta militarización que ahora estamos viviendo bien
puede ser un ensayo general para lo que vendrá: teletrabajo, todo el mundo
calladito y alineado, cero concentraciones, todo regimentado, miedo paralizante,
Big Brother enseñoreado. De ese modo, se detienen esas inconformidades,
esas reacciones.
Omega: Cabalmente
lo que dijo esta persona: “Sin un solo tiro se acabaron las protestas”. Y si
queremos dejarnos llevar por la paranoia, o simplemente por el análisis
crítico, vale preguntarse: ¿qué será esa vacuna a la que se nos podría obligar
a tomar, esa que tanto ansía Bill Gates y la industria farmacéutica capitalista?
¿Qué vendrá ahí? ¿Nano-chips, como se ha preguntado? ¿Nano-chips que servirán
para digitar la vida? Quizá suene paranoico, pero luego de ver Pearl Harbor,
las Torres Gemelas, los campos de concentración nazi, las cámaras de tortura,
las declaraciones de Kissinger o la bomba atómica en Hiroshima, o incluso las
masacres de Pol Pot o el Gulag stalinista, podemos creer cualquier cosa. ¿Por
qué no?
Alfa: Digitarán
la vida, ¡y la muerte! …. Hiper control total, pareciera. ¿Control absoluto de
la natalidad? ¿Decidirán quién nace y quién no? ¿Recursos naturales a consumir
solo para un grupo en el mundo? ¿Qué se hará con los que “sobran”? Control
total, con o sin vacuna. Y probablemente, ¿por qué no?, con vacuna, que podría generar
extraordinarias ganancias para quien la suministre. Suena desesperanzador,
claro. Pero… bueno: sigamos pensando en lo que dijo el camarada cubano Jorge
Gómez Barata: “Lo que demonizó a Carlos Marx e hizo de él un adversario
formidable, no fue haber predicado la revolución, sino haber demostrado su
inevitabilidad, aunque tal vez ocurra de manera diferente a como lo soñó.”
Omega: Te
apoyo. Porque, aunque controlen hasta lo que pensamos, este mundo así no puede seguir.
Se autodestruye, irremediablemente: el calentamiento global ya llegó al límite,
puede venir la guerra termonuclear, puede haber estallidos sociales mundiales
catastróficos e incontenibles. Mientras haya disconformidades, habrá reacción. Por
tanto, la idea de revolución sigue vigente.
Alfa: Seguramente
habrá que pensar en nuevas formas de lucha, en otro tipo de organizaciones, en
novedosas vías revolucionarias. ¿Revolución con nano-chips? No lo sabemos,
quizá no existan de momento, pero estamos convocados a buscarlas.
Omega: Sin
dudas. ¡Es urgente! Manos a la obra entonces.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)