Se ha dicho, quizá con un exceso de esperanza, que luego de la actual
crisis nos espera un nuevo orden mundial más equitativo. A decir verdad, no
está claro cómo empezó todo esto del virus, si efectivamente hay agenda oculta,
si hay fuerzas que se benefician de la crisis. Si las hubiera, con seguridad no
es el campo popular el que saldrá ganando. Que esto abra posibilidades de
cambio, de transformación social real, está por verse. Pero que necesariamente
hará emerger un nuevo orden mundial más solidario, justo y equitativo: ¿no
suena a puro deseo? En ese sentido: sería hermoso que terminara
la explotación capitalista y surgiera ese mundo solidario, justo y sin
exclusiones ni egoísmos (algo así como un paraíso), pero eso no pasa de formulación
de un anhelo, una buena intención. La pandemia, ¿por qué traería ese cambio? No
sería improbable (al contrario: ¡es lo más probable!) que luego de la tormenta
los capitales salgan fortalecidos. “El
capitalismo no caerá si no existen las fuerzas sociales y políticas que lo
hagan caer”, decía con exactitud el
dirigente de la Revolución Rusa Vladimir Lenin.
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