jueves, 30 de septiembre de 2021

CATÁSTROFE ECOLÓGICA: ¿PONER A DIETA AL CAPITALISMO, O SUPERARLO?

El actual sistema imperante en el mundo, el capitalismo, no puede parar de generar ganancia para el capital. Si para ello tiene que matar –y de hecho eso sucede a diario– o matar a la naturaleza, lo hace sin vergüenza. El capital es más importante que cualquier cosa, que la vida de todas las especies, que la supervivencia del planeta.

Ahora parece haber advertido que el daño ecológico que produce es tremendo, y quiere solucionarlo. El llamado “capitalismo verde” –es decir: “abuenar” un poco el hiperconsumo voraz– no es salida. No se trata de reciclar o usar bicicleta, de cerrar bien los grifos o, como alguien dijo por ahí, de “poner a dieta al capitalismo”: se trata de transformar de cuajo el modelo económico dominante. Como dijera Marx: “No se trata de mejorar la sociedad existente sino de establecer una nueva”, porque lo que existe es insostenible: para que el 15% de la humanidad viva cómodamente, el 85% restante sufre. ¿Y el amor al prójimo?





miércoles, 29 de septiembre de 2021

EVANGÉLICO DECEPCIONADO

TEMPLOS NEOPENTECOSTALES: ¿FE O NEGOCIO?

 

A: Hermano, me enteré que va a dejar la iglesia. ¿Qué pasó?

 

B: Me decepcioné. Vi cosas muy feas que me hicieron perder la credibilidad.

 

A: Pero… dios no quiere que lo abandonen.

 

B: A esta altura ya no sé qué querrá dios. Me parece que muchos pastores ya abandonaron la fe. Si alguien está con el diablo, creo que son ellos.

 

A: ¿Por qué dice eso, hermano?

 

B: Porque lo único que hacen en las iglesias evangélicas es pedir diezmos. Parecen marchantes de feria.

 

A: ¿Tan así?

 

B: El otro día leí algo, de un tal Giordano Bruno, un teólogo de Italia, y me parece que tenía razón. Después de ver cómo nos sacan dinero los pastores, creo que este cura italiano no se equivocaba (claro que por eso la Inquisición lo quemó en la hoguera): “Las religiones no son más que un conjunto de supersticiones útiles para mantener bajo control a los pueblos ignorantes”.



martes, 28 de septiembre de 2021

“LACRAS” EN LA IZQUIERDA

Ser de izquierda no es necesariamente una vacuna contra comportamientos atávicos, herencia milenaria que nos constituye, como el autoritarismo, el machismo, el racismo. Cuando se abraza el ideario socialista, digamos en la juventud, ya estamos “hechos” como sujetos. De ahí que cuesta tanto, pero tanto, tantísimo, remar contra la corriente, contra lo que ya somos. Además, no olvidarlo, nos construimos siempre a partir de lo dicho por nuestras madres, que “somos la cosita más linda del mundo”, y con ese comienzo del drama humano, todos nos lo creemos y así andamos por la vida. El conflicto es la razón de lo humano: tenían razón Heráclito, y también Hegel, y sin dudas también Marx y Freud.

No hay vacuna contra esas “lacras”, pero hay que hacer el denodado esfuerzo por autocriticarse, día a día. Es la única manera de procesarlas. Por supuesto, nadie es “la cosita más linda del mundo”, y todas y todos tenemos cuotas de autoritarismo, machismo, racismo, adultocentrismo, homofobia, y preciosuras por el estilo.




 

 

lunes, 27 de septiembre de 2021

EL CAPITALISMO NO ESTÁ MUERTO: SE VOLVIÓ UN “VIEJO MAÑOSO” MUY PELIGROSO

Algunas décadas atrás, cuando a nivel mundial se conjugaron una serie de elementos que presentaban un panorama favorable a las fuerzas progresistas (avance del pensamiento de izquierda, movimientos populares en alza, guerrillas de orientación marxista, mística guevarista, mayo francés, teología de la liberación), era pensable que la toma del poder y la construcción de un mundo nuevo concebido desde ideales socialistas de justicia estaban a la vuelta de la esquina. Los años 60 y 70 del siglo pasado, quizá con un aire excesivamente triunfalista –pero honesto, saludable, para echar de menos y reivindicar hoy día– lo permitían deducir: las causas populares y de justicia avanzaban impetuosas.

 

En estos momentos, bien entrado ya el siglo XXI, aquella marea de cambio que se mostraba imparable no existe. No sólo eso: muchos de los avances sociales conseguidos durante los primeros años del siglo XX hoy día se han revertido, en tanto que el ambiente dominante a escala planetaria se pretende que sea, al menos desde los poderes centrales que dictan las políticas globales, despolitizado, desideologizado, “light”. La pandemia actual viene a reforzar esa situación de postración para las grandes mayorías populares.

 

El sistema capitalista, de quien se anunciaba victorioso estaba por caer –eso se creía con profunda honestidad– no cayó. Lejos de ello, se muestra muy vivo, activo, vigoroso. De la Guerra Fría que marcó a sangre y fuego por largos años la historia global, fue el capitalismo quien salió airoso, y no la propuesta socialista. El muro de Berlín, símbolo de esa confrontación justamente, se terminó vendiendo por trocitos como recuerdo turístico. Y de las posiciones ideológicas de izquierda que definieron buena parte de los acontecimientos del siglo XX hoy parecieran quedar sólo algunos sobrevivientes, pero no son las que marcan el ritmo de los acontecimientos.

 

Vistas así las cosas, el panorama pareciera sombrío. En un sentido, lo es. Las represiones brutales que siguieron a esos años de crecimiento de las propuestas contestatarias, los miles y miles de muertos, desaparecidos y torturados que se sucedieron en cataratas durante las últimas décadas del siglo XX en los países del Sur con la declaración de la emblemática Margaret Tatcher “no hay alternativas” como telón de fondo, el miedo que todo ello dejó impregnado, son los elementos que configuran nuestro actual estado de cosas, que sin ninguna duda es de desmovilización, de desorganización en términos de lucha de clases. Lo cual no quiere decir que la historia está terminada. La historia continúa, y la reacción ante el estado de injusticia de base (que por cierto no ha cambiado) sigue presente. Ahí están nuevas protestas y movilizaciones sociales recorriendo el mundo, quizá no con idénticos referentes a los que se levantaban décadas atrás, pero siempre en pie de lucha reaccionando a las mismas injusticias históricas, con la aparición incluso de nuevos frentes: las reivindicaciones étnicas, de género, de identidad sexual, la lucha por el medio ambiente.

 

De todos modos, aunque es cierto que las luchas reivindicativas no terminaron –ni es posible que terminen, porque son el motor de la historia precisamente–, están adormecidas. En términos generales lo que se ha inoculado en la cultura política de la población planetaria es el conformismo, la cultura “light”, la mansedumbre. Eso marca el momento actual. Las políticas neoliberales de estas últimas décadas sirven para acallar protestas: se trabaja cada vez más sin prestaciones sociales, sin sindicatos, en condiciones de mayor pauperización, y no hay que protestar porque se puede perder el escaso trabajo. En ese sentido, el capitalismo no está muerto. Las ganancias capitalistas, pese a la pandemia, siguen creciendo.

 

El sistema, que sin ningún lugar a dudas no puede solucionar todos los problemas humanos que hoy día ya son solucionables gracias al desarrollo científico-técnico, no está agotado. Con varios siglos de existencia, sabe arreglárselas muy bien para permanecer de pie. En la guerra contra el socialismo, hoy por hoy va ganando. Pero eso no es una buena noticia para la humanidad, porque la prosperidad de unos pocos asienta en las penurias de las grandes mayorías planetarias. Después de la pandemia no se ve, al menos en principio, un horizonte post capitalista. Al contrario, todo augura más capitalismo, con una super potencia en declive disputando la hegemonía mundial con otras dos super potencias (con capitalismo de Estado y capitalismo mafioso una, con socialismo de mercado la otra). Las guerras no han desaparecido de la historia, sino que siguen siendo una cruda realidad, y la posibilidad de un holocausto termonuclear está siempre abierta. Ante este mundo y la nueva normalidad que se avecina, con este “Gran Reinicio” que los capitales occidentales propician, la clase trabajadora mundial no puede sentir ninguna alegría. Si nuevas pandemias podrán venir, y la salud seguirá siendo un bien comercializable, el camino capitalista es un callejón sin salida. Por tanto, como gran tarea pendiente, estamos llamados a construir algo distinto, una alternativa a este modo de producción basado solo en el lucro, que prescinde tanto del ser humano –a quien transforma en esclavo asalariado, o lo desecha producto de la robotización– o se lleva por delante la naturaleza, olvidando que hay un solo planeta, que nuestra casa común no es una infinita cantera para explotar. Entonces: el sistema no está en fase de agonía, sino que se ha transformado en un “viejo mañoso”, aún con mucha energía.

 

¿Por qué “viejo mañoso”? Porque está dando renovadas muestras que “se las sabe todas”, y con aire mafioso no sólo sobrevive como sistema, sino que aún no se le ve final a la vista. Y peor aún: que para seguir sobreviviendo apela a cuanto juego sucio podamos imaginarnos, de lo más deleznable, bajo y ruin, pero siempre presentado como políticamente correcto.

 

Es un dato muy importante, y que en términos estratégicos de mediano plazo marca un escenario desconocido años atrás: el capitalismo de las que hasta hoy son las potencias, Estados Unidos y Europa, ya no está creciendo más, sino que se recicla. La potencia juvenil de los primeros burgueses de las ciudades medievales europeas, la potencia de los primeros cuáqueros llegando en el Mayflower a la tierra de promisión americana, todo eso ya no existe. En todo caso el nuevo capitalismo chino está dando muestras de una vitalidad ya perdida en los puntos históricos de desarrollo. Aún es un misterio cómo se seguirá comportando este nuevo capitalismo (o socialismo de mercado), si seguirá los mismos pasos seguidos por las potencias tradicionales (incluyendo a Japón), transformándose en un nuevo imperialismo guerrerista, tal como todos los crecimientos capitalistas considerables terminaron dando como resultado, o es una variante digna de ser observada con detenimiento. ¿Espejo donde pueda mirarse la gran masa de trabajadores y empobrecidos del mundo? Quizá no por ahora. Lo cierto es que en los países históricos del sistema (y en Estados Unidos más aún, líder de ese arrollador crecimiento de la empresa privada por más de un siglo), todo indicaría que se está involucionando. Pero no desapareciendo.

 

¿Qué significa esto? Que el capitalismo, como sistema desarrollado hasta niveles descomunales en cuanto a lo técnico, encontró un límite y se ha comenzado a dedicar cada vez más a sobrevivir, permítasenos decirlo así: en la holgazanería. La creatividad industrial, que por supuesto no ha muerto, se va trocando hacia formas de parasitismo social, fabulosas para los grandes poderes, pero inservibles para la población, y para el sistema mismo. La savia productiva se va viendo reemplazada por la especulación financiera, y entre los negocios más redituables van consolidándose los ligados a la destrucción: las armas, la guerra, el narcotráfico. En ese sentido, entonces, el capitalismo no está muerto, pero sí severamente enfermo, aunque pueda sobrevivir por mucho tiempo más aún.

 

La crisis financiera actual viene a resaltar los límites infranqueables del sistema: desde un esquema capitalista, que se basa sólo en la obtención de ganancia empresarial a cualquier costo y nada más, la inercia misma del sistema hace prescindible a la gente y lo único que interesa es la acumulación. Esta lógica se independiza y se mueve sola, casi con la lógica de una máquina automatizada. El sistema no puede reparar en la gente de carne y hueso; eso no importa, es prescindible, no cuenta al final del proceso. La acumulación capitalista llega a tal nivel de autonomización que lo más importante puede llegar a ser la muerte, si es que eso “da ganancia”. Tan es así que el actual modelo capitalista lo demuestra con creces: la guerra, la muerte, los negocios sucios como el trasiego de estupefacientes, son su energía vital. Y cada vez más. Uno de los pocos negocios que creció durante la pandemia fue, justamente, la industria militar (junto a la banca, las farmacéuticas y los ligados a inteligencia artificial).

 

El capitalismo chino, segunda economía a escala planetaria y siempre en ascenso, aún en plena crisis financiera de los grandes centros capitalistas históricos, de momento no muestra estas características mafiosas. Seríamos quizá algo ilusos si pensamos que ello se debe a una ética socialista que aún perduraría en el dominante Partido Comunista que sigue manejando los hilos políticos del país. En todo caso responde a momentos históricos: la revolución industrial de la Inglaterra de los siglos XVIII y XIX China recién ahora la está pasando, al modo chino por supuesto, con sus peculiaridades tan propias (la sabiduría y la prudencia, ante todo). Queda entonces el interrogante de hacia dónde se dirigirá ese proyecto. Pero lo que es descarnadamente evidente es que el capitalismo ya envejecido se mueve cada vez más como un capo mafioso, como un “viejo mañoso”, pleno de ardides y tretas sucias. Entre las actividades comerciales más dinámicas hoy día a nivel mundial se encuentran la producción de armas y el tráfico de drogas ilícitas. Y los dineros que todo eso genera alimentan las respetables bolsas de comercio que marcan el rumbo de la economía mundial al tiempo que se esconden en mafiosos paraísos fiscales intocables. En ese sentido, la enfermedad estructural define al capitalismo actual.

 

Si el negocio de la muerte se ha entronizado de esa manera, si lo que duplica fortunas inconmensurables a velocidad de nanotecnología es la constante en los circuitos financieros internacionales, si en una simple operación bursátil se fabrican cantidades astronómicas de dinero que no tienen luego un sustento material real, si el capitalismo en su fase de hiper desarrollo del siglo XXI se representa con paraísos fiscales donde lo único que cuenta son números en una cuenta de banco sin correspondencia con una producción tangible, si destruir países para posteriormente reconstruirlos está pasando a ser uno de los grandes negocios, si lo que más se encuentra a la vuelta de cada esquina son drogas ilegales como un nuevo producto de consumo masivo mercadeado con los mismos criterios y tecnologías con que se ofrece cualquier otra mercadería legal, todo esto demuestra que como sistema el capitalismo no tiene salida.

 

Por supuesto que al sistema eso no le molesta especialmente. “Si da dinero, eso es lo que cuenta”, es la macabra sentencia. Así nació, creció y se globalizó el sistema. Así arrasó buena parte de la naturaleza y diezmó culturas ancestrales, arrollando a su paso todo lo que le significaba un obstáculo en su loca carrera por acumular. Pero hoy se ha entrado en una nueva fase donde al sistema ya no le interesa sólo la producción de bienes y servicios útiles para sus consumidores, pues lo único que lo mueve es la continuación de esa acumulación. Y como el capitalismo tiene un tope en tanto sistema en la producción de esos bienes, para seguir manteniéndose debe generar nuevos espacios donde desarrollarse, donde seguir reproduciéndose. Es así que va perfilándose este capitalismo de corte mafioso, este “viejo mañoso” interesado en promover nuevos campos de consumo como las guerras y el uso masivo de drogas ilegales.

 

Esto no es un simple hecho anecdótico, una transgresión, una travesura. La producción de guerras y la distribución planetaria de drogas ilícitas pasaron a ser parte de una estrategia de sobrevivencia del sistema, tanto porque genera las mayores cantidades de dinero que alimentan la economía global como por los mecanismos de control políticosocial y cultural que permiten. Esta nueva fase mafiosa que empieza a atravesar el sistema, que ya viene perfilándose desde las últimas décadas del siglo pasado, es la tónica dominante. China, con un capitalismo joven aún, no requiere de estos mecanismos. Los grandes bancos europeos, y más aún, los estadounidenses, ya han comenzado a hacer de ellos los engranajes que mantienen vivo el sistema.

 

El capitalismo no está en crisis terminal. Convive estructuralmente con crisis de superproducción, desde siempre, y hasta ahora ha podido sortearlas todas. Estos nuevos negocios de la muerte son una buena salida para darle más aire fresco. Lo trágico, lo terriblemente patético es que el sistema cada vez más se independiza de la gente y cobra vida propia, terminando por premiar el que las cuentas cierren, sin importar para ello la vida de millones y millones de “prescindibles”, de “población sobrante”, población “no viable”. Ello es lo que autoriza, una vez más, a ver en el capitalismo el principal problema para la humanidad. Esto es definitorio: si un sistema puede llegar a eliminar gente porque “no son negocio”, porque consumen demasiados recursos naturales (comida y agua dulce, por ejemplo) y no así bienes industriales (es lo que sucede con toda la población del Sur), si es concebible que se haya inventado el virus de inmunodeficiencia humana –tal como se ha denunciado insistentemente– como un modo de “limpiar” el continente africano para dejar el campo expedito a las grandes compañías que necesitan los recursos naturales allí existentes, si un sistema puede necesitar siempre una cantidad de guerras y de consumidores cautivos de tóxicos innecesarios, ello no hace sino reforzar la lucha contra ese sistema mismo, por injusto, inhumano, inservible, por atroz, por sanguinario. Porque, lisa y llanamente, ese sistema es el gran problema de la humanidad, pues no permite solucionar cuestiones básicas que hoy día sí son posibles de solucionar con la tecnología que disponemos, tales como el hambre, la salud, la educación básica. Como dijo Fidel Castro: “Las bombas podrán terminar con los hambrientos, con los enfermos y con los ignorantes, pero no con el hambre, con las enfermedades y con la ignorancia”.

 

El “viejo mañoso” en que se ha transformado el capitalismo, en definitiva, no es sino la expresión actualizada de algo que desde hace 200 años sabemos que no tiene salida. Que se salven algunos grupos elitescos en presumibles instalaciones fuera de este planeta (la ciencia ficción ya no nos sorprende) no significa salida alguna. En ese sentido es cada vez más claro, como dijera la revolucionaria Rosa Luxemburgo, que “socialismo o barbarie”. Si la salida para el capitalismo son guerras, consumidores pasivos de drogas y población “light” despolitizada, eso no es sino la más elemental justificación para seguir peleando denodadamente por cambiarlo. Este “viejo mañoso” no es sino la patética expresión de la barbarie, la negación de la civilización, la porquería más radical. ¿Cómo es posible haber llegado a esta locura en la que vale más la propiedad privada sobre un bien material que una vida humana? ¿Cómo es posible que para mantener esto se apele a la muerte programada, fría y calculada? Eso es la barbarie, y eso nos tiene que seguir convocando a su transformación.



domingo, 26 de septiembre de 2021

LAS GUERRAS QUE VIENEN

SE TERMINA EL PETRÓLEO… ¡PERO NO LAS GUERRAS!

 

El gobierno de Joe Biden ha anunciado que se ha propuesto como objetivo eliminar totalmente la dependencia de EE.UU. de combustibles no renovables para la producción de electricidad de aquí a 2035. Pretende alcanzar este objetivo “desplegando recursos de producción de electricidad sin contaminación por carbono”, principalmente la energía perpetua del viento y del sol. Visto que otros países emprenden la misma vía, resulta tentador concluir que pronto pasará a ser historia la época en que la competencia en torno a recursos energéticos limitados era una causa recurrente de conflictos. Lamentablemente, esto no es cierto: si el sol y el viento son efectivamente renovables hasta el infinito, los materiales necesarios para convertir estos recursos en electricidad –minerales como el cobalto, el cobre, el litio, el níquel y los elementos de tierras raras, o ETR– son todo menos renovables. Algunos de ellos, de hecho, son mucho más raros que el petróleo, lo que nos hace pensar que los conflictos mundiales en torno a recursos vitales bien podrían no desaparecer en la era de las energías renovables”.

 

Michael T. Klare




sábado, 25 de septiembre de 2021

CAPITALISMO: ¿QUIÉN DIJO QUE ES SOLUCIÓN DE ALGO?

¿Sabías que en el mundo se produce un 40% más de comida necesaria para alimentar a TODA la población planetaria, pero pese a eso una enorme cantidad de personas está sub-alimentada, o incluso MUERE de hambre por falta de alimentos?

 

¿Sabías también que de todos los alimentos que se producen, un 30% no se consume y va a parar a la basura? (después de haber sido vendido generando ganancia al productor, por supuesto).




 

jueves, 23 de septiembre de 2021

EUROCENTRISMO: ¿HASTA CUÁNDO?

No nací en Europa, pero no tengo la culpa. Igual, soy buena gente”, decía preocupada una ricachona latinoamericana. Cuando le dijeron que se encargara de un Departamento Cultural en el esquema de gobierno de su país –digamos: Feudalia– puso como insignia el Partenón griego, y ambientó la escena con una obertura de Mozart. Acaso ¿solo de Europa sale “buena gente”? La humita, la enchilada, el indio viejo –hablando de comidas– o el huayno, el chamamé o la bachata –hablando de música– ¿no son también expresiones musicales cultas?

 

https://www.youtube.com/watch?v=NxVMNQo4HAM



miércoles, 22 de septiembre de 2021

DIÁLOGOS

1.      RENUNCIA

 

A: Y, ¿cómo fue que pudiste conseguir ese trabajo en la ONG? No tienes título universitario, ¿verdad? ¿Cómo hiciste?

 

B: Uy… es largo de explicar. Y me duele cada vez que lo relato.

 

A: ¡Tranquila! No es necesario que lo cuentes entonces.

 

B: No, no… ¡Quiero hacerlo de todos modos! Es doloroso, pero siempre es bueno decirlo. Y cada vez que lo hago, se me ratifica más la necesidad de cambio. Pues bien… ¿te acordarás de la visita esa que hizo la princesa rubia aquella a nuestro país hace como tres décadas?

 

A: Sí, claro. La parásita esa que vive gracias a lo que nos roban a nosotros.

 

B: Exacto. Como todos los reyes europeos. Pero, bueno… esa vieja llegó hace años a nuestra aldea, rodeada de un millón de guardaespaldas, por supuesto. Y por supuesto, tampoco probó bocado de nuestra comida. ¡Ni agua quiso tomar! Traían cientos de botellas.

 

A: ¿Seremos perros sarnosos?

 

B: Así parece. Lo cierto es que llegó hasta mi madre, que era mamá soltera con cuatro hijos, en ese entonces, y había perdido una pierna, producto de una mina antipersonal sembrada durante la guerra.

 

A: ¡No sabía eso!

 

B: Sí, así fue… Pobrecita. Le tocó duro a mi viejita. Mucho más que a esta princesa, que viaja con no sé cuántas damas de compañía, y tiene un vestido para cada día del año. Y nunca jamás en su perra vida vivió como nosotras.

 

A: ¡Qué infamia! ¿no? Y todavía tienen el descaro de venir al África, después que nos hicieron mierda, a fotografiarse con estos “exóticos” negritos.

 

B: Sí, es deplorable… Pues bien: yo era una de las hijas de esa pobre mujer. La tal princesita, sacada de los cuentos de hada, llegó a nuestro caserío y nos sirvió un plato de comida a todas. Éramos como cien niñas. Fue un asqueroso gesto demagógico.

 

A: Creo haber visto esa foto muchas veces.

 

B: Seguramente. Se hizo famosa. Bueno… y la historia continuó. Años después, de una de esas llamadas agencias de cooperación, como yo era quizá la más movediza de los hijos -siguió teniendo, llegó a ser madre de once niños- me ofrecieron entrar en la ONG.

 

A: ¿Por qué motivo?

 

B: Porque yo era como un símbolo. Me usan.

 

A: Pero, ¿pagan bien?

 

B: Sí, sin dudas. Te compran el silencio con eso.

 

A: ¿Estás cómoda allí?

 

B: ¡Para nada! Me siento una traidora de mi gente. Pronto voy a renunciar.

 

 

2.      ISLA DESPOBLADA

 

 

El yate, de 5 millones de dólares, partió del puerto de B. con 12 personas a bordo. Viajaban su propietario, el excéntrico multimillonario M., con algunas amigas y amigos, además de la tripulación: el capitán, dos marineros y un grumete. Después de dos días de navegación, se desató inesperadamente una terrible tormenta que terminó hundiendo la nave. Por avatares del destino, solo pudieron salvarse M. y el joven aprendiz de marinero, J., de tan solo 18 años. A duras penas ellos dos pudieron llegar hasta una muy pequeña isla despoblada. Allí empezaron su sobrevivencia. Después de un par de semanas en la más grande precariedad, esperando siempre algún barco salvador, un pajarito escuchó este diálogo, que ahora nos relató:

 

A: Muchacho, tráeme unos cocos más. Hoy me quedé con hambre.

 

B: ¿Sabe una cosa? Estaba pensando por qué tengo que hacerle yo todas estas cosas.

 

A: ¿Cómo por qué? ¿No eres el ayudante acaso? ¿No estás para eso?

 

B: Bueno…, en el barco así era. Pero aquí estamos los dos de igual a igual, como náufragos.

 

A:  Uy… ¿qué te pasa? ¿Desde cuándo esa rebeldía? Pero ¿acaso no se te paga para que nos atiendas?

 

B: ¿Pagar? ¿Usted me va a pagar en esta isla desierta? ¿Acaso soy su empleado?

 

A: Bueno…, así son las cosas, ¿no? Así son las reglas de juego, te guste o no te guste. Eres pobre y yo soy el dueño del yate. Soy yo el que tiene los billetes. No te olvides nunca de eso, muchacho.

 

B: Yo diría que… ¡tenía! los billetes. Aquí, en esta soledad, somos los dos iguales. Y ni siquiera somos iguales, porque yo soy más joven, más fuerte, estoy mejor preparado para sobrevivir. En realidad, aquí no somos iguales: soy yo un poco superior. Al menos para soportar esta vida.

 

A: Pero no tienes una abultada cuenta bancaria. Esa es la pequeña diferencia…

 

B: ¿Cuál cuenta? Aquí eso no existe, M. Aquí estamos los dos semi desnudos, y el más fuerte, que soy yo, es el único que puede treparse palmeras para buscar cocos, o ir a pescar con ese improvisado arpón que hice. Si aquí hay alguna diferencia, la hay a mi favor. ¿De qué billetes me habla?

 

A: Cuando nos rescaten volveremos a la normalidad. Y tú seguirás siendo grumete, marinero a lo sumo, pescador. Si te va bien: capitán de un pobre barquito pesquero, cuando envejezcas. Yo, en cambio, volveré a mi pent house, a mi limusina, a mi jet privado… ¡Esa es la normalidad!, y no lo que estamos sufriendo aquí.

 

B: Sí, claro… Si tiene la suerte de sobrevivir aquí volverá a “esa” normalidad. Porque ahora la normalidad es esta, donde usted come gracias a mi trabajo. O sea: sobrevive si a mí se me ronca el culo de seguir pescando y bajando cocos para usted. Acuérdese, M., que desnudos y medio barbudos como estamos, es decir: como dios nos trajo al mundo, no hay diferencias. Las limusinas, las joyas y las cuentas bancarias son accesorios que no nos definen. Nada de eso se lleva al más allá.

 

A: ¡Comunista había salido el muchacho!

 

B: No sé cómo se llamará eso…, pero es la pura, absoluta y descarnada verdad. ¿O las diferencias las da un Rolex de oro?

 

 

3.      SORPRESA

 

 

A: Queríais hablar conmigo, ¿verdad Sor Rita?

 

B: Sí, madre superiora. Por favor….

 

A: Bueno, os escucho.

 

B: Es que…, me da mucha vergüenza. No sé por dónde empezar.

 

A: Vamos, vamos hermana… No temáis. Desembuchad. Vamos… ¡O escucho!

 

B: Sucede que… he pecado.

 

A: Aha. ¿Qué habéis hecho?

 

B: Tuve una mala acción, de la que me arrepiento mucho. Estoy avergonzada.

 

A: Bueno, tranquila, Sor Rita. Decidme: ¿cuál fue vuestro pecado?

 

B: Es que…, es que…. Me permití besar en la boca con Sor Mercedes.

 

A: ¡¿Sor Mercedes?! La muy desgraciada… Zorra de mierda.

 

B: Pero, ¿por qué decís eso, madre superiora?

 

A: Esa ramera me había prometido que solo conmigo estaría.

 

B: ……

 

 

4.      DUPLICACIÓN

 

 

A: Yo soy niña arco iris.

 

B: Ah, ¡qué bien…. ¿Y eso qué significa?

 

A: Es la persona que nace después que la madre tuvo un aborto.

 

B: O sea que naciste después de un niño que no nació.

 

A: Exacto. Mi mamá perdió un bebé antes que yo naciera.

 

B: ¿Cómo lo supiste?

 

A: Lo descubrí a partir de mi psicoterapia, con mi psicólogo. Y luego, informándome, hablando con una tía.

 

B: ¿Cómo es eso? No te entiendo.

 

A: Mi vieja siempre me decía que yo soy su arco iris.

 

B: ¿Y eso?

 

A: Yo no entendía. Pensé que me quería decir que yo era hermosa, una suma de colores, algo bello como el arco iris. A quién no le gusta el arco iris, ¿no?

 

B: Sí, es cierto. Pero… ¿qué es lo que descubriste? ¿Te molestó ese descubrimiento?

 

A: Bueno, sí… Me molestó un poco. Porque alguna vez, después de tanta preguntadera de mi parte, me confesó que había habido otra niña antes que yo.

 

B: Aha, ¿entonces?

 

A: La muy hija de puta me puso el mismo nombre que a la muerta.

 

B: ¿Cómo es eso? ¿Y tu papá qué dijo?

 

A: Soy hija de madre soltera.

 

B: ¿Y por qué hizo eso tu vieja?

 

A: No lo sé. Pero ya no se le puede preguntar.

 

B: ¿Murió?

 

A: ¡La maté a la muy perra!

 

B: ¡¿De verdad?!

 

A: Claro, por eso estoy acá, en la cárcel. Aquí no te ponen por bonita.

 

B: Pero, ¿por eso te la tronaste?

 

A: Por supuesto. ¿A quién le va a gustar ser el reemplazo de alguien? Cuando descubrí por qué mis primos me decían Adela dos, no aguanté. Siete puñaladas le metí.

 

B: Como los colores del arco iris.

 

 

5.      EN EL CONFESIONARIO

 

 

A: Padre, he pecado.

 

B: ¿Qué hiciste, hijo?

 

A: Maté.

 

B: ¿Estás arrepentido?

 

A: Un poco. Pero…, era mi trabajo.

 

B: ¿Tu trabajo?

 

A: Sí, padre: soy militar. Estamos en guerra.

 

B: ¿Te consideras un buen hombre?

 

A: ¡Por supuesto! Soy buen cristiano, buen padre de familia, defensor de nuestros valores occidentales… Pero a veces siento que los comunistas también son seres humanos, y me agarran esas culpas.

 

B: No te preocupes; reza diez padrenuestros y el Señor te acogerá gozoso.

 

A: Gracias. Padre: no me reconoce, ¿verdad?

 

B: No. ¿Quién eres?

 

A: El general Francisco Franco.

 

B: ¡¿El generalísimo?!... Con dos padrenuestros es suficiente, Excelencia.

 

 

6.      CAFECITO

 

 

A: Mi amigo, se acaba de pasar el semáforo en rojo.

 

B: Sí, ya lo sé agente. Sí, ¡qué vergüenza! Yo nunca hago eso…, pero esta vez estoy en una situación especialísima.

 

A: ¡No me diga! ¿Y cuál es la excusa?

 

B: Créame, agente: no es excusa. Voy apuradísimo porque estoy desesperado.

 

A: ¿Sí? ¿Y qué lo desespera tanto?

 

B: Lo que le acaba de pasar a mi señora. Entraron ladrones a la casa, y me dice que la violaron.

 

A: ¿De verdad? Uy… ¡pobrecita!

 

B: No se burle, agente. ¡De verdad! Recién me acaba de llamar, y lloriqueando me lo contó.

 

A: Mire: no se lo puedo creer, pero veo que se la supo ingeniar bien. La verdad es que lo felicito. Hasta voy a hacer como que se lo creo. Déjese algo para el cafecito y se me va a la chingada.

 

B: ¡Buena onda, poli! Aquí le dejo un billetito para el café. Muchas gracias. De verdad que se lo agradezco. Y le juro que no se va a volver a repetir la infracción.

 

A: ¡No, maestro! ¿De qué viviríamos nosotros entonces?