Ser de izquierda no es necesariamente una vacuna contra comportamientos atávicos, herencia milenaria que nos constituye, como el autoritarismo, el machismo, el racismo. Cuando se abraza el ideario socialista, digamos en la juventud, ya estamos “hechos” como sujetos. De ahí que cuesta tanto, pero tanto, tantísimo, remar contra la corriente, contra lo que ya somos. Además, no olvidarlo, nos construimos siempre a partir de lo dicho por nuestras madres, que “somos la cosita más linda del mundo”, y con ese comienzo del drama humano, todos nos lo creemos y así andamos por la vida. El conflicto es la razón de lo humano: tenían razón Heráclito, y también Hegel, y sin dudas también Marx y Freud.
No hay vacuna contra esas
“lacras”, pero hay que hacer el denodado esfuerzo por autocriticarse, día a
día. Es la única manera de procesarlas. Por supuesto, nadie es “la cosita más
linda del mundo”, y todas y todos tenemos cuotas de autoritarismo, machismo,
racismo, adultocentrismo, homofobia, y preciosuras por el estilo.
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