miércoles, 28 de febrero de 2018

CONSULTA SOBRE BELICE



¿Para qué? ¿No suena a distractor? ¿Qué beneficio real hay para la población?

¡¡CUIDADO CON LAS CORTINAS DE HUMO!!


martes, 27 de febrero de 2018

HÉROE



La dictadura del general M. ya llevaba nueve años, y no daba miras de terminar. Por el contrario, estos últimos meses había arreciado. Ahora se vivía, además del estado de sitio, con riguroso toque de queda. A las nueve de la noche las ciudades quedaban desiertas y sólo patrullas militares podían verse. Muchas veces el propio general M. acompañaba en las rondas, con ropa de fajina y muy poca escolta.

Alberto –Tito para toda la barriada pobre donde vivía, aprendiz de mecánico– acababa de cumplir los dieciséis. Su primera noviecita –Irma– lo tenía loco. En un arrebato de amor le había prometido sacarla del tugurio en que habitaban. Todas las noches la visitaba cuando anochecía, a veces flores en mano. Aquel día se le había hecho tarde y la visita terminó cuando empezaba el toque de queda. Pese a los ruegos de Irma, prefirió partir.

Cuando la patrulla vio una sombra desplazándose por los callejones del barrio., “antro de malhechores y subversivos ateos y apátridas peligrosos para el sistema”, el mismo general M. dio la voz de alto. Tito prefirió correr. Se internó por los interminables recovecos donde se había criado, que conocía a la perfección. Dos soldados y el general lo persiguieron. Los soldados se perdieron, pero M. creyó encontrar la pista y se dejó llevar por su olfato de perseguidor. No se había equivocado: oculto tras unos depósitos de basura Tito temblaba sin saber qué hacer.

El tropezón del general fue providencial. La 9 mm. escapó de su mano, cayendo junto al joven. Tiritando de miedo, con los ojos cerrados, Tito no sabe cómo pudo hacer puntería. Lo cierto es que el balazo certero entró por la frente del militar.


Con la inesperada muerte del general M. empezó un proceso de alzamiento popular, indetenible, impetuoso, que acabó forzando a la dictadura a convocar elecciones que ganó la izquierda. Tito es hoy un reputado héroe, y está estudiando ingeniería mecánica. 


lunes, 26 de febrero de 2018

CURSO DE PSICOANÁLISIS EN EL CUM




Dada la gran cantidad de interesados, se van a abrir dos sesiones más:

• Jueves, de 15:30 a 17 hs.
• Sábados, de 9:30 a 11:00 hs.

(Salones aún por confirmar) Informan: dp.creditos@gmail.com

LA INSCRIPCIÓN SE HACE DIRECTAMENTE EN EL SALÓN DE CLASES EL PRIMER DÍA.


domingo, 25 de febrero de 2018

LO "POLÍTICAMENTE CORRECTO"




Como acertadamente lo dice Edilberto Aldán, hoy "un fantasma recorre nuestro diario convivir, el fantasma del lenguaje políticamente correcto".

Aunque no esté muy claro -o en absoluto claro- en qué consiste esta "corrección", existe un consenso generalizado respecto a que debemos practicarla, que debemos ser "políticamente correctos".

Empujados por esta tendencia, entonces, no podemos decir "negros" sino "gente de color"; siempre hay que hacer la referencia explícita de género y no olvidar nunca decir "bienvenidos y bienvenidas""los y las presentes", o utilizar esa jerigonza de "los y las niñ@s" "los y las niñXs". En esa línea, también, no se debe decir "discapacitados" sino "gente con capacidades especiales", hay que decir "homosexuales" y jamás mencionar "maricones"; se debe usar "tercera edad" en vez de "ancianos" -ni pensar en decir "viejos"-, referirse a los ciegos como "no videntes" y se debe evitar usar la palabra "gordo" reemplazándola por "persona con problemas de alimentación". De igual modo, es políticamente correcto hablar de "pueblos originarios" en vez de "indios", o de "trabajadoras del sexo" en vez de "prostitutas" -por supuesto decir "putas" es sacrílego-. Nunca se ha escuchado insultar a nadie diciendo "¡hijo de sexoservidora!", pero eso sería lo correcto. La palabra "sirvienta" debe ser sustituida por "colaboradora doméstica", y nunca decir "ex borracho" sino "alcohólico recuperado". Y hay que desechar el ofensivo "travesti" por "transexual".

La intención que mueve toda esta práctica sin dudas es loable; anida ahí el intento de poner en evidencia situaciones de exclusión, de discriminación, de flagrante injusticia, y su visibilización -al menos en el ámbito del lenguaje- es ya un primer paso para luchar por su erradicación. Tener un lenguaje políticamente correcto sería, siguiendo esta lógica, una manera de comenzar a luchar por un cambio. Ahora bien: ¿cambian efectivamente las cosas por un cambio en su designación?

Esto lleva a cuestionarnos, entonces, qué es la corrección política. ¿Es una manera cortés de decir las cosas? ¿Es una buena forma socialmente aceptada de presentar los hechos, con diplomacia, con tacto? ¿Es una actitud de ecuanimidad, de equidistancia para con todos? ¿Es un real intento de transformación de las injusticias?

Insistimos: puede ser un primer paso para sacar a luz ciertos problemas, para ponerlos a debate. Pero hay que tener cuidado de no caer en un puro ejercicio cosmético, en definitiva gatopardismo funcional al statu quo.

Por cierto que el lenguaje políticamente correcto tiene sus raíces en posiciones de izquierda, pero el discurso conservador puede también apropiarse de él con intereses de maquillaje. Lo importante a cambiar, además del lenguaje, fundamentalmente son las actitudes de base para con los fenómenos en cuestión, y las relaciones de poder reales que los enmarcan, en muchos casos trasuntadas en políticas públicas. Por el hecho de decir "pueblos originarios", ¿cambian efectivamente las relaciones sociales que marginan a los "inditos", a los "pinches indios", a los históricamente excluidos? ¿Mejoran su situación social las mujeres que ejercen la prostitución al ser llamadas "sexoservidoras"? ¿Cómo y en qué mejoran? Cambiar "patria" por "matria" o "fraternidad" por "sororidad", ¿equipara la situación de mujeres y varones logrando la real equidad de géneros, o nos puede conducir a atolladeros cuestionables?

Esta invasión de corrección política que vamos viviendo intenta comenzar a remediar una situación ancestral, pero también comporta el riesgo de crear un nuevo maniqueísmo -injusto y absurdo como todos- donde lo correcto (como siempre: de difícil definición, y por supuesto de mi lado) está en concordancia con el bien, y lo incorrecto políticamente (detentado, desde ya, por los otros) representa el mal. "El infierno son los otros", decía sarcásticamente Jean Paul Sartre.

Como todas las formalidades, también la corrección política afronta el peligro de terminar siendo un gesto vacío, y para el caso que nos toca, peligroso. Peligroso, en cuanto puede ayudar a dar la sensación que ha cambiado la esencia de un problema, siendo que en realidad sólo cambió su nominación. La situación de las mujeres en el mundo sigue siendo de fenomenal diferencia con respecto a la de los varones, por ejemplo, aunque machaconamente pongamos la marca de género en cada palabra; claro que ese cambio de lenguaje puede implicar un cambio de actitud, pero también puede servir sólo para barnizar la realidad.

Las declaraciones políticas, las pomposas presentaciones de Naciones Unidas o lo que pueda expresar el diplomático de una potencia es siempre "políticamente correcto", pero ello no significa que sea cierto. La política -arte de gobernar, de dirigir, de moverse en la polis- difícilmente pueda ser correcta; el ejercicio del poder es eso: puesta en acto de una diferencia de poderíos, de fuerzas asimétricas. ¿Cómo, entonces, pretender corrección en algo que casi por definición no va de la mano, o incluso rehúye a la idea de lo correcto? ¿Ser políticamente correcto es no ser ofensivo? El discurso diplomático también lo es, por cierto. ¿Es eso lo que buscamos?

Téngase en cuenta que mucho, por no decir todo, lo que hoy es reivindicado como discurso "políticamente correcto", curiosamente viene impulsado por los grandes factores de poder que dominan el mundo. Todo el campo de las ONG’s y sus agencias donantes, así como los organismos crediticios internacionales (FMI, Banco Mundial, BID) se empeñan esmeradamente en mantener ese discurso de presunta corrección, financiando los esfuerzos que se enfilan por allí. Curioso, ¿verdad?

Si pretendemos no discriminar, más que insistir -por ejemplo- en el género de los adjetivos que usamos ("contentos y contentas", "todos y todas"), debemos partir de ver y hacer ver por qué hay discriminación, qué relación de poderes se juega ahí y, en todo caso, qué acciones se deben tomar para acabar con ese desbalance. El uso, o si se prefiere: el abuso, del lenguaje políticamente correcto, puede recordarnos aquel dicho: "de lo sublime a lo ridículo sólo hay un paso" pues, como sucedió en alguna oficina ante el robo continuado de materiales de trabajo (papeles, lápices, etc.), alguien muy molesto escribió: "¡no seamos cacos, por favor!", ante lo cual, por ¿equidad de género?, alguna mano anónima agregó: "¡ni cacas!"

Si el enemigo de clase, si la clase dominante, si quienes siguen explotando y diezmando a la clase trabajadora internacional (sean varones o mujeres, blancos o negros, heterosexuales u homosexuales, o LGTBIQ) se esfuerza tanto en mantener esa "corrección" ("¡pongan “equidad de género” por todas partes", nos exigía un funcionario de Naciones Unidas a los técnicos que estábamos preparando un proyecto de desarrollo, "si no, el financista no suelta los dólares"!"), eso debería llamarnos la atención.



sábado, 24 de febrero de 2018

¡¡CUIDADO!! ¡TODOS PODEMOS PASAR A SER TERRORISTAS!!



Según una iniciativa de ley que ahora se está tratando en el Congreso, cualquiera que “perturbe el orden público” puede pasar a ser terrorista, recibiendo penas muy duras.

El proyecto de ley está hecho a la medida de los legisladores corruptos y de aquellas mafias a quienes protegen, pues cualquier denuncia en su contra (¡hasta la pregunta que le pueda formular un periodista!) pasaría a ser un “acto terrorista”.

¡¡¡CUIDADO, MUCHO CUIDADO!!! Hay que movilizarse para frenar este atropello. Con esto se está ante un TREMENDO PELIGRO para el campo popular, para toda la ciudadanía en su conjunto, pues si la iniciativa prospera, CUALQUIER FORMA DE PROTESTA, CUALQUIER FORMA DE CRÍTICA O DISENSO podrá ser considerada terrorismo.


¡¡¡ESTO ES MUY GRAVE Y HAY QUE FRENARLO!!!


viernes, 23 de febrero de 2018

¡DE TODO CORAZÓN!




Cuando Efraín tenía 7 años, sus padres se separaron. La madre, eterna ama de casa, a duras penas pudo arreglárselas para mantener a sus tres hijos. Él, el menor, fue el más sufrido. Su padre biológico, albañil de profesión, escasamente pasaba la cuota alimentaria.

Ya desde muy niño silbaba todo el tiempo; llamaba la atención su facilidad para repetir cualquier melodía. En el barrio era conocido por esa habilidad, y más de alguno le había ofrecido una moneda por escucharlo silbar.

Irma, su madre, luego de un tiempo volvió a formar pareja. No era lo que ella, ni Efraín, hubieran deseado. Pero al menos ayudaba a solventar en parte la situación económica, cada vez más dura. Pedro, el padrastro, era un desocupado crónico que se las arreglaba reciclando basura. Sus años de músico aficionado habían quedado atrás. Ahora, lo único que mantenía de aquella época era un desvencijado acordeón, que alguna que otra vez hacía sonar.

La pobreza arreciaba. Por tanto, toda la familia –Pedro aportó un hijo más al grupo, producto de su anterior matrimonio, y con Irma tuvieron dos descendientes más– debió instalarse en una villa miseria, una más de las tantas que la debacle económica del país había hecho surgir en esos años. El padrastro de Efraín, para contentarse un poco ante tanto drama, tocaba su acordeón varias noches por semana. De esa forma, simplemente mirando y escuchando, el niño fue aprendiendo el arte de ese instrumento.

En realidad, aprendió solo. Pedro nunca le explicó nada, y conforme avanzaba el tiempo y su alcoholismo, su relación con Efraín fue deteriorándose. Tanto y a tal punto que a los 14 años el jovencito prefirió buscar su vida en las calles de Buenos Aires.

Autodidacta, con una perfección técnica que llamaba la atención, se ganaba la vida tocando la flauta dulce en cualquier estación de subte. Al poco tiempo, sin que quedara claro cómo lo había conseguido, emulando a su padrastro ejecutaba el acordeón con una calidad que impresionaba.

En un principio fueron cumbias villeras. Luego, el repertorio fue ampliándose. Tangos, valses, algún rock o melodías de moda, sin saber una sola nota de música, Efraín ejecutaba a la perfección –en la flauta o en el acordeón– un programa cada vez más amplio. Llamaba poderosamente la atención cómo lograba escuchar una pieza y repetirla íntegra, de memoria (como dicen que hacía Mozart). Quién sabe dónde la escuchó y cómo hizo para aprenderla, lo cierto es que alguna vez comenzó a tocar las Czardas de Monti, de una complejidad técnica endiablada. La ejecución fue perfecta.

Fue ese día –un jueves de mucho frío– que el director de la Sinfónica municipal pasaba por allí y tuvo la ocasión de escucharlo.

Inmediatamente quedó fascinado. Eso no era común, no era normal: un jovencito de 15 años, sucio y desalineado, ¿cómo lograba tocar con esa maestría, sin un solo error, obras de tamaña dificultad? Cuando escuchó la ejecución de La Campanella, de Paganini –en una interpretación igualmente perfecta– no lo dudó un instante y acometió a Efraín.

“Pibe, ante todo ¡felicitaciones! No lo puedo creer, che… ¿Cómo hiciste para aprender a tocar así?”

No sé… Me sale, así de simple. En la lleca aprendí.

Pero, ¿sabés música?

¡Ni una nota!

¿Y cómo hacés? ¿Tocás de oído?

Sí. Escucho algo y después lo repito. Y en general me sale bien.

Debés tener oído absoluto.

¿Y eso qué mierda es?

Bueno…, los grandes músicos lo tienen. Escuchan algo y saben exactamente qué es eso, cómo está compuesto, lo pueden repetir a la perfección. Con los ojos cerrados, sin ver el instrumento, saben qué nota es cada una.

Repentinamente el director cambió de tema. Con dulzura le planteó:

¿Y no te gustaría estudiar música?

Una sonrisa iluminó la cara de Efraín. Él sabía que le faltaba preparación; podía inventar melodías –de hecho, ya lo había hecho varias veces– pero no sabía cómo escribirlas. Aceptó de inmediato.

Te podríamos conseguir una beca. Dejame ver qué podemos hacer.

Al poco tiempo el joven era un muy destacado alumno del Conservatorio Municipal. Pasar del teclado del acordeón al del piano no le había costado nada, y si bien su edad no era la mejor para iniciarse en un instrumento musical, el grado de virtuosismo que mostraba era impresionante. Igualmente incursionó en el violín, y también allí mostró grandes dotes interpretativas. Ya con profundo conocimiento de armonía y composición –logrado en un tiempo meteórico– había escrito varias obras que combinaban la cumbia villera y el chamamé con reminiscencias del clasicismo europeo dieciochesco.

Me gustaría dirigir una orquesta sinfónica, se dijo alguna vez. ¡Eso sí que me gustaría!

Pero antes que pudiera tomar clases de dirección orquestal surgió la oportunidad de viajar a Barcelona con una beca para profundizar sus estudios de composición. El afamado maestro Jon Nicolau sería su guía.

No sin dificultades pudo arreglarse su situación administrativa. Por ser menor, había más de alguna complicación. Con su madre ya casi no mantenía contacto, y de su padre había perdido toda relación. Alguien le había dicho que había muerto, cosa que no lo inquietó mayormente. Lo cierto es que, finalmente, pudo embarcarse hacia Barcelona.

La beca obtenida le cubría su estancia y estudios con el profesor por espacio de tres meses. Eran diez alumnos de distintas partes del mundo. Los idiomas en que se impartirían las clases eran inglés y español. Efraín se sentía seguro… ¡y muy alegre! La arritmia que le habían encontrado en los exámenes previos a la partida –era un requisito de la beca estar en aceptables condiciones físicas para viajar– no le molestaba para nada. En realidad, nunca había tenido ninguna dificultad con el corazón. El diagnóstico que le habían dado, Efraín lo sentía como ajeno. No entendía que era eso de “arritmia”; nunca había sentido síntomas. Era una palabra más de esas incomprensibles, como aquella de “oído absoluto”.

A la semana de estar pisando suelo barcelonés, junto con algunos de los otros becarios paseaba por la Plaza Sabadell. Era un sábado por la tarde. De pronto, como por arte de magia, de entre la gente que caminaba por el lugar, fueron saliendo uno a uno los músicos, cada uno con su instrumento en la mano. Hasta timbales aparecieron. En un momento estaba armada la orquesta sinfónica, y el Himno a la Alegría comenzó a sonar. Era una función sorpresa de la Orquesta Municipal y el Coro de Bellas Artes, una presentación al aire libre esa tarde de sábado.

Los ocasionales paseantes comenzaron a acercarse; en un instante la orquesta estuvo rodeada por cientos de personas. Lo curioso es que sonaba sin que nadie la dirigiera. De pronto, Efraín tuvo la idea.

Corrió desde donde estaba y se colocó frente a la masa orquestal. Sin batuta, como los más grandes directores, solo con el movimiento de manos, comenzó a dirigir. La diferencia en la ejecución, sin director y ahora con director, fue notoria. El exacto sentido rítmico, la pasión expresiva, lo acompasado de la orquesta que lograba con su maestría se evidenció de inmediato. Parecía que conociera la partitura de memoria. Seguramente van Beethoven hubiera estado muy feliz escuchando esta versión.

¡Puta madre! Ni von Karajan lograba esto, dijo alguien del público, emocionado ante el virtuosismo.

El tutti orquestal final, con el cuarteto de solistas y coro a pleno, fue apoteósico, monumental. No caben dudas que el estilo de conducción de los directores decide la forma en que suena una orquesta. Lo que pudo escucharse con esta presentación de Efraín lo ratificaba.


Los aplausos de los asistentes, cada vez más fervorosos, no se detenían. Los bis se pedían a gritos. Fue ahí que Efraín, de la emoción, cayó muerto de un paro cardíaco. 



jueves, 22 de febrero de 2018

ESTADOS UNIDOS: PAÍS DE RAMBOS



Rápida, potente, personalizable, adaptable, confiable y precisa

Calificación dada por la Asociación Nacional del Rifle al fusil semiautomático AR-15


Acaba de suceder otra masacre a manos de civiles en Estados Unidos, la tierra de la “libertad” y la “democracia”. ¿Por qué?

Ya no sorprende a nadie la comisión de una nueva matanza con algún arma de fuego realizada por un civil estadounidense, que luego se suicida o cae muerto por la policía. Las últimas décadas del siglo pasado ya ofrecían ese trágico panorama (el 1 de agosto de 1966 Joseph Whitman, un ex marine de 25 años, disparó contra estudiantes de la Universidad de Texas, en Austin, matando a 18 personas), pero paulatinamente el terror fue incrementándose, haciéndose casi “normal” al día de hoy: el 18 de julio de 1984 James Oliver Huberty abrió fuego en un restaurante McDonald's de California matando a 21 personas; el 16 de octubre de 1991 George Hennard, de 25 años, estrelló su vehículo contra una cafetería en Texas, saliendo luego de su camioneta disparando contra los clientes matando a 23 personas; el 2 julio de 1993 un hombre armado con dos armas semiautomáticas, un revólver y una bolsa con cientos de proyectiles mató en San Francisco a 9 personas y luego se suicidó; el 20 de abril de 1999 dos estudiantes adolescentes, Eric Harris y Dylan Klebold, armados con un fusil de asalto, dos escopetas y un revólver, mataron a 13 personas e hirieron a 23 en la escuela de Columbine, en Littleton, estado de Colorado, antes de suicidarse; el 16 de abril de 2007 el estudiante surcoreano Cho Seung Hui se suicidó luego de matar a 32 estudiantes y profesores en la Universidad Politécnica de Virginia; el 5 diciembre de 2007 un hombre de 20 años, en un centro comercial de Omaha, estado de Nebraska, mató con arma de fuego a 8 personas; el 3 de abril de 2009 un hombre armado entró en un centro de atención a inmigrantes y refugiados en Binghamton, estado de Nueva York, y mató a 13 personas para luego suicidarse; el 5 de noviembre de 2009 en la base militar de Fort Hood, estado de Texas, una balacera dejó 13 muertos y 12 heridos, siendo el autor de la matanza Nidal Malik Hasan, un comandante y psiquiatra de religión musulmana, condenado a muerte en agosto de 2013; el 7 agosto de 2011 en Copley Township, en el noreste de Ohio, un hombre con arma de fuego mató a 7 personas, antes de ser abatido por la policía; el 12 de octubre de 2011 en una peluquería en Seal Beach, California, 8 personas murieron y otra resultó gravemente herida cuando un hombre armado entró al establecimiento y comenzó a disparar a mansalva; el 2 abril de 2012 en un tiroteo en una universidad privada en Oakland, estado de California, murieron 7 personas y 3 más resultaron heridas; el 20 julio de 2012 12 personas perdieron la vida y 52 resultaron heridas en un tiroteo en un cine en la localidad de Aurora, cerca de Denver, estado de Colorado; el 14 de diciembre de 2012, Adam Lanza, de 20 años, entró a la escuela Sandy Hook, en Newtown, Connecticut, y disparando terminó con la vida de 20 niños y 6 adultos, suicidándose finalmente; el 16 de setiembre de 2013 Aaron Alexis, ex reservista del Ejército, de 34 años, mató a 12 personas hiriendo a otras 14 al asaltar el Mando de Operaciones de la Armada en Washington (a cinco kilómetros de la Casa Blanca y dos kilómetros del Capitolio), muriendo en el ataque; el 2 de abril de 2014 Iván López, veterano de la guerra de Iraq, abrió fuego contra sus compañeros de filas en la base militar de Fort Hood, dejando 3 muertos y 15 heridos, perdiendo la vida en el ataque; el 18 de junio de 2015 en una iglesia de la comunidad afroamericana en Charleston, Carolina del Sur, un joven supremacista blanco disparó contra personas que leían la Biblia matando a 9 de ellas, incluido un senador estatal; el 1 de octubre de 2015 Chris Harper Mercer, de 26 años, mató a 10 estudiantes en la Universidad de Umpqua, Oregon, muriendo luego en un intercambio de disparos con la policía; el 2 de diciembre de 2015 14 personas perdieron la vida y 20 resultaron heridas luego de un tiroteo en un centro de servicios sociales de la ciudad de San Bernardino, California, en un ataque cometido por un matrimonio que murió horas después en un intercambio de disparos con la policía a varios kilómetros del lugar del ataque; el 12 de junio de 2016 murieron 49 personas y 53 resultaron heridas en un ataque con arma de fuego a un club de homosexuales en Orlando, Florida; el 1 de octubre de 2017 58 personas murieron en un tiroteo registrado durante un concierto frente al hotel casino Mandalay Bay en Las Vegas; el 5 de noviembre de 2017 27 personas murieron y 20 resultaron heridas en un iglesia bautista de Texas como resultado de un tiroteo iniciado por una persona no identificada; y el más reciente, el 14 de febrero del 2018 (¡día del cariño!) Nikolas Cruz, de 19 años, mató a 17 personas con un fusil semiautomático AR-15 en la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas High School, en Parkland, estado de Florida.

Explicar esta casi interminable lista de masacres, que cada vez más frecuentemente enlutan a familias estadounidenses, simplemente por “desequilibrados mentales” que en algún momento entran en acción, queda corto.

Sin dudas quien puede cometer estos “actos locos”, demenciales, desde todo punto de vista “insanos” en términos psicológicos, son personas con severos trastornos psíquicos. Pero para entender en su cabalidad el fenómeno hay que introducir dos elementos más: 1) el sentir nacional de Estados Unidos como potencia impune con su “destino manifiesto” de conducir al resto de la humanidad, y 2) la industria de las armas, la principal dentro de su economía, y vital en su cultura cotidiana.

Si es cierto que quienes cometen esos actos “locos” son, justamente, personas “locas” (psicóticos, en términos estrictos, delirantes), sus delirios hay que entenderlos en el ámbito de la cultura donde aparecen. Los delirios no son azarosos, antojadizos: comportan una lógica, tienen sentido, mantienen algún anudamiento con la realidad. En el Medioevo europeo los locos deliraban con apariciones de vírgenes, hablaban con el demonio y se movían en lo que la media cultural imponía (la Santa Inquisición persiguiendo brujas por todos lados). En el siglo XX –época de viajes espaciales– los locos deliran con platos voladores y marcianos. En un país como Estados Unidos, sus locos deliran con su imaginario dominante, con su representación icónica por excelencia: Rambo, un killer que “se las puede con todas”, el “muchachito” hollywoodense que, como se puede ver en alguna sátira burlona, de un solo disparo mata a diez “malos” (indios, comunistas, o ahora: musulmanes).

Un país de Rambos

En el imaginario cotidiano de cualquier ciudadano estadounidense, desde hace ya más de un siglo, está la idea de “ganador absoluto”. Nadie se les opone, y su impunidad es proverbial. Rambo, ese veterano de la guerra de Vietnam prácticamente invencible, “hombre de acero”, “macho” por antonomasia, es el representante más acabado de esa fantasía.

En Estados Unidos la guerra, sin dudas repudiada por muchos, sigue siendo un eje fundamental en torno al cual gira buena parte de la sociedad, su economía, su política, su cultura. Por eso mismo, apoyada por una amplia mayoría (¿por qué ganaría la presidencia un supremacista blanco, machista y guerrerista como Donald Trump si no?) Es el único país del mundo que prácticamente ha participado en todas las guerras habidas en los siglos XX y XXI; posee las fuerzas armadas más grandes del planeta, y los gastos militares de su presupuesto son colosales: de hecho, la mitad de todos los gastos mundiales invertidos en ese ámbito. País que no dudó en usar armas atómicas contra población civil no combatiente (las dos innecesarias bombas en Japón sobre el final de la Segunda Guerra Mundial), que ha desarrollado los más pérfidos y sanguinarios métodos de guerra, utilizándolos de hecho y enseñándolos a sus ejércitos subordinados (de Latinoamérica especialmente), poseedor de alrededor de 700 bases militares diseminadas por toda la geografía planetaria, su agresividad es monumental.

En el medio de esa violencia generalizada, sus locos reproducen en sus delirios lo que es moneda común en su cotidianeidad. Para evidenciar esa violencia, la cubana revista digital Cubadebate hizo un seguimiento de hechos violentos cotidianos en el país, ofreciéndose este patético panorama.

·         96 estadounidenses son asesinados con armas como promedio cada día.
·         13.000 estadounidenses mueren cada año como promedio por homicidios con armas de fuego.
·         2 personas son heridas por cada 1 asesinada.
·         7 niños y adolescentes son asesinados como promedio cada día por armas de fuego.
·         50 mujeres son asesinadas a tiros por sus parejas como promedio cada mes.
·         13 veces más probabilidades tienen los hombres negros de ser tiroteados y asesinados que los hombres blancos.
·         5 veces más riesgo tiene una mujer de ser asesinada en un episodio de violencia doméstica cuando en su hogar hay presencia de armas de fuego.
·         2.333 homicidios por armas de fuego más hubo en los primeros doscientos días de 2017 que en el 2014; una cifra que crece cada año.
·         42% de las armas en poder de civiles en el mundo están en manos de estadounidenses, a pesar de que ese país sólo tiene el 4,4% de la población mundial.
·         1.606 asesinatos masivos por armas de fuego han tenido lugar desde el asesinato de 20 niños y 6 adultos, en diciembre de 2012, en Sandy Hook Elementary School in Newtown, Connecticut, hasta febrero de 2018. En ellos han muerto al menos 1829 personas y 6447 han resultado heridas. El promedio es de más de un tiroteo masivo por día.
·         7.142 incidentes violentos con armas han ocurrido desde el 1 de enero al 19 de febrero de 2018.
·         1.977 son los muertos en esos incidentes.
·         3.424 personas has resultado heridas.
·         34 de los incidentes han sido asesinatos masivos

Una tremenda violencia doméstica define el american way of live, sin dudas.

La industria militar manda

El llamado complejo militar-industrial es la rama comercial más pujante de toda la economía estadounidense. Su influencia política es enorme; de hecho, es quien fija la estrategia nacional de política externa (léase: empresas como Lockheed Martin, Boeing, Northrop Grumman, Raytheon, General Dynamics, Honeywell, Halliburton, BAE System). Según datos confiables, en su cabildeo con las esferas del poder político este complejo gasta no menos de 100 millones de dólares al año, con lo que consigue establecer siempre sus negocios por sobre cualquier otra prioridad nacional. Y su negocio es… ¡la guerra!, es decir ¡¡la muerte!!

Hay que consumir armas, muchas armas, muchísimas. Entiéndase aquí por “armas” desde una pistola hasta un portaviones con energía nuclear con infinidad de aviones supersónicos dotados de las más letales bombas inteligentes. De ahí que los pedidos de renovación de armamento que le llegan a ese poderoso complejo militar-industrial no se terminan nunca, ya sea para sus propias fuerzas armadas o para los países que les adquieren equipos (tanques de guerra, aviones, barcos, cañones, misiles, minas y un interminable etcétera). Por otro lado, en lo interno, también los ciudadanos estadounidenses comunes (como los que cometen todas estas masacres a las que nos referimos) compran muchas armas, muchísimas.

Por lo pronto se calcula que en el país existen 319 millones de armas en poder de población civil; de ellas, 114 millones son pistolas, 110 millones son rifles y 86 millones son escopetas. La industria que produce esas mercancías mueve 43.000 millones de dólares al año. Ahí también se inscriben fusiles automáticos, como el AR-15, versión civil del militar M-16, (30 tiros por minuto), producido por Colt's Manufacturing Company, el arma más empleada en las masacres que nos ocupan. Valga decir que se lo adquiere con toda facilidad en cualquier tienda o supermercado por 475 dólares (un Iphone 7 cuesta 769 dólares). De acuerdo a la Segunda Enmienda de la Constitución de Estados Unidos, se reconoce el derecho de todo ciudadano a poseer y portar armas de fuego, protegiendo así la “libertad”. La Asociación Nacional del Rifle (la asociación civil más vieja del país, con más de cinco millones de miembros) vela por la posesión de armas de fuego (gastando alrededor de 8 millones de dólares al año en cabildeo para lograr sus propósitos).

Dicho de otro modo: cualquiera en este país puede comprar un arma de fuego de altísimo poder y matar a mansalva a civiles. Eso es lo que cada vez sucede más frecuentemente, y sin dudas seguirá sucediendo, porque 1) la fantasía de sentirse Rambos no está en vías de desaparecer y 2) el negocio de las armas no da señales de agotamiento.


La combinación de esos explosivos factores siempre podrá encontrar un delirante que realmente se crea dueño de algún “destino manifiesto”, que se sienta ese personaje peliculesco, pudiendo adquirir el arma mortal en la esquina de su casa. La historia que sigue ya parece estar contada. 


domingo, 18 de febrero de 2018

LAS CANCIONES MÁS ESCUCHADAS EN EL SIGLO XX



A lo largo del siglo XX la música, siguiendo la tendencia de todo lo que fue aconteciendo a lo largo y ancho del mundo, pasó a ser también una mercadería comercializable más. Eso no quita que muchas de las mercaderías mercadeadas fueran de gran valor estético. Por supuesto, decir esto remite inmediatamente a la pregunta sobre quién y con qué criterios determinar la belleza de una determinada producción artística. Pero lo cierto es que no todas las mercaderías musicales corrieron la misma suerte. Por algún motivo (¿por ser más bonitas, por razones estrictamente estéticas, por estar mejor publicitadas, por una combinación de factores?), algunas piezas se convirtieron en clásicas, en verdaderas leyendas.

Muchas obras musicales de esta producción popular, destinada a enormes mercados masivos, concebidas más como mercaderías vendibles que como grandes creaciones del intelecto y del sentimiento humanos, han sido escuchadas por varias generaciones, y al día de hoy, aunque no están de moda, continúan siendo hitos en la cultura. Nadie dejó de escucharlas alguna vez, y no es infrecuente que se reproduzcan por algún medio de comunicación. O que suenen en cualquier casa de familia, en un restaurante, en algún lugar público.

¿Qué hace que una determinada composición permanezca, guste, se escuche tanto, quede en la historia? Difícil, cuando no imposible, dar la razón exacta de ello. Muchas veces en la elección de los gustos hay elementos más "irracionales" –si así puede decírsele– que racionales. Pero no es eso lo que nos interesa en este breve espacio. No pretendemos hacer una lectura analítica del fenómeno en cuestión; simplemente queremos dar a conocer una lista de obras musicales aparecidas en el transcurso del siglo XX que han quedado ya definitivamente en la historia.

Seguramente las canciones aquí escogidas no son todas las más populares; algún lector encontrará que se omitieron muchas, que se pusieron algunas que quizá –al menos para él– no correspondían, etc., etc. Todo ello es posible (la discusión al respecto está abierta, sin dudas). Lo cierto es que nos basamos en estadísticas de ventas de placas discográficas, de presencia en los medios masivos de comunicación y de preferencia popular en las encuestas que pudimos revisar.

Dejamos aquí, para solaz o para nostalgia de quien vaya a escucharlas, diez obras clásicas de la música popular. De lo que sí estamos seguro es que nadie podrá decir que en toda su vida no las escuchó alguna vez…

1. "New York New York", de Frank Sinatra


2. "Rock de la cárcel ", de Elvis Presley


3. "El día que me quieras", de Carlos Gardel


4. "Satisfaction", de Rolling Stones


5. "La vie en rose", de Edith Piaf


6. "La cucaracha", popular anónima de la Revolución Mexicana


7. "Thriller", de Michael Jackson


8. "Let it be", de The Beatles

9. "Bésame mucho", del Trío Los Panchos


10. "Macarena", del Dúo Los del Río




sábado, 17 de febrero de 2018

IRRACIONALIDADES A GUSTO: AL QUE SE QUIERA SUICIDAR… ¡LO MATAMOS!



Hace algún tiempo en la ciudad de Guatemala se dio una epidemia de suicidios con personas que se arrojaban desde el Puente de Incienso (más de 50 metros de caída). Las autoridades no encontraron mejor medida preventiva que colocar rejas en las barandas del puente…. ¡y soldados fuertemente armados!



Nunca quedó claro eso: al que intentaba suicidarse ¿lo mataban para que no lo hiciera?