viernes, 28 de febrero de 2020

ONG’s: ¿PELIGROSAS? ¿PARA QUIÉN?




Las Organizaciones No Gubernamentales -ONG’s- (no todas, por supuesto, también las hay corruptas y alineadas con el sistema) constituyen un elemento de protesta, de denuncia, de confrontación con los poderes constituidos. En Guatemala, buena parte de la lucha social tiene en ellas un referente muy importante. Es por eso que hoy la administración de Alejandro Giammattei -en consonancia con quienes realmente mandan en el país- les bloquea el paso.

La reciente aprobación de las reformas a la Ley que regula el funcionamiento de las ONG’s es un recordatorio que se firmó la paz hace dos décadas, pero la guerra continúa.



martes, 25 de febrero de 2020

HISTORIA





Si la historia la escriben los que ganan, eso significa que hay OTRA historia. ¿La verdadera?


lunes, 24 de febrero de 2020

¿AMOR ETERNO?




– ¡Cuánto dura el amor eterno?

– Mmmm….. difícil respuesta. ¿Tres meses?

– Creo que poco más…. ¡Dos años y medio!

– ¡No!, eso es mucho. No pasa del año…

– ¿La luna de miel tal vez?

– ¡Toda la vida!, por eso es eterno….

Cruce de miradas de todos los asistentes, sonrisas traviesas….

– ¿De qué planeta venís, hermano?




domingo, 23 de febrero de 2020

LA CORRUPCIÓN: ¿CAUSA DE NUESTRAS PENURIAS?





¡¡En absoluto!! Se nos quiere hacer creer que ese es el principal problema. La corrupción es solo un síntoma del sistema.

¿Cuánto puede ganar, pongamos por ejemplo, un congresista? Con todos los vueltos que se pueda quedar, con negocios sucios y un largo etcétera…, quizá el equivalente a 10 o 15 mil dólares mensuales. ¿Cuánto ganan los grandes capitales a favor de los que ellos legislan? ¡¡Esa cifra la ganan POR HORA, o por minuto!! ¿Y quién produjo esa riqueza? Los trabajadores, a quienes apenas les llegan migajas.

Conclusión: los parlamentarios, los funcionarios de gobierno, alcaldes, presidentes, ministros, etcétera, etcétera, todo el equipo político que mueve la maquinaria estatal, son gente de clase media (¿“muertos de hambre” se le podría decir?, con título universitario en muchos casos); ellos NO pertenecen a las oligarquías propietarias sino que trabajan para esos grandes capitales (¿genuflexos?). Si se les quedan “pegados” algunos billetes…. ¡eso no hace la diferencia! Esa no es la causa de las miserias que pasan las grandes masas trabajadoras. ¿Se entiende?




sábado, 22 de febrero de 2020

TELEVISIÓN EMBRUTECEDORA




Terminando la exposición sobre política internacional -brillante por cierto, con una cantidad apabullante de datos y un análisis riguroso de la situación global, lo que le valió cerrados aplausos al conferencista- un joven se acercó al disertante.

Estudiante: Lo felicito, Licenciado. Me dejó impresionado.

Conferencista: Muchas gracias, joven.

Estudiante: Me gustaría tener toda la información que usted maneja. Me pareció increíble. Yo no logro tener esa visión tan profunda… ¡Y mire que me paso todo el día viendo televisión tratando de informarme!

Conferencista: Justamente por eso no estás informado.

Estudiante: ¿¡Cómo!? No le entiendo.

Conferencista: La única manera de estar realmente informado y entender cómo son las cosas, mi joven amigo, es justamente NO mirando la caja boba… Conocerás a Groucho Marx, el cómico norteamericano, ¿verdad? Alguna vez dijo: “Efectivamente la televisión es muy educativa…, porque cada vez que la encienden, me voy al cuarto contiguo a leer un libro”.



viernes, 21 de febrero de 2020

miércoles, 19 de febrero de 2020

¡CRISTO RESUCITÓ!




Javier quiso ser director de orquesta sinfónica, pero por diversos motivos no pasó de modesto pianista (cuarto año del Conservatorio). Nunca llegó a ofrecer un concierto en público. Andando el tiempo, se alejó completamente de la música. El odio que esa frustración le acumulaba no tenía límites. Su ocupación de vendedor de seguros apenas si le permitía ocasionalmente escuchar algo de música en su casa. Muy raramente iba a un teatro.

Para el momento en que nos interesa, Abdul Abdelmalek, de Egipto, con sus cortos 33 años, ya se había consagrado como uno de los más grandes directores sinfónicos de la época. “Superior a Toscanini y a von Karajan, fabuloso, perfecto”, había decretado la crítica. Con un particular estilo -jamás usaba frac, dirigía en pantalón vaquero y con cabello largo hasta la cintura, tatuado y con arete en la nariz-, las más prestigiosas orquestas sinfónicas del mundo habían ejecutado bajo su batuta. Sabía arrancar de los instrumentistas los más hermosísimos sonidos en cada obra. Fuerza expresiva y técnica infalible se amalgamaban en un todo. Realmente hipnotizaba.

En marzo se presentaba en el Palacio de Bellas Artes, en la Ciudad de México, el más emblemático de los teatros líricos y de la música académica del país. Javier, haciendo un gran esfuerzo económico, compró una platea preferencial.

El concierto fue fabuloso. No quedaban dudas que la calidad artística de Abdelmalek le había conferido con mucha justicia la fama y el prestigio de que gozaba. Durante la ejecución de la obra final -“Cuadros de una exposición”, de Modest Mussorgski, en orquestación de Maurice Ravel- Javier se levantó de la platea y corrió hacia el proscenio al grito de “¡Cristo resucitó!”.

Luego, ya detenido por la policía, contó que quiso imitar al húngaro Laszlo Toth, quien en 1972, con un grito similar y martillo en mano, dañó severamente “La Piedad”, de Miguel Ángel Buonarotti, en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano. Pero, en realidad, lo que quiso imitar, lo que realmente esperaba, confesó luego, fue lo que sucedió en aquel lejano 1972, cuando un grupo de jóvenes artistas plásticos planteó nominar al destructor de la gran escultura renacentista para el Premio Nobel de Arte, como una expresión genial de anti-arte. Javier esperaba algo similar. El balazo que le disparó a Abdelmalek solo lo hirió en el hombro izquierdo, y el egipcio ahora sigue dirigiendo. Para julio organizó un espectacular concierto benéfico nuevamente en México, a total beneficio del Hospital Psiquiátrico, donde reside Javier.


lunes, 17 de febrero de 2020

BALAZOS



1.    Despedida

Manuel trabajó por 34 años en el jardín zoológico. De origen campesino, dejó su aldea a los 18 para marchar a la ciudad capital. Hizo de todo: peón de albañil, panadero, lavacopas. A los 20 empezó a trabajar en el zoológico.

Seguramente por su origen rural, el trato con los animales se le hizo siempre muy ameno, familiar. En los 34 años, no faltó un solo día a su trabajo. Nunca se casó. Más allá de ocasionales visitas a prostíbulos, fue un solterón crónico.

Por años vivió en su cuartucho alquilado, que sólo una vez por mes limpiaba. Jamás iba al médico.

Cuando le dieron el diagnóstico –cáncer de próstata– el doctor fue sincero: “mi amigo, disfrute como pueda los seis meses que le quedan”.

El lengüetazo de Anita, su jirafa preferida, en el curtido rostro ya marcado por la enfermedad fue toda la despedida que tuvo. El balazo que se descerrajó en la sien fue certero.

2.    Herencia

John fue destacado combatiente en la Guerra de Korea. De ahí le había quedado su afición por las armas de fuego, de las que ahora era un reputado coleccionista. En el momento en que John Jr. entró a su despacho, se encontraba terminando de limpiar un viejo trabuco valorado en más de 20.000 dólares. La ostentación, obviamente, era parte vital de sus actuales atributos: de sargento del ejército había llegado a ser –mejor ni enterarse cómo– uno de los grandes millonarios del país, con avión privado y dos limusinas blindadas, entre otras cosas. 

Hasta los cuarenta años, junto a su esposa Liza, no habían podido concebir descendencia. De ahí que adoptaron a Pedro, hijo no deseado de una mexicana inmigrante ilegal. Esa adopción disparó la maternidad, por lo que la pareja pudo tener un hijo biológico al año siguiente, al que llamaron John Jr.

Ambos hijos –adoptivo y biológico– fueron criados en absoluta igualdad: mismas atenciones, mismo afecto, mismos valores. Pedro resultó un amor, una suma de virtudes. Sabiendo de su oscuro pasado, siempre estuvo agradecido a la vida por ese regalo. John Jr., por el contrario, era una colección de problemas: violento, abusivo, cocainómano, dilapidador de la fortuna paterna, continuamente endeudado. Los negocios, de más está decir, los fue comenzando a llevar Pedro, con un doctorado en Administración de Empresas de Harvard. 

Fallecida la madre, John preparó el testamento dejando –aunque dudando al momento de redactarlo– igual cantidad a cada hijo. La herencia era especialmente cuantiosa.

La muerte de Pedro siempre fue un misterio: los yates no explotan de la nada. Curioso también fue que la policía no profundizara las investigaciones. 

En el momento que John Jr. entró al despacho, botella de vino en mano, John padre tuvo la intuición, por lo que terminó de armar rápidamente el trabuco. 

“Quería que probaras este vino griego que me acaban de regalar. ¡Dicen que es el mejor tinto del mundo!”, sentenció el hijo. “Tiene un gusto algo amargo”, alcanzó a decir el viejo antes del primer vómito. “Pero… ¿qué me diste?”, alcanzó a proferir con los ojos desencajados. “¡Veneno!”, fue la sarcástica respuesta del hijo. 

El balazo certero impactó en la frente de John Jr. 

Buena parte de la herencia sirvió para financiar obras con niños desamparados en los barrios latinos de Nueva York y de Los Ángeles. El resto se usó en campañas de sensibilización para terminar con las armas de fuego personales.

3.    Buena puntería

Edelberto era un buen padre de familia. Muchas veces había optado por comer solo un pan duro dejando la magra ración de comida para sus hijos. La vida de un cholo de la Sierra llegado a algún tugurio de Lima no era fácil. Mantener mujer y siete niños trabajando de jornalero lo patentizaban cruelmente.

“¿Por qué estás aquí?”, preguntó con altanería uno de los compañeros de la prisión, tatuado de pies a cabeza. 

“Por buena puntería” fue su lacónica respuesta. 

Pantera, –“el más terrible de todos los presos”, según decían los guardicárceles– rió estrepitoso. “¡Con esa cara de maricón que tienes, no te veo con buena puntería!”, dicho lo cual, lo escupió provocativo. Desde ese día, la vida de Edelberto en la prisión fue un calvario.

El accidente había ocurrido seis meses antes. En la casa vecina, don Miguel estaba aceitando su pistola. Edelberto y alguno de sus hijos fueron invitados a conversar un rato, cosa que no le agradó. Las armas siempre le habían dado miedo. Don Miguel insistió infinitas veces, asegurando que la pistola estaba descargada, para que la tomara. Luego de mil negativas, Edelberto la empuñó. Era la primera vez en su vida que tenía un arma de fuego en sus manos. Apuntó hacia la cabeza de su hijo Danielito, jugando a que le disparaba. Evidentemente, tenía buena puntería: el balazo entró certero por el ojo izquierdo. 

Al día de hoy, en la cárcel y convertido en el juguete de Pantera, Edelberto seguía maldiciendo haber cedido a la insistencia de su vecino aquel día. Su dios, al que tanto le rezara en otras ocasiones, parecía haberlo abandonado.

Nunca se supo cómo fue, pero luego de una ocasión en que Pantera hizo que le succionara el pene en público, en la hora de la cena apareció un arma casera en el plato de Edelberto. ¿Sería su dios que había vuelto para resarcirlo? Con serenidad, apuntó despacio. El balazo certero entró por el ojo izquierdo de Pantera, igual que con Danielito. 

Jugarretas del destino, en el acta que labró el jefe de la prisión se anotó: suisidio, con “s” (era otro cholo que también había llegado de la Sierra y hablaba mal el español).

4. Héroe

La dictadura del general M. ya llevaba nueve años, y no daba miras de terminar. Por el contrario, estos últimos meses había arreciado. Ahora se vivía, además del estado de sitio, con riguroso toque de queda. A las nueve de la noche las ciudades quedaban desiertas y sólo patrullas militares podían verse. Muchas veces el propio general M. acompañaba en las rondas, con ropa de fajina y muy poca escolta.

Alberto –Tito para toda la barriada pobre donde vivía, aprendiz de mecánico– acababa de cumplir los dieciséis. Su primera noviecita –Irma– lo tenía loco. En un arrebato de amor le había prometido sacarla del tugurio en que habitaban. Todas las noches la visitaba cuando anochecía, a veces flores en mano. Aquel día se le había hecho tarde y la visita terminó cuando empezaba el toque de queda. Pese a los ruegos de Irma, prefirió partir.

Cuando la patrulla vio una sombra desplazándose por los callejones del barrio., “antro de malhechores y subversivos ateos y apátridas peligrosos para el sistema”, el mismo general M. dio la voz de alto. Tito prefirió correr. Se internó por los interminables recovecos donde se había criado, que conocía a la perfección. Dos soldados y el general lo persiguieron. Los soldados se perdieron, pero M. creyó encontrar la pista y se dejó llevar por su olfato de perseguidor. No se había equivocado: oculto tras unos depósitos de basura Tito temblaba sin saber qué hacer.

El tropezón del general fue providencial. La 9 mm. escapó de su mano, cayendo junto al joven. Tiritando de miedo, con los ojos cerrados, Tito no sabe cómo pudo hacer puntería. Lo cierto es que el balazo certero entró por la frente del militar.

Con la inesperada muerte del general M. empezó un proceso de alzamiento popular, indetenible, impetuoso, que acabó forzando a la dictadura a convocar elecciones que ganó la izquierda. Tito es hoy un reputado héroe, y está estudiando ingeniería mecánica.

5. Una de vaqueros

La caravana tenía más de 60 carretas. Era de las más largas que se habían aventurado hacia el Oeste buscando tierras donde afincarse… ¡y oro! La escoltaba una compañía completa del Ejército. En una de ellas iban los explosivos: 600 libras de dinamita. Era, por supuesto, la más custodiada por los soldados.

Los Apaches no disponían de armas de fuego. Los escasos rifles que habían podido robarle a una caravana el mes pasado no tenían más municiones. Había que resignarse a ver entrar a los carapálidas desde algún cerro cercano sin poder hacer nada al respecto, más que pensar en alguna posible venganza en algún momento. Los dioses parecían haberlos abandonado.

El hijo mayor del Gran Jefe Búfalo Enfurecido lo acompañaba en todo momento. Ahora, en la cima de aquella loma, veía cómo deslizaban lágrimas por el curtido rostro de su padre, quien observaba impotente la entrada del Hombre Blanco. Junto a su arco y las flechas, Búfalo Enfurecido había dejado el Colt 45, sin balas, que había obtenido en algún ataque meses atrás.

“No toques eso”, indicó severo a su hijo de 11 años, que apenas podía sostener el arma en sus manos. “Dijiste que no tiene balas”, respondió el niño. “Nunca se sabe”, terció el jefe.

Sí tenía… La bala perdida, disparada de casualidad por Rayo de Luz, cayó exactamente sobre la carreta con los explosivos. La conmoción fue tan grande entre los colonizadores y sus escoltas que en pocos minutos los escasos cien Apaches no dejaron vivo más que unos pocos invasores.

6. Envidia

Rigoberto Trujillo se crió junto a Juan Diego Flórez. Ambos compartieron travesuras infantiles, parrandas adolescentes y algo de música. Juan Diego, andando el tiempo, llegó a ser uno de los mejores, si no el mejor cantante de ópera. “Este peruano es mi sucesor como el más grande tenor”, llegó a declararlo el legendario Pavarotti. Rigoberto no pasó de músico aficionado, y el alcohol prontamente comenzó a hacer estrategos en su vida.

De jóvenes, ambos entonaban juntos algunos huaynos, así como canciones de Los Beatles. Posteriormente Juan Diego triunfó en los más connotados escenarios mundiales; Rigoberto no pasó de desentonadas canciones en cantinas de mala muerte de su Lima natal. Su envidia, incubada desde años atrás, ahora iba en aumento. Era un odio visceral que lo carcomía.

Si pudiera, lo mataría. O mejor aún: le daría un tiro en la garganta así le arruino su puta carrera”, mascullaba con un dolor indecible. Producto del alcohol, pero básicamente porque su talento no era, ni remotamente, el de su ex amigo de juventudes, su voz cada vez se tornaba más desagradable, cascada, casi inaudible. Por el contrario, Juan Diego acrecentaba su fama y para sus presentaciones había que reservar entradas meses antes.

Fue por casualidad que Rigoberto vio el video de la actuación de Juan Diego en la Scala de Milán. Sin duda, presentación histórica, única, que quedó en los anales de la historia musical como una de las más grandiosas interpretaciones. Para la ocasión, cantaba ahí el aria “Ah, mes amis”, de la ópera “La hija del regimiento”, de Gaetano Donizetti. Obra de dificilísima interpretación, presenta dificultades técnicas que hace que muy pocos tenores del mundo se atrevan con ella; los nueve do de pecho que impone, la convierten en tan complicada como majestuosa. Aquel 20 de febrero de 2007 Juan Diego logró lo que no se hacía desde 1933, cuando el legendario Chaliapin, el bajo profundo ruso, obligó a que el público pidiera un bis. Ahora, Juan Diego lograba algo similar: después de cinco minutos de enardecidos aplausos, con lágrimas en los ojos de la emoción, repitió el aria.

Cuando vio eso, Rigoberto no pudo resistirlo. Después de repetir más de una docena de veces la filmación, en el momento de la ovación del público se descerrajó el tiro en el paladar. Curiosamente, no murió. Ahora, con su imagen de pobre indigente desarrapado, tararea con voz apenas audible alguna canción popular en el metro de Lima, viviendo de las limosnas.

7. ¡Cristo resucitó!

Javier quiso ser director de orquesta sinfónica, pero por diversos motivos no pasó de modesto pianista (cuarto año del Conservatorio). Nunca llegó a ofrecer un concierto en público. Andando el tiempo, se alejó completamente de la música. El odio que esa frustración le acumulaba no tenía límites. Su ocupación de vendedor de seguros apenas si le permitía ocasionalmente escuchar algo de música en su casa. Muy raramente iba a un teatro.

Para el momento en que nos interesa, Abdul Abdelmalek, de Egipto, con sus cortos 33 años, ya se había consagrado como uno de los más grandes directores sinfónicos de la época. “Superior a Toscanini y a von Karajan, fabuloso, perfecto”, había decretado la crítica. Con un particular estilo -jamás usaba frac, dirigía en pantalón vaquero y con cabello largo hasta la cintura, tatuado y con arete en la nariz-, las más prestigiosas orquestas sinfónicas del mundo habían ejecutado bajo su batuta. Sabía arrancar de los instrumentistas los más hermosísimos sonidos en cada obra. Fuerza expresiva y técnica infalible se amalgamaban en un todo. Realmente hipnotizaba.

En marzo se presentaba en el Palacio de Bellas Artes, en la Ciudad de México, el más emblemático de los teatros líricos y de la música académica del país. Javier, haciendo un gran esfuerzo económico, compró una platea preferencial.

El concierto fue fabuloso. No quedaban dudas que la calidad artística de Abdelmalek le había conferido con mucha justicia la fama y el prestigio de que gozaba. Durante la ejecución de la obra final -“Cuadros de una exposición”, de Modest Mussorgski, en orquestación de Maurice Ravel- Javier se levantó de la platea y corrió hacia el proscenio al grito de “¡Cristo resucitó!”.

Luego, ya detenido por la policía, contó que quiso imitar al húngaro Laszlo Toth, quien en 1972, con un grito similar y martillo en mano, dañó severamente “La Piedad”, de Miguel Ángel Buonarotti, en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano. Pero, en realidad, lo que quiso imitar, lo que realmente esperaba, confesó luego, fue lo que sucedió en aquel lejano 1972, cuando un grupo de jóvenes artistas plásticos planteó nominar al destructor de la gran escultura renacentista para el Premio Nobel de Arte, como una expresión genial de anti-arte. Javier esperaba algo similar. El balazo que le disparó a Abdelmalek solo lo hirió en el hombro izquierdo, y el egipcio ahora sigue dirigiendo. Para julio organizó un espectacular concierto benéfico nuevamente en México, a total beneficio del Hospital Psiquiátrico, donde reside Javier.



domingo, 16 de febrero de 2020

INJUSTICIAS INJUSTIFICABLES




¿Por qué a un presidente, o a un embajador, se les llama “EXCELENTÍSIMOS”, o a un obispo “REVERENDÍSIMO”, y no se trata igual a un albañil, una empleada doméstica o a un campesino?

¿TAN “EXCELENTES” SON ESTOS TIPOS? ¿NO SE TIRAN PEDOS TAMBIÉN?





viernes, 14 de febrero de 2020

COLOMBIA RICA, CUBA POBRE….




Cuba es un país sumamente pobre, donde el atraso se evidencia en sus infraestructuras”. Lo dice la canciller colombiana. La respuesta que le dio un periodista español la dejó calladita.

Ayer durmieron en la calle 200 millones de niños por falta de techo y te aseguro que ninguno es cubano, pero muchos son colombianos... En el mundo existen millones de personas sin cobertura médica, y te aseguro que ninguno es cubano y sólo en Colombia hay más de la mitad de la población sin seguro médico y aquellos que lo tienen no son atendidos a un 100%. En el mundo hay millones de analfabetas y ninguno es cubano, pero sí muchos colombianos.
En lo que va corrido de este año han asesinado a líderes sociales en todo el mundo, pero ninguno en el territorio cubano, en Colombia los matan a diario.
Cuba en cultura, deporte, salud y educación son los mejores de la región.
Cuando Colombia pueda superar a Cuba en algún progreso social, ese día puede opinar, mientras tanto mire a su país y reflexione qué tan grande es una isla como Cuba, comparada con Colombia, que a pesar que tiene todas las garantías para ser grande, hoy en el mundo no figura como nada bueno.
Hoy son considerados los más corruptos, los más asesinos, los más narcotraficantes, los más ignorantes, tiene la tasa de desempleo más alta de la región, la tasa de asesinatos más grande, y su presidente es un circo rodante regalando estupideces donde quiera que llega...
Amiga canciller, le digo esto porque soy periodista español y he tenido la oportunidad de viajar a Cuba, lo mismo que he viajado y trabajado en Colombia. Y vivir y trabajar en Colombia es todo un desafío para un periodista; por ejercer esta profesión, puedes ser asesinado en Colombia en cualquier momento. Sólo el año pasado en Colombia asesinaron a 36 periodistas. En Cuba no asesinan a nadie por pensar diferente.
Si Cuba es pobre, Colombia sería una miseria delante de Cuba”.


jueves, 13 de febrero de 2020

DELIRIOS: ¡CÓMO CAMBIA EL MUNDO!




Si hoy día alguien dice que viene a la Tierra como enviado de un ser superior, dice que puede transformar el agua en petróleo con un pase mágico y curar a los cancerosos mirándole fijo la rodilla izquierda, sin dudarlo se le envía a un manicomio.

Hace 2,000 años atrás, que alguien dijera cosas por el estilo bastaron para que, en el Concilio de Nicea (año 325) se le elevara a la categoría de hijo de dios, aprovechando esa figura con fines políticos para mantener tranquila a la “chusma”. Y durante muchos años, esa maniobra política se mantuvo. Hoy, de todos modos, los delirios se manejan de otra manera.

¡CÓMO HA CAMBIADO EL MUNDO!



domingo, 9 de febrero de 2020

INCREÍBLE DISCURSO PRONUNCIADO POR ABUNDA LAGULA, DE TANZANIA, AL RECIBIR EL NOBEL DE LITERATURA




Como no sé mucho de formalidades –ni pretendo saberlo– saludo y agradezco por igual a todas y todos los presentes. Es para mí un honor estar hoy aquí, delante de tanta gente distinguida, sabiendo que el mundo entero está viendo esta ceremonia. Espero, por tanto, no defraudar a nadie con estas humildes y breves palabras que, por fuerza, debo pronunciar. Si defraudo, espero que no sea demasiado. Y en el peor de los casos, si defraudo demasiado, espero sepan perdonarme. Por último, el Premio está ya otorgado, y eso demostraría que fue un error concedérmelo, como yo efectivamente pienso.

No sé si en verdad me merezco tan alto galardón. En lo personal, creo que no. Me atrevo a pensar, incluso, que efectivamente fue una equivocación. Yo, como tantas veces lo he dicho, no soy un escritor; muchos menos, un escritor genial que se merezca esta distinción.

Quiero empezar mi discurso excusándome si no puedo expresarme con toda la soltura y belleza que se esperaría lo haga un Premio Nobel de Literatura. Sucede que mi lengua materna no es el inglés, sino el suahili, idioma que hablé toda mi vida con mucha mayor propiedad, desde mi aldea natal en la selva hasta el día de hoy. Si he escrito en la lengua de Shakespeare –con todo el perdón de los clásicos puristas británicos– eso se debe a la herencia que la Reina de los Mares nos legara, a partir de la intromisión que tuvo en nuestro continente. ¿Ustedes se imaginan a la Reina de Inglaterra o al Presidente de la Cámara de los Lores hablando suahili? Yo, realmente, no. ¿Y por qué yo tengo que hablar en inglés? ¿Por qué hoy tengo que llevar este –perdónenme por el epíteto– estúpido traje negro y este –para mi gusto al menos– ridículo moño? ¿Usaría el Primer Ministro británico nuestros trajes típicos para alguna de nuestras ceremonias?

De todos modos, no quiero insistir con esta cuestión de las presentaciones: hablo en inglés, pobremente quizá, y uso un traje que me resulta incómodo. Pero no deseo extenderme en este aspecto sino excusarme, en segundo término, por mi falta de información. No podría, ni remotamente, lucirme con una parafernalia de datos sobre la historia y la situación actual de mi país: Jamhuri ya Muungano wa Tanzania –mi raza, mi continente– como lo hiciera en una ceremonia similar mi –me provoca cierto nerviosismo pronunciar la palabra– "colega", el también galardonado con este premio, el latinoamericano García Márquez. En ocasión de recibir su premio, aquí mismo, hace ya años, asombró a todos con una pieza oratoria tan llena de datos, tan rica en información, que creo le podría valer, ella misma, otro premio. No, yo no dispongo de todo ese saber. Sé que vengo de un lugar pobre, uno de los lugares más pobres del planeta, con más hambre que otra cosa, pero no podría abundar en precisiones al respecto. Ahí están los informes de Naciones Unidas para eso.

Créanme: no soy escritor, no me tengo por tal. Fui en mis años juveniles, igual que otro colega, también ganador del Nobel –Saramago, el vate portugués– cerrajero. Si fuera un lírico, un exquisito maestro de las letras como lo es él, podría decir que ese juvenil oficio me permitió, años después, abrir los cerrojos del espíritu humano. Pero no, los defraudo. Creo que sigo siendo, de alma, más cerrajero –y mecánico de automóviles, y maestro rural, como también lo he sido– que escritor.

Llegué a la literatura casi fortuitamente, nunca me preparé para eso. No estudié formalmente nunca nada ligado a las bellas artes, no asistí a taller literario alguno. Lamento decepcionarlos si esperaban otra cosa. Empecé a escribir casi como una necesidad visceral: no podía quedarme callado ante las calamidades que a diario veía en mi país, la miseria, la injusticia. Era tan horripilante todo eso –y sigue siéndolo, sin dudas– que me pareció necesario dejar constancia ante la historia de tanta monstruosidad. ¿Por qué los negros sufrimos tanto? Como no tenía cámara fotográfica ni teléfono celular para tomar fotos, y mucho menos como no podía plasmarlo en una película, pensé que tenía que escribir sobre esa realidad. De haber tenido habilidades plásticas, se los aseguro, hubiera pintado; de más está decir que no las tengo.

Como ven, entonces, no soy un inspirado por las Musas. ¿Los sigo defraudando? Simplemente me limité a poner en un papel –les aclaro que jamás he usado una computadora para escribir– lo que sentía sobre lo que veía a diario. ¿Ustedes saben lo que es comer cada dos días… con buena suerte, claro? No pretendo en absoluto ser melodramático y contarles las infamias más grandes que se puedan imaginar buscando conmoverlos y hacerles derramar una lágrima. Creo que eso es una inmoral pornografía de la miseria. Si quieren conmoverse, visiten los lugares de donde yo vengo, y que me inspiraron a escribir aquello por lo que hoy me premian.

Insisto: no sé si soy merecedor de esta tan distinguida presea. No soy un escritor bello –no estoy hablando de "mi" belleza; me considero más bien feo, de verdad. No soy un estilista, un sutil y delicado rapsoda, un mago de las palabras. Hay muchísimos que así han entendido la literatura– y yo también, en definitiva, creo que eso es el arte literario. Pero yo no soy de esos. Soy más bien rústico, torpe incluso. No pinto bellezas; hablo, simplemente, de la sufrida vida de mi gente, de mi sufrida vida.

Intuyo que se me confiere ahora este premio con un valor simbólico: un negro –¡un negro!– de uno de los países más pobres que hay. ¿No se trata de una compensación, una forma de resarcimiento? Los que han leído mi obra –que por cierto no son muchos– saben que no soy un elegante maestro del lenguaje. ¿Por qué, entonces, este galardón? Lo agradezco, claro, no dejo de estar contento; creo que es importante aceptarlo, justamente porque soy un negro de un país extremadamente pobre. ¿Pero no es un poco tardío el reconocimiento?

Les aseguro que no soy un resentido contra los blancos. Aunque no les interese saberlo –nadie me lo está preguntando– uno de mis mejores amigos en mi país es un blanco. Ustedes, los aquí presentes, la reina de Suecia, toda esta gente importante y acostumbrada a llevar estos trajes que a mí me parecen camisas de fuerza pero que, para ustedes, son algo de lo más cotidiano, todos ustedes no son los responsables directos de nuestras infinitas penurias, como negros y como pobres. ¿O si?

¿Quién es el culpable, entonces? En lo que hoy día es Tanzania se sabe que apareció el primer ser humano de la historia, hace varios millones de años, y de allí se desplazó por todo el planeta. Por lo que, permítaseme decirlo así, los blancos, rubios y de ojos celestes actuales son negros desteñidos. ¿Por qué quedamos tan atrasados? ¿Por qué hemos debido sufrir tantas tropelías? ¿Ustedes se imaginan Europa repartida desde un escritorio, o debajo de un árbol, en una reunión de los jefes africanos? La Conferencia de Berlín no fue un chiste, un invento, una quimera. Ahí repartieron mi continente, mi gente, mis recursos, como niños que reparten un pastel. ¿Lo sabían, verdad? El 26 de febrero de 1885, en Berlín, Alemania, 14 varones representantes de otros tantos países –ninguno africano, valga aclarar–, y presididos por el canciller teutón von Bismarck, sentados frente a un mapa del África jugaron a repartirse el continente.

Ustedes, se los digo con todo corazón, ustedes no son los responsables. Ustedes heredaron esa historia. Ustedes son blancos, ricos, que no saben nada de lo que es el hambre, y que hoy –¡qué bueno que así sea!– pueden tener un poco de conciencia, de vergüenza mejor dicho, y pensar en promover un símbolo como lo que en estos momentos se está consumando en esta sala: reconocer la monstruosidad que sus antepasados cometieron premiando, quizá inmerecidamente, a un negro, con un preciado trofeo internacional.

Yo se los agradezco, muy hondamente, con toda mi alma. Pero vuelvo a decirles lo mismo: quizá no soy merecedor a esto en tanto escritor. Quizá, sí, en tanto negro, en tanto pobre. Hasta ahora he sobrevivido muy magramente, con trabajitos informales o con sueldos del Estado. Ya se imaginan entonces cómo puedo haber sobrevivido. Nunca viví como escritor. Quizá ahora, devenido Premio Nobel, mi suerte cambie. No me atrevería a decir: mi próxima "buena suerte"; simplemente una suerte distinta. Quizá, como dijo otro colega –ya le perdí el miedo a esta palabra, ya empezó a gustarme–, el igualmente laureado con el Nobel, sobreviviente a los campos de concentración, y símbolo también, el húngaro Kertész, una vez obtenido ese galardón conoció la tercera dictadura, luego de la nazi y la bolchevique: la dictadura del dinero –la menos incómoda, se apresuró a aclarar. Tal vez eso me suceda: ahora llegarán los laureles, los reflectores de la prensa, los amigos que son como sombras: aquellos que lo siguen a uno solamente porque hay sol. Tal vez –yo diría que casi con seguridad así sucederá– me atosiguen con conferencias y presentaciones públicas. ¡Yo, un modesto cerrajero y maestro de escuela! ¿No es un poco desproporcionado todo esto? ¿Qué podría transmitirles yo?

Probablemente ustedes esperaban un brillante intelectual, un experto en cuestiones literarias, un profundo pensador. Pues no. Déjenme decirles que no soy eso; aunque quisiera, no podría serlo –y sigo decepcionándolos. Por otro lado –aclaración importante– no quiero serlo tampoco. Ahora ocupo un cargo medio en el Ministerio de Educación de Tanzania. No sé si realmente hago bien lo que hago, pero al menos creo mucho en lo que llevo a cabo. En mi país alrededor del 30 por ciento de la población no sabe leer ni escribir –eso se ve mucho más aún en las mujeres. Por eso, les decía, desde el Ministerio tenemos tanto que hacer por delante.

Imagínense: en un país de analfabetos, donde llegar a la escuela secundaria ya es muy difícil, y la Universidad es casi un lujo inaudito, ¿a quién le pueden importar unos cuantos cuentos sobre la miseria diaria? Allí la miseria se vive día a día, hora a hora, no es necesario leerla en un libro.

Por todo eso creo que es algo desmedido estar recibiendo el Premio Nobel hoy aquí. Podría no aceptarlo, como en su momento hizo Jean-Paul Sartre. Pero, en realidad, no me parece lo mejor proceder así. Lo acepto, siempre con la idea que no lo merezco, que hay mejores escritores que yo –y lo digo muy sinceramente; yo soy un simple juglar popular que habla de las cosas cotidianas, de la miseria cotidiana. Pero lo acepto justamente por el valor de símbolo que entiendo conlleva. Lo acepto, con una condición: que los aquí presentes tomen todos –yo ya lo tomé– el genuino compromiso de revertir la situación que vive el África.

Sí, así como oyen. ¿Los decepciono? ¿No se esperaban esto? Bueno, perdonen, pero creo que no estoy pidiendo nada fuera de lugar. ¿En nombre de qué derecho mi población, mis hermanos, fueron convertidos en esclavos? ¿Con qué derecho nos han saqueado históricamente como lo han hecho las potencias occidentales? ¿Por qué estamos condenados a ser los vencidos, los olvidados, los marginales, los miserables? ¿Por qué tenemos que vivir de las infames limosnas de la caridad internacional, siempre deficientes, siempre a destiempo? ¿Con qué derecho se nos quiere hacer pagar una inmoral, insoportable y nefasta deuda externa que ningún habitante del África ha contraído directamente? ¿Cómo olvidar los siglos de explotación, de ignominia, de degradación que nos tocó soportar, solo por ser negros? ¿Por qué estamos condenados a soportar una enfermedad como el VIH-SIDA, guerras fratricidas que nos inventan desde fuera de nuestras fronteras, saqueo inmisericorde de nuestros recursos? ¿Y si fuera cierto que pedimos que, a partir de ahora, la monarca del Reino Unido de Gran Bretaña y la Irlanda del Norte –y por qué no también sus súbditos– hablen idioma suahili? ¿Y por qué tenemos que aceptar tomar Coca Cola y comer Mc Donald's? ¿Acaso no tenemos comidas decentes en nuestros pueblos? ¿Con qué derecho se considera que "la cultura" debe tener por símbolo un Partenón griego –como es la representación de la UNESCO– y no, por ejemplo, uno de nuestros bohíos? ¿Quién nos ha hecho creer que los blancos son más "cultos" que los negros? ¿Por qué los negros estamos condenados, si bien nos va, a ser deportistas profesionales? –los gladiadores modernos para el circo contemporáneo. ¿Acaso los negros no podemos ser más que delincuentes cuando habitamos en el mundo de los blancos? ¿Es ese nuestro destino? ¿Inmigrantes ilegales, ladrones, barrios marginales?

Acepto su blanco premio, señoras y señores, sólo a condición que ustedes reconozcan en público, aquí, delante de todas estas cámaras de televisión, que con un Premio Nobel dado a un negrito no se está resarciendo una mierda la infamia histórica, el despojo descomunal y la injusticia infinita que se ha cometido en contra de nuestros pueblos.

Acepto este blanco premio, no diré manchado de sangre, pero sí condicionado por sus asquerosos billetes de bancos occidentales, sólo a condición que quede claro que esto es un inicio –algo payasesco por cierto– de un proceso de reparación que debe llevar años, siglos quizá. ¿Quién nos va a devolver los bosques desaparecidos? ¿Quién, cómo y cuándo va a pedirnos perdón por la esclavitud a que nos forzaron? ¿Creen ustedes, por casualidad, que este premio remedia algo? ¡Ni mierda! Pero lo acepto de todos modos. Muchas gracias.


sábado, 8 de febrero de 2020

CORONAVIRUS




LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN CONSTRUYEN NUESTRA REALIDAD

¿Cuántos muertos diarios produce el hambre en el mundo? 14,000
¿Cuántas horas le dedican los medios de comunicación comerciales al tema? Casi nada.

¿Cuántos muertos diarios produce la falta de agua potable en el mundo? 2,100
¿Cuántas horas le dedican los medios de comunicación comerciales al tema? Prácticamente nada.

¿Cuántos muertos produjo el coronavirus en un mes? Alrededor de 600 (promedio de 2 por día).
¿Cuántas horas le dedican los medios de comunicación comerciales al tema? ¡No alcanzan las 24 horas del día!  

Pensamos, decimos y sentimos lo que la maquinaria mediática comercial capitalista quiere (o lo que le conviene).

SI LA EPIDEMIA HUBIERA APARECIDO EN, POR EJEMPLO: CANADÁ, O ALEMANIA, Y NO EN CHINA (SOCIALISTA, PRINCIPAL COMPETIDOR DE ESTADOS UNIDOS), ¿TENDRÍA LA MISMA DIFUSIÓN?