jueves, 30 de junio de 2022

FOTOS FAMOSAS DEL SIGLO XXI

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https://co.marca.com/claro/futbol-internacional/barcelona/2021/08/08/61100705268e3ef53c8b458b.html

 

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https://www.nytimes.com/es/2020/02/17/espanol/mundo/coronavirus-vigilancia-china.html

 

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https://verifica.efe.com/tanques-rusos-ebay/  

 

¿CUÁL ES LA MÁS IMPACTANTE?

 


miércoles, 29 de junio de 2022

PSICOANÁLISIS Y SALUD MENTAL: NO HAY PARAÍSOS A LA VISTA

Hollywood nos tiene (mal)acostumbrados a presentarnos la vida en términos de paraíso. Expresado de otra manera: desde una visión extremadamente maniquea, vemos allí la consumación más monumental de “buenos” y “malos”, siendo los “buenos” (curiosamente siempre los blancos, rubios y de ojos celestes) quienes llegan al paraíso, mientras los otros (¿no blancos?) vivirían en un infierno. Imagen estereotipada que, a fuerza de repetirse en forma interminable, se nos terminó haciendo familiar. Lo cierto es que, según esta idea nada inocentemente simplista, sí hay paraíso. Según se nos quiere hacer creer, tomar Coca-Cola y consumir hamburguesas de Mc Donald’s pavimentarían el camino hacia ese fabuloso destino.

 

Pero… ¿hay paraíso? Es decir: un lugar donde reinara la paz continua, no hubiera sobresaltos, contradicciones, conflictos de ningún tipo, donde todo fuera abundancia y bonhomía. La experiencia enseña –a sangre y fuego, habría que agregar– que el único paraíso posible es el paraíso perdido. Lugar mítico, utópico, que no puede estar sino en la fantasía: lugar de la completud, donde nada falta. El psicoanálisis nos enseña –y por eso es “maldito” para el sentido común– que esa completud resulta un mito inalcanzable. La completud, lo infinito, la ausencia de limitaciones… es lo que representan cualquiera de los tres mil dioses que pueblan la historia de esta ilusión humana. La visión crítica de la realidad nos confronta con lo más antitético a un paraíso: la vida es lucha, la historia se escribe con sangre. “La historia es un altar sacrificial”, dirá Hegel.

 

Suele decirse, como prejuicio, que el psicoanálisis se despreocupa de los problemas sociales. Como toda teoría –la física, la química, la matemática– lo “social” está en su implementación. Los conceptos fundantes de la física nuclear, por ejemplo, pueden servir para generar electricidad con la que iluminar toda una ciudad, o para hacerla volar en pedazos con una bomba. Lo importante en términos de implementación práctica es el proyecto político-social, la ideología en que se encarna esa praxis que llamamos “ciencia”.  

 

El “compromiso político-social” está en la forma en que esa teoría, esos conceptos fundamentales, son implementados por trabajadoras y trabajadores concretos, de carne y hueso, que articulan esas formulaciones en una praxis determinada, en un momento histórico preciso. El psicoanálisis es una teoría revolucionaria por cuanto rompe patrones, permite ver cosas nuevas del sujeto, instaura una pregunta crítica a la ética. Más aún: porque denuncia ilusiones: la de la completud, la que pretende decirnos que somos enteramente dueños de nuestras decisiones, la que nos promete un paraíso.

 

Qué se pueda hacer con esta formulación teórica que introdujo ese médico vienés a inicios del siglo XX, Sigmund Freud, depende del proyecto humano para el que se lo implemente. En otros términos: las y los psicoanalistas pueden trabajar atendiendo pacientes en el ámbito de la práctica privada, o fomentando políticas públicas para beneficio de toda la población. O igualmente, desde su esquema conceptual, se puede abordar la interpretación de fenómenos históricos, sociales, culturales, proponiendo nuevas formas de entender mucho de lo humano. Por ejemplo, el tema del poder: ¿por qué nos fascina? Porque nos libra (ilusoriamente) de la incompletud.

 

Sabiendo que el malestar, dicho de otro modo: el conflicto –la interminable “lucha de contrarios”, para expresarlo en términos hegelianos, dialécticos– es el motor de lo humano –en lo micro y en lo macro– quienes ejercen el psicoanálisis tienen mucho que hacer en el ámbito de la “salud mental”. Desde una posible política pública que no ponga el énfasis en el manicomio ni en la psicofarmacología, se debe generar una cultura que no niegue ni tape los conflictos en la esfera psicológica. Es decir: hay que apuntar a hablar de ellos. Por allí debería ir la cuestión: no estigmatizar los problemas –comúnmente llamados, quizá en forma incorrecta, “mentales”– sino permitir que se expresen. “¡Sea positivo!”, “¡Sea resiliente!”, “Todo depende de su actitud” …. ¿Y si eso no se logra? ¿Y si no puedo con mi síntoma? Dicho en otros términos: priorizar la palabra, la expresión, dejar que los conflictos se ventilen.

 

Esto no significa que se terminarán las inhibiciones, la angustia, el malestar que conlleva la vida cotidiana, no terminarán las fantasías, los síntomas, las congojas. ¿Cómo poder terminar con ello, si eso es el resultado de nuestra condición? La promoción de la salud mental es abrir los espacios que permitan hablar del malestar. ¿Qué significa eso? No que podamos llegar a conseguir la felicidad paradisíaca, a evitar el conflicto, a promover la extinción de los problemas (ningún medicamento ni acción terapéutica, consejo bienintencionado o libro sagrado lo podrá lograr nunca). En tanto haya seres humanos habrá diferencias (culturales, étnicas, de género, etáreas, de puntos de vista), lo cual es ya motivo de tensión. Pero no de patología. Por lo que inhibiciones, síntomas y angustias habrá siempre, y no puede dejar de haber. A lo que habría que agregar delirios, alucinaciones, transgresiones. Todo ello es el precio de la civilización. En otros términos: no hay ni puede haber paraíso.

 

¿Quién dijo que la revolución socialista nos introduce en un paraíso? ¿Acaso las miserias humanas (miedos, angustias, egoísmos, mezquindades, envidias, mentiras, manipulaciones, ruindades, venganzas, fanatismos, soberbias) se terminan con el socialismo? ¡No, de ninguna manera!… Eso es radicalmente imposible. Pero, en todo caso, se empieza a construir algo que, al menos, promete un mundo más justo, donde todos caben, todos comen, se educan, tienen salud, no se endeudan y existe dignidad, donde nadie vale más porque usa ropa de marca o toma whisky escocés añejo. Un mundo, como dijo Freud observando la revolución rusa de 1917, que dé como resultado un sujeto “menos conflictuado” que el actual. ¡El único paraíso es el paraíso perdido! El socialismo no promete paraísos… ¡promete justicia, promete equidad!

 

Hablar de “buenos” y “malos” es excesivamente simplista. O peligroso. Tal como dice Freud en El malestar en la cultura: La maldad es la venganza del ser humano contra la sociedad, por las restricciones que ella impone. Las más desagradables características del ser humano son generadas por ese ajuste precario a una civilización complicada. Es el resultado del conflicto entre nuestras pulsiones y nuestra cultura”.

 

El psicoanálisis, en definitiva, aporta su granito de arena para hacer la vida un poco más llevadera. Pero mientras no se tengan asegurados los satisfactores mínimos, sin dudas la vida es un infierno.



martes, 28 de junio de 2022

¿QUIÉN ES EL CULPABLE?

Mi viejo era alcohólico y le daba unas cachimbeadas bárbaras a mi nana. Yo me crié con seis hermanos más. Dos eran mareros, y la hembra menor, la Yuleisy, era puta. A ella la mataron. En mi colonia solo había cacos y drogos. Me acuerdo que la chante donde vivíamos era de lámina, en el puro barranco. Había una letrina asquerosa. A mí me daba asco ir ahí, pero… ni modo. Yo empecé con la mota a los doce años; después le entré a la piedra. Recuerdo que el barrio nunca había agua. Me bañaba una vez por semana… con suerte. Me decían “El Shuko” de sobrenombre. Mi primera cacha fue a los trece. De ahí ya no paré. ¿Por qué lo maté a ese vato? Mire, Lic.: yo a los veinte, después de haber estado varias veces en el reformatorio y después, ya de adulto, en el bote, traté de regenerarme. Fui a Remar. Ya tenía como seis meses limpio, sin güeviar y portándome bien. Empecé a pedir en los semáforos, pero hacía malabares para ofrecer un show, y después esperar un centavito. Recuerdo que estos majes bien catrines, que iban en un BMW, me dijeron: “payaso cerote, andá a trabajar, caco pisado”. Me encendió la sangre, y los putié. Uno de ellos se bajó. No pude aguantar. Nosotros, los que nos criamos en la calle, sabemos pelear y nos conocemos bien todas las mañas. Le di verga hasta que me lo troné. Los otros dos que andaban con él se asustaron y salieron huyendo. ¿Me entiende por qué le quebré el culo, Lic.?

 

¿QUÍEN ES EL CULPABLE DE ESTE DRAMA HUMANO?



 

lunes, 27 de junio de 2022

¡CRISTO RESUCITÓ!

Javier quiso ser director de orquesta sinfónica, pero por diversos motivos no pasó de modesto pianista (cuarto año del Conservatorio). Nunca llegó a ofrecer un concierto en público. Andando el tiempo, se alejó completamente de la música. El odio que esa frustración le acumulaba no tenía límites. Su ocupación de vendedor de seguros apenas si le permitía ocasionalmente escuchar algo de música en su casa. Muy raramente iba a un teatro.

Para el momento en que nos interesa, Abdul Abdelmalek, de Egipto, con sus cortos 33 años, ya se había consagrado como uno de los más grandes directores sinfónicos de la época. "Superior a Toscanini y a von Karajan, fabuloso, perfecto", había decretado la crítica. Con un particular estilo -jamás usaba frac, dirigía en pantalón vaquero y con cabello largo hasta la cintura, tatuado y con arete en la nariz-, las más prestigiosas orquestas sinfónicas del mundo habían ejecutado bajo su batuta. Sabía arrancar de los instrumentistas los más hermosísimos sonidos en cada obra. Fuerza expresiva y técnica infalible se amalgamaban en un todo. Realmente hipnotizaba.

En marzo se presentaba en el Palacio de Bellas Artes, en la Ciudad de México, el más emblemático de los teatros líricos y de la música académica del país. Javier, haciendo un gran esfuerzo económico, compró una platea preferencial.

El concierto fue fabuloso. No quedaban dudas que la calidad artística de Abdelmalek le había conferido con mucha justicia la fama y el prestigio de que gozaba. Durante la ejecución de la obra final -"Cuadros de una exposición", de Modest Mussorgski, en orquestación de Maurice Ravel- Javier se levantó de la platea y corrió hacia el proscenio al grito de "¡Cristo resucitó!".

Luego, ya detenido por la policía, contó que quiso imitar al húngaro Laszlo Toth, quien, en 1972, con un grito similar y martillo en mano, dañó severamente "La Piedad", de Miguel Ángel Buonarotti, en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano. Pero, en realidad, lo que quiso imitar, lo que realmente esperaba, confesó luego, fue lo que sucedió en aquel lejano 1972, cuando un grupo de jóvenes artistas plásticos planteó nominar al destructor de la gran escultura renacentista para el Premio Nobel de Arte, como una expresión genial de anti-arte. Javier esperaba algo similar. El balazo que le disparó a Abdelmalek solo lo hirió en el hombro izquierdo, y el egipcio ahora sigue dirigiendo. Para julio organizó un espectacular concierto benéfico nuevamente en México, a total beneficio del Hospital Psiquiátrico, donde reside Javier.



 

domingo, 26 de junio de 2022

PANDEMIA, ¿Y DESPUÉS?

Desde inicios del 2020 hemos padecido la pandemia de Covid-19; la misma lleva causadas 7 millones de muertes, aunque a decir de la Organización Mundial de la Salud -OMS- la cifra real sería el doble, dados los sub-registros. Hoy día, vacunación mediante, lo peor de la crisis sanitaria ha pasado, aunque la pandemia no ha terminado; más aún: expertos en el tema hablan de la perspectiva de otras nuevas. El director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, expresó a fines del 2020 la posibilidad, por no decir la seguridad, de la ocurrencia de nuevas pandemias en un futuro inmediato: “La historia nos muestra que no será la última pandemia. (…) La pandemia reveló los estrechos vínculos entre la salud de las personas, los animales y el planeta (…) Todos los esfuerzos para mejorar los sistemas sanitarios resultarán insuficientes si no van acompañados de una crítica de la relación entre los seres humanos y los animales, así como de la amenaza existencial que representa el cambio climático, que está convirtiendo la Tierra en un lugar más difícil para vivir.

 

La crisis sanitaria que se vive hoy, así como el decrecimiento de la economía a nivel mundial producto de la anterior (retracción de alrededor de un 5% del producto bruto global) son una realidad palpable. Debe agregarse, sin embargo, que en el estancamiento económico hay además otro factor: el empantanamiento del capitalismo. La crisis bursátil iniciada en el 2008 nunca se resolvió, y el parate ocasionado por los confinamientos de la pandemia han servido como salida “adecuada” para justificar el estancamiento. Aunque debe quedar bien en claro que lo que produjo tantos desastres económicos no fue solo el encierro obligado, sino el sistema imperante.

 

Los millones de muertos por la enfermedad, al igual que el quiebre de numerosas empresas y la pauperización de grandes masas, ahí están, sin miras de solución en lo inmediato. Las distintas secuelas que está dejando el Covid-19 van modificando el mundo. Las vacunas que comenzaron a suministrarse -con todas las críticas aparejadas- no son la gran panacea, porque el deterioro del que es un síntoma la actual crisis no se arregla con inmunizaciones. La crisis se evidencia en la alarma que se encendió en todos los países dado el tremendo nivel de deterioro de los sistemas públicos, que no pudieron dar abasto a la avalancha de infectados, dada su precarización producto de las políticas privatistas de estas últimas décadas. Todo indica que la realidad sanitaria global se está modificando a futuro. Hacia mediados del 2022, y pese a la vacunación masiva, la situación no mejora sustancialmente en términos planetarios, surgiendo cepas nuevas que, si bien no son especialmente más mortales, sí tienen mayores capacidades de transmisibilidad. Sin ser agorero, todo indica que lo vendrá en el futuro inmediato no va para mejor, al menos para el gran campo popular, para las grandes mayorías de la humanidad. Si alguien se beneficia de la situación presente son, como siempre, pequeños grupos de poder: farmacéuticas, todo lo relacionado con la informática, la gran banca y, aunque parezca monstruoso, la industria militar, que fue de los pocos negocios que siguió creciendo durante la pandemia.  

 

Se habló hasta el hartazgo de la “nueva normalidad” post-pandemia, viendo en ella -quizá con excesivo optimismo- la posibilidad de un mundo más “humanizado”, más solidario. Sin dudas: ¡excesivo optimismo! Lo que muestra el mundo hoy día no nos permite ser muy promisorios: sigue el capitalismo feroz, sigue el individualismo, continúan las guerras.

 

En el nuevo escenario global que se va abriendo -en realidad no solo por la pandemia- puede que se modifiquen relaciones de poder entre las grandes potencias. En este momento todo indica que Estados Unidos está perdiendo -bastante aceleradamente- su papel de centro hegemónico internacional. Con un producto bruto de más del 30% de la economía planetaria después de la Segunda Guerra Mundial, ahora aporta solo un 18%. El hiperconsumo desenfrenado y su voraz avidez le han pasado factura: el dólar, su moneda, anteriormente sostenido a punto de invasiones militares, hoy día va perdiendo valor. La República Popular China lo está destronando como potencia económica y científico-tecnológica. En el plano puramente militar, Rusia lo ha dejado atrás, tomándole varios años de delantera en el desarrollo de armas estratégicas (misilística hipersónica). Todo eso, de todos modos, no necesariamente es una buena noticia para el campo popular. Está abierto el debate sobre el actual modelo de “socialismo de mercado” impulsado por China; en principio, sin embargo, ese no es el espejo donde puede mirarse la clase trabajadora internacional y los empobrecidos pueblos del mundo. ¿Post pandemia con una China hegemónica y dominante en tecnología 5G? (y 6G ya en camino). Eso no necesariamente es una buena noticia para la humanidad: las injusticias siguen a la orden del día por doquier. Continúa la ética individualista, la explotación de la clase trabajadora… ¡y los conflictos bélicos! Repitamos: la industria militar creció casi un 5% durante la pandemia.

 

¿Qué es entonces la “nueva normalidad”? ¿El teletrabajo? Hay mucha gente que ya le encontró el gusto por trabajar desde la casa, y las empresas ya se encontraron el gusto de que la totalidad de la gente no vaya a las oficinas”, expresó Franco Uccelli, alto directivo del JPMorgan Chase & Co, uno de los bancos más grandes del mundo (estadounidense), de esos que marcan lo que es “normal”.

 

En el apogeo de la pandemia se dieron unas 6,000 muertes diarias; ahora la curva epidemiológica de esta enfermedad tiende a aplanarse, mientras se mantienen otras muertes por razones inaceptables: ¡desnutrición!, por ejemplo. De ningún modo podemos aceptar la actual normalidad donde mueren diariamente 20,000 personas por hambre o por causas ligadas a la desnutrición mientras sobra comida en el mundo. La supuesta “nueva normalidad” no augura nada nuevo en verdad, al menos para las grandes mayorías (para las empresas como la recién citada, quizá sí). En esta sociedad global post-pandemia, ¿se “abuenarán” los “malos” que nos matan de hambre? Obviamente no se trata de bondades o maldades en juego: son luchas de clases, relaciones sociales trans-individuales. Todo indica que lo dicho por este funcionario de uno de los bancos más poderosos del mundo marca la “nueva normalidad”. El mundo digital que ya se abrió, de momento no parece favorecer a las grandes mayorías. Trabajar desde casa ¿es un triunfo popular? ¿Cómo se formarán los sindicatos entonces? ¿O en la “nueva normalidad” eso ya no cabe? Las tecnologías digitales, fabulosas sin dudas, pueden servir para dar saltos en la historia; o también, como pareciera perfilarse de momento, para controlarnos más y mejor (control, se entiende, que ejercerán los grupos de poder sobre las poblaciones, obligando a consumir lo que entiendan oportuno, y silenciando la protesta cuando también lo consideren oportuno).

 

Luego del auge de la pandemia vino la vacunación masiva. Va quedando claro que el principal perjudicado con esta crisis sanitaria global es, como siempre, la gran masa trabajadora de todos los países. La oligarquía internacional que maneja el mundo capitalista -que no tiene nacionalidad, en definitiva: “El capital no tiene patria” decía Marx- puede hoy hacer algunas mínimas concesiones para que no estalle la olla de presión. De esa cuenta, ha comenzado a hablar de la posibilidad de establecer una renta básica universal. Probablemente el “Gran Reinicio” del que se habla en los más altos círculos de poder consista en un intento de reingeniería social a escala planetaria para seguir manteniendo inalterables sus privilegios. En esa lógica, con planes neoliberales que no terminan -¿quién dijo que el neoliberalismo está acabado?- los Estados van quedando crecientemente debilitados, siendo reemplazados por el asistencialismo de mecenas, o por ese engendro impresentable llamado “cooperación internacional”. La cada vez mayor precarización en las condiciones laborales constituye un mecanismo para aumentar las tasas de ganancia del capital, fragmentando la organización, y por tanto las luchas populares. El proceso de “oenegización” hoy día tan extendido, no es sino una forma de seguir implementando el “divide y reinarás”.

 

El capitalismo es el capitalismo. Es decir: solo piensa en lucro empresarial, basado en un individualismo hedonista fundante (“La sociedad no existe. Solo hay hombres y mujeres individuales”, dijo Margaret Tatcher). La salud pública, por tanto, es concebida de la misma manera. En otros términos: es un valor de cambio más, una mercancía que puede generar ganancias. La solidaridad no existe (la beneficencia y la cooperación internacional no tienen nada que ver con la solidaridad). En esa lógica, los grandes oligopolios farmacéuticos utilizaron fondos públicos para la investigación de estas nuevas vacunas, y sin que se hubiera demostrado fehacientemente la validez, eficacia y seguridad de las mismas, comenzaron a utilizarse. Curioso que esas empresas (estadounidenses y europeo-occidentales) lograron que sus respectivos Estados sean quienes pagarían las indemnizaciones por posibles efectos secundarios derivados de estos productos experimentales, mientras continúan negociaciones para lograr quedar exentas de toda responsabilidad civil por las eventuales secuelas producidas por sus medicamentos.

 

Más allá de la efectividad o no de estas vacunas -curiosamente, las de fabricación rusa, china o cubana no ocuparon la cartelera de la prensa como sucede con las de las multinacionales capitalistas-, de sus efectos secundarios nocivos a mediano y largo plazo, de las razonables dudas que todo esto pueda abrir, la ideología capitalista (individualista y hedonista) evidencia una vez más que no está en condiciones de aportar nada para una humanidad igualitaria. Vergonzosamente los países llamados desarrollados han acaparado la casi totalidad de la producción, dejando migajas para el Sur.

 

El Director de la OMS no ahorró palabras para denunciar las asimetrías en el manejo de las vacunas y la voracidad de los más acaudalados. Consideró “moralmente indefendible, epidemiológicamente negativo y clínicamente contraproducente” el panorama actual (hay países prósperos del Norte con casi la totalidad de su población con tres dosis, mientras otros en el Sur no llegan al 50% de habitantes con una o dos dosis). Atacando la mercantilización de la salud y la falta de solidaridad evidenciada en el manejo de la distribución de las vacunas, se refirió a los mecanismos de mercado enfatizando que son “insuficientes para conseguir la meta de detener la pandemia logrando inmunidad de rebaño con vacunas”, defendiendo la necesidad de planteos de políticas públicas para afrontar la crisis sanitaria. “Tengo que ser franco: el mundo está al borde de un catastrófico fracaso moral, y el precio de este fracaso se pagará con vidas y medios de subsistencia en los países más pobres”.

 

El modelo de producción y consumo que comporta el capitalismo no es viable a largo plazo: las pandemias serían, entre otras, una de sus ingratas consecuencias. Las respuestas técnicas -la vacunación universal- no alcanzan, porque la evidencia muestra que las mismas no llegan por igual a todos los habitantes del planeta. Se trata entonces de buscar otros caminos, establecer las relaciones humanas y los esquemas sociales sobre otros modelos sociopolíticos. Hay que pensar en alternativas, por lo que, como dijera Rosa Luxemburgo entonces: “socialismo o barbarie”.

 

El sistema capitalista, que sin ningún lugar a dudas no puede solucionar todos los problemas humanos que hoy día ya son solucionables gracias al desarrollo científico-técnico, no está agotado. Con varios siglos de existencia, sabe arreglárselas muy bien para permanecer de pie. En la guerra contra el socialismo, hoy por hoy va ganando. Pero eso no es una buena noticia para la humanidad, porque la prosperidad de unos pocos asienta en las penurias de las grandes mayorías planetarias. La situación de la salud lo evidencia de modo patético, y la actual crisis sanitaria muestra que la mercantilización de un bien tan preciado como ése lo único que trae es ganancias para unos pocos a costa de sacrificios de los más. Después de la pandemia no se ve, al menos en principio, un horizonte post capitalista. Al contrario, todo augura más capitalismo, con una super potencia en declive disputando la hegemonía mundial con otras dos super potencias (con capitalismo de Estado y capitalismo mafioso una, con socialismo de mercado la otra). Las guerras no han desaparecido de la historia, sino que siguen siendo una cruda realidad -ahí está la mediática guerra en Ucrania-, y la posibilidad de un holocausto termonuclear está siempre abierta. Ante este mundo y la nueva normalidad que se avecina, con este “Gran Reinicio” que los capitales occidentales propician, la clase trabajadora mundial no puede sentir ninguna alegría. Si nuevas pandemias podrán venir, y la salud seguirá siendo un bien comercializable, el camino capitalista es un callejón sin salida. Por tanto, como gran tarea pendiente, estamos llamados a construir algo distinto, una alternativa a este modo de producción basado solo en el lucro, que prescinde tanto del ser humano -a quien transforma en esclavo asalariado, o lo desecha producto de la robotización- o se lleva por delante la naturaleza, olvidando que hay un solo planeta, que nuestra casa común no es una infinita cantera para explotar. En tal caso, por supuesto que son más que actuales las palabras de la revolucionaria polaco-alemana.



sábado, 25 de junio de 2022

DIFERENCIAS ÉTICAS ENTRE CAPITALISMO Y SOCIALISMO

No existe la sociedad. Hay hombres y mujeres individuales”, dijo una representante del principal país imperialista de Europa: el Reino Unido de Gran Bretaña, capitalista a morir, la ex mandataria Margaret Tatcher.

La Tierra es la patria de la humanidad”, dice el socialismo.

 

SEGÚN EL CAPITALISMO: ¿SE VALE PISARLE LA CABEZA AL OTRO ENTONCES?



 

viernes, 24 de junio de 2022

NO TODOS SOMOS IGUALES

Kamala Harris y Francia Márquez, respectivamente vicepresidentas de Estados Unidos y de Colombia. Ambas son descendientes de población negra llegada del África a tierras americanas (presumiblemente, ambas tienen entre sus ancestros a esclavos llevados a la fuerza los países donde ahora son mandatarias). Ambas son abogadas. Ambas son, por vez primera en la historia de sus países, las primeras mujeres negras en ocupar cargos tan altos. ¿Son iguales?


A Kamala Harris muy probablemente no la saquen del poder con un golpe de Estado. ¿Correrá igual suerte Francia Márquez?
Si su presidente faltara, Kamala Harris probablemente deba enfrentarse a la disyuntiva de entrar en guerra con otros países, incluso de tener que usar armas nucleares. Actúa con el beneplácito de los sectores poderosos de su país, que son quienes la llevaron a su sillón.
Si su presidente faltara, Francia Márquez quizá se viera obligada a tomar la incómoda decisión de reprimir protestas populares, o no; o a tener que decidir quitar las siete bases estadounidenses que hay en el territorio del país donde es vicepresidenta. No actúa con el favor de los poderosos de Colombia, sino con el odio visceral de los ricos, los blancos y los varones misóginos.

NO TODOS SOMOS IGUALES






jueves, 23 de junio de 2022

NUEVO ORDEN INTERNACIONAL

·         Para las grandes mayorías populares del mundo, para quienes, por lejos, somos más: la amplia clase trabajadora, los oprimidos, excluidos, los olvidados pueblos originarios, para quienes viven de un salario que nunca alcanza o sobreviven en la informalidad, para todas y todos aquellos que con nuestro trabajo alimentamos la riqueza de un minúsculo grupo de poderosos, la guerra no nos trae nada positivo.

 

·         Si alguien se beneficia de los conflictos bélicos son siempre los grupos de poder dominante, y en este contexto actual, más que nadie los fabricantes de armamentos (que se frotan las manos con cada nueva guerra).

 

·         En ese sentido, por supuesto que toda guerra es condenable. De todos modos, con una visión sopesada y crítica de la realidad humana (subjetiva y social), no puede menos que decirse (la experiencia lo demuestra en forma indubitable) que la historia se escribe con sangre. Si el socialismo representa la esperanza de escribir otra historia (“saliendo de la prehistoria”, como dijera Marx), ese es el desafío que nos convoca.

 

·         Lo que está sucediendo hoy entre Rusia y Ucrania (proceso complejo, con una larga y tortuosa historia) evidencia una lucha de poderes a nivel global entre proyectos enfrentados. Siempre en los marcos del capitalismo (Estados Unidos como potencia hegemónica arrastrando tras de sí a la Unión Europea), se asiste al choque de ese polo de poder con otro eje igualmente poderoso. Para el caso: contra la potencia militar de Rusia y el gigantesco poderío económico de China.

 

·         La actual Federación Rusa no es la Unión Soviética. Esto significa que el país que emergió en 1991 luego de la desintegración del primer Estado obrero y campesino, la primera experiencia socialista del mundo, ya no representa los intereses de los trabajadores. Es una nación capitalista, con un fuerte capitalismo de Estado y con grupos empresariales privados similares a los de cualquier otro país capitalista. Muchos de los antiguos jerarcas de la Nomenklatura pasaron a ser los nuevos capitalistas exitosos (y mafiosos, por cierto). Todo ello abre preguntas sobre cómo construir una sociedad alternativa al capitalismo, dado lo difícil que se ve. Pero difícil no significa imposible. El socialismo, de momento, debe seguir esperando.

 

·         Terminada la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos quedó como la principal potencia capitalista. Gracias al Plan Marshall pasó a controlar en muy buena medida la economía de una Europa destruida. Para evitar la alternativa socialista cercando a la Unión Soviética, creó la OTAN. Europa pasó a ser un rehén nuclear de las dos superpotencias que disputaban la Guerra Fría. El dólar fue la única moneda dominante, y por largas décadas, la clase dirigente expresada por la política de Washington se sintió dueña de buena parte del mundo. Pero últimamente eso está cambiando.

 

·         Con la desintegración de la Unión Soviética, el capitalismo occidental, liderado por Estados Unidos, trató por todos los medios de impedir el renacimiento de Rusia, intentando desarmar lo más posible el anterior proyecto socialista. De todos modos, en el medio del unipolarismo que dejó a Washington como única potencia por algunos años, surgieron nuevos elementos: China comenzó a alzarse como gran poder económico, y Rusia renació militar y políticamente.

 

·         Estados Unidos desde hace ya largos años viene perdiendo dinámica en su crecimiento (consume más de lo que produce). Su deuda externa es inconmensurable, apoyando su poderío en sus monumentales fuerzas armadas. Pero recientemente la conjunción de China y Rusia como nuevo eje de poder se le enfrenta.

 

·         Ante esta pérdida geohegemónica, la Casa Blanca busca por todos los medios contener el avance de estas dos naciones. Para ello militariza en forma ininterrumpida todo el mundo. En Europa, bajo su dirección, la OTAN cercó cada vez más a Rusia. Eso fue lo que hizo responder a Moscú desarrollando una incursión militar en Ucrania (“invasión” para algunos, “recuperación” para otros).

 

·         Todo indicaría que la clase dirigente de Estados Unidos no está dispuesta en lo más mínimo a perder su hegemonía. Es por ello que ahora sigue impulsando esta guerra, con el objetivo de debilitar por todos los medios a Rusia, mientras suenan tambores de guerra en relación a China (la defensa de Taiwán sería la excusa). Una vez más, pueblos enteros son diezmados, ucranianos ahora, taiwaneses en futuro próximo quizá, para mantener la hegemonía estadounidense. Los grandes capitales globales haciendo sus negocios, y los pueblos de a pie siempre excluidos.

 

·         Ucrania, ex república soviética, ahora manejada por una ultraderecha neonazi títere de Washington, pasó a representar un peligro para la seguridad rusa. Cuando se habló de la posibilidad de que poseyera armamento nuclear, Moscú respondió con toda la fuerza, atacando militarmente (Ucrania quedó sola, lo que evidencia que fue utilizada arteramente por Estados Unidos). Ello produjo la reacción del capitalismo occidental, acusándose a Rusia de invasora, sancionándola con duras medidas económicas que aún no se sabe qué repercusiones traerán, pero que todo indica que en vez de debilitarla, la fortalecieron. Si alguien se perjudica con las mimas, son las poblaciones.

 

·         La guerra en Ucrania no da miras de terminar. Si bien en términos militares Kiev ya perdió buena parte de su país (eso era lo que buscaba Moscú, asegurándose su salida al Mar Negro), lo cual significa la derrota ucraniana, las órdenes imperiales de Washington no desean para nada una salida negociada, por lo que siguen atizando el conflicto y enviando equipos de combate. No está de más decir que esos armamentos envidados por la OTAN, deben pagarse, y es el pueblo ucraniano quien lo hace, engrosando las cajas registradoras del complejo industrial-militar de Estados Unidos básicamente, y de algunos fabricantes europeos. Aunque la guerra técnicamente ya está perdida para Ucrania, quien maneja los hilos –la Casa Blanca– seguirá impulsando la “defensa de la democracia” (léase: provisión de más armamentos para intentar empantanar a Rusia).

 

·         Más allá de la propaganda impulsada por las cadenas comerciales del capitalismo occidental (“en la guerra, la primera víctima es la verdad”), que pone a Rusia como a punto de perder el enfrentamiento, lo cierto es que Moscú se ha salido con la suya: se anexó buena parte del territorio ucraniano y está reconfigurando el tablero internacional. Ha marcado una línea roja que Estados Unidos no puede cruzar, claro que a costa de invadir y masacrar a gente de Ucrania. La máxima “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, aquí no aplica para el campo popular global. Luego de tres meses de guerra, y con la región de Donbass ya manejada enteramente por la Federación Rusa, el presidente Putin pudo decir airoso en un discurso ante empresarios orientales, en la ciudad de San Petersburgo, que le está llegando la hora a la hegemonía occidental. Pero queda claro que no para reemplazarla con un proyecto socialista, sino buscando una multipolaridad siempre en los marcos del capitalismo. “Olvidarse de la Unión Soviética es no tener corazón; querer volver a ella es no tener cabeza”, pudo decir.

 

·         Con todo esto se instituye un escenario que podría llevar a una guerra mundial. De darse la misma, las consecuencias son impredecibles, dada la posibilidad de utilización de armamento nuclear. Ello es muy remoto, pero no descartable. Todo indica que se está abriendo un nuevo orden internacional, donde Estados Unidos pierde la supremacía absoluta, puesto que el dólar deja de ser moneda universal, apareciendo otras divisas (rublo y yuan) que generan un nuevo sistema financiero internacional. Pero para el pobrerío mundial eso no significa un cambio real en términos positivos. ¿Y el socialismo para cuándo?



miércoles, 22 de junio de 2022

¿ES “MALA” LA GLOBALIZACIÓN?

No, por supuesto que no. Es la posibilidad real y efectiva de construir un mundo donde todas y todos quepamos. Lo nefasto está en la forma en que se ha llevado a cabo desde el capitalismo: capitales occidentales arrasando con el resto del mundo. Esa globalización no le sirve a las grandes mayorías planetarias. Pero una globalización concebida en términos sociales (“internacionalismo proletario”, decían Marx y Engels) sí nos sirve. En definitiva, la idea de comunismo es esa: un planeta como patria de toda la humanidad, la que se basaría en relaciones solidarias.



 

martes, 21 de junio de 2022

PADRE MAURICIO

Cura viejo: Padre Mauricio, ¿cómo le va? ¿Qué lo trae por aquí?

 

Cura joven: Padre Esteban, me quiero confesar. Usted es bastante mayor que yo, siempre lo respeté mucho. Lo admiro en todo sentido, por eso ahora lo busco como confesor.

 

Cura viejo: De acuerdo, hijo. Te escucho. ¿Qué te está sucediendo?

 

Cura joven: Es que…, me da un poco de vergüenza decirlo. O más bien: consternación. Me cuesta…

 

Cura viejo: Te entiendo. Pero no te preocupes: para eso estamos los pastores de almas, para saber escuchar a nuestro rebaño, y orientarlo. A ver… ¿qué te pasa? Tranquilo, dímelo.

 

Cura joven: ¿Sabe una cosa, padre? He pensado en suicidarme.

 

Cura viejo: ¡Uy, caramba! Eso es grave. Pero, ¿qué está pasando, padre Mauricio? ¡Eso es pecado!

 

Cura joven: Sí, sí... ¡Lo sé! Por eso estoy tan preocupado. No quiero hacerlo, por supuesto que no. Pero las circunstancias, la vida me está empujado hacia eso. Sé que está muy mal, pero lo pienso.

 

Cura viejo: Bueno, tranquilo. Veamos…, ¿cómo has llegado a esa idea?

 

Cura joven: Por las cosas que me están sucediendo. No aguanto más…

 

Cura viejo: Cuenta tranquilo, hijo. Con humildad, con respeto a nuestro Señor Jesucristo y al Sumo Hacedor, padre celestial omnipotente. ¡Cuenta!

 

Cura joven: ¿Puedo contar tranquilo, padre?

 

Cura viejo: ¡Pero por supuesto! ¿No estamos para eso acaso? Para saber escuchar las cuitas, las tribulaciones de estos gusanos inmundos y pecadores que somos todos. ¡Por supuesto que sí, padre Mauricio! Hay secreto de confesión, ya lo sabes.

 

Cura joven: Sí, claro. Bueno… sucede que embaracé a una mujer.

 

Cura viejo: Ahá… ¿Y por eso te quieres suicidar?

 

Cura joven: No, no… No es por eso. Eso se arregla. El problema es más grave.

 

Cura viejo: ¿Es casada ella?

 

Cura joven: Sí, efectivamente. Son una pareja que viene todos los domingos a misa. Usted les conoce, padre.

 

Cura viejo: Bueno, pero…. ¿qué te lleva a pensar en tomar una decisión así, tan tremenda, tan contraria a los designios de nuestro Señor todopoderoso?

 

Cura joven: Es que pequé más aún: me metí también con la hermana de esta mujer.

 

Cura viejo: Ah, eres bígamo.

 

Cura joven: Como usted.

 

Cura viejo: ¡¡¿Qué dices?!!

 

Cura joven: Como usted bien sabe…, eso quise decir. No, no… perdón. Como usted bien sabe, padre Esteban, la carne es débil.

 

Cura viejo: (silencio)

 

Cura joven: Y ahí viene la parte fea, tremenda, oscura. El tormento que me está llevando a pensar en esta salida improcedente.

 

Cura viejo: ¿Qué sucedió?

 

Cura joven: Con la hermana no tuve erección.