sábado, 31 de julio de 2021

ESTADOS UNIDOS Y LATINOAMÉRICA: ¿COOPERACIÓN?

En América Latina los ejércitos son las instituciones más importantes. El dinero que les enviamos es dinero tirado por el caño en un sentido militar, pero es dinero invertido en un sentido político”.

John F. Kennedy, 1961

 

MÁS CLARO: ¡IMPOSIBLE! ESTA DECLARACIÓN MARCA CÓMO ES LA RELACIÓN DEL IMPERIO CON SU PATIO TRASERO. Y ESO NO HA CAMBIADO CON LOS AÑOS



 

 

viernes, 30 de julio de 2021

GUATEMALA: ¿ESTADO FALLIDO?

SI SE VA EL ACTUAL PRESIDENTE GIAMMATTEI, ¿QUIÉN LO SUSTITUIRÍA? EL PROBLEMA VA MÁS ALLÁ DEL MANDATARIO. ¡ES ESTRUCTURAL!

 

¿CAMBIARÍAN LAS COSAS CON ZURY RÍOS, CON SANDRA TORRES, CON MARIO ESTRADA, CON NETO BRAN, EVENTUALMENTE CON EL URUGUAYO PEPE MUJICA?

 

NO SE TRATA DE SACAR AL ADMINISTRADOR DE TURNO. HAY QUE IR MÁS ALLÁ. MOVILIZACIONES COMO LA DE AYER MARCAN EL CAMINO


GUATEMALA: LA POBLACIÓN YA NO AGUANTA MÁS

Desde hace algún tiempo, la ciencia social estadounidense habla de Estados fallidos. Concepto engañoso, por cierto. Los Estados no fallan. Si en todo caso hay sociedades que viven en la mayor pobreza o, mejor dicho: con enormes asimetrías a partir de una inequitativa distribución de la riqueza entre clases, eso es producto de su propia historia, de su dinámica económico-social y política. Los Estados son el mecanismo que termina legalizando esa situación.

 

En ese sentido: ¡no fallan! Los Estados, contrariando la “ingenua” visión escolar que los muestra como árbitro social neutro, como organizador de la vida civil, en realidad representan la violencia institucionalizada de la clase dirigente. Los Estados capitalistas defienden la propiedad privada de los medios de producción. Punto. Si además pueden dar servicios públicos (salud, educación, infraestructura básica, seguridad): bien (tal como pasa en el Primer Mundo). Si no los dan (la cruda realidad del Sur global), “que la población se aguante”. En los países pobres los Estados no fallan: no ofrecen buenos servicios, pero controlan al milímetro la seguridad de los capitales. En el Norte, donde hay más recursos, su función es la misma: se permiten dar mejores servicios públicos, pero básicamente están para asistir a los capitales (recuérdese de la cantidad interminable de salvatajes que realizan ante las grandes quiebras).

 

Ahora en Guatemala estamos en el año del Bicentenario. ¿Qué se festeja? ¿Independencia de qué? Las grandes mayorías, pueblos originarios y mestizos pobres, no tienen nada que festejar. Continúan los mismos males de siempre, agravados en forma exponencial por la crisis sanitaria que se vive desde el año pasado. En otros términos: Guatemala sigue postrada. Si alguien tiene algo para festejar son los grupos privilegiados, herederos en muchos casos de los amos durante la Colonia, los mismos que ahora siguen detentando la propiedad del Estado-finca que es el país. Y seguirá postrada mientras continúe siendo un país con las características actuales: capitalismo pobre, dependiente, agroexportador, mirando siempre a su amo imperial de Estados Unidos, racista y patriarcal.

 

El Estado, ya con 200 años, trabaja solo para mantener los privilegios de la elite dominante. Además, hoy día está ganado por mafias que lo manejan con la mayor corrupción e impunidad. El final de la guerra interna hace 25 años, si bien abrió algunas expectativas, no cambió en nada la situación de base. Guatemala continúa siendo un país empobrecido. No confundir: no es un país pobre; sucede que la riqueza nacional está muy mal repartida, muy asimétricamente distribuida. Ese es el verdadero problema de fondo, el “pecado original” del país. El Estado, que no falla, “santifica” esa realidad.

 

La corrupción es un mal agregado a la situación estructural, la guinda sobre el pastel. Si los políticos que dirigen los organismos de Estado fueran probos y no se quedaran con vueltos o hicieran sus buenos negocios en las sombras, tal como sucede habitualmente, la situación no mejoraría para las grandes mayorías populares. Es un espejismo, que cada vez se profundiza más, pensar que la causa última de los males de la población estriba en hechos corruptos de los gobernantes. De ese modo se naturaliza la estructura económica, dando por supuesto que es un robo descarado que un político, luego de haber pasado por la administración pública, tenga una mansión y vehículos de lujo, pero es “natural” que un empresario o un terrateniente sí los pueda poseer. El problema de la pobreza generalizada del 70% de la población no estriba en la corrupción de funcionarios venales sino en la forma en que se reparte la riqueza. Los administradores de turno, por último -partidos políticos que llegan al poder gracias al financiamiento de esos grupos privilegiados- son meros “empleados” del gran capital. Su rapiña es nada al lado de la rapiña permanente de los finqueros terratenientes, de los banqueros, de los industriales. El salario mínimo, que lo cobra apenas la mitad de toda la masa trabajadora -urbana o rural, mientras que las amas de casa no cobran nada- cubre apenas un tercio de la canasta básica. Eso lo dice todo. Por ese motivo 200 personas diariamente migran en condiciones irregulares buscando el “sueño americano”, arriesgando su vida y su dignidad.

 

Guatemala tiene una economía robusta en términos macros. Es la más grande del área centroamericana, y la número diez en América Latina. Pero aquí hay índices socio-económicos desastrosos. Un país donde se produce mucha comida, presenta la mitad de la población infantil con desnutrición crónica. Un país donde cada fenómeno natural que llega -huracán, terremoto, erupción volcánica- se transforma en un desastre de proporciones gigantescas. Comienza la temporada de lluvias y hay cientos de miles de afectados. ¿Por qué? Porque la estructura económico-social no permite repartir equitativamente esa riqueza, y mucho menos, prevenir lo que se sabe que va a suceder. El Estado, manejado por cualquier administración -por supuesto: siempre de derecha, muy conservadora- no varía en su función. ¡Y no falla! Cuando tiene que reprimir la protesta social, ahí está actuando a la perfección.

 

El año pasado llegó la pandemia de COVID-19. ¿Qué sucedió? Fue una nueva tragedia. Dejó en evidencia que el sistema nacional de salud está colapsado, y que la posterior organización de la vacunación fue igualmente un desastre. ¿Por qué? Porque no se prioriza en absoluto el bienestar de la población, sino que el Estado simplemente es un gestor de los intereses de la elite, desconociendo en forma olímpica las necesidades populares.

 

La pobreza crónica que define a Guatemala -70% en situación de pobreza- no es producto solo de la corrupción de la clase política: es consecuencia de la estructura misma de la sociedad, donde un minúsculo grupo se lleva prácticamente todo, y el Estado es manejado por un Pacto de Corruptos que solo roba a cuatro manos favoreciendo los grandes negocios de esa elite y de nuevos sectores en ascenso, que tomaron auge luego de la guerra interna (siempre ligados a negocios no muy santos). Eso es importante puntualizarlo: existe una cultura de impunidad que permite la explotación más descarada, el robo de bienes públicos, la represión de la protesta social: pero todo ello -incluyendo la corrupción- es consecuencia del modelo económico vigente: capitalismo pobre y dependiente.

 

¿Se sabe todo esto? Sí, se sabe. Cada niño que muere de hambre, o que tiene hipotecado su futuro por la desnutrición crónica que le acompaña junto al trabajo que de pequeño ya debe realizar, cada casa que es llevada por la crecida de un río en temporada de lluvias, cada mujer violentada por cualquier “macho” exponente de la cultura patriarcal que prevalece, cada miembro de los pueblos originarios que es humillado una vez más por prácticas racistas que inundan la vida cotidiana, todo eso se sabe y se podría impedir. Es la crónica de un desastre anunciado, de un desastre que la elite dominante no tiene la más mínima intención de transformar. El Estado, manejado por mafias peligrosas, santifica todo esto.

 

Pareciera que la sucesión de presidentes cada cuatro años elegidos “democráticamente”, no termina de resolver los problemas. Eso evidencia no, como a veces se dice, que la gente no sabe elegir, sino que esta democracia formal no alcanza. ¿Habrá que buscar otra forma de democracia entonces?

 

Las movilizaciones populares marcan un estado de ánimo de la población: la gente ya no aguanta más la miseria, el abandono, la crisis agravada por la pandemia de COVID-19, la corrupción galopante en el Estado. La destitución de un miembro del Ministerio Público como Juan Francisco Sandoval -de los pocos no corruptos del elenco gobernante- por la Fiscal General, en un acto que demuestra hasta qué punto el Pacto de Corruptos (políticos, empresarios, militares, crimen organizado) está presente en la estructura estatal, produjo reacciones populares, una gran indignación, mucha cólera. Con esto se abre un nuevo capítulo en las luchas sociales. Ahora bien: las causas estructurales que pusieron en marcha la guerra hace 60 años no han cambiado en lo sustancial. La cantidad de muertos, heridos, dolor y sufrimiento de más de tres décadas de conflicto armado interno son un recordatorio de las injusticias que marcan la historia del país. Ahora no hay incendios inmediatos a la vista, pero cualquier chispa lo puede volver a encender. Las movilizaciones, por lo que se ha visto en otras partes de Latinoamérica, producen efectos políticos (la Constituyente en Chile, por ejemplo). ¿Cómo seguirá la historia en Guatemala? 


 


jueves, 29 de julio de 2021

CONTRA LA CORRUPCIÓN  HOY, TODO EL MUNDO A MANIFESTAR A LA PLAZA. 


¡HAY QUE TERMINAR CON EL PACTO DE CORRUPTOS!







martes, 27 de julio de 2021

sábado, 24 de julio de 2021

DESTITUIDO EL TITULAR DE LA FECI JUAN FRANCISCO SANDOVAL

EL PACTO DE CORRUPTOS PARECE QUE SE SALE CON LA SUYA. ¿HABRÁ QUE REACCIONAR ANTE ESTO?

 

¿Cómo sigue la lucha contra la corrupción? ¿Saldremos a protestar contra esta medida?



viernes, 23 de julio de 2021

¿FRACASÓ EL SOCIALISMO?

“Al socialismo le falta mucho -muchísimo- para ser justo. Quizá al final ni se llame socialismo, porque va a ser híbrido. Pero no hay mal mayor que el cáncer imperial [capitalista].”

Silvio Rodríguez

 

Con los recientes acontecimientos de Cuba (supuesto alzamiento popular contra el gobierno) una vez más se pone en el tapete la discusión sobre el socialismo. ¿Fracasaron todas las tentativas socialistas habidas? La derecha, en cualquiera de sus expresiones, grita jubilosa que sí.

 

"El Socialismo solo funciona en dos lugares: en el Cielo, donde no lo necesitan, y en el Infierno donde ya lo tienen", pudo decir una activista antichavista en Venezuela. El discurso ideológico lo inunda todo, dando por supuesto -así es la ideología: da por supuesto, no analiza- qué son el fracaso y el triunfo en términos sociales. La vara con que se miden ambos elementos la pone la cosmovisión capitalista. Allí priman ciertos y determinados valores, todos centrados en uno fundamental: la sacrosanta propiedad privada.

 

En ese orden, la libertad aparece como elemento principal. Pero ¿qué es la tan manoseada "libertad"? Según dijo alguien mordazmente, en medio de interminables elucubraciones filosóficas, la libertad no es sino una estatua de elaboración francesa ubicada en la entrada del puerto de Nueva York. En su nombre se erige la propiedad privada. Capitalismo, libertades individuales y propiedad privada van todas de la mano.

 

El sistema capitalista se levanta, supuestamente, sobre la entronización de la libertad. Lo cual es un eufemismo por decir: apología total y absoluta de la propiedad privada (habría que agregar: de los medios de producción). De ese modo todos somos libres de volvernos millonarios.... si trabajamos duro. La falacia está montada, y los aparatos ideológico-culturales se encargan de transformarla en el credo dominante. "La ideología dominante es siempre la ideología de la clase dominante", advertían ya hace siglo y medio Marx y Engels. La formulación sigue siendo completamente vigente hoy. De esa cuenta, el capitalismo sería por excelencia el reino de las libertades. Ahí estaría el secreto para "amasar fortunas". El socialismo, por el contrario, campo absoluto de la conculcación de esas libertades, no permite "crecer".

 

Se escamotea de ese modo el núcleo real, determinante, básico del capitalismo: la explotación del trabajo asalariado. No hay otra forma de "amasar" fortunas. El ahorro meticuloso y el supuesto trabajo duro no genera capital para quien trabaja. La acumulación de capital se da siempre -verdad que se oculta, pero es el verdadero núcleo- por despojo, por desposesión. Despojo, se entiende, de los medios de producción para una inmensa mayoría, o de los territorios donde asientan materias primas básicas, tal como se está viendo recientemente con la invasión imperialista con el actual capitalismo extractivista (petrolero, megaminería, agronegocios, robo de biodiversidad). Si no hay explotación de una clase sobre otra, no se acumula. Punto. No importa quién es ese propietario explotador; eso hasta puede ser anecdótico, secundario: varón, mujer, blanco, negro, indígena, heterosexual, homosexual, creyente, ateo. Lo importante a destacar es que hay propietarios y desposeídos: hay explotación del trabajador/a, único productor/a de riqueza. Ahí estriba el conflicto principal. 

 

El socialismo promulga otros valores. El trabajo en las primeras experiencias socialistas se concibió distintamente, lo cual abre un debate sobre cómo construir alternativas válidas al modo de producción capitalista. ¿Es cierto que el ojo del amo engorda el ganado? ¿Qué significa eso? Allí se encuentra un nudo toral para la edificación de una nueva sociedad: China, socialista desde 1949, sin renunciar a un ideario comunista apeló a mecanismos de mercado para convertirse hoy en una superpotencia económica. ¿Significa eso que fracasó la economía planificada del maoísmo?

 

¿Fracasaron los países socialistas entonces? Insistamos: depende del criterio con el que se lo aborde. Sin dudas, en esos países no hay shopping centers repletos de mercaderías, no hay hiperconsumo de artículos fabricados con obsolescencia programada y la población no se mide por el vehículo o el reloj que posee, por la ropa de marca que viste o por el tope de su tarjeta de crédito. Ahora bien: como el capitalismo se basa en la explotación, hace lo imposible para que los explotados no reaccionen. ¡Eso es la lucha de clases! Y en esa lucha, lo ideológico cobra un papel preponderante. De ahí que los pocos espacios socialistas existentes son mostrados por la derecha como "fracasos" estrepitosos.

 

El sistema no se detiene un instante en ese ataque. La prueba es lo que está sucediendo ahora en Cuba. Allí, con todas las contradicciones, desviaciones, vicios y deformaciones que puedan existir -que habrá que denunciar y abordar críticamente para enmendar- desde hace seis décadas se está construyendo una alternativa anticapitalista. Que exista una burocracia gubernamental acomodada y puedan persistir lacras como el machismo o resabios de pensamiento mágico-animista milenario (religión católica o santería, por ejemplo), no quita en lo más mínimo la grandeza de los logros socialistas. De todos modos, hay problemas. Eso no se puede ocultar.

 

"El bloqueo no es todo, pero el bloqueo afecta todo, tiene un carácter genocida, criminal y oportunista. (…) El sistema económico actual es obsoleto, limita las capacidades productivas de la sociedad y debe ser reformado, ya ésta es una verdad tan admitida. (…) Es necesario comprender los malestares de la gente, fatigadas por las tremendas dificultades de la vida cotidiana más allá de las causas que las provocan, acentuadas principal y sistemáticamente por una agresión que se hace cada vez más evidente y notoria. Incrementar esos malestares es el eje de esa agresión a la que se somete al país", afirma certeramente el economista cubano Julio Carranza.

 

El capitalismo no deja pasar absolutamente nada que pueda servirle para destrozar a la clase trabajadora y sus alternativas liberadoras, las experiencias socialistas. Por eso ahora a los trabajadores de les llama "colaboradores". Por eso también, este continuo bombardeo mediático contra toda propuesta emancipadora que toque el corazón del sistema. En esa lógica, Cuba es la demostración palmaria de todos los "males", y el descontento real que existe -producto del bloqueo y de errores propios- se magnifica a grados superlativos.

 

Con un anticomunismo visceral, generado durante la Guerra Fría y persistente hoy día, con una manipulación mediática descomunal que sigue haciendo de los países socialistas el blanco a atacar despiadadamente, con poblaciones "preparadas" para la repetición acrítica de noticias, mostrar la escasez cubana como producto de la "dictadura castrista" es buen negocio, es creíble. Además -eso es inobjetable- hay escasez en Cuba, lo cual permite esa campaña de difamación.

 

Algo similar sucede con Nicaragua y Venezuela. Sin entrar a analizar en detalle esas experiencias ("dictaduras" según cierta visión), puede decirse que el imperialismo estadounidense, principal baluarte mundial del capitalismo, busca denodadamente acallar cualquier manifestación popular, cualquier cosa con atisbo de protesta social. Estos dos países abren interrogantes sobre el socialismo: ¿en qué medida cada uno de ellos es socialista? Por supuesto, ambos merecen fuertes y constructivas críticas: Socialismo no son programas asistenciales, clientelares en muchos casos, parches puestos sobre las penurias del capitalismo, ni cacicazgos autoritarios. La corrupción y el nepotismo no dejan de estar presentes en ambos proyectos, lo que sirve a la derecha para mostrar la "inviabilidad" del socialismo, aumentando exponencialmente las penurias en los shows propagandísticos ad hoc.  

 

Pero, como dijo Frei Betto: "El escándalo de la Inquisición no hizo que los cristianos abandonaran los valores y las propuestas del Evangelio. Del mismo modo, el fracaso del socialismo en el este europeo [pudiéndose agregar: los problemas reales de Cuba, Venezuela o Nicaragua] no debe inducir a descartar el socialismo del horizonte de la historia humana". Es más que sabido que Washington no descansa un segundo para hacer naufragar estas experiencias. El capitalismo, ya lo ha mostrado infinitas veces, no ofrece solución a los grandes problemas de la humanidad: produce más alimentos de los necesarios para nutrir a toda la población planetaria, pero el hambre sigue siendo el principal flagelo global. Y tiene como única salida cuando se traba su economía… ¡las guerras! El socialismo, con todos los problemas, lacras, "dictaduras del proletariado" más dictaduras que proletarias, burocracias y contradicciones que pueda ofrecer -capitalizadas por la derecha para mostrar su lado oscuro magnificándolos arteramente- sigue siendo, al menos, una fuente de esperanza. Nunca debe minimizarse que para que un 15% de la población mundial viva decorosamente (¿con shopping centers?), el 85% restante pasa angustias y carencias. ¡Eso es el sistema capitalista! Por tanto, del capitalismo no se puede esperar nada. Del socialismo sí, quedan esperanzas.

 

No olvidar que la manipulación mediática corporativa nos puede mostrar un mundo que no es, que se ve desde la óptica del amo, que no es la misma que la del esclavo. Su prédica es: "de los países pobres de Latinoamérica la gente migra. De Cuba y Venezuela: huye". No es poca la diferencia. Hablábamos de manipulación mediática ¿verdad?

 

Como dijo Rolando Pérez Villavicencio: "El socialismo podrá ser una bazofia repugnante quizá, con castas burocráticas, autoritarismo y verticalismo… pero es menos bazofia que el capitalismo, donde es normal que haya ricos que pueden todo y pobres que apenas sobreviven. No debe olvidarse que, como dijo Freud, hay un malestar en la cultura intrínseco a lo humano que, todo lo indica, nunca puede desaparecer. Pero recordemos también que en el socialismo, aunque los bloqueos y las agresiones lo dificulten grandemente, la gente come. En el capitalismo no todos comen".

 

Ese discurso dominante de la derecha presenta al socialismo como dictadura, entronizando una supuesta y metafísica libertad individual. Pero allí lo que hay es una entronización del individualismo más extremo, un "sálvese usted al precio que sea". El socialismo, aún con todas sus posibles lacras, promueve la solidaridad.



jueves, 22 de julio de 2021

¿RACISMO EN GUATEMALA?

¿Sabía usted que hasta la Revolución de octubre de 1944 muchas fincas se vendían "con todo lo clavado y plantado, INDIOS INCLUIDOS"? 

"Seré pobre pero no soy indio", puede decir un trabajador pobre no indígena. 

 ¿CÓMO QUE NO HAY RACISMO?



 

miércoles, 21 de julio de 2021

¿COCAÍNA ECOLÓGICA? LAS DROGAS DAN PARA TODO…

Cocaína de "producción ética" y "respetuosa con el medio ambiente" a 200 € el gramo para satisfacer la demanda del público con un estilo de vida "vegano y orgánico". Al parecer, está triunfando entre la clase media británica.

https://twitter.com/amerinomarquez/status/1415609081528782854?s=08




 

martes, 20 de julio de 2021

TRABAJO Y COVID-19

Según la Organización Internacional del Trabajo -OIT- en el año 2020 a nivel mundial murieron 2,7 millones de trabajadores a causa de accidentes o enfermedades laborales, por lo que hubo más muertes a causa de la siniestralidad laboral que por la pandemia de COVID-19 (cerca de 2 millones).

 

No trabajar es riesgoso, porque no hay con qué sobrevivir. Pero trabajar en las condiciones que el capital hace trabajar, parece que es más riesgoso todavía.

 


 

lunes, 19 de julio de 2021

GUATEMALA: CORRUPCIÓN DESDE LA CUNA

La corrupción no es un fenómeno guatemalteco. ¡Es humano! Se da en todas partes del mundo, también en los países socialistas. Y ¡ni qué se diga en esos "paraísos" socialdemócratas europeos, que miran preocupados hacia el Sur del mundo mientras siguen manteniendo parasitarias monarquías! Achacar las penurias de la gente a la corrupción es erróneo. O incluso hipócrita. Es la situación de explotación de una gran mayoría trabajadora (urbana, rural, amas de casa, no importando la etnia) por los dueños del capital, lo que produce tantas asimetrías, injusticia y sufrimientos. La corrupción es una consecuencia menor de esa dinámica humana.

 

TODOS SOMOS CORRUPTOS EN MAYOR O MENOR MEDIDA.

 

Para evidenciarlo, esta "simpática" situación (totalmente real) que tuvo lugar en una prestigiosa universidad privada de Guatemala:

 

Estudiante: ¿Sabe lo que pasa, Lic.? Aquí estamos mal por esos políticos corruptos que se roban todo.  

 

Catedrático: ¿Le parece, joven?

 

Estudiante: ¡Totalmente seguro! Si no tuviéramos esos mafiosos que nos gobiernan el país andaría mucho mejor.

 

Catedrático: Pero... ¿quiénes son esos mafiosos, como usted dice? Adultos igual que ustedes, con una cuota de poder algo más grande que la que tienen ustedes ahora, que hacen las mismas cosas que hace la mayoría de esta clase, por ejemplo, pero con mayor impacto en la sociedad.

 

Estudiante: No le entiendo, Lic.

 

Catedrático: Quiero decir que la pobreza del 70% de la población no se debe a que un ministro o un diputado se quede indebidamenre con un vuelto. Eso es reprochable, por supuesto, pero no es el núcleo del problema. Eso es un demostrativo de una práctica ya asumida como normal por la sociedad.

 

Estudiante: ¡¿Cómo que no es malo eso, Lic.?! Usted perdone, pero si ese funcionario no robara, el país sería distinto.

 

Catedrático: Lo corrijo, mi querido discípulo. El país es pobre por la histórica estructura económica. Ese diputado o diputada, o esa ministra o director de algún organismo público, a los 40 o 50 años hace lo mismo que ustedes hacen ahora en chiquito a los 20.

 

Estudiante: ¿Cómo es eso, Lic.? Explíquese por favor.

 

Catedrático: Veamos. De los 32 jóvenes, hombres y mujeres, que están ahora en la clase ¿quiénes pagaron para obtener su licencia de conducir?

 

25 personas levantan la mano.

 

Catedrático: ¿Entiende ahora, alumno?



 

domingo, 18 de julio de 2021

CATÁSTROFE

María de las Mercedes se dejó estar para tener un hijo. Se casó a los 35 y recién a los 39 buscó el embarazo. Eugenio Xavier también se demoró bastante. Tenía 43 cuando se enteró que sería padre. Ambos, padre y madre, pasaron los largos años de su juventud extendida entre viajes, parrandas y lujos exorbitantes. Sus respectivas muy holgadas posiciones económicas se los permitían.

 

Los negocios familiares heredados les brindaban la oportunidad de realizar sus caprichos sin que nadie se les pudiera oponer. Ser herederos de dos bancos más diez mil hectáreas de tierra fértil, en un caso, o de la acería más grande del país y de una aerolínea en el otro, transformaban sus irracionales berrinches en simpáticas excentricidades.

 

Cuando supieron que la joven sería madre, la alegría fue mayúscula en ambas familias. Se debía garantizar que las herencias siguieran en buenas manos. 

 

No importaba que el ser en camino fuera varón o mujer. Lo importante era que naciera bien, sin complicaciones, normal por donde se le quisiera ver. 

 

Como extravagancia de multimillonarios, la pareja decidió hacer una gran fiesta cuando se supiera el sexo del vástago. Para ello, dado que con la pandemia de COVID-19 se debían guardar estrictas medidas de seguridad sanitaria, se decidió hacer un almuerzo al aire libre con más de cien comensales. En el transcurso de la celebración, una avioneta dibujaría en los cielos un corazón con el nombre del hijo o hija con humo. Color rosado si era mujercita, celeste si se trataba de un hombrecito. 

 

El ultrasonido se realizó a las 10 de la mañana en el Centro Diagnóstico más caro de la ciudad. De allí, con la noticia recién salida del horno, padre y madre marcharon al Country Club, donde esperaba esa multitud ávida de conocer la noticia. 

 

Como parte de la "sorpresa" preparada, no serían los papás quienes anunciarían el sexo del pequeño, sino el color de la estela que dejaría alguna de las dos avionetas preparadas. 

 

Un momento antes de mediodía, previo al pantagruélico almuerzo, el avión correspondiente debía dejar dibujado un gigantesco corazón en el cielo con el color respectivo. Se sabía que padre y madre, si alguna virtud tenían, era la puntualidad. De ahí que los invitados comenzaron a preocuparse cuando, pasadas las doce, ningún vuelo anunciaba la novedad. Más de media hora después de lo establecido, para mayúscula sorpresa de los invitados, ambas aeronaves dibujaban al unísono un corazón con dos colores.

 

Quiso el destino, ¿quizá premonitorio?, que en medio de esa maniobra, demasiada arriesgada por cierto, chocaran los aviones cayendo entre llamas sobre los asistentes. María de las Mercedes y Eugenio Xavier, que en ese momento iban incorporándose al grupo, providencialmente resultaron ilesos. Luego, entre llantos y gritos de horror y la risa nerviosa por haberse salvado de la catástrofe, de esa catástrofe, hablaron de la otra catástrofe: el hijo en camino no era enteramente ni rosa ni celeste. Era hermafrodita. 



 

sábado, 17 de julio de 2021

MILITARES LATINOAMERICANOS

“En Estados Unidos no hay golpes de Estado porque no hay embajada americana”.

 

Los militares latinoamericanos, como todo militar, se han dedicado a la guerra; pero en muy buena medida a un tipo de guerra peculiar: las guerras civiles. En el transcurso del pasado siglo casi no hubo guerras interestatales en la región; la función de las fuerzas armadas se concentró en la represión interna.

 

Como parte de la Guerra Fría prácticamente todos los países latinoamericanos vivieron guerras internas insurgentes y contrainsurgentes. Con distintas modalidades, en toda el área entre los 60 y los 90, tuvieron lugar feroces procesos de militarización. A la proclama revolucionaria siguieron invariablemente atroces acciones represivas.

 

La respuesta contrarrevolucionaria la dieron los Estados con sus cuerpos armados, ejércitos fundamentalmente. Esto pone en evidencia dos cosas: por un lado, ratifica qué son en verdad las maquinarias estatales ("violencia de clase organizada", según la definición leninista), a favor de qué proyecto se establecen y perpetúan (obviamente no del campo popular); y por otro lado, desnuda la estructura de los poderes: los ejércitos reprimieron el proyecto revolucionario, pero ellos cumplieron su mandato; el real poder que usó la fuerza para seguir manteniendo sus privilegios no aparece en escena.

 

Hoy día, terminada la Guerra Fría y el "peligro comunista", dado que las sociedades fueron hondamente desmovilizadas producto de la brutal represión, los ejércitos retornaron a sus cuarteles. Incluso en los últimos años, habiéndose tornados ya innecesarios para el mantenimiento de la "paz" interior -porque el trabajo estaba cumplido- se inician tibios procesos de revisión de las guerras internas, de sus excesos y abusos. Como muestra del "avance" político-social, se permiten algunas condenas, más simbólicas que efectivas. Ríos Montt, por ejemplo, recibió una sentencia ejemplar por delitos de lesa humanidad (80 años de prisión inconmutable), pero nunca la cumplió. En Argentina los comandantes militares de esa guerra sucia (entre 1976 y 1982) fueron condenados, pero el país sigue tremendamente empobrecido por las políticas neoliberales que las fuerzas armadas de aquel entonces ayudaron a imponer. Es imprescindible juzgar los crímenes atroces de las guerras pasadas, sabiendo que con eso solo no cambia la estructura de base. ¡Pero es infaltable ese proceso! Alguien se tiene que hacer responsable de esas atrocidades.

 

Pasadas las dictaduras militares, con distintas modalidades, con suertes diversas también en los procesos emprendidos, los países que sufrieron esos monstruosos conflictos armados iniciaron alguna suerte de ajuste de cuentas con su historia. Más allá de los resultados de esos procesos, desde el enjuiciamiento y condena a los comandantes argentinos hasta la total impunidad y el retorno al poder por vía democrática en Bolivia o en Guatemala, el común denominador ha sido y sigue siendo que los ejércitos contrainsurgentes cargan con todo el peso político y la reprobación social respecto a las guerras sucias transcurridas.

 

Sin ninguna duda, esas guerras fratricidas fueron sucias, de más está decirlo. La tortura, la desaparición forzada de personas, la violación sistemática de mujeres, el arrasamiento de poblaciones rurales enteras, fueron parte de las estrategias de guerra seguidas por todos los cuerpos castrenses. Hoy día, cuando pensamos en el fracaso de los proyectos revolucionarios latinoamericanos, tenemos inmediatamente la imagen del verde olivo y las botas militares. ¿Pero no estaban preparados para eso los ejércitos de esta región?

 

La doctrina militar de todos los ejércitos del área no se elabora en Latinoamérica: para eso estaba la Escuela de las Américas en Panamá, por años sede del Comando Sur de las fuerzas estadounidenses. Los cuerpos castrenses locales han funcionado como ejércitos de ocupación; sus hipótesis de conflicto no eran las guerras contra otras potencias regionales sino el enemigo interno. Los distintos grupos elites que se crearon tenían como objetivo mantener aterrorizadas a las propias poblaciones. Esos soldados, preparados en definitiva por Washington en su lógica de contención del avance comunista, adiestrados en las más despiadadas metodologías de guerra sucia y bendecidos por los grupos de poder locales, en las pasadas intervenciones que tuvieron no hicieron sino cumplir con el papel para el que fueron educados. En otros términos: fueron buenos alumnos.

 

Hoy día se habla de revisar el pasado. Ello es imprescindible, por cierto. El futuro se construye mirando el pasado; la basura no puede esconderse debajo de la alfombra porque inexorablemente, siempre, lo reprimido retorna. Pero esto abre una duda: revisar el pasado no debe ser sólo el juicio y castigo a los responsables directos de los crímenes infames que enlutaron las sociedades latinoamericanas las pasadas décadas.

 

Las fuerzas armadas cumplieron sus funciones, como sus mismos comandantes se cansaron de repetir en cualquiera de los países donde condujeron las guerras internas, y no tuvieron nada de qué arrepentirse. Por supuesto que lo condenable es la extralimitación en que, como Estado, incurrieron estas fuerzas. El Estado no puede reprimir a su población, pero ¿de qué Estado hablamos? Es quimérico pensar que este aparato de Estado pertenece a todos; las dictaduras militares lo demostraron. Cuando el andamiaje real del poder de las clases dominantes es tocado, ahí se desnuda el carácter del Estado, de las "democracias" parlamentarias.

 

Si pedimos juicio y castigo a los responsables de los cientos de miles de muertos, desaparecidos, torturados y exiliados de los países latinoamericanos de nuestra historia reciente, si pedimos justicia para no olvidar la historia negra que se vivió, no debemos olvidar nunca que el enemigo no es el guardaespaldas del amo: sigue siendo el amo.