Las odiosas, repulsivas e injustas diferencias sociales que establecen los oropeles que la cultura ha ido creando, son injustificables. Por tanto, alguna vez deberán terminar.
Los seres
humanos, más allá de diferencias personales (que nunca desaparecerán), somos
muy iguales, muy parecidos en términos generales. Todas y todos, en cualquier
parte del planeta donde vivieron nuestros ancestros o vivimos hoy día, hacemos
más o menos lo mismo. Después de dos millones y medio de años viviendo en
cavernas, el Sapiens Sapiens más o menos al mismo tiempo hizo cosas similares
en cualquier región geográfica. Al mismo tiempo -entre diez y cinco mil años
atrás- en todos lados apareció la agricultura. Todos los humanos seguimos
aproximadamente similares procesos civilizatorios, en cualquier parte del
mundo. En todos lados, sin mayores diferencias, para explicar lo inexplicable
de la vida o del universo, surgió el pensamiento mágico-animista. Por eso, más
o menos todas las religiones son bastante parecidas, hablan de lo mismo, reprimen
lo mismo (siempre la sexualidad). En todos lados se repitió el mismo mecanismo
de diferenciación de clases sociales desde que hubo producción excedente con la
agricultura, con un mandamás (faraón, emperador, cacique, amo, rey, sumo
sacerdote, mandarín, etc.) y grandes masas que le obedecían. En todos lados,
aproximadamente con similares patrones, se repitieron similares lacras
deleznables, como el patriarcado, el racismo y la idea de raza superior, el
autoritarismo, el adultocentrismo, los sacrificios humanos, el desprecio por
las diferencias. Es decir: no hay civilización ni seres individuales
superiores, mejores que otros, aunque marquen su alcurnia y pretendida
superioridad con la apelación de "sangre azul" o taradeces por el
estilo (un Rolls Royce, muchos guardaespaldas o un jet privado bañado en oro).
En todos lados, como somos más o menos iguales siempre, la abrumadora mayoría
entra en las normas sociales y las reproduce fielmente (neuróticos), en tanto
en todo grupo humano no deja de haber siempre algún "raro"
(psicótico). En todos lados, más o menos similarmente, hay homosexuales,
asesinos en serie y superdotados. Dialéctica del Amo y del Esclavo, que le
dicen.
En
síntesis: las diferencias circunstanciales (ser un zar, el jeque, un campesino,
un esclavo o un trabajador asalariado, tener la piel morena o blanca, gustar sexualmente
de hombres, mujeres o de ambos, usar kimono, taparrabos, traje Armani o blue
jeans) muestra, tal como lo hizo el desciframiento del genoma humano, que en
realidad no hay ninguna diferencia sustancial entre ningún espécimen de la
especie. Las diferencias de poder (ricos sobre desposeídos, varones sobre
mujeres, el Norte sobre el Sur, viejos sobre jóvenes) son construcciones
históricas, por tanto: cambiantes. Felizmente: ¡cambiantes! Y el pretendido
respeto a las diversidades que hoy los mandamases del mundo imponen, envuelto
en el hipócrita discurso de derechos humanos, no toca la roca viva de la
explotación económica.
¡Somos
todas y todas absolutamente iguales en cuanto a derechos y deberes, en todo
sentido! Punto.
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