PERO EL ANTICOMUNISMO
VISCERAL QUIERE ECHARLA
Hacia fines de
agosto circuló la noticia que la Brigada Médica Cubana en Guatemala debía irse
del país. Ello causó las más diversas reacciones. No faltó quien apoyara la
medida, amparándose en un mal entendido nacionalismo y en un visceral
anticomunismo heredado de la ya fenecida Guerra Fría. Pero por otro lado,
numerosas fueron las voces que salieron en defensa del personal sanitario
caribeño. Hasta el mismo gobierno, para nada sospechoso de comunista, la
ponderó muy satisfactoriamente.
Dentro de la
misma administración gobernante, encabezada por el presidente Alejandro
Giammattei, no hubo consenso con relación a la medida. Luego de un primer
momento de sorpresa, de estupor incluso, las cosas comenzaron a entenderse:
quien propuso la acción fue el diputado Felipe Alejos, del partido TODOS, hasta
ahora fiel aliado del gobierno de turno. La medida, en un primer momento,
desconcertó a muchos dentro del elenco gobernante.
Luego de
algunos cabildeos, el propio Ejecutivo desestimó la propuesta del diputado
Alejos. La propia ministra de Salud, Amelia Flores, declaró enfática que “La posición
del gobierno no es expulsar a la brigada cubana; en ningún momento se mencionó
esa aberración”, agregando que “Sería terrible para nosotros que la
brigada cubana se fuera, mucho menos en este momento”, en plena pandemia de
COVID-19. Enérgica, la ministra calificó el papel de la brigada como “indiscutible
e irremplazable”.
La Brigada Médica Cubana en Guatemala está a punto de
cumplir 22 años de solidaria labor en las comunidades más remotas y humildes
del país, justamente en las zonas donde casi no llega el ministerio de Salud
Pública nacional, donde ningún médico guatemalteco quiere ir. Actualmente cuenta con 441 colaboradores,
la mayoría asignados en este momento a la lucha contra la pandemia de
coronavirus. Los compañeros cubanos prestan sus servicios en 16 de los 22
departamentos, en 16 hospitales nacionales y en más de 100 centros de salud. Su
presencia está respaldada en un convenio de cooperación directa establecido entre
los ministerios de Salud Pública de ambos países. Ofrece especialistas en
oftalmología, pediatría, epidemiología, medicina interna, enfermería, y en
menor medida, odontología.
El programa de cooperación de Cuba no se contenta con
prestar servicios, sino que desde 1999 abrió las puertas de una Escuela
Latinoamericana de Medicina -ELAM- para formar los recursos humanos necesarios
para la cobertura de salud de los pueblos que son destinatarios de la
solidaridad de las brigadas médicas. En este momento, más de 1,000 médicos
guatemaltecos han sido formados en dicha escuela, en forma totalmente gratuita
para Guatemala.
Si se tiene en cuenta que durante el período de
permanencia de la Brigada Médica Cubana se han realizado más de 47 millones de
consultas, esto representaría un valor de más de 7 mil millones de
quetzales -estimando la consulta a Q. 100-, lo cual es posible que en el caso
de las comunidades más inaccesibles representara un poco más por la necesidad
de transportarse hasta los lugares de cobertura médica. A ello debería sumarse
el costo de las innumerables operaciones de ojos realizadas y otras
intervenciones quirúrgicas, así como los partos atendidos y todas las prácticas
de enfermería.
El impacto de esta cooperación ha representado miles de
vidas salvadas (estimados en más de 330,000 personas) que no podrían
contabilizarse como un valor monetario, pues la vida humana, sencillamente no
tiene precio. Sin embargo, la mayoría de los servicios poseen un costo
monetario en Guatemala, y es aquí donde el desempeño de la Brigada ha
significado un considerable ahorro para la población, sobre todo para los más
desposeídos (recordemos que el 70% de guatemaltecos y guatemaltecas está bajo
la línea de pobreza, fundamentalmente en esas áreas más remotas donde no llega
el Ministerio de Salud). Es cierto que el personal cubano cobra un salario de
Q. 7,000 mensuales, pagado por el erario guatemalteco, según lo estipulado por
el convenio de cooperación. Ello significa una erogación de alrededor de 3
millones de quetzales mensuales para el Ministerio de Salud del país; pero si
se mide monetariamente la intervención, lo invertido por el gobierno de
Guatemala rinde increíbles frutos, porque muchísima población, en forma
gratuita, recibe una atención que de otra forma nunca tendría.
En una Carta Abierta que circuló en diversos medios
periodísticos dirigida por el Dr. Ricardo Arriaza, médico guatemalteco, al
diputado Alejos, puede leerse que “si
el Estado HA GASTADO Q. 510,300,000.00 y el pueblo de Guatemala deja de gastar
Q. 7,489,717,650.00 en atención médica privada, sin duda es un gran negocio
para nuestro país, porque mantener el convenio de cooperación médica con Cuba
durante estos 22 años le ha significado a nuestra nación el ahorro de Q. 6,979,417,650.00
(seis mil novecientos setenta y nueve millones cuatrocientos diez y siete mil
seiscientos cincuenta quetzales). A modo de ilustración, en relación a la
propuesta de Presupuesto General de la Nación presentada por el Ministro de
Finanzas el 2 de septiembre pasado para 2021 (Q. 99,700,000,000.00), y
asumiendo que los ingresos totales, el gasto público, el balance fiscal, la
deuda pública y los demás parámetros económicos se mantuvieran inamovibles,
alcanzaría para financiar nuestro presupuesto nacional durante 70 años. ¿No le
parece interesante?”
Si
la intervención de los cooperantes solidarios cubanos es una buena noticia para
Guatemala, si el mismo Ministerio de Salud terminó avalando a la Misión por
considerarla “irremplazable” visto que, en términos de costo-beneficio, la
inversión en sus salarios significa una gran ganancia para la salud de los
guatemaltecos, ¿por qué esa propuesta del diputado Felipe Alejos?
Los
médicos cubanos de esa Brigada “Son una fachada” del gobierno castrista,
porque “no se puede apoyar a ningún régimen totalitario”, expresó el referido
padre de la patria. “Lo que más nos preocupa que parte del salario se lo entregan
al gobierno de Cuba, el cual es un régimen dictatorial, comunista desde 1959,
en donde no existen derechos civiles ni políticos, tampoco libertad de
expresión”, dijo Felipe Alejos. “Eso es una aberración”, agregó contundente
“y es vergonzoso para nuestra nación y tienen que tomar cartas en el asunto
o nosotros lo vamos a tomar”, con lo que amenazó al ministro de Relaciones
Exteriores, Pedro Brolo, de citarlo al Congreso para que comparezca del porqué
relacionarse con “comunistas dictadores”, exigiendo que se desande en el
convenio establecido.
La racionalidad
se impuso, y el gobierno central siguió en el apoyo a los compañeros cubanos,
pues constituyen un invaluable aporte al país. La movida de Felipe Alejos
-quien aparece en la lista de personas denunciadas por el ahora reo Alejandro
Sinibaldi como una de quienes recibió sobornos de la empresa brasileña Odebrecht-
hay que entenderla a la luz de su posicionamiento personal, no de otra manera, con
lo que intenta congraciarse con el virtual amo de la región, el gobierno de
Estados Unidos.
Washington
viene insistiendo claramente en la necesidad de que el Congreso de Guatemala
deje de darle largas al asunto de la elección de los 13 magistrados de la Corte
Suprema de Justicia y los 126 magistrados de las Cortes de Apelaciones y, fundamentalmente,
acate los fallos de la Corte de Constitucionalidad. Como el mencionado diputado
-parte fundamental de lo que se ha dado en llamar Pacto de Corruptos- se opone
a todo lo anterior y está en la mira del gobierno de Estados Unidos, para
buscar congraciarse con la administración de Donald Trump ha realizado
“ingeniosos” movimientos políticos, mostrando que es un aliado incondicional de
la Casa Blanca y un acérrimo anticomunista. Para ello, entre otras cosas, 1) dio
su total apoyo al gobierno de Taiwán en su lucha contra China comunista, 2) mostró
su decidida cercanía con el embajador de Israel en Guatemala, Mattanya Cohen, mandando
así un mensaje de apoyo al Estado-gendarme de Medio Oriente financiado por la
geopolítica de Washington, 3) salió en defensa del narcopolítico Álvaro Uribe,
de Colombia, impresentable desde todo punto de vista, pero responsabilizando a
“sectores de izquierda” de estar tras la jugada política, y 4) pidiendo el
retiro de la misión sanitaria cubana, simplemente por “comunistas”, por
pertenecer a un país históricamente enemigo de la potencia estadounidense.
Más allá del
papel político que juega y/o pueda seguir jugando Felipe Alejos en la política
guatemalteca, su maniobra -felizmente desestimada por el mismo gobierno
nacional- muestra cómo está hundido hasta los tuétanos el anticomunismo en todo
el mundo capitalista. La sola apelación al mote “comunista” (reemplazable por
“dictadura castrista” o “Venezuela chavista castro-comunista”) enciende
alarmas. “Los comunistas se comen a los niños”, “te ponen a vivir otra familia
en la sala de tu casa”, “te secuestran los hijos para mandarlos a Cuba a
recibir adoctrinamiento marxista”, “las lámparas ahorradas cubanas instaladas
en Venezuela sirven para espiar a cada habitante”, y otras tantas patrañas por
el estilo no sorprenden, y aunque racionalmente nadie las pueda creer, la
ideología ultra anticomunista que algunos siguen teniendo -e intentando imponer-
les da cabida.
Es hora que
miremos el comunismo con otros ojos, ¿no? La comunista Cuba, por ejemplo,
presenta los mejores índices socio-económicos de toda Latinoamérica, iguales o
incluso superiores en muchos casos a muchos países “desarrollados” del Norte. Si
se usa como argumento que “la población huye despavorida de la dictadura
castro-comunista”, debe recordarse que mientras de Cuba salen, en promedio, 11
personas diarias, de Guatemala migran más de 200 en condiciones de absoluta
precariedad. En la atención sanitaria, ese satanizado comunismo parece ser
impecable: mientras Guatemala, con 16 millones de población tiene más de 3,000
muertos por el COVID-19, Cuba, con 12 millones, apenas tiene 111 fallecidos. No
hay que olvidar nunca esas históricas palabras de Fidel Castro: “En el mundo
hay 200 millones de niños en la calle; ni uno solo de ellos está en Cuba”.