La Guerra Fría, que quizá mucho de los lectores del
presente texto no vivieron, que apenas conocen por alguna referencia, marcó a
fuego la ideología del Siglo XX, y por lo que se ve, sigue marcando la del
presente.
“Comunismo” pasó a ser una mala palabra, sinónimo de lo
peor que se pueda concebir, un anatema, algo diabólico. ¿Por qué? Porque el
sistema capitalista vio que la revolución socialista era posible, y que la
construcción de una sociedad manejada por la clase trabajadora comenzaba a ser
un hecho. Desde inicio del siglo, con el primer Estado obrero y campesino en
1917, la Rusia bolchevique, las transformaciones revolucionarias no pararon:
después vendrían China, Cuba, Vietnam, los países africanos que iban
liberándose de las cadenas coloniales… La posibilidad cierta de perder los
privilegios de clase para el grupo dominante era un hecho, y eso debía
frenarse.
Es sabido que para detener el alzamiento popular, la
clase dirigente puede apelar sin miramientos a la represión abierta: fuerzas de
seguridad de todo tipo, policía, ejército, escuadrones paramilitares, asesinos
a sueldo que trabajan a la sombra del Estado. Las cámaras de tortura y los
centros de detención clandestinos son un hecho. Pero fundamentalmente, sin la
utilización de procedimientos violentos, lo logra con la lucha
ideológico-cultural. La inmensa batería de dispositivos ideológicos está para
eso, para mantener la “gobernabilidad”. Centros educativos, medios de
información, iglesias, lo que se ha dado en llamar la industria cultural, todo
ello contribuye día a día, minuto a minuto a transmitir un mensaje que solidifica
el edificio social, invisibilizando la verdadera dinámica subyacente: la
explotación económica de una clase (la mayoría trabajadora) por otra clase (una
minoría dueña de los medios de producción).
¿Cómo es posible que una tan pequeña minoría logre el
manejo de tan amplias mayorías? Pues justamente por eso: por las armas con que
las mantiene a raya pero, fundamentalmente, por el trabajo ideológico
cotidiano. “El esclavo piensa con la cabeza del amo”, se ha dicho. “La
ideología dominante es la ideología de la clase dominante”, expresó Marx.
La gran masa humana está sujeta a la realidad económico-político-social
dominante a partir de esas cadenas “mentales” que presentan el mundo como
inamovible, eterno, obligando a aceptar resignadamente el lugar social que
“toca”.
En esa lógica de dominación ideológica abrumadora, la
segunda mitad del siglo pasado, y lo que va del presente, están marcadas por un
visceral anticomunismo que se esparce por doquier, que nos penetra, nos
atraviesa y nos intenta constituir como sujetos no-pensantes. Léase bien:
¡no-pensantes!
Durante la Guerra Fría el campo capitalista -liderado por
Estados Unidos- tejió increíbles patrañas, que una vez puestas a circular,
dieron resultados: “los comunistas se comen a los niños”, “te instalan otra
familia a vivir en la sala de tu casa”, “te secuestran tus hijos y los llevan a
un campo de adoctrinamiento marxista en Cuba”. Hoy día, la sola evocación de un
pretendido “castro-comunismo” como sería el de Venezuela, ya sirve para “erizar
la piel de la gente de bien”.
Toda esta barbaridad ideológico-cultural, aunque parezca
descabellada, absurda, irracional, da resultados. Las poblaciones, manipuladas
hasta el hartazgo en forma creciente por los medios masivos de comunicación,
por las redes sociales, está acostumbrada y preparada para “no-pensar”. O, en
otros términos, no pensar críticamente, con criterio propio. Mensajes
concebidos con cierta cuota de sentimentalismo, generadores de miedo, con ideas
maniqueístas que dividen el mundo entre buenos y malos -siendo los comunistas
siempre los malos-, durante décadas de bombardeo diario fueron creando las
condiciones para que el anticomunismo más radical y hepático se fuera
instalando. Por eso hoy día, por ejemplo, ante la muerte de un militante
comunista histórico de Guatemala como fuera César Reyes, un pastor evangélico
(¡un pastor!) puede escribir en redes sociales “Que bendición. Falta castro maduro y demás”.
¿Qué significa este anticomunismo? Que las
poblaciones están preparadas para no pensar, para ver el mundo como algo
inmodificable, justificando la explotación.
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