domingo, 30 de junio de 2019

CAMBIO CLIMÁTICO: ¿QUIÉN ES EL RESPONSABLE?




Se nos hace creer, arteramente, que todos somos responsables del calentamiento global. Se habla, incluso, de “cambio climático”, como si fuera algo natural.

O, siempre en el orden del engaño, se nos dice que todos tenemos que “cuidar la naturaleza” y reciclar, no tirar basura en la calle y separar la basura orgánica de la no orgánica. Todo eso está bien, pero contribuye apenas con un 1% a evitar la catástrofe medioambiental en curso.

¿Somos nosotros, la población que consume, los verdaderos causantes de este desastre? ¡¡NO!! Es el modo de producción capitalista que obliga a consumir y consumir locamente. Es el capitalismo con su voracidad insaciable quien se come el planeta, deforestando, contaminando fuentes de agua y obligando a consumir a la población. ¿Por qué hay que cambiar el teléfono celular cada año? ¿Por qué se siguen fabricando automóviles en vez de favorecer el transporte público? ¿Por qué no se abandona el petróleo de una buena vez?

No somos nosotros, los mortales de a pie, los causantes del desastre. Es un sistema que nos OBLIGA a consumir innecesariamente.





sábado, 29 de junio de 2019

PSICOLOGÍA SOCIAL: UNA PREGUNTA ABIERTA





Un psicólogo joven decía: “El psicólogo social tiene que denunciar y velar por el bien de la población”.

La afirmación –quizá equívoca– abre preguntas: un ingeniero químico, ¿también tiene que denunciar y velar por el bien de la población? ¿Y un profesor de gramática? ¿Un trabajador social? ¿Y un chef?

Esto lleva a pensar: la psicología social ¿se constituye como tal porque denuncia? Pero ¿eso no es una acción política que deberíamos realizar todos, en tantos sujetos sociales, en tanto ciudadanos? ¿No debemos velar por el bien de la población todos por igual, ingenieros químicos, chefs, trabajadoras sexuales y psicólogos?

¿Psicología social o práctica política?

Las poblaciones -o más correctamente habría que decir: las clases subalternas, los desposeídos- no tienen mayor poder (o no tienen ninguno, aunque se les quiera hacer creer que con el voto de las democracias representativas lo ejercen). La historia de la humanidad, al menos desde que existe propiedad privada, es la historia de clases dominantes enfrentadas a clases dominadas, sojuzgándolas (el Estado es el mecanismo de dominación ad hoc). Si se trata de cambiar esa relación injusta, se está ante una profunda alteración en la forma en que se accede a la riqueza y en que se distribuye socialmente el poder. Ese cambio es, lisa y llanamente, una revolución.

Ahora bien: si es cierto que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases y del reemplazo de una por otra a través de los siglos por medio de profundas transformaciones políticas, la pregunta se dirige hacia qué papel puede -¿o debe?- jugar la Psicología en esa dinámica. ¿Está al servicio del mantenimiento de la situación dada (posición conservadora), o de su transformación (posición revolucionaria)? O más aún: ¿es la Psicología la que debe contribuir al cambio social, o eso es una práctica política? El marxismo, en todo caso, con toda la energía se propone como la orientación teórica para darle forma a ese cambio, que en realidad vehiculiza la clase trabajadora (obreros industriales urbanos, proletariado campesino, amas de casa, trabajadores varios –tanto los psicólogos como los chefs, los albañiles, los vendedores ambulantes o los ingenieros químicos–): “No se trata de reformar la propiedad privada [de los medios de producción], sino de abolirla; no se trata de paliar los antagonismos de clase, sino de abolir las clases; no se trata de mejorar la sociedad existente, sino de establecer una nueva”, formulará Marx (1848). La pregunta -o el problema- se plantea en torno a cómo puede la ciencia psicológica contribuir a ese cambio.

Anida allí una cierta confusión: la práctica política transformadora (revolucionaria) implica determinadas acciones y tareas, diversas según la ocasión, y que la historia demuestra no están definidas según un manual de operaciones, según protocolos estandarizados universalmente. Han servido -y seguramente seguirán sirviendo- en esa tarea político-transformadora tanto la organización barrial como la lucha sindical, el movimiento campesino como la acción armada, el trabajo propagandístico clandestino como la eventual participación en comicios dentro de los marcos de la democracia representativa. Todo eso es contribuir a “empoderar” (para usar un término “de moda”) a los “desempoderados”, a organizarse como clase revolucionaria, a tener claro un proyecto político de mediano y largo plazo para desplazar a la clase dominante construyendo un nuevo Estado revolucionario y popular. Esos procesos ya se dieron en varias ocasiones a lo largo del siglo XX.

La Psicología, entendida en esa vertiente de “comprometida”, puede intentar estar al lado de los sectores desfavorecidos, excluidos, los pobres y humildes. Pero eso, ¿es una especificidad de intervención científica, o una práctica política? El actuar de un psicólogo profesional como militante político (comprometido con la revolución, si se quiere decir así incluso), no queda claro desde qué recorte teórico psicológico se hará. Si organiza su gremio (la corporación de psicólogos), o se plantea incidir políticamente en el campo de la salud (sobre las políticas públicas sanitarias, por ejemplo), lo hace en tanto sujeto político, en tanto militante, en tanto ciudadano que participa. Pero eso no es Psicología, en sentido estricto. Para decirlo de un modo provocativo: un psicólogo que se dedica a hacer clínica “individual”, ¿no puede también ser un militante político e incidir revolucionariamente? La transformación política buscada, ¿se hace desde referentes teórico-conceptuales de la Psicología, o quizá el marxismo resulta más útil como guía para esa acción?

Es por todo ello que se superponen -quizá no quedando claro los respectivos campos- la praxis política con el ejercicio de una ciencia, lo cual puede llevar -o decididamente lleva- a equívocos.


viernes, 28 de junio de 2019

REMESAS


REMESAS: ¿POR QUÉ LOS GOBIERNOS LATINOAMERICANOS PERMITEN LAS TROPELÍAS DE ESTADOS UNIDOS CONTRA LOS MIGRANTES?

Porque esas remesas que vienen básicamente de Estados Unidos (alrededor de un 15 a un 20% del Producto Bruto Interno de los países del área) ayudan a paliar la situación doméstica. Aun sabiendo de las tremendas injusticias que se cometen contra los migrantes, los gobiernos de los países receptores no dicen mucho al respecto porque esos dólares sirven como remiendo en las pobres economías nacionales.



miércoles, 26 de junio de 2019

PENA DE MUERTE: UNA DISYUNTIVA ABIERTA





Personaje 1: Yo siempre fui de izquierda, progresista, mente abierta... No tengo dudas con eso. Pero con el tema de la pena de muerte...., no sé. Ahí sí tengo mis dudas.

Personaje 2: ¿Dudas? Mmmm..., ahí no hay nada que dudar. Nadie tiene el derecho de quitarle la vida a otro. ¡Alguien de izquierda y progresista no puede avalar la pena de muerte! ¡¡Eso es retrógrado!! 

Personaje 1: Bueno... No sé. ¿Qué hacer entonces con esa gente condenada a muerte en algunos países, o con cadenas perpetuas en otros lados? Son un problema social, son irrecuperables. Asesinos, violadores, dementes furiosos incorregibles, gente que jamás siente culpa. Enfermos psicópatas... ¿Qué hacer con ellos?

Personaje 2: ¿Pero por qué matarlos?

Personaje 1: Lo mismo podría decir yo, aunque al revés: ¿por qué dejarlos vivos? Sabemos que no se recuperan, que no cambian. Un psicópata lo es de por vida. Eso no se puede modificar. ¿O acaso muchos años de cárcel logran transformarlos? ¿Hay algún psicópata de estos, un descuartizador, un asesino en serie, un violador de niños, que haya cambiado en la cárcel? Nombrame uno solo que haya cambiado...

Personaje 2: Bueno.... es cierto... pero ¿quién tiene el derecho de decidir sobre la vida de otro? 

Personaje 1: ¡Vamos, Hermenegildo! No seamos hipócritas... ¡No seamos tontos en el análisis! Todo el tiempo los grupos de poder están decidiendo sobre nuestras vidas. ¡Y sobre nuestra muerte! Contestame eso con franqueza (y vos sabés de esto porque sos médico): ¿acaso se cura un psicópata, un perverso, un maniático sexual?

Personaje 2: No. Imposible.

Personaje 1: Entonces ¿para qué mantenerlo encerrado de por vida? ¿Se va a curar así? ¿Va a cambiar? Me lo acabás de decir: no. Esa gente, podríamos decirlo así: esa pobre gente enferma, no puede cambiar. Es una cuestión de estructura psicológica, algo de base. El problema es que joden a la sociedad, constituyen un problema serio. ¿O vamos a premiar a un asesino, a un violador?

Personaje 2: Bueno... visto así, es cierto. No cambian. Pero queda el problema ético: ¿quién tiene la potestad de decidir sobre la vida de otro?

Personaje 1: ¡La sociedad que no está enferma! O que no está tan enferma, que vive dentro de los cánones que se tienen por normales (sabiendo que la normalidad es siempre relativa, histórica). Para eso está el Estado, ¿no? Para regular la vida social. Sabemos que es el instrumento de dominación de la clase dominante. Eso ni se duda; pero también puede cumplir la función de administrar más o menos la vida de la gente, poner normas de convivencia, regular la sociedad. ¿Vale la pena mantener encerrado de por vida a un enfermo de estos, que representa un problema social insoluble y que se sabe no puede cambiar?

Personaje 2: Sí, abre la pregunta... Bueno, vez pasada leí por ahí que el costo de la civilización es la enfermedad mental. Ningún animal presenta estas psicopatías, es un asocial dentro de su especie.

Personaje 1: Yo iría más lejos y lo diría de otra forma. El hecho de humanizarnos, de entrar en las normas sociales que nos hacen ser humano, tiene un costo, tiene consecuencias. Es la angustia. Y algunos no pueden entrar en esas normas: los psicóticos, que viven en su mundo, delirando o alucinando, y los psicópatas, que viven en sociedad pero siempre transgrediendo: matando, violando, robando, siendo políticos profesionales (que son medio psicópatas).

Personaje 2: O sea que no hay salida: ¿siempre va a haber transgresores, enfermos que asesinan y todo lo demás? 

Personaje 1: Así parece. En Cuba socialista también los hay. Y en vez de mantenerlos de por vida en una cárcel donde no van a cambiar, dándoles de comer, pagando sus gastos -son unos parásitos que no aportan nada a la sociedad- ¿por qué no sacárselos de encima? 

Personaje 2: Complicado, ¿no?.... Es cierto: hay límites… Ahí está el drama. Esta gente, los psicópatas, no tienen solución. Y por más que digamos que hay que respetar la vida -eso sería el pensamiento progresista- sabemos que un enfermo de esa naturaleza no puede cambiar. ¡Límite infranqueable!, aunque nos hagamos los buenos y digamos que no tenemos derecho a condenar a muerte a nadie. Eso me hace pensar en esto que leí, que me dejó impresionado: la locura, la transgresión, eso es el costo de la civilización. Lo cual quiere decir que en el ser humano siempre, absolutamente siempre -también en los países socialistas por lo que se ve- hay una cuota de insatisfacción. ¡Ese es el drama humano! Siempre hay algo insoluble, un límite que no se puede saltar. Los psicópatas nos lo recuerdan.

Personaje 1: Así parece, ¿verdad? Y ese vacío en un tiempo lo llenaban las religiones. ¡Pero no podemos seguir con pensamientos mágico-animistas, mi hermano! Esta idea supuestamente progresista, de avanzada, de estar contra la pena de muerte, básicamente tiene un sabor cristiano, moralista: sólo dios puede decidir sobre la vida de los mortales. Mmm.... creo que hay que cuestionarlo. En la China, que aún se dice socialista, fusilan sin miramiento a los corruptos. ¿Están mejor o peor que nosotros? Es para darle vueltas al asunto… Y te dejo esta pregunta, para alimentar más aún ese drama humano del que hablás: ¿por qué un pensamiento progresista debería estar contra la pena de muerte?

martes, 25 de junio de 2019

LA HORA CHAPINA





En Guatemala ya es proverbial aquello de la «hora chapina». Dicho de otro modo: no respetar los horarios, llegar cuando uno quiere a una actividad pautada, demorarse una eternidad pero, básicamente, hacer demorar una eternidad a quien nos espera sin la más mínima culpa.

Esto último constituye la cuestión distintiva y sobre lo que se quiere llamar la atención ahora: después de una interminable espera a la que se somete al otro con la «hora chapina», no hay ningún remordimiento, ninguna culpa. A veces, ni siquiera un pedido de perdón o alguna excusa. Y si se da alguna, es intrascendente, pues nadie la cree, y en definitiva: sale sobrando. Pareciera que al presentar la expresión «hora chapina» (si es con cara traviesa y gesto simpático, mejor aún), ya se dijo todo; eso vale como explicación general de la demora, y asunto terminado.

Definitivamente, es una construcción cultural hondamente arraigada. Como todas las construcciones culturales, entonces, de difícil modificación. En otros contextos se vive lo contrario: los horarios son estrictamente rígidos y no cabe la posibilidad de violarlos. Si ello ocurre eventualmente, tiene el valor de catástrofe. La vez pasada, en los trenes de Tokio, Japón, las autoridades se vieron obligadas a pedir perdón públicamente porque un convoy partió con 20 segundos de adelanto. ¡Sí: 20 segundos de adelanto! Quien está acostumbrado a la «hora chapina» no puede dimensionar algo así. Como, de la misma manera, quien se apega estrictamente a los horarios convenidos no puede terminar de entender por qué aquí se violentan siempre de esa manera (no 20 segundos, sino largos minutos, a veces horas), y nadie se ofende ni preocupa particularmente.

Eso es la cultura: algo incorporado que no se piensa, que está en el origen de cada una de nuestras acciones sin necesidad de reflexionar. En otros términos: lo que nos da identidad, aquello que nos permite saber quiénes somos.

Así como para un japonés puede ser «normal» (cotidiano, aceptado, no sujeto a crítica) la hiperpuntualidad (no pudiendo concebir la tardanza, ¡y ni siquiera la anticipación!, lo exacto debe ser exacto), para un chapín es absolutamente «normal», jamás sujeta a crítica, la impuntualidad.

No obstante, hay numerosas muestras de rigurosa puntualidad también en el escenario guatemalteco: los cines y los partidos de fútbol respetan la hora estipulada, así como todo el tránsito aéreo o los programas televisivos en vivo. Esto significa que no existe ninguna imposibilidad real para cumplir los horarios; si ello no sucede, obedece a otras causas.

¿Por qué esta cultura de la impuntualidad entonces? ¿Por qué la «hora chapina»? Proponer explicaciones superficiales, completamente banales como «el tráfico», no llevan a ningún lugar. Décadas atrás, el tráfico vehicular (en la ciudad capital o en las principales ciudades del país) no presentaba el actual caos dramático, y sin embargo también había «hora chapina».

Se ha intentado darle una explicación sociológica al fenómeno, encontrando en las raíces fundamentalmente rurales de la población la razón de este sistemático incumplimiento del horario. De esta forma, una gran masa poblacional de origen campesino se movería con parámetros distintos al ciudadano urbano: en lo rural los tiempos no se siguen con la medición del reloj (invento urbano y occidental), sino con ciclos naturales (horas de luz y horas de oscuridad, número de lunas, estaciones climatológicas). Eso es un intento de entender las cosas, pero no termina de explicar en profundidad la dinámica, por cuanto hoy la mayoría de la población ya es urbana, y la concomitante cultura dominante no se fija por eventos naturales.

¿Por qué, entonces, la permanencia totalmente normalizada de esta práctica cultural, donde el puntual sale dañado? (pues se le hace esperar sin considerársele luego, «ninguneándolo», haciéndole desaparecer como sujeto). Podría entenderse como expresión de una histórica cultura de impunidad, donde el otro concreto no cuenta. Cultura que recorre toda la historia nacional de cabo a rabo, desde los primeros conquistadores hasta nuestros días («Vinimos aquí para traer la fe católica, para servir a su Majestad y para hacernos ricos», declaró Bernal Díaz del Castillo en el siglo XVI). La impunidad dominante significa que está establecido, aceptado, normalizado que se puede hacer cualquier cosa, seguro que no habrá castigo. Es decir: las leyes, la normativa que organiza la vida, son muy débiles. Todo se arregla de otro modo, pudiéndose saltar el marco legal sin ninguna culpa. Como dijo el asesor de un candidato presidencial: «Aquí rige la ley de las 3 P: plata, putas o plomo».

Una sociedad históricamente cimentada en la impunidad puede permitir «cagarse» en el otro con total tranquilidad: durante la época de Ubico el patrón de finca podía matar al «indio que se alebrestara» dentro de su propiedad y amparado por la ley. Años después –¡y ya firmada la paz!– el varón violador de una mujer que se casara con la misma quedaba libre de toda responsabilidad criminal, por ley. Y recientemente, un general condenado a 80 años de prisión por delitos de lesa humanidad sale libre al día siguiente de su sentencia por una maniobra oscura. En definitiva: si está en la historia este «cagarse» en el otro, la «hora chapina» no hace sino repetir el modelo vigente.


lunes, 24 de junio de 2019

¿DÓNDE ESTÁ EL MINISTERIO DE TRABAJO?





En muchas empresas se contrata a sus “colaboradores” (que no son colaboradores sino ¡TRABAJADORES!) haciéndoles firmar contratos donde explícitamente queda prohibida la formación de sindicatos.

¿No es que la organización sindical es un derecho consagrado en la Constitución?

¿DÓNDE ESTÁ EL MINISTERIO DE TRABAJO?



domingo, 23 de junio de 2019

¿SABÍAS QUE….?





Muchas leyes progresistas (ocho horas laborales, aborto, igualdad de género, sufragio universal) se aprobaron por vez primera en el primer Estado obrero y campesino, en la primera revolución socialista de la historia, la Unión Soviética.




sábado, 22 de junio de 2019

HUELGA DE DOLORES DE LA UNIVERSIDAD DE SAN CARLOS


LA HUELGA DE DOLORES DE LA UNIVERSIDAD DE SAN CARLOS FUE (¡EN PASADO! “FUE”, DEL VERBO SER) UNA IMPORTANTE HERRAMIENTA DE LUCHA, DE DENUNCIA Y DE CRÍTICA POLÍTICO-SOCIAL.

Luego pasó a ser manipulada por mafias corruptas. Lamentablemente… ¡es así!


viernes, 21 de junio de 2019

POST VERDAD: ¿ESO CON QUÉ SE COME?




Los medios masivos de comunicación, las redes sociales del internet con los net centers o troll centers operando mentiras organizadas, la promoción inmoral de lo que hoy día se ha dado en llamar –con total tranquilidad y desvergüenza– fake news (noticias falsas), mantienen el mundo de la llamada «posverdad». Si la filosofía y la ciencia pasaron milenios buscando «la verdad», eso ahora ya no importa. Ya no hay verdades, lo único que cuenta es el efecto que se consigue con un mensaje. Y aunque se hable de «desarrollo» y «evolución» de los pueblos, todos somos bombardeados a diario con innúmeras mentiras, grotescas, burdas, que a la postre dan resultados. En otros términos: la indiferencia por los hechos, la desinformación llevada a su grado extremo, el reino del adormecimiento. La realidad no importa.



jueves, 20 de junio de 2019

EN LA ¿CULTA Y EDUCADA? GRAN BRETAÑA TAMBIÉN HAY HOMOFOBIA





Dígase, de paso, que en Inglaterra hasta 1967 la homosexualidad era un delito penado por la ley.

En este país aún se reverencia a una señora parásita de la que no se puede hablar mal pisando suelo británico (hay que insultarla subiéndose a un banquito para no tocar territorio inglés cuando se la putea). Y cada vez que se carga combustibles Shell en cualquier parte del mundo, estamos solventado ese parasitismo. Por supuesto, aunque tiene hooligans monstruosamente violentos, se considera una nación “civilizada”. Ser racista e imperialista ¿hará parte del hecho de ser “civilizados”? ¿Y mantener esa sarta de parásitos? Las bombas que matan africanos, ¿son civilizadas?

¿CULTA Y EDUCADA? MY GOD!!! ¿POR QUÉ NOS ENGAÑAN TANTO?



miércoles, 19 de junio de 2019

ELECCIONES EN GUATEMALA: ¿QUIÉN GANÓ Y QUIÉN PERDIÓ?





I

Luego de cada proceso electoral suele decirse que “ganó el país” o “ganó la democracia”. Más allá de esa banalidad –que, en realidad, no es tan banal, sino que hace parte de la ideología dominante que encubre siempre la verdad de las cosas: la democracia representativa en un engaño bien pergeñado para seguir manteniendo la explotación de la clase trabajadora–, más allá de esa tontera que se nos quiere hacer creer, se abre una pregunta básica: ¿qué sigue después de todo el montaje de estas elecciones democráticas trilladas?

La respuesta inmediata es: ¡nada ha cambiado! Y lo más patético de todo: ¡¡ni puede cambiar!! Estas democracias formales son solo un cambio de administración, de gerente (¿de capataz?). Los verdaderos factores de poder (grandes empresarios, terratenientes, banqueros, y para el caso de nuestros países latinoamericanos: la Embajada de Estados Unidos, auténtico “poder tras el trono”) no cambian con ninguna elección. ¿Manda el pueblo? No parece…. La democracia como supuesto “gobierno del pueblo” en todo caso, con restricciones si se quiere, pero como experiencias verdaderas, se encuentra en los socialismos reales, en las asambleas comunitarias, en los cabildos populares, en los comités de base. Lo demás, lo que conocemos aquí, como dijera Jorge Luis Borges, “es una ficción estadística”.

Cada vez que un gobierno democrático (de estas democracias formales, de cartón) intenta ir más allá de lo que le permite la institucionalidad vigente y pretende tocar los verdaderos resortes del poder (reforma agraria, nacionalizaciones, leyes populares demasiado “subidas de tono”), viene el golpe de Estado. Pasó en Guatemala en 1944 (golpe de Estado de Castillo Armas contra Jacobo Arbenz), pasó en Chile en 1973 (golpe de Estado del general Pinochet contra Salvador Allende), pasó en Granada en 1983 (golpe de Estado contra Maurice Bishop y su posterior ejecución), pasó en Haití en 1991 (golpe de Estado contra Jean-Bertrand Aristide por parte del militar Raoul Cedras). Pasó incluso con procesos que simplemente buscaron mejoras en las condiciones generales sin tocar nada profundo, como en Honduras en 2009 (golpe de Estado técnico contra el presidente Manuel Zelaya, destituido), o en los recientes gobiernos de Argentina y Brasil, acusados de corrupción y desplazados del poder con elecciones bien organizadas donde se satanizaron las figuras de los mandatarios Cristina Fernández o Lula y Dilma Roussef respectivamente.

En definitiva: con estas democracias donde se va a las urnas cada cierto tiempo no cambia nada. El único que sigue perdiendo es el perdedor eterno, el pueblo. O, si queremos ser más precisos, la clase trabajadora, aquella que genera la riqueza que la clase dirigente se apropia: obreros industriales urbanos, proletariado rural, amas de casa, trabajadores de servicios, asalariados varios. No está de más recordar enfáticamente que los trabajadores no somos “colaboradores” de esa supuesta “gran familia” que es la empresa. Somos trabajadores, que no es lo mismo.

En Guatemala acaba de haber elecciones. Anticipadas por cierto, pues el actual gobierno, bastante jaqueado por la situación política que no encuentra salida, vio en ese adelantar la primera vuelta para este 16 de junio una manera de poner una válvula de escape al descontento popular. No está de más recordar que, además de un malestar generalizado por la corrupción reinante en el país (la administración del presidente Jimmy Morales se las ingenió para sacarse de encima a la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala –CICIG– de Naciones Unidas, negociando con quien la financia, el gobierno de Estados Unidos, cambiando impunidad garantizada por acatamiento fiel y absoluto de cada pedido –¿orden?– de Washington). De esa cuenta, acaban de ingresar 300 militares estadounidenses a territorio guatemalteco con la supuesta finalidad de apoyar en desastres naturales, aunque en realidad su verdadera misión es ayudar a detener las migraciones. De Guatemala salen huyendo 200 personas diarias con rumbo a Estados Unidos como migrantes irregulares, escapando de la pobreza crónica, a la violencia, a la exclusión. Las elecciones, por cierto, el cambio de administrador de turno, no puede terminar con eso.

II

No sorprenden los resultados de esta primera vuelta electoral. Como indicaban las encuestas previas, la candidata de la Unión Nacional de la Esperanza –UNE–, Sandra Torres, puntea con alrededor de un 25% de preferencia del electorado.

Viendo el conjunto del proceso electoral desde el campo popular, la situación se sigue mostrando muy desfavorable para las grandes mayorías de a pie, porque esas grandes masas continúan viviendo mal, con pobreza (60% bajo el límite establecido por Naciones Unidas), en numerosas ocasiones teniendo que salir de “mojados” hacia el Norte por la falta de oportunidades, padeciendo los rigores de un capitalismo dependiente y subdesarrollado, con un Estado raquítico que no atiende las verdaderas necesidades de su población (salud, educación, vivienda, servicios básicos, tierras para los campesinos, microcréditos). El panorama se sigue mostrando desfavorable porque, además de lo recién descrito, las elecciones no permiten cambios sustantivos en la estructura política-económica y social de un país. El nuevo mandatario (que asumirá recién el 14 de enero del año próximo) no llegará para cambiar nada en lo sustancial. Tal como están las cosas, en Guatemala y en cualquier país del mundo que la practique, la democracia representativa es un ejercicio donde se cambia periódicamente de administración (gerente), sin que se alteren en lo más mínimo las verdaderas estructuras de base.

Guatemala hace ya más de tres décadas retornó a este tipo de democracia formal luego de décadas de dictaduras militares y guerra interna; con 10 presidentes habidos (Vinicio Cerezo, Jorge Serrano Elías, Ramiro de León Carpio, Álvaro Arzú, Alfonso Portillo, Oscar Berger, Álvaro Colom, Otto Pérez Molina, Alejandro Maldonado, Jimmy Morales), los problemas estructurales se mantienen, similares a los que dieron origen al conflicto armado en la década del 60 del pasado siglo: pobreza extrema, exclusión social, racismo, patriarcado, corrupción, impunidad, un Estado cooptado por mafias y grupos económicos cada vez más ricos.

Para estas elecciones, como dato curioso, aparecieron 19 candidatos presidenciales. Ello podría hacer pensar en una tremenda fragmentación. Pero analizadas en detalle las cosas, la derecha está unida como propuesta de clase, muy unida, siendo la izquierda la fragmentada.

Por lo pronto, días antes de las elecciones 15 candidatos a la presidencia, excluidas las fuerzas de izquierda (los partidos Movimiento para la Liberación de los Pueblos –MLP–, Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca –URNG-Maíz–, Winaq, Convergencia y Libre) firmaron la “Declaración Vida y Familia”, comprometiéndose a defender la familia y el matrimonio tradicional. Ello evidencia la ideología profundamente conservadora y tradicionalista de la derecha nacional, evidenciada en los partidos políticos contendientes en la justa electoral. Podría decirse que el furioso espíritu anticomunista (conservador, clerical) de la Guerra Fría aún sigue presente. Ello se manifiesta en el discurso abiertamente antiprogresista que se ha venido dando en estos últimos tiempos, donde cualquier atisbo de cambio o disenso (la misma ONU, el anterior embajador estadounidense Todd Robinson, el actual Papa Francisco, la lucha por el aborto o por los derechos de diversidad sexual) es visto como “comunista”, desestabilizador, peligroso.

Aparentemente los partidos de derecha están fragmentados, incluida la UNE (que, a lo sumo, años atrás tuvo un perfil tibiamente socialdemócrata cuando fue gobierno, con Álvaro Colom como presidente y Sandra Torres como Primera Dama, pero que es tan de derecha como los otros). En realidad, en la derecha hoy día existen dos bloques en pugna en cuanto a sus perspectivas políticas, pero que como clase dominante no necesariamente se enfrentan: uno representado por una ideología modernizante y amparado en algunos grandes grupos económicos, que se permite financiar a algunos partidos de la izquierda electoral moderada, con un lenguaje supuestamente anticorrupción. Otro, mucho más claramente conservador, apoyado también por grandes grupos empresariales y capitales terratenientes, vehiculizado por una corrupta clase política más otros sub-sectores (militares, crimen organizado, empresariado ligado al Estado como contratistas, iglesias neopentecostales), que no dudó un instante para cohesionarse y terminar con la lucha anticorrupción enarbolada anteriormente por la CICIG. Derecha que dio en llamarse “Pacto de Corruptos”. El fallecido ex presidente y alcalde capitalino Álvaro Arzú, miembro de la más conspicua oligarquía tradicional, era su principal exponente.

De todos modos, esta supuesta fragmentación con innumerables fuerzas políticas minúsculas, nuevas y desconocidas del público, con candidatos improvisados que apenas sacaron porcentajes irrisorios en sus candidaturas presidenciales, no muestra descomposición sino, en todo caso, una estrategia seguramente pensada para la segunda vuelta electoral. Esta pulverización de grupúsculos puede permitir un mayor número de diputados, con lo que la derecha ligada al llamado Pacto de Corruptos podrá asegurarse seguir manteniendo el control del Poder Legislativo, tal como lo tiene ahora.

III

La que sí verdaderamente está fragmentada es la izquierda. El campo popular no tiene referentes válidos, como producto de los terribles golpes sufridos durante la guerra pasada. Es evidente que la “pedagogía del terror” instaurada (200,000 muertos, 45,000 desaparecidos, 669 aldeas masacradas con la estrategia de tierra arrasada, miedo, ruptura de los tejidos sociales, torturas, cárceles clandestinas, cultura de silencio impuesta) surtió efectos. Las organizaciones populares y los grupos de izquierda aún aparecen muy tibios en la escena. Prueba de ello fue lo acontecido en el año 2015, cuando a partir de un descontento popular generalizado (expresado más en lo urbano que en lo rural), que logró expulsar al por entonces binomio presidencial –sin dudas como parte de una agenda preparada por Washington que buscaba en ese entonces con los demócratas en la Casa Blanca una cruzada anticorrupción–, no hubo fuerza política de izquierda capaz de retomar ese malestar para transformarlo en algo más que protestas sabatinas fiesteras sin contenido político transformador, yendo más allá de las vuvuzelas y el himno nacional.

El campo popular y las fuerzas de izquierda, producto de ese anticomunismo visceral que marcó largas décadas del siglo XX y que continúa vigente hoy, quedaron diezmados luego de 36 años de guerra. Lo que fuera el movimiento guerrillero revolucionario cayó en marasmo, fragmentándose, perdiendo su rumbo, siendo cooptado por la democracia representativa y toda su maquinaria a prueba de transformaciones, corrupta, politiquera, mafiosa. Esa dinámica irremediablemente transforma a los luchadores sociales en engranajes del sistema, siendo muy difícil salirse de esas circunstancias. El saco y corbata, o los tacones y las joyas, alejan de la lucha popular. La prueba evidente es lo que le pasó a la izquierda transformada en grupos políticos que entraron al juego parlamentario: se aguaron, perdieron la fuerza revolucionaria de antaño, pasaron a ser cómplices –a sabiendas o no– del sistema que combatieron alguna vez.

Pero en el medio de ese desánimo generalizado, que llevó a que prácticamente desaparecieran algunas fuerzas ubicadas a la izquierda o que en elecciones pasadas tuvieran magros resultados, surgió el Movimiento para la Liberación de los Pueblos –MLP–.

Producto de un largo trabajo de organización comunitaria desarrollado laboriosamente durante años por el Comité de Desarrollo Campesino –CODECA–, el MLP, su expresión política para la pugna en los marcos de estas democracias representativas, logró en esta primera ronda un brillante 10% de preferencia electoral con Thelma Cabrera como candidata, una lideresa campesina forjada en luchas populares. Sumadas todas las fuerzas de izquierda (cuatro partidos, más el MP), se obtuvo alrededor de un 20%. Definitivamente, no es poco. ¿Alcanza para cambiar el curso de los acontecimientos? Por supuesto que no.

Es más que seguro que el Pacto de Corruptos para la nueva vuelta electoral del 11 de agosto trabajará arduamente. El segundo más votado ahora, que pasa a la ronda final, Alejandro Giammattei, es un actor político funcional a esa derecha recalcitrante. También lo es Sandra Torres, pero por diversas razones (su acendrado autoritarismo, el representar a sectores de nuevos ricos industriales, el no ser miembro de confianza del Pacto de Corruptos, su presunto pasado izquierdoso), la derecha más conservadora preferirá a Giammattei como el ungido nuevo presidente.

Siendo objetivos en la lectura de los acontecimientos: ¿quién gana con Sandra Torres o Alejandro Giammattei? La clase trabajadora seguro que no. En todo caso, está por verse cómo se reacomodan las fuerzas de la derecha. El Pacto de Corruptos seguramente se sentirá más seguro, más a gusto con la figura de Giammattei, del partido Vamos. Es muy probable que para la segunda vuelta ponga todas las baterías para lograr no perder sus cuantiosas cuotas de poder actual, cosa que la UNE de Sandra Torres no necesariamente le aseguraría. El actual partido de gobierno con Jimmy Morales a la cabeza, el Frente de Convergencia Nacional –FCE-Nación–, y lo que él representa: grupo de militares retirados ligados a la guerra contrainsurgente y a negocios no muy santos, que ahora llevó como candidato presidencial a un ex militar (Estuardo Galdámez), si bien quedó muy lejos en la contienda, en tanto parte fundamental del llamado Pacto de Corruptos tiene asegurada su impunidad, por cuanto los resortes del Congreso los podrán seguir manteniendo, con la suma de todos esos pequeños partidos. En definitiva, esa derecha recalcitrante que tiene cooptados numerosos espacios del aparato estatal (Congreso, buena parte del sistema de justicia, el Ministerio Público, la Superintendencia de Administración Tributaria –SAT–, numerosas alcaldías empezando por la de la ciudad capital) respira tranquila porque ya se sacó de encima a la CICIG, se quitó de en medio a la anterior “molesta” Fiscal General Thelma Aldana (a quien también le cerró las puertas para presentarse a las elecciones) y todo indica que seguirá tranquilamente con sus negocios.

Por último, los grandes grupos económicos, ligados a la agroexportación, la industria, la banca o los servicios, no pierden, pues son ellos, en definitiva, los que financian (y manipulan) a la clase política. Ni tampoco pierden los capitales transnacionales dedicados básicamente a la industria extractivista: monocultivo para agrocarburantes, minería, centrales hidroeléctricas (estadounidenses en lo fundamental), que actúan con el beneplácito del gobierno de turno. Ni Sandra Torres ni Alejandro Giammattei modificarán nada de esto. Y la izquierda, con su fragmentada presencia, no alcanzará para disputarle espacios ni iniciativas políticas a esta derecha, más o menos corrupta, que sigue cooptando el Estado, y en muchos casos, haciendo alianza con el crimen organizado (narcoactividad, contrabando, tráfico de personas). Dicho sea de paso, según datos de Naciones Unidas, esta economía non sancta representa no menos de un 10% del Producto Bruto Interno –PBI– del país. En un sentido general, los capitales (nacionales o internacionales, tradicionales o emergentes) siempre salen beneficiados; el espectáculo reiterado de las elecciones no altera en un ápice el asunto.

Ahora bien: la buena actuación electoral del MLP, con alrededor de un 10% de preferencia, en todo caso podría abrir un interesante escenario para las fuerzas de izquierda, que podrán trabajar para unirse deponiendo protagonismos personalistas, buscando incidir a futuro. Apoyar a la UNE en la segunda vuelta puede ser lo “menos malo” para las mayorías. Pero eso, en definitiva, no trae auténticas mejoras para las clases populares. Manejar el aparato de Estado, que no es tener el poder, puede servir para algo, quizá para generar planes asistenciales, paliativos (como ya lo hiciera la UNE en su anterior gobierno). De todos modos, esos serían cambios cosméticos. Como siempre, las mayorías populares dentro de este esquema de democracias con cuentagotas se ven forzadas a elegir lo menos malo. Y de eso se tratará finalmente. No se puede esperar mucho de ella, pero quizá vale la pena aprovecharla. La derecha mafiosa y corrupta (nada ha cambiado realmente en la forma de hacer política), ya se sabe que no es sino más de lo mismo.



martes, 18 de junio de 2019

¿SABÍAS QUE….?






En Guatemala, con la Revolución de 1944, cambió sustancialmente la situación de los trabajadores rurales. Hasta ese entonces, las fincas se vendían con “todo lo clavado y plantado, indios incluidos”. Mediante el Decreto 1816, firmado por el dictador Jorge Ubico en abril de 1832, se eximía a los propietarios de fincas de las consecuencias de cualquier medida que tomaran para proteger sus bienes y sus tierras; es decir: podían matar a cualquiera que “protestara” dentro de su propiedad, sin consecuencias (“indios que se alebrestaran”). El látigo y el cepo eran elementos infaltables para cualquier terrateniente.

LA IMPUNIDAD ACTUAL, OBVIAMENTE TIENE HISTORIA

(Dijo Bernal Díaz del Castillo en el Siglo XVI: “Vinimos a estas tierras a servir a Su Majestad, a traer la fe católica y a hacernos ricos”. ¿Quién dijo impunidad?)



lunes, 17 de junio de 2019

INESPERADO CUARTO LUGAR PARA EL MLP





Thelma Cabrera, una mujer indígena, campesina de base, sorprende con una elección maravillosa.

EL PUEBLO DE GUATEMALA ESTÁ ABRIENDO LOS OJOS. ¡FELICITACIONES!




domingo, 16 de junio de 2019

¿SABÍAS QUE….?




Libia, bajo la dirección de Mohamed Khadafi con su modelo de “socialismo árabe”, antes de la invasión de Estados Unidos, era el país de toda África con el menor porcentaje de pobreza y con el mayor índice de población alfabetizada.



sábado, 15 de junio de 2019

SOBERANÍA NACIONAL…. ¡DA RISA!





El gobierno se plantó con firmeza para defender la soberanía nacional expulsando a la CICIG, esa “sarta de extranjeros injerencistas que venían a polarizar y dividir el país”. En nombre de la más digna y sentida soberanía se le cerró la puerta. ¡Punto!

Pero… curiosamente, ahora abre la puerta a fuerzas militares extranjeras. ¿Alguien puede explicar eso?




viernes, 14 de junio de 2019

ELECCIONES EN GUATEMALA DEMOCRACIA.…. ¿GOBIERNO DEL PUEBLO?




Estas democracias formales son solo un cambio de administración, de gerente (¿de capataz?). Los verdaderos factores de poder (grandes empresarios, terratenientes, banqueros, y para el caso de nuestros países latinoamericanos: la Embassy de Estados Unidos) no cambian con ninguna elección. ¿Manda el pueblo? No parece….

Cada vez que un gobierno democrático intenta ir más allá de lo que le permite la institucionalidad vigente y pretende tocar los verdaderos resortes del poder (reforma agraria, nacionalizaciones, leyes populares demasiado “subidas de tono”), viene el golpe de Estado.

Pasó en Guatemala en 1944 (golpe de Estado de Castillo Armas contra Jacobo Arbenz), pasó en Chile en 1973 (golpe de Estado del general Pinochet contra Salvador Allende), pasó en Granada en 1983 (golpe de Estado contra Maurice Bishop y su posterior ejecución), pasó en Haití en 1991 (golpe de Estado contra Jean-Bertrand Aristide por parte del militar Raoul Cedras), pasó en Honduras en 2009 (golpe de Estado técnico contra el presidente Manuel Zelaya, destituido).

¿Qué pasaría si, por ejemplo, ganara el MLP? CODECA, la organización política que está detrás del MLP, lleva ya alrededor de 20 militantes muertos desde fines del año pasado, muertes que quedaron en la impunidad. ¿Democracia?


AUNQUE SE VOTE, NADA CAMBIA EN LO SUSTANCIAL