lunes, 10 de junio de 2019

PREGUNTA: ¡HAY RECOMPENSA PARA QUIEN LA RESPONDA!







Con sus 24 años para muchos era ya el mejor director de orquesta sinfónica de la historia, superior a Toscanini, a von Karajan, a Mehta o a Bernstein, los grandes del siglo XX.

Oriundo de Brasil, se había educado en Europa. Tenía muchas manías (obsesivo compulsivo, lo habían diagnosticado): se lavaba más de 50 veces por día las manos, usaba 4 toallas para bañarse, medía siempre su batuta antes de empezar a dirigir -temía que no tuviera la longitud adecuada-). Era un perfeccionista insoportable, un maniático chiflado para lo que no fuera música.

Nunca había dirigido el Oratorio El Mesías, de Händel. Ahora lo iba a presentar en Nueva York, con la Filarmónica de Londres y el Coro Monteverdi, dos de las mejores agrupaciones del planeta. Contrariando a los productores, había exigido ensayar un año exacto antes del estreno, a razón de 25 horas por semana. Nadie pudo convencerlo que era demasiado. “La presentación tenía que ser absoluta y radicalmente perfecta” decía. Nadie podía contradecirlo.

El último ensayo, el 15 de diciembre, había sido impresionante, espectacular. Al día siguiente se embarcaron para la Gran Manzana, donde se presentarían. Seguramente jamás se había logrado un amalgamiento tan perfecto entre instrumentistas y cantores. Algunos críticos que habían escuchado el postrer ensayo dijeron que “no se podía creer la perfección obtenida, la rigurosidad técnica y la pasión expresiva”.

El día anterior a la presentación, X. murió de un paro cardíaco en el hotel.  

¿ALGUIEN RECUERDA EL NOMBRE DE X?


No hay comentarios.:

Publicar un comentario