viernes, 7 de junio de 2019

MUNDO DIGITAL…. ¿NOS ACERCA O NOS ALEJA?






La comunicación es una arista definitoria de lo humano. Aunque en el reino animal hay comunicación, en lo humano hay características propias tan peculiares. El sujeto humano se constituye sólo a partir de la interacción con otros, comunicándose. Con los fenómenos ocurridos en la modernidad surge la comunicación de masas, es decir: el proceso donde lo distintivo es la cantidad enorme de receptores que recibe mensajes de un emisor único.

Primeramente la imprenta, luego el telégrafo, el teléfono, ya en pleno siglo XX “maravillas” tecnológicas como la radio, el fonógrafo, el cine, la televisión. Hacia fines del siglo XX las tecnologías comunicacionales marcan el ritmo de la sociedad global. Cada vez más rápidas y eficientes, borran distancias y acercan a inmensas cantidades planetarias de población.

Las actuales tecnologías digitales sirven para, literalmente, inundar el mundo de comunicación, entronizándola. Ello asienta en nuevas formas de conocimiento sofisticadas y complejas. Ese proceso de ampliación de las fronteras comunicacionales y del conocimiento técnico en el que asientan hizo pensar en una sociedad de la “información y el conocimiento”.

La clave de esa sociedad reside en una acumulación fabulosa de información. La “aldea global” se construye sobre estos cimientos. El principal recurso es el manejo de información, el “capital humano” capacitado, conocido como know how.

La nueva sociedad que se perfila con la globalización y sus herramientas por excelencia, las llamadas TICs -telefonía celular, computadora, internet-, abren preguntas: ¿más información disponible produce por fuerza una mejor calidad de vida y un mejor desarrollo personal y social? Esas tecnologías, ¿ayudan a la inclusión social, o refuerzan la exclusión? O, por el contrario ¿sólo generan beneficios a las multinacionales que se dedican a su comercialización, contribuyendo a un mayor y más sofisticado control social por parte de los grandes poderes globales?

La respuesta no está en las tecnologías. Éstas, como siempre, no dejan de tener un valor puramente instrumental. Lo importante es el proyecto humano en que se inscriben, el objetivo al servicio del que actúan. Por eso no hay técnicas “buenas” y técnicas “malas” éticamente.

Por supuesto que el acceso a tecnologías que permiten el manejo de información de un modo como nunca antes en la historia, brinda la posibilidad de un salto cualitativo para el desarrollo. Ocurre, sin embargo, que esas tecnologías, más allá de una cierta ilusión de absoluta democratización, no producen por sí mismas los cambios necesarios para terminar con los problemas crónicos de asimetrías que recorren el mundo.

Las tecnologías, si bien pueden mejorar las condiciones de vida haciéndolas más cómodas y confortables, no modifican las relaciones político-sociales a partir de las que se decide su uso.

Hoy días estas nuevas tecnologías las encontramos cada vez más omnipresentes en todas las facetas de la vida: sirven para la comercialización de bienes y servicios, para la banca en línea, para la administración pública (pago de impuestos, gestión de documentación, presentación de denuncias), para la búsqueda de la más variada información (académica, periodística, de solaz), para el ocio y esparcimiento (los videojuegos son una de las instancias que más crece en el mundo de las TICs), para la práctica de deportes, el desarrollo del arte, en la gestión pública (algunos gobiernos están incorporando oficialmente el uso de redes sociales como Twitter, Facebook, Youtube y otras cuando las autoridades dan a conocer su posición sobre acontecimientos relevantes), se usan en la guerra y en la paz, o desde las profundidades de la selva Lacandona. De hecho, hay un sexo cibernético muy desarrollado.

Por ejemplo, un movimiento armado lleva adelante su lucha con un personaje mediático que es más conocido por el uso de estos medios electrónicos que por su fusil. En definitiva: estas tecnologías sirven para todo, absolutamente: para todo lo que se nos ocurra: estudiar, para salvar una vida, para extorsionar.

Definitivamente, comienzan a ser omnímodas. Están en todos lados, y la tendencia es que seguirán estándolo cada vez más. Como un dato muy instructivo en ese sentido puede mencionarse que hoy día las TICs ya constituyen un medio de prueba en los procesos judiciales. Aún no están ampliamente difundidas y todavía encuentran muchas restricciones, pero sin dudas dentro de un futuro nada lejano serán pruebas contundentes.

Las tecnologías de la información y la comunicación no son ninguna panacea ni fórmula mágica, pero pueden mejorar la vida de todos los habitantes del planeta. Se disponen de herramientas para llegar a los Objetivos de Desarrollo del Milenio, de instrumentos que harán avanzar la causa de la libertad y la democracia, y de los medios necesarios para propagar los conocimientos y facilitar la comprensión mutua”, dijo alguna vez Kofi Annan, ex Secretario general de la Organización de Naciones Unidas refiriéndose a estos temas.

Pero cuidado, puede haber allí un espejismo. Las TIC’s, por sí mismas, no solucionan los problemas de la humanidad. Las acuciantes deudas históricas que llenan de penurias a los pueblos, no se terminan con tecnologías; para ello son necesarios cambios profundos y reales en la estructura económico-social. Bienvenidas las TIC’s, por supuesto, pero sin un cambio estructural real, no hay solución.




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