miércoles, 5 de junio de 2019

PSICOLOGÍA. NO TODO ESTÁ PERDIDO…




Los estudiantes de Psicología casi no leen (hay quien se gradúa sin haber leído NUNCA un libro completo en su carrera). No estudian Freud, ni filosofía, ni semiótica. ¡Solo neurociencias! (mal estudiadas, a base de fotocopias y Wikipedia). Y básicamente, un manual de Psiquiatría de Estados Unidos (DSM, según su V Edición). Por eso las “apapachoterapias” son la “técnica” más frecuente (¿y por eso será que 7 de cada 10 psicólogos NO viven de su profesión por su escasa preparación, porque la profesión no está dignificada, porque se les sigue tomando por “auxiliares”, “brujos”?). No está de más mencionar que muchas/os jóvenes eligen esta carrera porque ahí “no hay que leer y mucho y no hay matemáticas” (SIC). ¿El gremio psicológico está destinado a… hacer dinámicas, a ser “auxiliares” de los médicos y pasar tests? O, más patético aún, ¿a ser jefe de personal, de recursos humanos, y convertir a los trabajadores en colaboradores, para hacer de la empresa una gran familia? Recuérdese que si alguna importancia tuvo Jacques Lacan es que COMENZÓ A TRABAJAR LAS PSICOSIS DESDE EL PSICOANÁLISIS (Léase su seminario Las Psicosis, 1955/56). ¿O ante “caso graves” un psicólogo debe apelar al médico psiquiatra, que sí, verdaderamente, sabe? Mmmm…. abre dudas todo esto. O más bien, hondas preocupaciones.

A partir de esta situación, con carácter crítico, un docente hizo algunas preguntas. Y hay estudiantes que respondieron a la altura de esas interrogaciones (véase abajo). ¡Por supuesto que no todo está perdido! Hay gente que sigue pensando críticamente… y leyendo, no solo la pantalla de un celular.


PREGUNTA:
¿Por qué a los estudiantes se les hace estudiar un manual de psiquiatría durante su formación y se ignora sistemáticamente cualquier estudio profundo de la psicología en tanto que ciencia independiente de la medicina? ¿Cuántos libros de Freud leen durante la carrera? ¿Qué conocen más al graduarse: psiquiatría o teoría del inconsciente?


RESPUESTA:
Hay varias respuestas sobre este asunto. 1ero: El “nivel cultural” del guatemalteco promedio —poco importa que haya ido o no a la universidad— es preocupantemente bajo. Entender la psicología como un proceso del devenir del ser, como un fenómeno histórico fundando en el lenguaje y en los profundos problemas del saber, del conocimiento en cuanto tal, requiere de cierta cultura, entiéndase en su acepción de conocer y saber. En mi experiencia personal, he notado que las personas que no conocen ni siquiera un poquito de filosofía, no pueden comprender el psicoanálisis. Además, la “falta de cultura” o, en otras palabras, la carencia de un criterio propio desarrollado gracias al profundo estudio del saber de la civilización (en nuestro caso la occidental, aunque a algunos les pese), de una posición crítica respecto a ese saber, resulta en una obediencia ciega al establishment, y a los intereses de quienes lo pregonan, aunque esas ideas estén archipodridas y por demás refutadas. Ese es el caso de los profesores universitarios. Sólo leen lo que obligatoriamente deben leer ¿Se puede saber algo así, leyendo lo que dicen que debo leer y solo eso? ¿No se aprende también —y, sobre todo, agregaría— de la filosofía, de la literatura, la poesía? ¿Acaso las ciencias son mundos autocráticos e independientes y no sectores del saber cuya interdisciplinariedad es constitutiva, es decir, se podrá ser un buen psicólogo sin saber nada de historia, antropología, sociología, semiótica, lingüística, política, pedagogía, etc. y no solo de psicobiología? Ante el nivel académico de los profesores, no cabe más que esperar que obedezcan lo preestablecido y lo más fácil, además. Es decir, el estéril positivismo. Ni hablar de los alumnos, que no tienen interés alguno en el saber, sino solo el vano anhelo de tener un título que les de estatus social y económico: “Yo soy un psicólogo, puedo ayudar a los médicos pasando test”. 2do: El psicoanálisis es complejo, requiere de una sincera dedicación y de largas lecturas. Pero no es lo principal, como Lacan indica, el psicoanálisis, al igual que el marxismo, son ciencias que van en busca de la verdad. Una verdad siempre incomoda y para nada conveniente para la ideología dominante. Un hombre analizado es, grosso modo, un hombre libre. El sistema no necesita hombres libres sino consumidores y emprendedores que sigan empujando el neoliberalismo actual. En lugar de un honesto cuestionamiento, se prefiere relegar al sujeto a la adaptación al medio, conminándolo a ser feliz y positivo, ayudándolo a ser saludable deseando el american way of life. De este modo, creando auxiliares médicos, se evita el despertar de una subversión popular, se inculca desde dentro la ideología dominante, se controla a los desadaptados, se embrutece al profesional, se aseguran de mantener el poder en los mismos agentes y, de paso, se hace una gran fortuna vendiendo medicamentos. ¿Por qué estudiamos un manual psiquiátrico en lugar de psicoanálisis o al menos psicología? No por cuestiones científicas, sino políticas. 3ro: El sujeto que se desarrolla alienado en la cultura de masas actual, el sujeto tercermundista con mentalidad colonizada, no busca saber, sino ser instruido. Si los profesores no dejan ningún libro de Freud —por las razones anteriores— el estudiante jamás los leerá. Esta mentalidad de esclavo le hace creer que escuchando las clases aprenderá. Con esa forma de pensar es fácil comprender porque se lee poco y nada a Freud en la carrera, no digamos a Lacan. 4to: De todo esto se desprende, obviamente, que, si se sabe algo, si acaso se sabe un poco al estudiar psicología, se conoce, más bien, se conoce sobre psiquiatría, no sobre teoría del inconsciente. Lo poco que saben de Freud lo saben mal. Creo que estas palabras de Lacan ilustran bien mi punto de vista: «Es verdad que, en el estudio de las psicosis, cada día parece aportar alguna correlación orgánica nueva; si se presta atención, se verá que estas correlaciones, que no pensamos discutir, tienen sólo un alcance parcial, y el interés que ofrecen les viene únicamente del punto de vista doctrinal que pretenden reforzar. No bastan, sin embargo, para constituirlo. No se hagan ilusiones quienes acumulan esa clase de materiales: los hechos de nuestra ciencia no permiten hacer a un lado la preocupación por el hombre.»


PREGUNTA:
Se le pregunta a una estudiante de último año qué hace en su práctica: ¿con qué teoría trabajás? Responde: «Con lo que escuché en clase… y con lo que uno se fuma». ¿Será por eso que 7 de cada 10 profesionales no viven de su profesión?


RESPUESTA:

Sin duda. El punto anterior, creo, responde bien también a éste. Sin olvidar los fundamentos del psicoanálisis y del marxismo que nos muestran la contingencia del sujeto y su falaz autocracia, podemos hacer aquí una crítica a este tipo de estudiantes. El sistema actual, por sus mismos intereses implícitos, pregona la supremacía del individualismo y, lo peor, el pragmatismo. Los estudiantes no quieren ser psicólogos, no les preocupa su quehacer, ni sus implicaciones éticas, mucho menos la persona que tienen enfrente. Su único y mezquino interés es su propio beneficio: Graduarse para tener ese papel y buscar un trabajo que les dé dinero, estatus social, etc. La carrera es el medio para su fin práctico: tener dinero. Si ese es el objetivo, qué importa lo que haga, para qué esforzarse tanto leyendo libros “incomprensibles”. Se hace lo que se puede, desde lo que tengo, y como no tienen más que los prejuicios adquiridos del sentido común, no hacen nada. Al menos nada digno, porque para el sistema son de muchísima ayuda. Lo divertido es que, al no prepararse, al ser simplemente unos inútiles para el campo laboral del país, no pueden trabajar como psicólogos, aunque pongan una clínica o den “terapia” gratis. Este fenómeno, aunque triste para nuestra ciencia, lo considero beneficioso. Mientras menos ineptos estén en el campo, menos se denostará nuestra ya tan despreciada profesión. La falta de esa «consciencia de clase» o consciencia social o responsabilidad científica en los estudiantes, es preocupante. Pero no es un asunto de ciencia, sino de ética, un asunto político que solo la reflexión crítica y filosófica puede ayudar a resolver.


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