jueves, 29 de agosto de 2019

YA SALIÓ LA REVISTA N° 3 DE PSICOLOGÍA SOCIAL DE LA LIGA GUATEMALA DE HIGIENE MENTAL




Se puede solicitar gratuitamente en la institución: 12 Calle “A” 0-27 Zona 1, Tel. 22326269 y 22383739, de lunes a viernes de 8:00 a 17:00 hs.


Presentación

El Ser Humano vive siempre situado en algún lugar; dicho de otro modo: es siempre, inexorablemente, un ser social. No existe individuo aislado. Eso es un mito de las ciencias positivistas. Somos seres en situación, vivimos en relación social, tenemos historia, identidad sexual, cultura, deseo, ideología. Si eso falta, no estamos hablando de seres humanos.

Vivimos, por tanto, en un lugar determinado, en un medio, en un entorno. El mismo está dado por las significaciones humanas y por la Naturaleza en que nos movemos, de la que somos parte. El medio ambiente natural es un elemento indisoluble de nuestra existencia. De ahí que se habla de Ecología, es decir: el ámbito de nuestra “casa”, el lugar que habitamos, el oîkos griego (Ecología es: estudio de la casa, del espacio en que vivimos, del hogar que nos cobija a todos). Nuestra casa común, igual para todos los habitantes, es el planeta Tierra. Naturalmente, nadie es dueño del mismo, aunque desde hace unos cuantos miles de años, propiedad privada mediante, existen quienes detentan su posesión (la tierra, el producto que de ella sale, el agua, los bosques, los animales de crianza, los recursos minerales, el petróleo. ¿Próximamente también el aire?) Se “posee” la naturaleza en virtud de un arreglo simbólico, o mejor aún: a través de un ejercicio de poder. Los animales no poseen nada, no son propietarios; simplemente viven en su medio ambiente. Los humanos, no. Nuestra situación es infinitamente más compleja (conflictiva, problemática); de ahí que la historia de la humanidad está jalonada interminablemente por choques (“La violencia es la partera de la historia”).

La relación del sujeto con ese medio ambiente no está falta de tensiones. Hoy por hoy, sistema capitalista de por medio con su afán insaciable de ganancia, es una relación tremendamente dificultosa. En nombre de un mal entendido “progreso” (eufemismo por decir búsqueda voraz de lucro empresarial) se hizo de esa casa común una “cantera” supuestamente interminable para la obtención de materia prima para la industria. El medio ambiente dejó de ser nuestro lugar natural de estar para pasar a ser el negocio de unos pocos.

Si guardamos una relación tensa, enfermiza, absolutamente cuestionable con ese medio natural, el desarrollo armónico del sujeto (de las sociedades, para ser más específicos) está en entredicho. La calidad de vida de la población, su salud mental (su desarrollo humano integral y sostenible, se podría decir), se asegura solo si hay una relación equilibrada con su entorno natural. Si no, la situación se torna absolutamente negativa.

Sucede, sin embargo, que la actual relación que guarda la gran mayoría de la población mundial -y Guatemala, por supuesto, no escapa a la regla- es totalmente problemática, generadora de enfermedades, de nudos sin solución. El medio ambiente, nuestro oîkos compartido, en vez de ser la morada que nos cobija a todos por igual, pasa a ser campo de batalla. No es cierto que nosotros (la totalidad de seres humanos) lo destruimos. El verdadero responsable es un sistema de producción y consumo altamente dañino que ve en la naturaleza solo un recurso a explotar, un negocio. Como dijo el jefe de la etnia suquamish de lo que hoy es el estado de Washington en Estados Unidos, Noah Sealth: “Sólo cuando el último árbol esté muerto, el último río envenenado, y el último pez atrapado, te darás cuenta que no puedes comer dinero. Nosotros, la amplia mayoría de seres humanos de a pie, quienes sufrimos los efectos de la catástrofe medioambiental en curso eufemísticamente llamada “cambio climático” (el clima no cambia solo: el modo de producción y consumo derrochador lo cambia), nosotros somos víctimas de ese “desastre social” que es la alocada lógica mercantil: todo es mercadería para consumir.

En nombre de ese modelo, la producción que trajo el capitalismo ha ido devastando nuestra casa común. La solución no es solo “portarnos bien” con la naturaleza y reciclar, cerrar bien el chorro de agua o no usar bolsas plásticas en el supermercado. Todo eso no está mal, pero tiene algo (o mucho) de engaño, porque responsabiliza a todos por igual del desastre ecológico que vivimos. Esa “buena conducta” para con nuestro medio ambiente (no usar pajilla para las bebidas gaseosas o clasificar la basura antes de botarla) logra evitar la contaminación en apenas un 1%. El verdadero problema, que habitualmente se escamotea, es el paradigma en juego, que prefiere sacrificar medio natural y culturas ancestrales en nombre de una uniformización globalizante que obliga a consumir en forma desmedida.

Si no existe un medio ambiente sano no puede existir un sujeto sano. Si la casa en que vivimos, si la morada de la sociedad global está deteriorada, sus habitantes también. Por ello la lucha por el medio ambiente es vital para asegurar una buena calidad de vida.

Hoy por hoy, lamentablemente, en Guatemala se juega un tremenda lucha entre las empresas depredadoras que solo buscan su lucro con proyectos extractivistas (minería, plantas hidroeléctricas, monocultivos destinados a agrocombustibles) y las comunidades que se ven directamente afectadas. Son ellas, en general, comunidades rurales, campesinas, indígenas, que levantan la voz contra la agresión de que son víctimas. Nunca más acertado que aquí, entonces, aquella fórmula que reza: “el silencio no es salud”.

La presenta entrega de la Revista aborda los temas de ecología y su relación con el estado psicológico de las poblaciones, las luchas por un medio ambiente sano y las alternativas reales que existen contra el modelo depredador utilitarista. Esperamos que el aporte contribuya a este debate tan necesario como urgente, y desde ya estamos abiertos a toda crítica, observación o sugerencia que quisieran hacernos llegar: ligaghm@gmail.com

Liga Guatemalteca de Higiene Mental




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