sábado, 8 de enero de 2022

SUEÑO PASAJERO

De su época de pandillero arrastraba el pseudónimo: “Cloroformo” –porque durmió a uno de una patada, según decían quienes lo conocían–. Pero eso había sido hace muchos años; prefería ya no hablar del tema. Algunos tatuajes y varias cicatrices de riñas callejeras no podían ocultar ese pasado de todos modos. Ahora, borracho irrecuperable, se contentaba con comer cada noche de algún basurero. Lo que sacaba lavando algún carro no le daba para sobrevivir.

 

Hurgando entre los desperdicios una noche encontró el maletín. ¡Más de 100.000 dólares! No lo podía creer. Esas cosas no pasaban en la realidad, y menos a él, a quien la vida lo había golpeado tanto. Un padre alcohólico, una madre prostituta, niñez en la calle, reformatorios, luego la mara, más cárcel…, una buena noticia como esa no parecía real. ¡¡100.000 dólares!! Nunca había visto tanta plata junta.

 

Urgente fue a gastarla. Cerró el cabaret, ordenó whisky para todos y pidió tres mujeres. Se emborrachó como nunca. Por supuesto, estuvo impotente, y de nada le sirvieron las tres muchachas.

 

El dinero que llevaba en la camisa quedó a la vista, y durmió desprotegido, a la intemperie en el parque como lo solía hacer siempre, sólo cubierto con algunos papeles de diario. Niños de la calle le robaron lo que le quedaba luego de la locura del cabaret.

 

Unas horas más tarde aparecieron los dueños del dinero. Eran cuatro, armados hasta los dientes. Según se supo, eran de la banda del “Diablo”, uno de los más temidos de aquella zona de la ciudad, tristemente famoso por su crueldad.

 

Tanta fue la vergüenza que prefirió morir por las torturas de los narcotraficantes que habían ocultado el maletín en aquel bote de basura cuando eran perseguidos, antes de revelar que había perdido todo.



 

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