Durante décadas el mundo se vio tocado por la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. No hubo disparos entre ellos, pero la guerra se vivió “caliente” en otros sitios: Medio Oriente, África, Centroamérica. La confrontación se dio también en el plano ideológico: el anticomunismo visceral marcó a fuego todo el mundo capitalista.
Para ejemplos:
el 15 de diciembre pasado un grupo de mujeres opositoras al MAS, en Bolivia, hizo
una demostración en la puerta de un hotel de Santa Cruz donde, por convocatoria
del Tribunal Supremo Electoral, cientos de intelectuales se reunían para
analizar la polarización política boliviana. Las mujeres llevaban un cartel con
la foto del presidente Luis Arce y la leyenda «Gobierno fraudulento», y
gritaban «Abajo el comunismo».
Para ciertos
sectores de ultra derecha estadounidenses, Joe Biden es comunista.
Para personas
hiper ortodoxas, conservadoras, el Papa Francisco es comunista.
Hoy día,
producto de esa confrontación ideológica, cualquier cosa que suene a
contestataria, es sinónimo de “comunista”, es decir: algo truculento,
monstruoso, oprobioso.
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