Los seres humanos nos decimos civilizados. Y en realidad, lo somos: hacemos cosas que ningún animal hace, por más depredador que sea. Nuestro supuesto “instinto” asesino está muy civilizado. Los carnívoros no se tientan con la sangre derramada por el puro placer de verla, excitándose así. Los humanos sí. Ahí están las corridas de toros, las riñas de gallo o de perro, las peleas de box, curiosas obras de la civilización humana.
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