miércoles, 11 de mayo de 2022

MISS JOHNSON

Fiscal: Entonces, ¿usted la mató?

 

Acusada: Fue mi mano quien lo hizo, pero no podría decir que fui yo. Fueron las circunstancias, fue la historia.

 

Fiscal: Eso no es una respuesta lógica. ¿Cómo que su mano? Su mano es suya. Usted la mató. No responda con evasivas.

 

Acusada: No son evasivas, señor Fiscal. Sí, yo la maté, nunca lo he negado. Pero, ¿sabe usted por qué lo hice?

 

Fiscal: Porque es una asesina, y eso debe pagarlo. Con cárcel, o quizá con la vida.

 

Acusada: Es fácil decirlo así. Pero no deje de considerar que usted me acusa con toda esa fuerza, hasta con odio diría, porque es blanco.

 

Fiscal: ¿Y eso qué tiene que ver?

 

Acusada: ¿Cómo que qué tiene que ver? Usted nunca podría entender lo que siente la población negra de este asqueroso país. Menos aún, lo que siente una mujer negra.

 

Fiscal: Está exagerando. Esas son evasivas para no reconocer su culpabilidad. Pero usted mató de 18 puñaladas a la Sra. Nancy Miller el día 23 de febrero de 1921. ¿O va a negarlo?

 

Acusada: Claro que la maté. Sé que eso está mal, que no hay que matar. Violé un mandamiento bíblico. Moralmente es incorrecto. Lo reconozco. Pero si fuera un hombre blanco seguramente no correría la misma suerte que una mujer negra, nieta de esclavos.

 

Fiscal: Insisto, Sr. Juez, y estimada Srta. Kamali Johnson: esas son estupideces, meros distractores que intentan desviar su culpabilidad.

 

Acusada: ¡Soy culpable de haber asesinado a esa cretina de Nancy Miller! ¡¡No lo niego!! Pero tengo sobradas razones para haberlo hecho, y ustedes, todos blancos y mayoritariamente hombres, no pueden entenderlo.

 

Fiscal: No se sulfure, por favor. Si no, tendré que pedirle a Su Señoría que la retire de la sala y proseguiremos el juicio sin su presencia.

 

Acusada: Ustedes no están entendiendo.

 

Fiscal: ¿Qué es lo que no entendemos, Srta. Johnson?

 

Acusada: Que sí, fue mi mano la que empuñó ese cuchillo, pero que fue una larga historia la que me llevó a ello.

 

Fiscal: Eso suena a poesía, a metafísica. Y aquí estamos en un juicio oral y público en el estado de Alabama. Aquí no filosofamos, no perdemos el tiempo. Aquí juzgamos a criminales, y usted es una criminal que merece pagar su crimen.

 

Acusada: No se sulfure usted. Vea: más criminales son los blancos que trajeron a mis abuelos como esclavos a esta tierra desde nuestra África natal. Más criminales son los hombres blancos que violaron y violaron sin piedad a mi abuela, y también a mi madre. Más criminales son los blancos que, aunque nos dieron esto que llaman libertad, nos siguen tratando como basura.

 

Fiscal: Srta. Johnson: me parece que se está extralimitando.

 

Acusada: ¡¿Extralimitando?! ¡No me haga reír! ¿Sabe usted quién se extralimita? Ustedes, los blancos. ¿Sabe por qué maté a esta mujercita?

 

Fiscal: ¡Porque usted es una asesina!

 

Acusada: Eso dice todo y no dice nada. Ustedes son infinitamente más asesinos que yo. ¿Sabe lo que me hacía la tal respetable Sra. Miller? Me obligó a tener sexo con su hijo mayor, para que el joven se estrenara con una mujer cuando tenía 17. ¿Qué diría si eso le hicieran a su hija o a su esposa, o a su hermana? ¿Sabe por qué maté a esta perra? Porque me hacía lavar su inodoro con las manos, sin guantes.

 

Fiscal: Todo eso no justifica un asesinato, Srta. Johnson.

 

Acusada: Tal vez no lo justifica, pero sí lo explica. Usted, hombre blanco, exitoso miembro de una corte, que no necesita lavar la caca de otros con sus manos, que no se siente humillado día a día, que no tiene que comer parado y a las apuradas, que no tiene horario para trabajar, bajo la lluvia o el sol, que no recibe insultos continuamente por su color de piel, ¿podrá entender lo que significa ser tratado como animal?

 

Fiscal: A usted nadie la está tratando como animal. Está en un juicio con un abogado defensor donde se le respetan sus sacrosantos derechos civiles. Usted está en el país más civilizado del mundo, con libertades y democracia.

 

Acusada: ¡Por favor! Me parece absurdo lo que dice. ¿Libertad y democracia? Ja, ja, ja… Entonces, ¿qué dice de los esclavos? Aunque ahora ya no llevamos cadenas, los grilletes permanecen.

 

Fiscal: Usted no lleva ningún grillete.

 

Acusada: ¿Cómo que no? Los grilletes no son solo físicos. ¿Sabe lo que hacía el honorable y respetado Sr. Miller, dueño de una plantación donde trabajaron mis abuelos como esclavos, y mi madre como criada, siendo ya una mujer “libre”? ¡Me obligaba a hacerle sexo oral sin que su adorada y respetable mujercita se enterara! ¡Y me obligaba bajo amenaza de muerte! Por supuesto, nadie sabía de eso en la respetable familia de este respetable país tan democrático.

 

Fiscal: Eso no tiene nada que ver, no justifica una muerte.

 

Acusada: ¿Le parece? ¿Está tan seguro? ¿Y puede llamar vida a la que yo llevaba en esa casa? ¿No era una muerta en vida?

 

Fiscal: A usted, Srta. Johnson, nadie la agredió.

 

Acusada: ¿Usted está loco? ¿Y qué era todo eso que le estoy contando?

 

Fiscal: Son exageraciones.

 

Acusada: ¿Exageraciones? ¿Cómo puede decir eso? Sistemáticamente, todos los días, tanto el matrimonio como sus seis hijos, me vivían maltratando, tratando de negra de mierda, obligándome a trabajar 12 o 14 horas diarias, sometiéndome a vejámenes. ¿Dónde está la tierra de la democracia y la libertad?

 

Fiscal: Si la maltrataban, podría haber buscado otro trabajo.

 

Acusada: ¡Qué fácil lo ve usted! ¿Y cómo piensa que tratan a las mujeres negras en otros trabajos? Igual o peor.

 

Fiscal: Volvemos al principio: nada justifica un asesinato.

 

Acusada: Seguro que seré condenada. Eso ni lo dudo. Pero espero que esta próxima muerte casi segura que me espera sirva, en algún momento, para hacer justicia. No queremos la venganza de los negros contra los blancos. Eso no está bien. ¡Queremos, pedimos, exigimos justicia!

 

Fiscal: Sr. Juez: creo que quedó más que evidenciado que la Srta. Johnson es culpable de asesinato. Ella misma lo reconoce abiertamente.

 

Acusada: Claro que lo reconozco, nunca lo negué. Me enloquecí y entonces hice algo que no debería haber hecho. Pero lo que no queda claro, y espero que alguna vez la historia se encargue de demostrar, es que los asesinos son ustedes. Su riqueza, la de los terratenientes blancos que se llenan la boca hablando de democracia y libertad, reposa en la sangre de los negros y las negras que trajeron en condición de esclavitud. ¡No se olviden!




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