Mucha gente (de derecha, pero también de izquierda) critica fuertemente las primeras experiencias socialistas: Rusia, China, Cuba. Dicen que allí falta libertad, que no hay una gran oferta de productos, que una casta burocrática dirigente terminó distanciándose del pueblo trabajador. Todo eso SIN DUDAS ES CIERTO, radical y lapidariamente cierto. Pero no invalida sus inconmensurables logros, los mismos que el capitalismo no puede obtener.
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¿Cuál es la libertad en el capitalismo? ¿Creer
que se elige presidente? ¿Creer que se es libre porque cada quien puede comprar
lo que quiere?
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Hay muchos productos, pero ¿quién puede
comprarlos? Recuérdese que para que un 20% de la humanidad viva
confortablemente, el 80% restante pasa penurias.
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La clase dominante está a años luz de la
“chusma” (con mansiones de 100 millones de dólares y aviones privados). Y si la
chusma protesta: ¡palo!
¿Quién
dijo que la revolución socialista nos introduce en un paraíso? ¿Acaso las
miserias humanas (miedos, angustias, egoísmos, mezquindades, envidias,
mentiras, manipulaciones, ruindades, venganzas, fanatismos, soberbias) se
terminan con el socialismo? ¡No, de ninguna manera!… Eso es radicalmente
imposible. Pero se empieza a construir algo que, al menos, promete un mundo más
justo, donde todos caben, todos comen, se educan, tienen salud, no se endeudan
y existe dignidad, donde nadie vale más porque usa ropa de marca o toma whisky
escocés añejo. Un mundo, como dijo Freud observando la revolución rusa de 1917,
que dé como resultado un sujeto “menos conflictuado” que el actual.
¡EL ÚNICO PARAÍSO ES EL PARAÍSO PERDIDO! EL
SOCIALISMO NO PROMETE PARAÍSOS… ¡PROMETE JUSTICIA!
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