Freud, fundador del psicoanálisis, veía con buenos ojos la revolución socialista de Rusia en 1917. Pensaba que a partir de un marco social nuevo, con una nueva ética, nuevos valores, nuevo proyecto civilizatorio, podría surgir un sujeto nuevo, “menos conflictuado” del que somos hoy día. La idea de comunismo mantenida por Marx (“De cada quien según sus capacidades, a cada quien según sus necesidades”), igualmente abre una esperanza a futuro, superando el estrecho marco del consumismo individualista.
Ahora bien: articulando ambos
pensamientos revolucionarios, ambos de una fabulosa profundidad humana, puede
hacerse esta pregunta: ¿Por qué al llegarse a la agricultura y a la producción
de un excedente social hace 10,000 años, en vez de repartirse ese plus producto
de forma equitativamente solidaria, surgieron las clases sociales donde una
pequeña minoría se apropia esa riqueza, y una gran masa no deja de trabajar
para solventar esos privilegios?
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