domingo, 22 de agosto de 2021

¿DEMOCRACIA?

Este mito de la democracia parlamentaria actual no es sino eso: mito, ficción, fantasía, burda manipulación.

 

El orden del mundo no lo decide el “ciudadano” votando cada cierto tiempo. Eso es patéticamente absurdo. Los presidentes -todos, de todos los países- son, en definitiva, empleados de los verdaderos tomadores de decisiones. ¿Quién establece el precio del petróleo, lo que un país debe producir, el inicio de las guerras, el entretenimiento para mantener “felices a los esclavos”? La gente, el ciudadano de a pie, la persona que está leyendo este texto: ¡no! Eso se decide a puertas cerradas entre muy pocas personas en el mundo. En las sociedades de clase, siempre fue así: el rey y su séquito, el faraón, el sumo sacerdote, los mandarines, la gente que maneja el Fondo Monetario Internacional, que a su vez recibe órdenes de los que se sientan en un lujoso pent house climatizado con enormes jacuzzis, esos lugares intocables a los que “la plebe” no puede acceder jamás, esos de quienes ni siquiera conocemos sus nombres. ¡Esos son los que deciden!, y no la “indiada” por medio de un sufragio. ¿Quiénes son los dueños de la Exxon-Mobil, o de la Coca-Cola Company, del JPMorgan Chase & Company, de la Pfizer?). ¿Cuándo cambiará eso? …, no lo sabemos ni lo estamos previendo. Lo que sí está por demás de claro, como dijo el francés Honoré de Balzac, que todo poder es una conspiración permanente.” Las leyes, lo sabemos, no son justas ni equitativas, y no las deciden las mayorías: “La ley es lo que conviene al más fuerte”, expresó Trasímaco de Calcedonia en el siglo IV antes de nuestra era. “Las leyes están hechas para y por los dominadores, y conceden escasas prerrogativas a los dominados”, dijo Sigmund Freud en 1932.

 

Por eso, creer en la democracia formal que nos venden como panacea, eso de “darle poder al soberano”, que “el pueblo manda a través de su voto” es, como mínimo, un chiste de pésimo gusto.



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