“La televisión sin dudas es muy instructiva, porque cada vez que la prenden me voy al cuarto contiguo a leer un libro”, dijo sarcástico Groucho Marx.
Cada vez más se
constata que la lectura (se entiende que la lectura de libros, no de un tuit) está
golpeada, quizá en retirada, y los medios audiovisuales (televisión, internet,
videojuegos), lenta pero irremediablemente, van ocupando su lugar. Sin caer en
visiones apocalípticas, en moralinas de “viejo regañón”, es un hecho que las
nuevas tecnologías digitales centradas en lo audiovisual tienen un peso
fenomenal. ¿Pueden competir un profesor con su clase magistral, o un libro
clásico en papel, con el atractivo de una imagen colorida y en movimiento? El
resultado está a la vista: la imagen va reemplazando a la lectura aceleradamente.
La UNESCO, agencia
de Naciones Unidas para la educación, la ciencia y la cultura, afirmó que en
pocas generaciones el maestro de carne y hueso irá desapareciendo porque la
mayor parte de la educación formal se hará por medios audiovisuales. Hoy, con
la pandemia de COVID-19 y el confinamiento que se vive, eso es ya una realidad.
¿Triunfó la imagen
sobre el discurso crítico, sobre la lectura? Parece que sí. La lectura serena y
reflexiva no desapareció, pero está seriamente enferma. Aunque cada vez se
publiquen y vendan más libros a escala planetaria, la cultura de la lectura va
cediendo lugar a la cultura de la imagen inmediata y el mensaje super breve.
La especie humana es inteligente,
realiza cosas maravillosas. Haber inventado estos ingenios tecnológicos que recrean
virtualmente la realidad es fabuloso. Pero eso no quita que en muchos aspectos
permanezca muy cerca de sus antepasados. Al igual que sus parientes no tan
lejanos, los insectos voladores, la fascinación por la imagen deslumbrante es
evidente. Las “luces de colores” atrapan, al igual que el bombillo eléctrico lo
hace con un insecto volador. Lo prueba nuestra actual civilización basada en la
imagen: televisión, videojuegos, cine, internet, pantallas de teléfonos celulares.
¿Qué tiene esta tecnología de lo iconográfico que cautiva tanto?
La imagen posee
un poderoso atractivo fascinante en todo el reino animal; la psicología de la
percepción e investigaciones en etología lo confirman: así como los insectos
caen en la luz que los subyuga, también nosotros sucumbimos a los destellos
luminosos. ¿Y la lectura crítica entonces?
Hoy día la sociedad de la información, por medio de
sutiles herramientas, nos sobrecarga de referencias. La suma de conocimiento, o
más específicamente: de datos, de que se dispone es increíble. Pero tanta
información acumulada, para el ciudadano de a pie y sin mayores criterios con
que procesarla, termina resultando contraproducente. Toda esta saturación y
sobreabundancia de ¿información?, y su posible banalización, está inundando
todo. Ya no hay criterio para saber qué es qué; los net centers cumplen
a cabalidad su contenido (ello recuerda lo dicho hace casi un siglo por
Goebbels, patéticamente actual al día de hoy: “Una mentira repetida mil
veces se termina convirtiendo en una verdad”). Las redes sociales
contribuyen mucho al olvido (¿o muerte?) del pensamiento crítico, priorizando
la imagen sobre la lectura. Los filtros y los distintos dispositivos
informáticos existentes permiten falsear/manipular la realidad a punto de hacer
desaparecer la verdad: no hay verdad, hay post
verdad. ¿Cuál es la verdad? No importa: solo importa el efecto que
se logra con estas realidades virtuales técnicamente bien manipuladas. La
opinión política, el análisis pormenorizado, la reflexión profunda se ven
reemplazadas por un tuit de 280 caracteres.
No sabemos cómo será el ser humano
del mañana, pero sin dudas se está construyendo un nuevo sujeto que pareciera echar
por la borda una actitud crítica y pensante producto de años (siglos,
¿milenios?) de maduración. Las tecnologías sirven cuando son instrumentos que
facilitan la vida. Si empezamos a vivir para alimentarlas, si pasa a ser más
importante la herramienta que el ser humano que la usa… ¡se hace imprescindible
retomar muy en serio lo dicho por Groucho Marx!
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