Hallada en el baño de un restaurante de baja calidad en un barrio popular de Rawalpindi, Pakistán. Escrita en perfecto francés. Autor anónimo. (Presentamos aquí la versión española. Traducción de J.M.)
Dirigida a quien
quiera leerla
(pero especialmente
a los ciudadanos del Norte)
No soy blanco.
Aclaro esto desde
un principio para que se entienda bien quién escribe esto, y por qué lo
escribe. No ser blanco significa que no pertenezco a ese 30 por ciento de
privilegiados –si es que así se le puede llamar– que no se siente discriminado
por el simple hecho de tener un determinado color de piel. No ser blanco, es
decir: ser oriental, negro, indio, árabe, mestizo o todo tipo de combinación
que se desee, es ya un estigma imposible de borrar. Los que sufrimos este
estigma, los que padecemos esa pesada carga día a día, somos muchos,
muchísimos. Somos, especialmente, los que vivimos en el Sur. Y representamos
mucha gente, la enorme mayoría de la población del mundo.
Es muy impreciso
decir "el Sur", por supuesto. Pero da una idea bastante aproximada
del problema en ciernes: ser del Sur es, en términos generales, no ser blanco y
formar parte de ese 70 por ciento de población planetaria que vive en
condiciones infrahumanas, que no sabe si al día siguiente va tener para comer,
que no sabe cuándo va a desencadenarse la próxima guerra, ni por qué. Ser del
Sur es formar parte del enorme grupo de los que no saben leer ni escribir –y
que constituye nada más y nada menos que casi un 50 por ciento de
¿Entienden lo que
estoy diciendo? Ser del Sur es estar prácticamente condenado a que comer sea un
privilegio. No digamos ya otros "lujos" como leer y escribir. Y
muchos menos tener acceso a la educación superior. Entre los nuestros, comer todos
los días es ya una bendición. Nadie sueña con ingresar en ese selecto grupo del
2 por ciento de nuestra población que termina estudios universitarios. Y
faltándonos las cosas básicas como comida o agua potable, o techo, o
inmunizaciones a temprana edad contra enfermedades que en el Norte ya han sido
derrotadas, mucho menos nos preocupa poder tener otros beneficios de la
civilización como teléfono, automóvil, aire acondicionado o mil productos más
que vemos a la distancia –y que, de todos modos, nos los ofrecen hasta el
hartazgo diciéndonos que con todo eso se consigue la felicidad–. Utilizar
internet en la tan cacareada "sociedad de la información" es un
privilegio que ni se nos ocurre en el Sur, siendo que apenas un 1 por ciento de
nosotros está en condiciones de hacerlo.
Ser del Sur es una
maldición. Sí, sí… así como oyen, con todas sus letras: ¡una maldición! ¿Cómo
entender, si no, que por el solo hecho de nacer, un ciudadano del Sur –bueno,
un bebé, que no sé si ya lo podemos considerar ciudadano– ya está debiendo
5.000 dólares a los bancos del Norte? ¿Alguien puede explicar eso? Si la
consigna del Banco Mundial –supuestamente una organización al servicio de toda
Podrán decir,
quizá, que hablo con resentimiento. No es así. Hablo con mucha cólera,
muchísima. ¡Y no lo oculto! Digo todo esto profundamente enojado, pero no con
resentimiento. Sé que en el Norte también hay blancos pobres. Y muchos. Sé que
no toda esa población nos desprecia y se aprovecha de nosotros. O, en todo
caso, entiendo que si la conciencia generalizada allá es racista y la gran
mayoría de la gente mira con desdén a quienes no usamos una tarjeta de crédito o
saco y corbata, por lo que nos siguen tratando de "incivilizados",
ello tiene una historia. La explotación no se da sólo hacia los pobres y
no-blancos del Sur. También en el Norte hay explotación, injusticias,
exclusión; y si el ciudadano medio de estas sociedades opulentas lo único que
considera y le importa de verdad es tener la refrigeradora llena de comida, el
automóvil en la puerta de su casa y un aparato de televisión para distraerse
(¿no es eso también una tremenda forma de pobreza humana?), entiendo que todo
eso tiene una explicación. Si durante siglos se les dijo que "ellos"
eran la avanzada del planeta –y gracias a nuestro trabajo, como esclavos en
muchos casos, y a los recursos que nos robaron y siguen robando en cantidades
monumentales, su calidad de vida ha sido superior a la nuestra este último
tiempo– es totalmente comprensible que se terminen creyendo la historia de la
"superioridad". Pero insisto: no hablo desde un sentimiento. Lo que
digo son puras verdades. Yo no odio a los blancos; en todo caso me rebelo
contra la discriminación, contra la injusticia. Y los ciudadanos del Sur,
lamentablemente, sabemos demasiado de esto porque lo sufrimos a diario.
También dentro del
Sur mismo se dan injusticias, por supuesto. No debemos quedarnos con la idea
que los blancos del Norte son "malos" por naturaleza y el Sur es un
paraíso de "buenos salvajes" arruinados por la civilización de los
blancos. Eso sería absolutamente injusto; y además: una estupidez. En nuestras
tierras, desde que hay historia registrada, se sucedieron imperios, guerras,
conquistas, sistemas esclavistas, sacrificios humanos, hambrunas provocadas,
injusticias. Eso no es nuevo ni es invento del Norte. Pero ahora, en estos
últimos siglos, dado la tecnología que en esa parte del mundo se logró
desarrollar, las diferencias se hicieron tan odiosas, tan oprobiosas que no
podemos menos de levantar la voz ante ello con toda la fuerza. Por ejemplo: los
"desarrollados" del Norte disponen hoy de una cantidad de armamento
nuclear tan grande que, de hacerse explotar en su totalidad, borraría toda
forma de vida sobre la superficie de nuestro planeta produciendo una onda
expansiva tan fenomenal que llegaría hasta la órbita de Plutón. Pero esta
supuesta proeza técnica no impide que cada siete segundos muera de hambre
alguien en el Sur. ¿Les parece que no es motivo suficiente para estar
hondamente encolerizado?
También en el Sur,
decía, hay injusticias. Y algunos de los nuestros, algunos negros, o
"chinitos" como llaman en el Norte a cualquier oriental, o algunos indígenas…es
decir: algunos de los no-blancos que viven en nuestras sufridas sociedades
también son unos explotadores de sus mismos hermanos. Muchos de estos
"primitivos ilustrados" han estudiado en el Norte y se sienten más
norteños y blancos que un oriundo de
allá. Pero no debemos olvidar que es el Norte el que concentra la mayor parte
de la riqueza y del poder del mundo. Permítanme decirles que el patrimonio de las 358 personas
cuyos activos sobrepasan los 1.000 millones de dólares –pequeño grupito que
puede caber en un moderno avión Boeing
747– supera
el ingreso anual combinado de
países en los que vive el 45 por ciento de la población mundial, por supuesto,
toda del Sur. ¿Hay derecho para eso? Ah, y obviamente ese grupito está
integrado básicamente por blancos del Norte.
Como es tan grande esa dominación, esa imposición,
como el Norte ha tomado tal supremacía sobre nosotros, sobre nuestros pueblos,
sobre nuestras vidas, y también ¡sobre nuestras mentes!, por todo ello es que
muchos en el Sur no vemos otra escapatoria a nuestra situación que imitar al
Norte. Nos han hecho creer de tal modo que somos unos "bárbaros
primitivos" que finalmente muchos de nosotros lo terminaron aceptando. ¡Y
hasta se imita al amo del Norte sin pensar lo que eso significa! ¿Cuántos de
nosotros no se tiñen el cabello de color rubio, por ejemplo? Aclaro que jamás
he visto un blanco disfrazándose de negro, de indio, de oriental, ni tiñéndose
el cabello de color castaño. Nosotros, a lo sumo, somos "exóticos";
si se toma algo de nuestras culturas es sólo en forma descontextualizada,
fragmentaria. Con buena suerte, es un agregado circunstancial a la
"civilización desarrollada". ¿Pero cómo es posible llegar a ese grado
de hipocresía? El discurso dominante del Norte se considera a sí mismo –y por
otro lado, nos lo impone a la fuerza– como "el" discurso de la
verdad. En todo: en lo económico, en lo político, en lo cultural. ¿Cómo la
organización que se ocupa de la cultura a nivel planetario,
¿Con qué derecho –o con qué cuestionable arrogancia–
pueden tratarnos de sub-desarrollados quienes nos diezmaron, quienes llevaron
el planeta al borde de una catástrofe ambiental, quienes pusieron en marcha un
modelo de vida que valora por sobre todas las cosas la propiedad privada y
considera que la tierra, el agua, el aire que respiramos o las plantas y los
animales de los que nos valemos pueden tener dueño? ¿Ese es el modelo de
"civilización avanzada" que debemos seguir? La inconmensurable
mayoría de población del Sur no consume locamente provocando daños a la
naturaleza, pero es quien más sufre los efectos de esa catástrofe civilizatoria
a través de la falta de agua, las hambrunas, los desastres naturales.
Permítaseme este ejemplo: mucha población de las riberas de varios mares del
Sur tendrá que abandonar sus actuales lugares de habitación en un par de
décadas porque las aguas crecen sin detenerse producto del derretimiento de los
polos; y ello debido a la contaminación ambiental enfermiza que se sufre,
siendo que los damnificados prácticamente no han vertido un gramo de agentes
contaminantes. ¿Quiénes son los primitivos, los atrasados y bárbaros?
Querido lector: ¿no ha llegado ya la hora de cambiar
todo esto?
Un ciudadano del Sur
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