6 DE AGOSTO: HOY SE CUMPLEN 76 AÑOS DE ESA MONSTRUOSA MASACRE
Todos los imperios son detestables. Todos,
absolutamente todos por igual. Lo son no sólo porque impongan a los dominados
su cultura, su modo de vida, su cosmovisión, porque los expolien
económicamente, porque los degraden en términos humanos. Son detestables,
además, porque basan su dominio en la fuerza bruta. En ese sentido ningún
imperio se diferencia de otro. Su mensaje es violento, y la violencia engendra
más violencia: círculo vicioso del que es muy difícil salir.
¿Es Estados Unidos más malvado que el
Imperio Romano? ¿O que la Confederación Inca en su expansión por medio
continente sudamericano? ¿Quiénes fueron más despiadados: el católico reino de
España en su conquista de América o las hordas de Gengis Khan en Asia Central?
En definitiva, ¿no estaban alentados por similar ansia de poder los faraones
egipcios que la "raza superior" de los nazis? Entramos al tercer
milenio de ¿civilización? y la fuerza bruta sigue siendo la que marca la
diferencia entre los pueblos. En ese sentido: ¡el tamaño sí importa! Continúa
imponiendo las condiciones, igual que en la época de las cavernas, el que
detenta el garrote más grande. Lo patético es que hoy ese garrote se llama
energía nuclear, y con eso estamos eternamente ante un barril de pólvora,
siempre listos para la catástrofe atómica que puede extinguir a la Humanidad en
su conjunto y toda forma de vida sobre la faz del planeta.
La diferencia con el imperio actual radica
únicamente –lo cual no es poco– en las características de su poderío. El poder
destructivo que acumuló la sociedad estadounidense no tiene parangón en la
historia. Como todo imperio seguramente también caerá. Pero por ahora, aunque
va perdiendo el dinamismo de décadas pasadas, no. Al contrario, como gigante
malherido, está dispuesto a tornarse cada vez más violento, a defender cada vez
en forma más brutal sus privilegios. Por lo pronto, su capacidad bélica es
desmedida: la mitad de los gastos militares del mundo se hacen ahí. Muy buena
parte de su economía está dedicada a la industria armamentística, y si bien
terminó formalmente la Guerra Fría, la agresividad belicista no termina. Su
poderosa corporación militar-industrial es la que fija su política exterior.
Para dejar en claro que no cederían un
milímetro en su creciente dominio planetario, la dirigencia de este país hizo
algo que ninguna otra sociedad se ha atrevido a hacer hasta ahora: usar armas
nucleares contra población civil no combatiente.
Llenándose la boca con altisonantes
palabras como "democracia", "libertad", "derechos
humanos", su agresividad no tiene comparación. Desde el fin de la Segunda
Guerra Mundial son, sin ningún lugar a dudas, la super potencia capitalista; en
modo alguno era necesaria la carnicería de Hiroshima y Nagasaki para evidenciar
su poder. Pero el poder es así: impune.
Vencida ya la Alemania nazi y a punto de
capitular el gobierno de Japón, la suerte de esa gran contienda que enfrentó
prácticamente a toda la humanidad ya estaba sellada para agosto de 1945.
Arrojar armamento nuclear no cambiaba en nada la resolución militar. Fue, en
todo caso, una amenaza. Tal como hoy día lo es, en buena medida, la hiper
militarización del mundo. La paz no se construye de esa manera: los misiles
nucleares de Corea del Norte son "malos". ¿Los de Washington son
"buenos"?
"Aquí mandamos nosotros, y eso no se
discute". Ese, solo ese, fue el mensaje que enviaron las dos explosiones
atómicas. Una advertencia al mundo: a las otras potencias capitalistas, y al
incipiente campo socialista.
Pero el mundo ya no es el mismo. Hoy día
Estados Unidos no tiene el monopolio nuclear. El mundo cambia, y aunque el
campo socialista ha sufrido últimamente duros reveses, la reacción de las
grandes masas humanas que siguen viviendo con penurias no ha terminado. Ahí
están, a la orden del día, protestas populares por todas partes. La historia la
escriben los que ganan; en este caso, sobre los hongos nucleares que costaron
miles de vidas. Pero la historia no ha terminado.
¿Pedirán perdón alguna vez los dirigentes
estadounidenses por esa inmoral masacre cometida en Japón en 1945? Es lo mínimo
que se podría esperar de un país civilizado.
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