Acaba de aparecer la
Revista de Psicología Social N° 4 de la Liga Guatemalteca de Higiene Mental
dedicada a las Neurociencias. Vale la pena ver la discusión que allí se abre.
Quien desee el material, puede dirigirse a la institución: 12 Calle “A” 0-27
Zona 1, de la ciudad de Guatemala, o llamar a los Telfs. 22326269 y 22383739.
Dejamos aquí la
presentación de la Revista.
Presentación
“La
ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como
lo son unas pocas palabras bondadosas.”
Sigmund
Freud
Hoy
día vivimos una invasión de neurociencias. Todo el campo de lo psicológico hace
un tiempo que está dominado por esta tendencia “neuro”, con lo que ha ido
quedando de lado la dimensión social, histórica, “humanística” en sentido
amplio.
Lo
“neuro-científico” se presenta como expresión acabada de “la” ciencia, como
saber riguroso y sistemático, con lo que se pretende dejar a un lado ese campo
de lo histórico-social, lo que se tiene por “no científico”, dudoso, por tanto
inexacto, casi rayano en la habladuría. De ahí a la chabacanería, un paso. Las
neurociencias, en tal sentido, intentan ser la expresión más acabada de la
seriedad.
En
esa apreciación se transmite un modelo de ciencia que, en términos
epistemológicos, ya está totalmente rebatido y superado: el “saber” no es solo
el que ofrece la medición, el laboratorio con el control de todas las
variables, la fría asepsia. Las modernas teorías físicas o matemáticas,
incluso, arquetipo primero del saber científico, hoy día apuntan también a la
indeterminación, al caos, a la incertidumbre (véase la física cuántica, o la
teoría de los fractales, por ejemplo, donde siempre hay algo misterioso en
juego). El criterio (o prejuicio) positivista de la hiper-medición como
criterio determinante no aplica para los complejos vericuetos de lo humano. Si
el macrocosmos social es tan “raro”, incierto, cambiante, mucho más lo es el
microcosmos de lo psicológico, de la subjetividad.
Reducir
las complejas, intrincadas, en numerosos casos incomprensibles reacciones
humanas -eso es lo que estudia la Psicología- a procesos neuronales, a
instancias físico-químicas, a asociaciones sinápticas en la corteza cerebral,
es de una superficialidad supina. Los fenómenos humanos, individuales o
sociales, no se agotan en explicaciones biológicas. Pero hoy, con una fuerza
creciente, se asiste a un posicionamiento de las llamadas “neurociencias” que
se erigen como la llave explicativa de la conducta humana. Tal explosión tiene
causas bien determinadas: habría una “normalidad” en juego, y por tanto una
desadaptación. Para esto último, para “corregir” esas disfuncionalidades, está
esperando una larga batería de psicofármacos listos para su consumo.
Dicho
de otro modo: las neurociencias responden al posicionamiento de la industria
farmacológica global que, amparándose en una pretendida cientificidad rigurosa
(resabios de un pensamiento decimonónico ya descartado por Freud en los inicios
de su producción intelectual) intenta hipermedicalizar el ámbito Psi, llenando
de psicofármacos aquello que, en realidad, no se arregla con “pastillas” sino
con significaciones humanas. Es decir: ¡buen negocio para los fabricantes de
pastillas!
Estas
neurociencias pretenden explicar todo lo humano, la tristeza y la felicidad,
las relaciones sociales, el poder, la violencia…. Y para eso están los
medicamentos como “solución”. Abrimos aquí una discusión al respecto, porque
entendemos que nuestro gremio, ganado cada vez por este espejismo de la “ciencia
exacta”, debe reflexionar críticamente al respecto.
Liga Guatemalteca de Higiene Mental
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