Diálogo escuchado en
una reunión del alto empresariado, contado por un informante anónimo.
Empresario 1: Vos, menos mal que ya nos
sacamos de encima a esos de la CICIG.
Empresario 2: Sí, vos. ¡Puta que chingaban
esos comunachos cerotes!
Empresario 1: ¡Habrase visto! Zurditos
culeros... andar revisando nuestros negocios.
Empresario 2: ¡Qué descaro! Está bien que se
lleven al bote a un marero, esos mucos que no sirven para nada. ¡Pero querer
meterse con nosotros! ¡Puta! ¡¡Qué desubicados!!
Empresario 1: Se ve que no sabían con quién se
estaban metiendo.
Empresario 2: Pero ese cholero que pusimos de
presidente, el payaso ese de la televisión, ese nos hizo un buen trabajo: la
pudo ir bloqueando hasta que se fue.
Empresario 1: ¡Por fin! Ahora respiramos
tranquilos.... Ahora queda claro quién manda.
Empresario 2: A propósito, vos: te cuento que
me salió el contrato que te había comentado con el ministerio.
Empresario 1: ¡Felicitaciones! Ahí te hacés
unos cuantos milloncitos, ¿no?
Empresario 2: Sí, unos cuantos. ¡Es bastante!
Con eso compro el condominio que te comenté en Miami. Y voy a cambiar el
helicóptero.
Empresario 1: ¿Y el Ferrari a tu cashpiana, esa
que me habías contado?
Empresario 2: También… ¡Por supuesto!
Empresario 1: Pero oíme: el sindicato ese que
andaba chingando, ¿cómo lo arreglaste?
Empresario 2: Les tuve que soltar algo. Ya
sabés que estos shumos con unos centavitos se arreglan.
Empresario 1: Sí, es cierto. Pero a veces se
ponen al brinco.
Empresario 2: Eso ya no pasa ahora. Con unos
lenes los comprás. Pero si joden demasiado, volvemos a los viejos tiempos.
Empresario 1: ¿Tronárselos decís vos?
Empresario 2: ¡Cabal!
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