En toda sociedad medianamente desarrollada que ya superó su estadio primigenio de cazadores y recolectores, es decir: grupos humanos sedentarios que producen más de lo estrictamente necesario para la sobrevivencia diaria, encontramos formas cada vez más complejas de organización. Integrarse a esas formas dominantes es lo normal y esperable; la inmensa mayoría lo hace –“Amar y producir”, dirá Freud, siendo esos los criterios de normalidad–, quedando un resto que, o se integra deficientemente, o no se integra nunca (los locos, los raros, los delincuentes). En otras palabras: siempre hay un espacio, pequeño por cierto, para la no-integración. Freud decía que la neurosis (nuestro modo “normal” de ser), es decir: la entrada en la cultura, en el orden de la Ley, es el costo de la civilización. Podría agregarse que también la psicosis (la locura) y la trasgresión (todas las formas de actos delictivos) indican ese costo. Con esto estamos hablando de “marginales” en términos individuales; lo patético es que ahora nos enfrentamos a una marginalidad global. ¿Puede haber acaso poblaciones “marginales”, “sobrantes”? ¿Acaso países marginales?
El peso relativo de los países pobres (el Sur) es cada vez menor en el
concierto internacional. Las materias primas pierden valor aceleradamente ante
los productos con alta tecnología incorporada que elaboran los del Norte –obligando
a consumir a los del Sur–. Los pobres son cada vez más pobres; y cada vez
quedan más confinados a las áreas llamadas “marginales”. ¿Marginadas de qué? ¿Acaso
sobran? La pobreza va quedando más delimitada y ubicada en ghettos (quizá nueva forma
de asilo, o de cárcel). Pero trágicamente esos bolsones no son minorías
discordantes, sino que van pasando a ser lo dominante. En las grandes urbes del
Tercer Mundo (y también, aunque en menor medida, en el Norte) las zonas
marginales crecen imparablemente. En algunos casos albergan ya cantidades
importantes de la población de algunas ciudades (una cuarta parte en muchas
ciudades latinoamericanas).
Por supuesto que nadie “sobra”, pero para la lógica imperante pareciera
que sí.
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