(Declaración
de un líder comunitario de Alta Verapaz)
En
Guatemala, las industrias extractivas (centrales hidroeléctricas, minería,
cultivos extensivos dedicados a la generación de agrocombustibles) constituyen
hoy uno de los principales conflictos abiertos en términos político-sociales.
Dado que se realizan en territorios donde habitan los pueblos originarios de
origen maya (con 4,000 años de pertenencia a esos sitios), para los habitantes
de esas regiones la llegada de estas iniciativas no representó, precisamente,
una buena noticia. ¿Por qué? Por las características con que esa industria
extractiva, dada por capitales multinacionales asociados en general a grandes
capitales nacionales, se ha venido comportando. De hecho, ha producido el
despojo de los territorios ancestrales de los pueblos originarios, con argucias
legales o por la fuerza. Los movimientos campesinos-indígenas allí asentados
(este es un fenómeno que se da similarmente en toda Latinoamérica) protestan
por ese despojo, por lo que hoy representan la principal afrenta al sistema
capitalista dominante. La lucha de clases, que nunca ha desaparecido, se
expresa hoy a través de ese conflicto.
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