sábado, 24 de abril de 2021

TRABAJO INFANTIL: POBREZA EN EL FUTURO

Uno de cada doce niños y niñas en el mundo es explotado laboralmente. De los 352 millones de niños y niñas entre 5 y 17 años que trabajan en el mundo, 180 millones (uno de cada 12) lo hace en situaciones de explotación, enfrentándose a las peores formas de trabajo infantil.” (UNICEF)

 

La riqueza de las sociedades no está en sus recursos naturales. La pobreza no se relaciona con la falta de tierra cultivable o la ausencia de un elemento tan importante hoy como el petróleo; está en la manera en que se reparte la riqueza social, que tiene que ver con razones políticas, con la forma en que se “arma” esa sociedad. Pobreza y riqueza tienen directa relación con la gente, con la forma en que la población tiene acceso a lo que genera el trabajo. La pobreza genera pobreza. Un niño trabajando, genera pobreza para el futuro.

 

Niños, niñas o adolescentes trabajando constituyen un síntoma social; hablan no sólo del presente de la comunidad a la que pertenecen, sino también del porvenir. El porqué un menor trabaja está indisolublemente ligado a la pobreza. En cualquier país donde se da el fenómeno, siempre hay que entender el mismo en la lógica de “ayuda” al presupuesto familiar. En las áreas urbanas, según estimaciones de la OIT, su trabajo puede aportar un 25% del ingreso hogareño. Y en áreas rurales, donde su labor no se traduce monetariamente en forma directa, la ayuda es inestimable porque sin ella –tanto en faenas agrícolas como en el ámbito doméstico– no se podrían sostener las familias.

 

Por tanto, el trabajo infantil llena una acuciante necesidad; eliminarlo significa privar a una enorme cantidad de población adulta de una ayuda que, de no tenerla, la sumiría irremediablemente en la indigencia total. Estamos, entonces, ante un complejo círculo vicioso: poblaciones pobres–familias pobres– padres con pesadas cargas familiares–niños que deben trabajar–niños que no acceden a la educación formal–futuros adultos sin capacitación–nuevas familias pobres–continuidad de las poblaciones pobres.

 

Un menor trabajando tiene hipotecado su futuro, y por tanto, el de su sociedad. La relación es inversamente proporcional: a mayor cantidad de horas trabajadas menor cantidad de horas de estudio. Así, el trabajo infantil puede salvar del hambre aquí y ahora, pero cercena el desarrollo a futuro.

 

Además el trabajo infantil es cuestionable por otras razones. Que un niño o niña a cierta edad desarrolle alguna tarea doméstica, o aprenda el oficio de sus padres, puede ser un gran aliciente, tanto personal como colectivo. Es una forma de contribuir a la socialización, una manera de generar responsabilidad, solidaridad. Pero el trabajo al que nos referimos no es ése precisamente: se trata de algo realizado en un clima de dependencia con todas las cargas que sobrelleva un adulto –horarios, exigencias, a veces peligros– en una edad en que ningún ser humano está preparado para ello, aunque la urgencia de la vida fuerce a soportarlo. Es eso lo que se denuncia como cuestionable: un menor que trabaja pierde, además del estudio, la posibilidad de disfrutar su infancia, de jugar; es decir: sufre. Un niño debe ser niño y no un adulto en pequeño.

 

Adicionalmente, el trabajo infantil se desenvuelve siempre en condiciones de gran precariedad. Muchas veces está invisibilizado como tal, y en general no goza de prestaciones laborales ni derechos específicos, y aunque haya normativas al respecto, dado que es un grupo mucho más vulnerable por su misma condición de “pequeño”, resulta más “fácil” para el empleador saltarse las legislaciones.

 

Luchar contra el trabajo infantil es luchar contra una grosera forma de explotación. La pobreza es un círculo vicioso, y desde la pobreza es más urgente encontrar soluciones puntuales, aquí y ahora, que posibiliten comer todos los días y no pensar en términos de largo plazo. Pero ahí está la cuestión: un niño trabajador, o puesto en la calle, un niño que mendiga, que se droga, evidencia que todavía falta muchísimo por trabajar en pro de la justicia. Los moldes del capitalismo no permiten encontrarle salida al problema.



 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario