viernes, 8 de enero de 2021

DIÁLOGO EN UNA ISLA DESPOBLADA

El yate, de 5 millones de dólares, partió del puerto de B. con 12 personas a bordo. Viajaban su propietario, el excéntrico multimillonario M., con algunas amigas y amigos, además de la tripulación: el capitán, dos marineros y un grumete. Después de dos días de navegación, se desató inesperadamente una terrible tormenta que terminó hundiendo la nave. Por avatares del destino, solo pudieron salvarse M. y el joven aprendiz de marinero, J., de tan solo 18 años. A duras penas ellos dos pudieron llegar hasta una muy pequeña isla despoblada. Allí empezaron su sobrevivencia. Después de un par de semanas en la más grande precariedad, esperando siempre algún barco salvador, un pajarito escuchó este diálogo, que ahora nos relató:

 

(…)

Millonario: Muchacho, tráeme unos cocos más. Hoy me quedé con hambre.

 

Grumete: ¿Sabe una cosa? Estaba pensando el porqué tengo que hacerle yo todas estas cosas.

 

Millonario: ¿Cómo por qué? ¿No eres el ayudante acaso? ¿No estás para eso?

 

Grumete: Bueno…, en el barco así era. Pero aquí estamos los dos de igual a igual, como náufragos.

 

Millonario: Uy… ¿qué te pasa? ¿Desde cuándo esa rebeldía? Pero ¿acaso no se te paga para que nos atiendas?

 

Grumete: ¿Pagar? ¿Usted me va a pagar en esta isla desierta? ¿Acaso soy su empleado?

 

Millonario: Bueno…, así son las cosas, ¿no? Así son las reglas de juego, te guste o no te guste. Eres pobre y yo soy el dueño del yate. Soy yo el que tiene los billetes. No te olvides nunca de eso, muchacho.

 

Grumete: Yo diría que… ¡tenía! los billetes. Aquí, en esta soledad, somos los dos iguales. Y ni siquiera somos iguales, porque yo soy más joven, más fuerte, estoy mejor preparado para sobrevivir. En realidad, aquí no somos iguales: soy yo un poco superior. Al menos para soportar esta vida.

 

Millonario: Pero no tienes una abultada cuenta bancaria. Esa es la pequeña diferencia…

 

Grumete: ¿Cuál cuenta? Aquí eso no existe, M. Aquí estamos los dos semi desnudos, y el más fuerte, que soy yo, es el único que puede treparse palmeras para buscar cocos, o ir a pescar con ese improvisado arpón que hice. Si aquí hay alguna diferencia, la hay a mi favor. ¿De qué billetes me habla?

 

Millonario: Cuando nos rescaten volveremos a la normalidad. Y tú seguirás siendo grumete, marinero a lo sumo, pescador. Si te va bien: capitán de un pobre barquito pesquero, cuando envejezcas. Yo, en cambio, volveré a mi pent house, a mi limusina, a mi jet privado… ¡Esa es la normalidad!, y no lo que estamos sufriendo aquí.

 

Grumete: Sí, claro… Si tiene la suerte de sobrevivir aquí volverá a “esa” normalidad. Porque ahora la normalidad es esta, donde usted come gracias a mi trabajo. O sea: sobrevive si a mí se me ronca el culo de seguir pescando y bajando cocos para usted. Acuérdese, M., que desnudos y medio barbudos como estamos, es decir: como dios nos trajo al mundo, no hay diferencias. Las limusinas, las joyas y las cuentas bancarias son accesorios que no nos definen. Nada de eso se lleva al más allá.

 

Millonario: ¡Comunista había salido el muchacho!

 

Grumete: No sé cómo se llamará eso…, pero es la pura, absoluta y descarnada verdad. ¿O las diferencias las da un Rolex de oro?



 

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