Se pone el grito en el cielo porque muchas obras de infraestructura (construcción de caminos, puentes, puertos, edificios públicos, etc.) se licitan de manera anómala, beneficiándose a empresas apegadas al poder político (léase: compadrazgo. Léase también: CORRUPCIÓN).
Ahora bien: si las licitaciones no
fueran amañadas, tan tramposas, si se otorgan a las ofertas más convenientes
económicamente, ¿cambian sustancialmente las cosas? Es decir: la explotación a
la que se somete a los trabajadores, que son quienes efectivamente producen la
riqueza, ¿varía? ¿De dónde vienen las fortunas? Siempre, no hay otra forma: DE
LA EXPLOTACIÓN DE LA CLASE TRABAJADORA.
¿Dónde está el núcleo del problema
entonces: en la corrupción o en la explotación? La mansión del político
corrupto es inmoral, porque robó dineros públicos. La mansión del magnate industrial,
banquero o terrateniente es legal, porque ¿la hizo con su trabajo? Lo legal no
significa que sea justo. Es legal la propiedad privada de los medios de
producción, y son legales los sueldos de hambre que se pagan. Con o sin
corrupción, las cosas de fondo no varían. Y si hay algo que cambiar NO ES SOLO
LA CORRUPCIÓN SINO ESE FONDO.
“LA PROPIEDAD PRIVADA ES EL PRIMER ROBO DE LA HISTORIA”, DIJO JOSEPH PROUDHON
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