Fue el único sobreviviente de la catástrofe.
El avión cayó en medio de una espesa selva tropical, y después de caminar más
de dos días, se encontró con ellos. En todo momento pensó que sería fácil
engañarlos. En la caída no se le había dañado el discman, y con ello pudo
lograr –creía– mantenerlos hechizados. Todos querían escuchar esa "música
mágica" que hacía el forastero. Después fue el turno del despertador de su
reloj pulsera. Con tanto "truco" los mantendría embelesados hasta
conseguir ganarse su admiración. Después sería sencillo manejarlos. Eso creyó,
hasta el día que se lo almorzaron.
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