(En la Oficina Central de un poderoso
grupo económico)
–Buenos días…
–Buenos días, Lic. Lo estábamos
esperando. Ya sabíamos que iba a venir.
–¿Y cómo lo sabían?
–Nosotros lo sabemos todo…
–Bueno, sabrán todo, pero yo vengo a
cobrar la multa por evasión fiscal. Aquí no hay escapatoria. Sus empresas deben
14 millones y medio de quetzales en impuestos no pagados.
–Mejor agarre estos 50 mil quetzalitos
que le ofrecemos, Lic., y aquí no ha pasado nada.
–¿Cómo que no ha pasado nada? Hace
años que están evadiendo impuestos, y ya los tenemos bien controlados.
–¡No sea tonto, Lic.! Agarre esto y
olvídese de todo.
–¿Y si no lo agarro?
–Bueno…, tendrá que atenerse a las
consecuencias. Acuérdese que tiene dos hijos, que van al Colegio XXX, y una
bonita esposa que trabaja en L… Y usted no querrá que les pase nada, ¿verdad?
Los 50,000 quetzales no fueron
aceptados. El empleado recaudador de impuestos renunció a su trabajo en la SAT.
Ahora puso una pequeña tienda en su colonia, viviendo modestamente de eso. ¡Y
paga puntualmente sus impuestos!
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