El pensamiento de derecha, conservador,
pro-capitalista, esgrime el argumento que la larga permanencia de un mandatario
en su cargo es nociva, por “antidemocrática” (Fidel Castro, Evo Morales);
casualmente, los vilipendiados son siempre socialistas. Argumento, por cierto,
muy discutible (en nombre de la democracia se puede hacer cualquier cosa), pues
otros dirigentes no socialistas permanecieron igual o mayor período, y nunca se
dijo nada en su contra: Angela Merkel en Alemania: 20 años; Benjamín Netanyahu
en Israel: 25 años; Yoweri Museveni en Uganda: 31 años (como es de derecha y
Uganda no cuenta en el concierto internacional, nadie dice una palabra); Vladimir
Putin en Rusia, 20 años (¿con la fortalecida potencia rusa nadie se atreve a
meter?); la Reina Isabel II, Gran Bretaña: 66 años (¿y esta aberración
anacrónica, medieval? ¿Quién la eligió: Dios?)
jueves, 30 de abril de 2020
miércoles, 29 de abril de 2020
¿POR QUÉ ESTAMOS TAN “ENLOQUECIDOS” CON LA PANDEMIA?
Porque los formadores de opinión pública manipulan el pánico hasta el
cansancio. En otros términos: pensamos lo que la corriente nos obliga a pensar.
¿Quién podría hablar ahora de aumento de salarios, de la destrucción de los
servicios públicos por el neoliberalismo, del calentamiento global? Hay que
repetir mansamente lo que nos dicen que hay que repetir. Somos rebaño… ¡hasta
que abramos los ojos!
PARA MUESTRA, ESTE VIDEO.
martes, 28 de abril de 2020
LAS MUERTES NO SON TODAS IGUALES
En estos 5 meses de infección del COVID-19, se
produjeron más de 200,000 muertes en el mundo, llevando Europa (125,000) y
Estados Unidos (60,000) la peor carga. Las regiones más pobres del planeta no
se evidencian tan afectadas: África 1,500 fallecidos, Latinoamérica 8,000
decesos, Sudeste asiático 8,000, Medio Oriente 6,000 muertes, Oceanía 108.
Es probable que las cifras de las zonas más
empobrecidas del mundo estén subvaloradas, por la falta de recursos para llevar
registros rigurosos. De todos modos, es un hecho que presentan índices mucho
más bajo que las potencias capitalistas occidentales (porque hay menos ancianos
-donde más golpea la enfermedad- y la población viaja menos -por tener menos
recursos-, con lo que el virus se esparció en menor medida).
Pero en el mismo período de tiempo (5 meses) en que
el coronavirus producía esos efectos en el mundo, también había muertos por
otras causas (DE LAS QUE NO SE HABLA):
HAMBRE: 2,100,000
DIARREA (por falta de agua potable): 1,650,000
MALARIA: 300,300 (solo en países tropicales)
VIH/SIDA (en África, la región más infectada): 205,725
¿TODAS LAS MUERTES VALEN IGUAL… O NO?
lunes, 27 de abril de 2020
¿FIN DEL CAPITALISMO?
Se ha dicho, quizá con un exceso de esperanza, que luego de la actual
crisis nos espera un nuevo orden mundial más equitativo. A decir verdad, no
está claro cómo empezó todo esto del virus, si efectivamente hay agenda oculta,
si hay fuerzas que se benefician de la crisis. Si las hubiera, con seguridad no
es el campo popular el que saldrá ganando. Que esto abra posibilidades de
cambio, de transformación social real, está por verse. Pero que necesariamente
hará emerger un nuevo orden mundial más solidario, justo y equitativo: ¿no
suena a puro deseo? En ese sentido: sería hermoso que terminara
la explotación capitalista y surgiera ese mundo solidario, justo y sin
exclusiones ni egoísmos (algo así como un paraíso), pero eso no pasa de formulación
de un anhelo, una buena intención. La pandemia, ¿por qué traería ese cambio? No
sería improbable (al contrario: ¡es lo más probable!) que luego de la tormenta
los capitales salgan fortalecidos. “El
capitalismo no caerá si no existen las fuerzas sociales y políticas que lo
hagan caer”, decía con exactitud el
dirigente de la Revolución Rusa Vladimir Lenin.
domingo, 26 de abril de 2020
ARENGA
Compañeros:
Sabemos que en esta misión nos va la vida. Pero no importa.
Desde siempre hemos tenido claro cuál era nuestro objetivo, qué superiores
intereses rigen nuestro actuar. Seguramente la gran mayoría de nosotros va a
morir en el intento, pero eso no debe acobardarnos. De nuestro esfuerzo, de
nuestra accionar digno, glorioso, inmortal, surgirá vida. De nuestro final como
individuos el colectivo se verá beneficiado. Es por eso, compañeros, que no
debemos estar tristes. Sabemos que si morimos, estaremos dando aliento a otros
intereses más nobles, más trascendentes. Pero bueno, basta de palabras. ¡A la
acción concreta! ¡Salgamos, espermatozoides!
sábado, 25 de abril de 2020
EL VIRUS DE LA HIPOCRESÍA
La pandemia existe, los
muertos ahí están, pero algo no termina de estar claro. En estas semanas se ha
desatado una alarma monumental a escala planetaria, una psicosis colectiva que
ha orillado a buena parte de la población mundial a un estado verdaderamente de
pánico irracional, de terror. Primero fueron las compras enloquecidas (el papel
higiénico, por ejemplo), luego las mascarillas, que en algunos casos hasta decuplicaron
sus precios (y en algunas circunstancias, se vendieron recicladas). Tampoco faltaron
agresiones contra portadores del virus en distintas partes del mundo, o contra sospechosos
de serlo. Incluso se llegó a la aberración de atacar a personal de salud
(médicos/enfermeros) por ser posibles agentes transmisores. A partir de la
declaración del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de “virus chino”,
no faltaron tampoco agresiones y discriminaciones contra población con rasgos
orientales en cualquier parte del orbe.
En otros términos:
estamos viviendo un clima absolutamente enrarecido, inusual, enfermizo. Vivimos
una prisión forzada, en algunos casos con toque de queda, y un 50% de la
población planetaria sigue encerrada, ya sin saber qué hacer durante este
confinamiento. Haciendo evidente lo que ya es más que sabido, pero en general
silenciado (el 80% de las violaciones sexuales suceden en los hogares y las
perpetran varones conocidos por las víctimas), la violencia contra las mujeres
se disparó en forma exponencial durante la cuarentena. Las consecuencias de
este clima enrarecido, inusual, son patéticas.
Como tan inusual es el
clima, inusual también es la interminable profusión de cosas que se dicen al
respecto de la pandemia (el presente texto es una más de tantas tonteras que
circulan por allí), desde análisis sesudos hasta visiones apocalípticas, desde chistes
sobre la situación para descomprimir la angustia hasta visiones
conspirativo-paranoicas. Está claro que nadie tiene el conocimiento total de lo
que está sucediendo (nunca, en ningún campo, se puede tener el conocimiento
total). Quizá la complejidad del momento actual nos rebase a todos (¿habrá
alguien que sabe lo que va a suceder?), por eso esta apremiante búsqueda de
respuestas, comentarios, aseveraciones, chistes, modos diversos de encontrar
sentido a este fenómeno que nos convoca y nos golpea. Lo que sí está
definitivamente claro es que el pánico, la zozobra, la manipulación mediática
intencionada que hay en todo esto, obliga a hablar. Y hablamos, por supuesto, a
partir de la poca confiable (o muchísima, pero confusa) información que circula. ¿Cómo
saber dónde está lo confiable?
¿Por qué este pánico
irracional? Algo hay tras todo ello, pero los ciudadanos comunes no podemos
saberlo. Como siempre, la historia se mueve de espaldas a las masas. Las
grandes decisiones son tomadas en secreto por pequeñísimos grupos de poder, en
las sombras; los colectivos las padecemos. Hasta que alguna vez reaccionamos. Las
revoluciones son posibles, y la historia de la humanidad, en definitiva, es una
historia de revoluciones, de violentos choques sociales. Sigamos albergando la
esperanza en cambios: el capitalismo, por ejemplo, no es eterno. Pero solo no
caerá; habrá que hacer algo al respecto. Lo cierto es que las líneas maestras
de la historia no las decidimos en asamblea popular. Al menos hasta ahora (el
socialismo es la esperanza de que así comience a suceder).
¿Por qué decir todo
esto? Porque la actual pandemia que se abate sobre el mundo tiene aspectos poco
claros que abren interrogantes. Definitivamente la enfermedad denominada
COVID-19 existe. Y como toda enfermedad, tiene un grado de peligrosidad. Pero
justamente aquí se abren las dudas. Según un reciente estudio realizado por el Imperial College de Londres su grado
de letalidad es de 1,38%. No hay que minimizarla; es más que una gripe común,
pero no es una patología especialmente dañina, porque todo indica que muchísima
gente la cursa asintomáticamente (se dijo que por cada infectado con síntomas
podría haber hasta 10 infectados asintomáticos). Su desarrollo es relativamente
corto: desde el inicio de los síntomas hasta el alta hospitalaria es de
aproximadamente 25 días.
No es letal en toda la población, sino que el índice de mortalidad muestra que
entre el 95 y 97% de las muertes ocurre en la llamada Cuarta edad (mayores de
80 años). Es altamente contagiosa, eso está claro (un infectado puede trasmitir
el virus a 3 o 5 personas más). Pero si no es tan letal, ¿por qué tamaño
revuelo global, que llega a alterar la economía -el dios intocable del sistema
capitalista- y la psicología cotidiana de prácticamente la totalidad de la
población mundial?
Insistamos: los mortales comunes, los que no decidimos
las alzas y bajas en las Bolsas de Valores, los que no somos tenidos en cuenta
para decidir las políticas que afectan a grandes mayorías sino a través de esa
pantomima ridícula de emitir un sufragio cada cierto tiempo, quienes no
decidimos las guerras, es decir: la prácticamente totalidad de la población
mundial, manejada de un modo artero a través de los medios de comunicación (“Una
mentira repetida mil veces se transforma en una verdad”, enseñó Goebbels), nunca
sabemos bien de qué se tratan estos fenómenos que dominan nuestras vidas. Ahora
llegó la pandemia y hay que guardar cuarentena porque, según se nos dijo,
“estamos ante una enfermedad terrible”. “Los
resultados preliminares sugieren que un porcentaje relativamente pequeño de la
población puede haber resultado infectado, incluso en áreas fuertemente
afectadas”, dijo recientemente el director de la OMS, Tedros Adhanom
Ghebreyesus. Entonces, ¿qué creer?
Hemos sido llevados a
un grado de desesperación llamativo. ¿No es llamativo, justamente, que otras
afecciones infinitamente más peligrosas, u otras catástrofes humanas como el
hambre o la catástrofe medioambiental, flagelos realmente preocupantes, pasen
desapercibidos, no se combatan con toques de queda ni ejércitos en las calles
ni siquiera figuren, o lo hagan muy tibiamente, en las agendas mediáticas?
¿Será que estamos ante este “fin del mundo” porque las víctimas son ciudadanos
del mal llamado Primer Mundo (Estados Unidos y Europa Occidental)?
Un
brillante intelectual de izquierda, latinoamericano, ahora residente en Europa,
me decía en un correo privado (que, por tanto, no permite revelar su
identidad): “El virus no mata a nadie, pero a nadie, con menos de 40 años:
es un hecho. Bueno, a no ser que estés en contacto diario con enfermos (léase
sanitarios), pero incluso así la mortalidad es de cero coma. Ahora, a los
viejecitos sí se los come con patatas. Y eso para el Estado es una buenísima
noticia, no nos engañemos. Y está claro: todo este bombo es porque padecen los
WASP y sus acólitos, así ha sido siempre (solo que antes fueron los
protestantes del norte de Europa, antes todavía los que vivían en el
Mediterráneo, antes los griegos, antes los babilonios, antes... los que dominan
y escriben la historia). ¿Pero a quién le importa África, etc.? ¿A quién le
importa el noma, por ejemplo, esa terrible enfermedad?” [¿Alguien sabe qué
es el noma? ¿A alguien le importa? Según la Organización Panamericana de la Salud
-OPS/OMS- “el noma, o cancrum oris, es una infección de
gangrena de acción rápida que destruye las membranas de moco de los tejidos
orales y faciales. Se desconoce la etiología exacta de ello, pero con mayor
frecuencia ocurre en los niños “malnutridos” que viven en las áreas con el
saneamiento deficiente. El noma no se ha notificado ampliamente en la América
Latina y el Caribe, pero aproximadamente 140,000 nuevos casos se diagnostican
anualmente. La tasa de mortalidad es cerca de 8.5%. Es sumamente prevalente en
África subsahariana”.]
Efectivamente, si se
contrastan cifras -esas a las que son tan afectos quienes manejan el mundo y fijan
las políticas que las mayorías sufrimos: “Un muerto es una tragedia, un
millón de muertos una estadística”- vemos que hay 24,000 personas muertas
al día por hambre o por afecciones ligadas a la malnutrición -como el noma, por
ejemplo-, o que 11,000 seres humanos mueren al día de diarrea por falta de agua
potable, o 2,000 mueren de malaria, pero eso pasa en los países tropicales
donde no hay WASP (o están, a lo sumo, en alguna ONG caritativa que “ayuda” en
esos países “salvajes”). ¿Habrá que tomar en consideración lo dicho por este
analista respecto a la situación, tomar en serio su pregunta por ese “bombo”,
por ese estruendo mediático? ¿Será por los WASP, como decía nuestro amigo?
Todas las personas
valen por igual, pero evidentemente, algunos son más “iguales” que otros. No
hay ni cuarentenas, ni medidas militares, ni pánico mediático por los muertos
diarios del Tercer Mundo (por hambre, de sed, por las guerras), pero sí
-curiosamente- por los ancianos de los países “desarrollados”. Algo no encaja.
Si se llegó a este
llamativo estado de psicosis generalizada (tenemos miedo y desconfianza del
vecino) por una enfermedad que realmente no es tan peligrosa, ¿qué hay detrás?
¿Solo sacrosanto interés por la salud de la población? No parece ser cierto.
Se podrían pensar
varias cosas para entender esta monumental alarma y pánico inducido, este clima
de fin del mundo que se nos hace vivir.
1)
El
sistema capitalista está haciendo agua; la crisis financiera global de los
capitales parásitos ha reventado. Se está ante una situación igual o peor que
la Gran Depresión de 1930. El “Armagedón” de la pandemia sirve como “elegante”
salida a la crisis. Los recortes presupuestarios y el empobrecimiento
generalizado de las poblaciones que podrán seguir a la alarma sanitaria global
seguramente serán terribles, pagadas -naturalmente- por el campo popular. Los
capitales, los grandes megacapitales, muy probablemente saldrán indemnes,
incluso fortalecidos. En tal sentido, la pandemia le sirve al sistema (¿se
sacarán de encima, de paso, unos cuantos ancianos evitando pagar pensiones, ese
“riesgo de longevidad” del que habla la gran banca mundial?)
2)
Sirve
también para disciplinar a las poblaciones. Quizá, como efecto secundario de la
enfermedad, esta llamativa militarización de los espacios sociales es un
preámbulo de lo que podrá seguir en un capitalismo post-pandemia (porque
socialismo, evidentemente, no habrá): poblaciones hiper controladas, con “distanciamiento”
social, con trabajo desde la casa, sin aglomeraciones (siempre peligrosas para
el statu quo).
3)
Como
los sistemas de salud pública (en el Norte y en el Sur) están tremendamente
debilitados por los años de neoliberalismo que destruyeron a los Estados
privatizando todo, una emergencia sanitaria de alto calibre puede resultar
catastrófica. Para evitar el colapso de lo poco que queda de los sistemas
públicos (¿y posibles estallidos sociales concomitantes?), y dado que el virus
es altamente contagioso (aunque no muera mucha gente, hay que hospitalizarla,
ancianos básicamente) la orden es evitar a toda costa las transmisiones. De ahí
estas políticas de confinamiento tan llamativas, cosa que no sucede con las afecciones
de los no-WASP (¿que se mueran los pobres del Tercer Mundo? Eso no importa
tanto).
4)
Quizá
desde una lectura conspirativa de los hechos, puede preguntarse por qué tanto
interés en la futura vacunación. La enfermedad no es especialmente letal,
aunque muy contagiosa. Lo increíble es que sí existe cura (cosa de lo que la
corporación mediática capitalista no habla). Un medicamento generado en Cuba,
ahora producido industrialmente en China, el Interferón alfa 2B, y prohibido
por Estados Unidos, se mostró efectivo para detener la epidemia en Wuhan. Valga
decir que 45 países lo han solicitado, pero Estados Unidos
tiene prohibida su comercialización, y la corporación mediática comercial ni
menciona el tema. ¿Por qué este interés tan exacerbado en la vacuna preventiva?
Obviamente eso da para conjeturar variedad de hipótesis, tal como se ha dicho,
que la pandemia está inducida para realizar la vacunación masiva posteriormente.
¿Qué se inocularía allí? Más allá del posible tenor paranoico en juego, tiene
sentido abrirse esa pregunta.
Lo
que está claro es que el sistema capitalista se movió, como lo hace siempre,
como no puede hacerlo de otro modo, muy hipócritamente. Sin querer en absoluto
hacer una entronización del actual modelo chino, no puede dejar de reconocerse
que su manejo de la epidemia fue más exitoso que el llevado adelante en Estados
Unidos o en Europa. Pekín informó, con el último conteo realizado al alza, de 4,642
fallecidos. En territorio estadounidense ya van 30,000. “En esta economía
global -se pregunta Sara Flounders en
su texto “La planificación socialista de China y Covid-19”- ¿por qué
la administración de Trump rechazó las ofertas de equipos de prueba esenciales
y suministros médicos de China, e incluso de la Organización Mundial de la
Salud? No se debe solo a la creciente hostilidad de EEUU hacia el sorprendente
nivel de desarrollo de China. Tampoco está impulsado solo por ideólogos de
derecha. La atención médica existe con fines de lucro. Los kits de prueba y
suministros médicos gratuitos o de bajo costo amenazan el impulso capitalista
de sacar provecho de cada transacción humana. Las compañías farmacéuticas,
médicas y de seguros son las corporaciones más rentables en EEUU en la
actualidad. Junto con el petróleo y las llamadas corporaciones de defensa,
dominan el capital financiero. (…) La naturaleza no planificada y
competitiva de la producción capitalista distorsiona toda interacción social.
La especulación salvaje y las burbujas de ganancias rápidas son la norma.”
Definitivamente, una economía planificada, con un Estado que brinda los
servicios básicos, está en mejores condiciones de afrontar estas crisis que un
modelo de feroz libre mercado.
Lo
cierto es que países que han mantenido Estados sin los recortes impuestos por
el neoliberalismo, como Corea del Sur por ejemplo (que ya sufrió otras
epidemias hace poco tiempo), nación eminentemente capitalista, o Vietnam, con
un socialismo sui generis, o la República Popular China, con su
particular modelo de “socialismo de mercado”, pudieron gestionar mucho mejor la
crisis que los Estados debilitados. En el Norte próspero (Estados Unidos y
Europa Occidental) las muertes se dispararon tan espectacularmente porque 1)
tienen poblaciones más longevas que el Tercer Mundo, y es allí donde más golpea
la enfermedad, y 2) porque allí las poblaciones, por su poder económico, viaja
mucho más, con lo que es más fácil esparcir el virus.
En estos tiempos de crisis, mientras el presidente Donald
Trump, pensando en su reelección de noviembre próximo, y con un ánimo
hipócritamente oportunista, ataca a China por su “criminal” papel al “haber
difundido la afección por el mundo”, el gigante asiático, en una muestra de
solidaridad sin par, ha donado más de un millón de máscaras y otro material
médico a Corea del Sur, 5,000 trajes protectores y 100,000 máscaras a Japón y
12,000 kits de detección a Pakistán, llevado personal y equipo sanitario a
Italia (junto con Cuba y Rusia), mientras ponía a disposición de la población
mundial un pormenorizado manual, traducido a numerosas lenguas, para la atención
del COVID-19.
Valga
aclarar rápidamente que la República Popular China no es, precisamente, el
paradigma de socialismo al que pueda aspirarse. Sin dudas, ahí pasaron cosas
importantísimas en estos últimos 70 años: la Revolución de 1949 con el
liderazgo de Mao Tse Tung, las reformas de libre mercado con Deng Xiao Ping en
los 80 del pasado siglo, la acumulación de capitales fenomenal que comenzó a
darse a partir de ese entonces, el confuso “socialismo de mercado”
de estos últimos años, el salto científico-técnico espectacular que la pone a
la vanguardia mundial en muchos aspectos (inteligencia artificial,
telecomunicaciones, super computadoras). Estados Unidos, la principal potencia
capitalista, ve en este despertar de China un serio oponente a su hegemonía
mundial. En estos últimos años, con su espectacular avance económico, el país
asiático sacó de la pobreza a 500 millones de habitantes, pero no nos
equivoquemos: China transita un complicado, confuso, quizá engañoso camino que
no es socialista. La clase trabajadora mundial no puede mirarse en ese espejo.
Hay, eso sí, un Estado fuerte manejado férreamente por el Partido Comunista,
con un lenguaje medianamente “socialista”, pero con una inmisericorde
explotación de la fuerza laboral, con una extendida burocracia, premiándose el
enriquecimiento personal: “Ser rico es
glorioso”, pudo decir Deng Xiao Ping
en el auge de las reformas, apelando al más descarnado pragmatismo: “No
importa si el gato es blanco o negro; lo importante es que cace ratones”.
Sin la posibilidad de ampliar ese debate en este mediocre opúsculo, entender el
fenómeno chino y pensar ese “socialismo” es tarea urgente para los
revolucionarios de todas partes del mundo. Lo cierto es que China, sin disparar
un solo tiro, está cada vez mucho más presente en el globo que Estados Unidos,
y su papel (malintencionadamente presentado) de fabricante de “juguetitos
baratos de mala calidad” ha quedado absolutamente atrás. Sus logros científicos
ya superan a Occidente.
Sin embargo “Los
métodos de gobierno de la autocracia de Pekín empiezan a fascinar a una parte
de la opinión pública: los éxitos en la contención de la epidemia demostrarían
la superioridad del autoritarismo asiático, con su avanzada tecnología de
control de masas, sobre las democracias liberales occidentales. Pero hay trampa
en esa aseveración. En realidad, a lo largo de las últimas décadas, el régimen
chino no ha hecho sino facilitar el avance impetuoso del capitalismo. Un
desarrollo que arrasa ecosistemas y propicia la aparición de nuevas epidemias
que se propagan a escala planetaria”, dicen acertadamente Beatriz Silva / Lluís
Rabell. Insistamos: el debate sobre el socialismo chino es
urgente. ¿Es posible el socialismo en un solo país? ¿Cómo avanzar hoy hacia un
planteo socialista con este capitalismo globalizado feroz que aún domina? ¿Qué
puede esperarse de la Nueva Ruta de la Seda?
Lo que está claro es
que la actual pandemia pone al rojo vivo las tensiones geopolíticas de un modo
descomunal. La actual batalla entre Estados Unidos y China por la hegemonía
mundial puede ser -quede claro: “puede”, no es en modo alguna una afirmación categórica-
el paso previo para un enfrentamiento militar, que seguiría a la actual guerra
económica. China, en el aniversario 70 de su Revolución, exhibió un poderío
bélico que dejó asombrado al mundo con su misilística hipersónica, incluso a
Rusia (superando ya a Estados Unidos, y muy cerca técnicamente de la potencia
euroasiática).
La Casa Blanca, muy
hipócritamente, y secundada en la jugada por su acólito (¿perrito faldero?) de
la Unión Europea, alzó sus baterías contra la “irresponsabilidad” china, supuestamente
por no haber denunciado a tiempo la aparición de este nuevo virus en la ciudad
de Wuhan. No se sabe a ciencia cierta cómo comenzó el virus (¿arma
bacteriológica?, pero ¿de cuál de las dos potencias?, ¿mutación natural de un
virus?, ¿accidente o acción premeditada?). Lo cierto es que hoy día mató gente.
No mucha, comparada con otras catástrofes humanas (el hambre, la sed, las
guerras). Pero para el discurso hegemónico del capital (eurocéntrico, blanco,
racista, machista-patriarcal, heteronormativo… ¿lo que decía nuestro amigo en
su correo, sintetizado como WASP?) la llegada del coronavirus, fundamentalmente
por parte de Washington, es la oportunidad de encontrar “chivos expiatorios”. Los
chinos son los “malos”, secundados por la OMS, que supuestamente habría jugado
a favor de Pekín. Siempre hay un “malo” de la película, visión maniquea que
alguna vez tendremos que aprender a desechar. Lo humano es infinitamente más
complejo que “buenos” y “malos” (lucha de clases, dirá el materialismo
histórico, pulsión inconsciente, dirá el psicoanálisis, visiones mucho más
ricas que las mediocres películas de Hollywood, que siguen dominando nuestro
pensamiento, y que incluso están presentes en mucho de la academia capitalista).
Que el gobierno
chino miente, seguramente. Que los gobiernos capitalistas occidentales mienten:
seguro (¿armas de destrucción masiva en Irak?, ¿peligro comunista de Nicaragua
invadiendo Texas?, ¿“defensa de la democracia y la libertad” con toneladas de
bombas, napalm y agente naranja?, ¿terrorismo islámico fundamentalista que
requiere de guerras preventivas?, ¿narcotraficantes latinoamericanos que
quieren desestabilizar el orden mundial?, .... la lista puede ser interminable).
El actual confinamiento global es para evitar que explote el sistema, porque
los servicios públicos de salud están super debilitados por culpa de las mismas
políticas capitalistas. Pero eso no se dice, y se impulsa el espantoso pánico
por este nuevo virus. El medicamento cubano, ahora producido en China, es útil,
pero eso no se dice. La mentira es lo que domina la escena. A la población
jamás, absolutamente nunca jamás los poderes le hablan con honestidad. No se
trata de creer o no ingenuamente lo que dicen los medios o los políticos o las
empresas. Mucho menos, la publicidad. “Usted no es un cliente. ¡Es un amigo!”,
dicen los bancos. ¿Alguien se lo podrá creer? “La política es el arte de impedir
que la gente se entrometa en lo que realmente le atañe, haciéndole creer que
decide algo”,
dijo Paul Valéry. De lo que se trata es de trabajar para construir ese nuevo
mundo que supere al capitalismo, donde la gente de a pie (como quienes están
leyendo esto) sean parte real de las decisiones que le atañen. ¿Llamaremos a
eso democracia socialista? Seguramente. Y aclaremos una vez más: aunque China
tenga un desarrollo económico científico-técnico deslumbrante y una Nueva Ruta
de la Seda, todavía no es el socialismo que buscamos. Pero, sin dudas, con un
Estado que funciona y un Partido Comunista que mantiene un ideario medianamente
socialista, gestionó mejor la pandemia que los países capitalistas centrales
(que siguen siendo, en esencia, WASP… y en el mundo no existen solo los WASP,
no olvidarlo nunca).
¿Qué sigue a la
pandemia? Por como van las cosas, más capitalismo. ¿Por qué habría de cambiar
eso? Y para peor: quizá un capitalismo fortalecido, más autoritario y
controlador. La búsqueda del socialismo, por tanto, sigue vigente.
viernes, 24 de abril de 2020
EPIDEMIA Y OTRAS CUESTIONES GRAVES EN GUATEMALA
Además de la situación
crítica en el tema de la salud pública, es necesario saber que:
1. En Purulhá,
departamento de Baja Verapaz, así como en varias comunidades del departamento
de Alta Verapaz, terratenientes usurpadores-ocupadores de tierras ancestrales, históricamente
pertenecientes a los pueblos indígenas de la región, están persiguiendo a
muerte a varios dirigentes comunitarios que luchan por sus reivindicaciones y
en contra del despojo del que son víctimas. Abiertamente dicen que les buscan
para "acabarles y no importa que se escondan bajo las piedras".
Están pagando sicarios y tienen respaldo de ciertas autoridades públicas.
2. Los
despidos masivos en la administración pública han continuado y no se les está
pagando su salario a muchos empleados contratados en el renglón 029. Es decir
que en plena crisis del COVID-19 hay miles de trabajadores desempleados y sin
posibilidades de recibir ingresos, sobreviviendo como pueden.
3. En el
departamento de Jalapa se han girado aproximadamente 30 órdenes de captura
contra dirigentes comunitarios.
LA CRISIS NO ES SOLO
SANITARIA, EVIDENTEMENTE.
jueves, 23 de abril de 2020
LA VEJEZ: ¿UN RIESGO?
Los límites nos
aterran. El Psicoanálisis hace evidente lo que nos atemoriza a todos los seres
humanos por igual: los límites. De ahí que siempre, en todo momento histórico y
en toda forma cultural conocida, ese bicho tan raro que somos los Homo
Sapiens Sapiens, hemos luchado contra ellos. Si algo patentiza esos
límites, es decir: la carencia, el hecho de no ser completos ni eternos, son la
sexualidad y la muerte. Ambas demuestran nuestra originaria finitud. La
sexualidad nos muestra que siempre falta algo: o macho o hembra, no hay
completud en juego. Por eso tapamos las diferencias que evidencian la
incompletud, no queremos saber nada de ellas. En toda forma civilizatoria
escondemos los órganos genitales externos (desde un taparrabos a la ropa más
fina de la parasitaria realeza, desde un traje de baño “hilo dental” hasta la
ropa de los astronautas); la constatación de que “algo falta”, es decir: que
somos una cosa o la otra y no “todo”, nos aterra.
La patencia del otro
límite, absoluto, que jamás puede ser transgredido, es la muerte. Como eso nos horroriza,
la especie humana ha tratado en toda su historia de minimizarla, de alejarla lo
más posible, de exorcizarla. Obviamente, sin resultado positivo. A no ser que
consideremos que es una ventaja prolongar cada vez más las expectativas de
vida. O sea: la edad a la que morimos. ¿Para qué queremos vivir tanto?
Solamente por la fantasía en juego -siempre presente, aunque se diga
ingenuamente que “a mí no me asusta la muerte”- de buscar la eternidad.
Dicho de otro modo: de rechazar el límite, de resistirnos a la incompletud, a
la finitud. Nadie quiere morir; el suicidio es un acto psicótico.
El cuerpo humano de la
actual subespecie Sapiens Sapiens tiene un diseño anátomo-fisiológico
cuya edad promedio ronda los 60 años, alcanzando su plenitud física y sexual a
los 25, y la madurez intelectual a los 40. Después de cuatro décadas de vida,
inexorablemente comienza la decadencia. Como alguien dijo “simpáticamente”: “si
después de los 40 un día despertamos y no tenemos ningún dolor… ¡es que estamos
muertos!”.
Cada cultura que transcurrió
en la historia asume y maneja la vejez y la muerte de una manera distinta. De
todos modos, la muerte siempre espanta, por eso se trata de procesarla con la
menor angustia posible. En algunos casos, incluso, de un modo heroico se la
puede ensalzar, se le pueden cantar loas (cualquier suerte de kamikaze,
por ejemplo). En otras, la partida de alguien es celebrada con fiestas, con
alegría (¿negación maníaca?).
La vejez es la antesala
del final. En las civilizaciones de cazadores y recolectores y en las agrarias
sedentarias, milenarias todas ellas (mucho de ello aun persistiendo en el
capitalismo desarrollado global de hoy día, en buena medida en forma marginal),
la vejez era reverenciada. Los ancianos de las tribus constituían el grupo de
dirección, el segmento que guiaba. Eran los que sabían, los que podían conducir
al colectivo en vista de su larga experiencia de vida. Por el contrario, el
capitalismo hiper desarrollado actual necesita cada vez más una fuerza de
trabajo especializadísima. En muchos segmentos, un título universitario ya no
alcanza; son precisos post grados (más allá del negocio que pueda haber en
juego, en tanto parte de la mercancía “educación”), llegándose a los post-doctorados,
obtenidos mucho después de los 30 años, para recién ahí incorporarse plenamente
al mercado laboral. Los ancianos, para el capitalismo consumista, sobran (no
producen y consumen poco).
Sin dudas, la fantasía
de la vida eterna, de la prolongación al infinito de la juventud como sinónimo
de inmortalidad, nos marca como especie. En toda cultura puede encontrarse esa
búsqueda, expresada en forma de mito, leyenda, religión. El rechazo de la
muerte -dicho de otra manera: la juventud eterna- está siempre presente. El
capitalismo moderno con su portentoso desarrollo científico-técnico ha logrado
extender la esperanza de vida en forma creciente. Y la fantasía… ¿parece hacerse
realidad? (la persona más longeva llegó a los 122 años).
Con el mejoramiento
general de las condiciones de vida, la misma viene alargándose cada vez más. En
1950 la población mundial de más de 65 años era el 5%; para el 2000 ya llegaba
al 7% (se le llamaba “tercera edad”). Las proyecciones indican que para 2050
esa población será el 16% del total (“cuarta edad”, los mayores de 80). Las
diferencias entre países son notorias, replicando la estructura global, pues
mientras Japón o los escandinavos alcanzan en promedio los 85 años, los más
pobres de África no pasan los 52. “Vivir hoy más años es un hecho muy
positivo que ha mejorado el bienestar individual. Pero la prolongación de la
esperanza de vida acarrea costos financieros, para los gobiernos a través de
los planes de jubilación del personal y los sistemas de seguridad social, para
las empresas con planes de prestaciones jubilatorias definidas, para las
compañías de seguros que venden rentas vitalicias y para los particulares que
carecen de prestaciones jubilatorias garantizadas. Las implicaciones
financieras de que la gente viva más de lo esperado (el llamado riesgo de
longevidad) son muy grandes”, dice el Fondo Monetario Internacional.
Entonces, si la
longevidad es un “riesgo”, ¿por qué sería positiva? ¿Cuánto habría que vivir,
dado que algunos “viven más de lo esperado”? Además de la fantasía de
vencer los límites ganándole -ilusoriamente- la pulseada a la Huesuda, ¿cuál es
el beneficio de envejecer tanto? ¿Terminar en un asilo? ¿Padecer demencias
seniles o Alzheimer, dado que el cerebro no está hecho para resistir en buenas
condiciones tanto tiempo? Cuerpos ya deformados que no se hacen atractivos
objetos sexuales, y en los varones impotencia casi segura, ¿cuál es la razón de
seguir prolongando artificialmente la vida? ¿Alguien lo puede explicar?
miércoles, 22 de abril de 2020
LAS CRISIS SACAN LO MEJOR Y LO PEOR
En momentos críticos -catástrofes que
conmocionan, como el actual pánico inducido que se vive, producto del incesante
bombardeo mediático- aflora lo mejor y lo peor de nuestra humana condición.
La solidaridad puede dispararse, como
de hecho lo estamos viendo, con numerosos ejemplos por todos lados. Y también
el más primario egoísmo (varios retornados de Estados Unidos, esos que mandan
remesas y mantienen las economías locales de Guatemala, han querido ser
agredidos por la gente, “enloquecida” por el pánico dominante, ante la idea que
puedan ser portadores del coronavirus).
A QUIÉN CONDENAR: ¿A LOS QUE INTENTAN
AGREDIR O A LA CORPORACIÓN MEDIÁTICA QUE NOS LLEVÓ A UN CLIMA DE TERROR
DEMENCIAL?
martes, 21 de abril de 2020
lunes, 20 de abril de 2020
EL PODER DE LA RELIGIÓN
En alguna ciudad de provincia de algún país latinoamericano, a mediados de
la década de los 80 del siglo XX, Floridalma lloraba su desgracia en secreto. Hija
única de don Hermenegildo B. y doña Teresita de B., los terratenientes más
ricos de toda la zona, con sus 34 años cumplidos veía que su soltería se
empezaba a eternizar.
Fiel devota de la iglesia, tres veces por semana asistía a misa. Los
domingos, infaltable, estaba en el servicio de las 11, con sus padres y con sus
mejores galas. La población del lugar, en voz baja, se preguntaba cómo era
posible que con su belleza deslumbrante, y la herencia igualmente deslumbrante
que le correspondía, no consiguiera novio. Lo mismo se preguntaban sus padres.
A Floridalma ese tema se le hacía sumamente irritante. Como sus allegados
lo sabían, preferían no mencionarlo. Si alguien desconocido tenía la mala idea
de preguntarle por su estado civil, la joven reaccionaba airada. Pocas veces
sucedía, pero cuando se daba, era de antología (de antología de terror, claro).
Por ejemplo, si inadvertidamente alguien que no la conocía le decía “señora”,
Floridalma reaccionaba furiosa gritándole agriamente “¡señorita!”. Y si
el desconocido, para suavizar las cosas, intentaba mostrar su sorpresa
agregando alguna frase endulcorada: “¿de verdad?, no lo puedo creer…,
alguien tan bonita como usted”, no era improbable que recibiese un tremendo
improperio (una vez le pegó a un cobrador con un paraguas). Dada la situación
económica de su familia (“Es la hija de don Hermenegildo”, se decía con
respetuosa actitud y en voz baja), nadie osaba criticar esos berrinches.
Floridalma prefería no hablar con nadie de su situación; la sufría en
silencio, muy privadamente. A veces, sola en su lujoso cuarto plagado de flores
y barrocos adornos, lloraba su desgracia. Ella no entendía por qué le pasaba
esto. Sentía hacer su mejor esfuerzo para abrirle la puerta a algún pretendiente,
pero el príncipe azul no llegaba. Ni siquiera un celeste desteñido, un grisáceo
plomizo, ¡un incoloro!…
En el pueblo la gente murmuraba. ¿Por qué sería que una mujer tan atractiva
como ella no conseguía casarse? Alta, de escultural figura, renegrido pelo
hasta la cintura, prominentes seños y enloquecedores ojos tan negros como su
cabello, siempre bien vestida y perfumada, era llamativa su soltería. Las
especulaciones no faltaban. “Parece que anda a escondidas con el cura, el
padre Andrés”, “¿será que le gustan las mujeres?”, “es
hermafrodita”, “don Hermenegildo tiene relaciones incestuosas con ella y
le tiene prohibido casarse para que no se pierda la herencia” … Una más
pintoresca, o loca, que otra, constituían la comidilla obligada de la gente.
Eran numerosos los candidatos que habían intentado acercarse, pero a todos
la hermosa joven les encontraba impedimentos. Sin dudas, quería desposarse, aunque
sus acciones parecían desmentirlo. Floridalma era virgen de cuerpo y alma. Así
solía decir, enalteciéndose. Pero ella quería perder esa condición. Alguna vez,
entre las poquísimas veces que hablaba de sí misma, le había confesado a su
prima Mónica -quizá su única confidente- que nunca jamás se había masturbado.
Sin que nadie lo supiera, rezaba cada día y le pedía al Sumo Hacedor de sus
días -sin confesarlo en voz alta a nadie, por supuesto- que llegara el ansiado
pretendiente. “Ay, San Antonio Bendito: mándame un novio, aunque sea feíto”.
El padre Andrés, cuarentón bien fornido, que se comentaba tenía dos hijos por
allí, no podía dejar de mirarle el escote en cada confesión -escote, por
cierto, siempre prominente, que dejaba ver unos pechos duros, turgentes, a la
espera de ser tocados por alguien alguna vez-. La aconsejaba buenamente,
pidiéndole calma, indicándole que “dios sabe lo que hace”, y que, si de
momento no le había enviado el candidato, era porque así estaría “predestinada”.
“¡Predestinada tu madre!”, pensaba ocultamente Floridalma, mientras
ponía la mejor cara beatífica, y con fingida candidez asentía el decir del
sacerdote.
Casi siempre iba con la Biblia en su mano. Durante mucho tiempo había
estado encargada de los cursos de catequesis con grupos juveniles en la
parroquia de su barrio. Solía leer las Sagradas Escrituras, y no era
infrecuente verla en cualquier momento hojeando el santo libro. “¡Qué santa!,
¡Qué buena católica!”, solían decir.
Hasta que un día de tantos, apareció el esperado candidato. El profesor
Tadeo K., de ascendencia alemana, recién llegado al pueblo para hacerse cargo
de la dirección del colegio privado de enseñanza media -institución con ínfulas
de grandeza, pues daba clases en español e inglés, y ahora agregaría alemán-
era un apuesto joven de ojos profundamente azules y rubia cabellera. Según
dijeron luego algunas lengas viperinas, esas que nunca faltan, sus abuelos
habían sido jerarcas nazis escapados de Europa, que habían recalado por estas
tierras. Definitivamente, el joven mantenía el porte y la arrogancia de un
jerarca.
Fue verse y mutuamente quedar prendados el uno del otro. En pocos meses, se
consumaría la boda.
Las familias de ambos novios estaban que desbordaban de alegría. Tadeo era
un tímido incurable, y con sus 36 años también parecía destinado a la soltería.
Sus padres ya habían perdido las esperanzas de tener nietos. La noticia del
casamiento los emocionó.
La familia de don Hermenegildo y doña Teresita, dada su capacidad
económica, regaló una lujosa casa a los recién casados. Todo parecía un cuento
de hadas.
Pero no hay cuentos de hadas. Unos días antes de la boda, en el cuerpo de
Floridalma aparecieron unos pequeños puntitos rojos, unos granitos.
Insignificantes, no molestaban, y la joven no les prestó mayor atención. Para
la noche del casamiento, los mismos comenzaron a picar. Cuando se ponía su
costoso vestido blanco, la madre pudo verlos en la espalda de su hija. Preguntó
a la novia por esa erupción, pero la respuesta de la muchacha minimizó la
cuestión. “No pican”, dijo con gran seguridad.
Pero picaban. Y bastante. Durante toda la luna de miel -viaje a G., en un
lujoso hotel, también obsequiado por la familia de Floridalma- la comezón se
hizo insoportable, y la erupción se expandió por casi todo el cuerpo,
alcanzando brazos y piernas. Floridalma, fuera de su ginecólogo, al que
consultaba muy raramente, nunca se había desnudado ante un hombre. Por motivo
de este molesto sarpullido, tampoco quiso hacerlo ante su flamante esposo. La
embargaba una profunda vergüenza, no quería mostrarse así, “deformada,
monstruosa”, según se figuraba.
Tadeo, que muy raras veces había visitado mujeres, supo esperar. Disfrutaron
los días de vacaciones como dos buenos amigos, paseando por la ciudad,
guardándose el sexo para más tarde, “cuando desaparezcan estas manchitas”,
como dijo Floridalma.
Las mismas, sin embargo, no se quitaron. Por el contrario, se extendieron
más aún, empeorándose. De pequeños puntos rojos, se fueron transformando en
pústulas. Comenzaron las molestias o, mejor dicho, se acentuaron hasta hacerse
insoportables.
Dormían siempre vestidos. Floridalma utilizaba un camisón, herencia de su
abuela, que le hacía parecer personaje de algún decimonónico cuadro
impresionista. Se abotonaba desde el cuello hasta los tobillos; no quería que
su esposo le viera las “horribles manchas”. Por supuesto, no tenían
relaciones sexuales. Para ella hubiera sido tremendamente vergonzante dejarse
ver en esas condiciones.
Marcharon a la ciudad capital en búsqueda de un dermatólogo. Consultaron
con el más prominente, el Dr. W., quien no dio las mejores y esperanzadoras
noticias. Floridalma debería someterse a un largo y penoso tratamiento, que no
aseguraba forzosamente terminar con las erupciones, pero sí al menos aminorar
el sufrimiento.
Las molestias se hacían ya insoportables. Cada día debía ser cambiada la
ropa de cama, dado que cada mañana aparecía manchada de sangre y de pus,
producto de las heridas abiertas de la pobre joven. Tadeo, “el más angelical
de los esposos” según Floridalma, llevaba su abstinencia con estoicismo. Ya
iban seis meses de casados, y no habían pasado de algunos besos; antes, en la
boca, más recientemente, en la mejilla, “para evitar dolores”, decía. El
desesperado esposo, en secreto, pensaba en visitas a prostitutas; pero no pasaba
de ensoñaciones. En lo más hondo sabía que no se atrevía. Su amor por su esposa
era infinito, así no hubiera sexo. Se sentía obligado a ayudarla en este
momento difícil.
Lo único que Floridalma no tenía corroído por la espantosa enfermedad era
el rostro. Su estado general iba desmejorando día a día. La última visita al
médico fue lapidaria: cáncer de piel. El Dr. W. habló serenamente, con afiatada
actitud profesional: “no más de seis meses”.
La joven se aferró apasionadamente a la religión, mucho más de lo que lo
había hecho toda su vida. Se hizo construir un pequeño altar en su cuarto,
donde pasaba orando horas y horas. Jamás se separaba de su Biblia, que leía con
pasión. Tadeo tuvo la idea, rápidamente desechada casi con pavor, de
solicitarle una relación sexual, la primera y la última, para que le quedara
ese recuerdo. Pero no se atrevió.
Los últimos días de Floridalma fueron terribles. Postrada en su lecho, los
dolores la desesperaban. Los calmantes ya no le hacían efecto. El sufrido
esposo estuvo con ella hasta el final.
Lo primero que hizo Tadeo luego del funeral -concurridísimo, donde asistió
literalmente toda la población del pueblo, desde el Alcalde hasta el último
mozo de la hacienda de don Hermenegildo- fue marchar a la ciudad. Dijo que
debía realizar trámites en el Ministerio de Educación, pero en realidad se
permitió visitar un lujoso lupanar. La culpa, seguramente, le impidió tener
erección.
Unas semanas después del fallecimiento de la finada Floridalma, “que
dios todopoderoso tenga en su santa gloria”, algunos familiares recogieron
sus ropas y pertenencias, en muchos casos, para donar a obras pías, de las que
la extinta era tan afecta. Para sorpresa de quienes ordenaban las cosas, en la
Biblia, esa que siempre llevaba como pegada a sus manos, encontraron varias
fotos pornográficas disimuladas entre las páginas.
Eran 6 páginas de una revista sueca, las mismas, exactamente las mismas que
más tarde se descubrieron faltaban en esa comprometedora publicación hallada en
el cuarto del padre Andrés.
domingo, 19 de abril de 2020
sábado, 18 de abril de 2020
RADIOS DEL MUNDO
Ubicándose
sobre un punto verde y haciendo clic ahí se pueden escuchar todas las radios
del mundo.
viernes, 17 de abril de 2020
jueves, 16 de abril de 2020
EL SOCIALISMO SÍ PUDO CONTRA EL CORONAVIRUS. EL CAPITALISMO NO
ESTADOS UNIDOS (CAPITALISTA): 27,000 muertos, y sigue la epidemia.
CHINA
(SOCIALISTA): 3,342 muertos, y epidemia controlada. ¡¡Utilizando el medicamento
cubano Interferón Alfa 2B, prohibido por Estados Unidos!!
“En esta economía
global, ¿por qué la administración de Trump rechazó las ofertas de equipos de
prueba esenciales y suministros médicos de China, e incluso de la Organización
Mundial de la Salud? No se debe solo a la creciente hostilidad de EEUU hacia el
sorprendente nivel de desarrollo de China. Tampoco está impulsado solo por
ideólogos de derecha.
La atención médica
existe con fines de lucro. Los kits de prueba y suministros médicos gratuitos o
de bajo costo amenazan el impulso capitalista de sacar provecho de cada
transacción humana. Las compañías farmacéuticas, médicas y de seguros son las
corporaciones más rentables en EEUU en la actualidad. Junto con el petróleo y
las llamadas corporaciones de defensa, dominan el capital financiero. (…)
La naturaleza no
planificada y competitiva de la producción capitalista distorsiona toda
interacción social. La especulación salvaje y las burbujas de ganancias rápidas
son la norma.”
Sara Flounders: “La
planificación socialista de China y Covid-19
https://www.lahaine.org/mundo.php/la-planificacion-socialista-de-china
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