Haití, primer país en
Latinoamérica y el Caribe en liberarse del yugo colonial europeo (en 1804),
como lo hizo a través de una revolución de ESCLAVOS NEGROS, recibió la
maldición de las potencias occidentales en el sentido que nunca más levantaría
cabeza. Hoy es uno de los tres países más pobres del mundo. Y el racismo sigue
vilmente presente.
Hablamos hasta el hartazgo
de las manifestaciones de Ecuador, de Chile, de Honduras, incluso del Líbano o
de Egipto, o de los chalecos amarillos en Francia, pero no se dice
prácticamente una palabra de Haití. Allí, desde que comenzaron las protestas en
febrero, van casi 100 muertos, y la prensa ni siquiera lo menciona. Tampoco la
izquierda pone especial énfasis en esa lucha. ¿Somos racistas?
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