El racismo, igual que el machismo, son elementos
que llevamos adentro todas y todos. Es nuestra “esencia” (que, por cierto, se
puede cambiar). Para ejemplo de esa constitución que nos marca:
Un miembro de una ONG socialdemócrata, de origen
europeo trabajando en un país latinoamericano con fuerte presencia indígena, tipo
medio de izquierda, progre, alternativo (con tatuajes y un arete en la oreja
izquierda, caites y camiseta del Che Guevara…. ¿Eso será ser alternativo?....),
manejando su 4X4 llega a una gasolinera y pregunta por una dirección
determinada (no tenía aplicaciones para buscar la ubicación). El empleado,
indígena que chapucea medianamente el español, explica algo precariamente cómo
llegar. El europeo, para cerciorarse bien y corroborar si entendió la
explicación, pregunta si la calle donde debe dirigirse es la paralela a la
avenida donde se encuentra la gasolinera. El empleado no parece entender la
pregunta y musita cualquier cosa. Nuestro europeo, molesto porque no recibe una
explicación exacta y al mismo tiempo algo paternalista, dice a su interlocutor
(el otro pasajero del jeep):
¡EN LOS PAÍSES CIVILIZADOS TODO EL MUNDO, TAMBIÉN
UN EMPLEADO DE GASOLINERA, TIENE EL CONCEPTO DE PARALELA! UY… ¡¡CÓMO GOLPEA EL
SUBDESARROLLO!!
¿Por qué con una indígena en el mercado negociamos
el precio de un producto, y en un supermercado formal no?
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