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Estados
Unidos tiene una economía enorme, pero ya entró en un proceso de declive: está
consumiendo más de lo que produce.
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Por
tanto, su deuda nacional es técnicamente impagable.
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Como
la economía del planeta está prácticamente dolarizada, Estados Unidos no tiene
problemas para imponer sus reglas de juego y manejar su deuda: todos acatan al
dólar. Por tanto, su deuda no le duele.
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Dado
que esa moneda no tiene respaldo genuino (patrón oro), la garantía de su valor
está dada, en definitiva, por sus hiper enormes fuerzas armadas.
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Como
“matón del barrio”, Estados Unidos arregla todo apelando a su fuerza bruta
(aunque no todo lo puede arreglar: ahí está Vietnam, Afganistán, Siria, como
ejemplos que no todo se soluciona a bombazos)
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Como
gran potencia económica, es el principal consumidor de hidrocarburos del mundo.
Venezuela le aporta el 12% de su consumo.
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La
República Bolivariana de Venezuela produce petróleo, pero su importancia
estratégica está no en los envíos diarios hacia Estados Unidos sino en las
enormes reservas que dispone (300,000 millones de barriles, que alcanzan para
varias décadas de consumo).
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Si
las empresas petroleras de Estados Unidos (Exxon-Mobil, Chevron-Texaco, Conoco-Phillips,
Amoco, Bush Energy Oil, etc.) se apropian de esas reservas, las dolarizan, con
lo que su economía nacional en proceso de decadencia se vería salvada. O, al
menos, recibiría oxígeno para un buen tiempo. Y enormes ganancias para las
empresas.
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Esa
es la principal razón por lo que la Casa Blanca, vocero de esas compañías
petroleras, ataca tan fieramente a la Revolución Bolivariana. La denuncia de
crisis, dictadura y violación de derechos humanos son montajes mediáticos. La crisis
actual que vive Venezuela no es producto del “socialismo del siglo XXI” y de la
impericia de Nicolás Maduro sino del ataque de la principal potencia mundial.
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Hasta
ahora todos sus intentos de derrocar al proceso bolivariano fracasaron. La
opción militar directa no la consideran factible totalmente, porque por razones
prácticas no se ve recomendable (población y fuerzas armadas venezolanas bien preparadas,
presencia real y efectiva de Rusia y China para entrar en la eventual contienda,
incluso con armamento nuclear, costo político excesivamente grande que la
administración Trump no podría afrontar). Pero no se descarta un ejército
mercenario de 5,000 personas (latinos básicamente, hispanohablantes), que hagan
de “Contra” como lo hicieron en Nicaragua décadas atrás.
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La
crisis que vive Venezuela no tiene solución si no se desactiva la injerencia
estadounidense.
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