Hilario era determinante en sus decisiones, inflexible. Su severidad era
proverbial. Así había criado a sus cinco hijos (dos mujeres y tres varones), en
la recta doctrina de la fe católica, y así dirigía toda una sección del Opus
Dei, por quien daba su vida. Estricto como el que más, medio en broma, medio en
serio, decía anhelar los "buenos" tiempos, cuando la letra "con
sangre entraba", y cuando las piras sofocaban toda heterodoxia.
La discusión frente a las cámaras de televisión
había sido de antología. Él, junto a un obispo y a un abogado conservador,
todos de extrema derecha obviamente, habían debatido con unos "herejes
endemoniados" -tal como les había llamado- pertenecientes a una
organización pro aborto. El debate, bien conducido por los dos moderadores, no
había concluido nada nuevo: los abortistas chocaban contra un muro
inexpugnable, donde Hilario llevaba la voz cantante, más que monseñor, con un
vehemente discurso en defensa de lo que, para él, era un designio divino.
Apenas terminado el programa, los dos jovencitos,
al unísono, tuvieron la misma idea. Con picardía se entendieron, y en un
santiamén armaron el plan. Secuestrarían, violarían y embarazarían a la hija
del ortodoxo dirigente católico, María del Pilar del Perpetuo Socorro de
Nuestro Señor Jesucristo, Maripili. ¿Qué diría después Hilario? De sólo
pensarlo, los dos amigos se extasiaban, morían de goce. "¡Probarás tu propia medicina, viejo de
mierda!"
No les fue muy difícil materializar la maquiavélica
idea. Como todos -también la hija de Hilario- gozaban de buena posición
económica; eso facilitaba las cosas. Aprovecharon una de las camionetas BMW del
padre de Mario, con vidrios polarizados. La secuestrada fue llevada a uno de
los chalets de fin de semana de Antonio, el otro joven, donde el guardián luego
dijo no haber visto nada.
La operación no era sencilla, porque tenían que
mantenerla en cautiverio varios días, violándola reiteradamente para asegurarse
que el embarazo sí se consumaba.
El operativo salió todo un éxito, pues no se
levantó ninguna sospecha -cercano a la casa-quinta casi no vivía nadie, pues
eran todas viviendas de fin de semana- y con relativa comodidad pudieron entrar
y retirar a la muchacha sin contratiempos.
La familia de Maripili no podía creer lo ocurrido.
En principio trataron de mantenerlo en riguroso secreto, pero el plan de Mario
y Antonio consistía básicamente en forzar de manera pública a este
antiabortista del Opus Dei a tener que tomar partido. Con una hija embarazada
de esa manera, ¿se atrevería a abortar?
¿Qué piensa usted, estimada/o lectora/or? ¿Qué
debería hacer Hilario?
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