Antes
que la grotesca risa de Santa Klaus nos invada nuevamente y que la invitación
compulsiva al bochornoso hiperconsumo de las fiestas navideñas sature todos los
espacios imaginables, puede valer la pena pensar –tenemos varios meses para
ello– por qué repetir una vez más la historia. Porque buscar la bondad (¿en
Navidad somos “más” buenos?) no tiene mucho que ver con la justicia.
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