En Latinoamérica, donde durante el siglo XX los militares gobernaron con
golpes de Estado en prácticamente todos los países por medio se sangrientas
dictaduras, existe la tendencia de ver a la casta militar como la responsable
directa de tanta ignominia y penurias del campo popular.
Sin desculpabilizarlos en lo más mínimo, es preciso no perder nunca de
vista que el enemigo histórico de la clase trabajadora está dado por quienes
realmente la explotan: los empresarios (industriales y banqueros) y
terratenientes. Los políticos profesionales son los encargados de mover el
aparato estatal, y los militares son los fieles perritos falderos de la
oligarquía, de la clase burguesa, de esos industriales, banqueros y
terratenientes, con armas en las manos (armas que, paradójicamente, paga el
mismo pueblo con sus impuestos). En otros términos: los militares son los
guardaespaldas de la clase dirigente. Punto; aquello de “defensa de la patria”
y otras altisonancias por el estilo… ¡hacen reír!
Los militares están muy profesionalmente preparados para defender la
propiedad privada de los grandes propietarios ante el reclamo popular, ante el
"avance del comunismo", tal como reza la doctrina en que se han
formado. De ahí que ellos no se sienten asesinos por todas las tropelías
cometidas porque, de algún modo, no lo son (para eso los prepararon, y las
doctrinas militares actuales propician esas guerras sucias). En realidad son el
brazo armado de la clase dirigente, y defenderla es su única y real función.
Conclusión: sin dejar de juzgar los horrendos crímenes del pasado
(desaparición forzada de personas, torturas, cárceles y cementerios
clandestinos, aldeas arrasadas, guerra psicológica), debe apuntarse a ver quién
son los verdaderos beneficiarios de esas crueldades. ¿Son los militares?
NO. ¡ES LA CLASE DIRIGENTE!
En todo caso: ¡hay que juzgar a ambos!
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