La mentira y la transgresión forman parte del
comportamiento normal de los seres humanos.
Ahora bien, ¿dónde está el límite?, ¿cuándo eso pasa a ser enfermizo?
La Clasificación Internacional de Enfermedades
Versión 10 (CIE-10) de la Organización Mundial de la Salud (OMS) define
«psicopatía» como:
- Descuido de las
obligaciones sociales y frialdad de sentimientos hacia los demás.
- Importante diferencia
entre el comportamiento de la persona y las normas sociales vigentes.
- Incapacidad de
aprender de la experiencia o por medio del castigo.
- Baja tolerancia a la
frustración (si la sufre, podrá recurrir a la violencia o a la agresión).
- Tendencia a
culpabilizar a los demás de sus propios errores.
- Personalidad amoral,
antisocial, asocial, psicopática, sociopática.
Los políticos profesionales (lo
que se suele llamar la clase política),
de Guatemala o de cualquier parte del mundo, ¿son psicópatas? Su actuación
coincide en mucho con lo que describe la OMS, aunque no debe identificarse
mecánicamente una cosa con la otra. Por supuesto que en el gremio de los políticos hay de todo (como en todo gremio), pero
no hay dudas de que en él abunda mucho ese perfil indicado. ¿Por qué?
En el mundo moderno, basado en la industria
capitalista, el Estado pasó a ser una pieza clave. Su complejidad y división
especializada de funciones necesita, cada vez más, de tecnócratas eficientes.
Para eso están los que podríamos llamar políticos profesionales.
En ese sentido, la política fue pasando a tener un lugar preeminente en la
modernidad, hasta casi constituirse en una casta cerrada con su lógica propia.
Salvando las distancias entre corruptos políticos
del Sur y ¿transparentes? del Norte, pareciera que todos se asemejan mucho y
responden a la caracterización del perfil psicológico arriba descrito:
manipuladores, mentirosos, aprovechados, maquiavélicos, no confiables.
En esta lógica, la política es, según Paul Valéry,
«el arte de hacer creer a la gente que toma parte en las decisiones que le
conciernen», sin que eso sea ni remotamente cierto.
Existe un interesado espejismo que identifica la
casta política como la causante de los males sociales, aunque la verdad es
otra: son las condiciones estructurales las que producen riqueza y bienestar
para unos pocos sobre la base de la explotación y marginación de las grandes
mayorías. Los políticos de profesión no hacen sino administrar ese estado de
cosas ratificándolo, haciéndolo funcionar aceitadamente. Cambian los gerentes (los políticos profesionales), pero la
distribución de la riqueza no. Eso es lo que demuestra que el Estado es un
mecanismo de dominación y el político su
empleado a sueldo. Pero muchos se enriquecen con esa profesión.
¿Por qué todos los políticos profesionales tienen
aproximadamente el mismo perfil: mentirosos, manipuladores, embaucadores,
tramposos y demás bellezas por el estilo? Porque el ejercicio del poder, en
cualquiera de sus formas, comporta una actitud psicopática.
Dicho de otro modo, la relación que se establece
entre los seres humanos cuando se trata del poder (cualquiera que sea:
político, relaciones de género, relaciones intergeneracionales, etcétera) es
siempre una relación instrumental: quien ejerce el poder usa al otro en tanto instrumento, en tanto palanca
que le permite conseguir un fin.
Si la profesión de la
política apela a esos manejos maquiavélicos, nunca faltará el sujeto particular
que, por sus propias características psicológicas, se adecue perfectamente a
esa tarea. La gran mayoría no tienen esa avidez insaciable de poder que sí
poseen algunos. Los que se dedican a la política profesional (esa práctica con saco y corbata, o
tacones y buen maquillaje, y una enorme dosis de cinismo e hipocresía) tienen
ese perfil que un manual de psiquiatría presentará como psicopatía.
Hoy en día se habla de la vieja forma de hacer política en relación con toda
esa podredumbre que se ve en los funcionarios de turno (corruptos, impunes, abusivos,
machistas, herederos de una cultura alcohólica, ostentosos). ¿Habrá una nueva forma?
La política puede ser más que práctica mañosa,
corrupta, mentirosa y manipuladora. Es la posibilidad de que todos y todas, la
comunidad en su conjunto, se involucren realmente en la toma de decisiones de
los problemas que les conciernen. Aunque aclaro rápidamente que eso solo
funciona, muy puntualmente, en algunas experiencias asamblearias del
socialismo. La preconizada democracia occidental,
el presunto gobierno del pueblo, tiene que ver
con la artera manipulación en la cual la gente no tiene idea de las decisiones
que definen su vida, las que quedan en manos de embusteros ¿psicopatoides?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario