miércoles, 10 de julio de 2019

VIOLINISTA





Por años estuvo preparándose para ese momento. Era un aventajado estudiante de violín, y sus maestros le auguraban un gran futuro. La sala de conciertos del conservatorio estaba llena –familiares de alumnos fundamentalmente– y el "Capriccio" que iba a interpretar podría promoverlo a ganar una beca para viajar a Europa.

Pero él prefería el bajo eléctrico. Secretamente había formado un grupo con algunos amigos: "Los desaforados", aunque aún nunca habían actuado en público.

Cuando salió a escena lo decidió, no antes. Su profesor quedó estupefacto. La sonoridad era magnífica; la técnica, impecable. Pero nadie se esperaba un rock and roll fogoso allí donde debía sonar Paganini. Terminada la improvisación, rompió el violín.

Sus padres hablaron de internarlo en un psiquiátrico, mientras los de la revista de arte "Nuevas tendencias" propusieron que se le entregara el Premio Nacional de Música de ese año.

Ahora Ramiro toca el charango en un conjunto de latinoamericanos en una estación de metro en París. Por cierto, ya no se habló más con sus progenitores.




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