A partir de presupuestos biológicos centrados en
el campo de la enfermedad, es decir: en el proceso mórbido que rompe una
normalidad (una homeostasis), se pudo construir una edificación diagnóstica que
sanciona quién está “sano”, quién está “en equilibrio”, y quién se sale de esa
norma. Y ahí tenemos el nacimiento de la psiquiatría clásica en el siglo XVIII.
Las clasificaciones psiquiátricas se basan en una preconcebida –y nada crítica–
idea de normalidad. De ahí que cualquier cosa que se aleje del paradigma propuesto
como normal puede ser enfermo.
Idea limitada, sin dudas, que merece ser
repensada. ¿Qué clasifican las clasificaciones psiquiátricas? O dicho de otro
modo: ¿de qué enfermedad nos hablan? La ideología psiquiátrica parte de
supuestos, de una determinada normalidad, una homeostasis psíquica podría
decirse, que se rompe y que puede ser restaurada. Incluso hay toda una
Psicología que aborda el tema con similar ideología. Y ahí tenemos el amplio
campo de lo que, quizá provocativamente, podría llamarse “apapachoterapias”:
hay una normalidad por un lado, feliz y libre de conflictos, y hay enfermedad
en su antípoda. La misión de quien trabaja en el campo siempre complicado de
definir de la Salud Mental sería el técnico que restaura la felicidad o el
equilibrio perdido. Las clasificaciones psiquiátricas serían el manual para el
caso.
Profundizando en la crítica, intentando mostrar la
cuota de ideología cuestionable que pueden guardar esas clasificaciones –y por
tanto la idea de salud y enfermedad subyacentes–, Néstor Braunstein,
psicoanalista argentino radicado en México, citaba un texto de Jorge Luis
Borges muy elocuente al respecto. Decía el poeta en su libro Otras
Inquisiciones: “En las remotas páginas de
cierta enciclopedia china que se titula Emporio celestial de conocimientos
benévolos está escrito que los animales se dividen en a) pertenecientes al
Emperador, b) embalsamados, c) amaestrados, d) lechones, e) sirenas, f)
fabulosos, g) perros sueltos, h) incluidos en esta clasificación, i) que se
agitan como locos, j) innumerables, k) dibujados con un pincel finísimo de pelo
de camello, l) etcétera, m) que acaban de romper el jarrón, n) que de lejos parecen
moscas”. La taxonomía psiquiátrica, aquella que mide y decide sobre quién
está sano y quién está enfermo en este resbaladizo campo, no pareciera muy
distinto. Se clasifica el malestar, podríamos decir; se clasifica el eterno
conflicto que nos constituye, siendo que todo eso no es “una enfermedad” en
sentido biológico sino nuestra humana condición. ¿Se le puede poner números,
valores, niveles al malestar? ¿Nos ayuda a resolverlo esa ilusión métrica? Por
cierto, no otra cosa son los tests a
que estamos tan acostumbrados los psicólogos, que bien podríamos definirnos
como “auxiliares médicos tomadores de tests”.
¿Quién puede estar sano de inhibiciones, síntomas
y angustias varias? ¿Quién es más “normal”: el que fuma o el que no fuma? ¿El
homosexual declarado, el que lo fustiga, el que lo acepta? ¿Y qué debe hacerse
si nuestro hijo o hija nos declara que es homosexual?
El campo de la llamada “enfermedad mental” es, sin
lugar a dudas, el ámbito más cuestionable y prejuiciado de todo el ámbito de la
salud. “Yo no estoy loco” es la respuesta casi automática que aparece ante la
“amenaza” de consultar a un profesional de la Salud Mental. Aterra al
sacrosanto supuesto de autosuficiencia y dominio de sí mismo que todos tenemos,
la posibilidad de sentir que uno “no es
dueño en su propia casa”, como diría Freud. Pero Sigmund Freud, justamente,
fundador de la ciencia psicoanalítica, jamás escribió una definición acabada de
normalidad. Cuando fue interrogado sobre ello, escuetamente se limitó a
mencionar la “capacidad de amar y
trabajar” como sus notas distintivas. Por cierto que “lo normal” es
problemático; eso remite obligadamente a la finita condición humana, donde los
límites aparecen siempre como nuestra matriz fundamental. Muerte y sexualidad
son los eternos recordatorios de ello, más allá de la actual ideología de la
felicidad comprada en cápsulas que el mundo moderno nos ofrece machaconamente.
Y recordemos que existe toda una “ingeniería humana” dedicada a buscar ese
estado de no-conflicto. Las terapias que buscan ese paraíso, por cierto, son
funcionales a esa búsqueda.
La
recientemente aparecida V Edición del DSM, en buena medida “libro sagrado” de
la Salud y la Enfermedad Mental, al menos en nuestra región donde la presencia
cultural-académico-científica del Gran Hermano es casi total, presenta en forma
creciente nuevos “cuadros psicopatológicos”.
Ante ello,
cerca de 2,000 trabajadores de la Salud Mental de distintas partes del mundo,
encabezados por el psiquiatra infantil Sami Timimi, a través de la plataforma Change.org
reaccionaron reciamente abriendo una dura crítica contra esta ideología. De esa
cuenta dieron a conocer un fuerte comunicado titulado “No más etiquetas diagnósticas”, donde llaman a desconocer las clasificaciones psiquiátricas. “El diagnóstico en
salud mental, como cualquier otro enfoque basado en la enfermedad, puede estar
contribuyendo a empeorar el pronóstico de las personas diagnosticadas, más que a mejorarlo”, dirán enérgicos
en su proclama. “En lugar de empeñarnos en mantener un línea de
investigación científica y clínicamente inútil, debemos entender este fracaso como una oportunidad para revisar el
paradigma dominante en salud mental y desarrollar otro que se adapte mejor a la
evidencia”. Es así que proponen un enfoque de “recuperación” o “rehabilitación”, en vez de un modelo de
enfermedad y de clasificación diagnóstica.
Sin dudas, lo sabemos, el “Manual diagnóstico y
estadístico de los trastornos mentales” de la Asociación Psiquiátrica
Estadounidense, más conocido por su sigla inglesa DSM, en cualquiera de sus
versiones, pasó a ser palabra sagrada en este campo siempre resbaladizo de las
“enfermedades mentales”. Ejemplos sobran. El hoy día tan conocido “trastorno
bipolar” hace unos años ni siquiera figuraba en las taxonomías psiquiátricas.
Cuando apareció, se calculaba que el 1% de la población lo padecía; en la
actualidad esa cifra subió al 10%. Y el trastorno bipolar pediátrico en unos
pocos años creció “¡alarmantemente!” Pero… ¿estamos todos tan locos…., o se
trata de puras estrategias de mercadeo? Antes de la aparición de los
antidepresivos, por ejemplo, en Estados Unidos se consideraba que padecían
“depresión” 100 personas por cada millón de habitantes; hoy día, esa cantidad
subió a 100 mil por un millón. Es decir: un aumento del 1,000%; por tanto, 10%
de su población consume antidepresivos, el doble que en 1996. Repitamos la
pregunta: ¿estamos todos locos…., o son muy aceitadas estrategias de mercadeo?
¿Cuál es el modelo de Salud Mental que está a la base de todo esto y posibilita
estas acciones?
Necesitamos poner orden en el abigarrado campo del
sufrimiento psicológico. La jurisprudencia, por ejemplo, ha imperiosa necesidad
de contar con una guía clara que permita decir si alguien está “loco” o no, si
alguien es dueño de sus actos y se lo puede condenar por un delito, o no. De
ahí que la taxonomía que puede usar, por ejemplo, un perito forense, es
imprescindible. Ahora bien: para los psicólogos, ¿hasta qué punto ello es útil?
Las clasificaciones psiquiátricas no siempre y necesariamente ayudan en ese
cometido de ordenar ese abigarrado y complejísimo campo del sufrimiento
psicológico. Quizá pensar en las estructuras de base según el acceso a la Ley planteadas
por el psicoanálisis (es decir: neurosis, psicosis y psicopatías, según el
procesamiento de la castración) puede resultar más funcional para la práctica
psicológica.
Bibliografía
“Abolir la esclavitud del diagnóstico por
mandato”.
Braunstein,
N. (1980) “Psiquiatría, teoría del sujeto, psicoanálisis. Hacia Lacan”. México:
Edit. Siglo XXI.
Foucault,
M. (1998) “Historia de la locura en la época clásica”. Bogotá: Fondo de Cultura
Económica.
Leon-Sanromà,
M.; Mínguez, J.; Cerecedo M. J. y Téllez, J. “¿Nos pasamos al DSM-5? Un debate
con implicaciones clínicas, sociales y económicas”.
Malpica,
C.; De Lima Salas, M. A. y Mobilli Rojas, A. “El manual diagnóstico y
estadístico de los trastornos mentales de la Asociación Psiquiátrica
Norteamericana. Una aproximación crítica a su quinta edición (DSM 5)”.
Disponible en: https://www.researchgate.net/profile/Rojas_Malpica_Carlos/publication/282218655_El_manual_diagnostico_y_estadistico_de_los_trastornos_mentales_de_la_Asociacion_Psiquiatrica_Norteamericana_Una_aproximacion_critica_a_su_quinta_edicion_DSM-5/links/5608334a08ae8e08c094604c/El-manual-diagnostico-y-estadistico-de-los-trastornos-mentales-de-la-Asociacion-Psiquiatrica-Norteamericana-Una-aproximacion-critica-a-su-quinta-edicion-DSM-5.pdf
Sandín,
B “DSM-5: ¿Cambio de paradigma en la clasificación de los trastornos mentales?”
Disponible en http://revistas.uned.es/index.php/RPPC/article/view/12925/11972
No hay comentarios.:
Publicar un comentario