jueves, 14 de diciembre de 2023

VIDAS PARALELAS

Testimonio 1:

 

Mire Lic.: con mis 27 años a cuesta, creo que fueron muy pocos, poquísimos, los momentos alegres de mi vida. Creo que me sobran los dedos de la mano para contarlos. Quizá cuando a los 16, por primera vez en mi existencia, recibí un regalo de Navidad. Me lo regaló un traidito que tenía. Bueno, en realidad: el papá de mi primera hija, que después se mandó a mudar, cuando la bebita se murió. De ahí, mire… ¡puros vergazos! De chiquita mi nana me abandonó a los 4 años. Me crió una medio abuela. En realidad, no era mi abuela exactamente. Era una vieja medio loca que me ponía a lavar ropa, toneladas de ropa, y yo no podía decirle que no. Si no lo hacía, me cachimbeaba con un alambre. De chiquita también empezaron las agresiones sexuales. Me violaron como a los 8 o 9 años. Varias veces, muchas. Era un dizque familiar, un tío me parece. No me atrevía a decirlo porque me daba miedo. Al final, me escapé de esa casa. Deambulé un tiempo, viví en la calle, y no me da vergüenza decirlo. Ahí conocí el thinner. Cuando una tiene hambre, créame Lic. que eso lo pone pedo y se olvida de todo, del hambre, del frío, del miedo. Así fue que a los 12 años ya empecé a tener relaciones sexuales. Pero nunca fueron placenteras. En realidad, eran más violaciones que encuentros amorosos. La mara con la que me juntaba, para que me dieran entrada, exigió que me abriera de piernas con varios de ellos. Y de verdad, la pura verdad, prefería eso a los maltratos en mi casa. Quiero decir, con mi abuela y con mi violador. De esa manera, aunque parezca raro, era mejor estar en la calle que recibiendo pijazos todo el tiempo. Fue así que me prostituí. Creo que a los 14 tuve mi primer cliente. Así vino mi segundo embarazo. La niña, que ahora anda por los 11 añitos, me la quitó el gobierno, porque dicen que yo no estoy en condiciones de atenderla. Le confieso algo, Lic.: jamás, jamás, con todos los hombres que me acosté, logré tener placer. Ahora menos, desde que me pegaron el Sida. Por suerte, la chava esta que es la madama del putero donde trabajo, una canchita de pisto, muy bonita ella, no sé por qué, pero me trata bien. Le confieso algo Lic.: estoy enamorada de ella.

 

Testimonio 2:

 

Mire Lic.: con mis 27 años no me puedo quejar de la vida que llevo. Esta es la primera vez que tengo un traspié. Pero creo que fue porque los dueños no le pasaron a la policía el impuesto que les exigen cada semana. Yo, como administradora del lugar, pagué los platos rotos. Por supuesto, el hilo siempre se corta por lo más delgado. De todos modos, creo que no voy a tener mayores problemas. Tengo gente bien influyente conocida. ¿De dónde? Bueno…, nunca lo cuento, pero a mí la verdad es que no me da vergüenza decirlo. Como sé que soy muy bonita, muy atractiva, y después de los implantes en las bubis mucho más, para pagarme los estudios de la universidad atendí clientes. Claro que no era como estas pobres patojas del local, que tienen todas terribles historias a sus espaldas, que solo penas pasaron en su vida. Yo, la verdad, no la pasé mal. Me vine a estudiar a la ciudad Administración de Empresas. Me metí en la pública, pero rápido me di cuenta que me iba a ir mejor si tenía un título de una privada. Ahí fue entonces donde empecé a tener tipos. Fui de las que llaman pre-pago. Es decir: de las finas. Por eso conozco gente encumbrada, que espero que ahora me pueda ayudar. Tuve de clientes a diputados, ministros, alcaldes, militares de alto rango, empresarios, y hasta mujeres muy fichudas, de esas que venían en carro con chofer y guardaespaldas. Ah, y un obispo también. Pero si algo me incomoda ahora, Lic., es que me preocupa en especial una patojita, quizá la más linda del grupo. La pobre tiene Sida, tiene una hija que le quitó la Secretaría de Bienestar Social, y me necesita mucho. Le confieso algo Lic.: estoy enamorada de ella.




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