Soy un varón como tantos otros. Quiero decir: sin nada en particular que
destaque. Un ciudadano común, con iguales derechos y deberes que otros, con
penurias y alegrías comunes, con sueños seguramente comunes. No soy
multimillonario triunfador, ni artista famoso ni ganador de algún premio Nobel.
Contrariamente, me reconozco similar a los que vivimos de un salario, tenemos
deudas y no entramos en los récords Guiness.
Como tanto varones comunes fui criado en un ámbito machista; como tantos
varones comunes también, digo que no soy machista –del mismo modo que decimos
que no somos racistas, o enseñamos a nuestros hijos a no reírse "de la
desgracia ajena" (esas cosas que repetimos aunque no sepamos bien por
qué)–.
Como tanto varones (¿como todos?) no dejé de visitar alguna vez
prostitutas, habiendo empezado a fumar y a beber en épocas adolescentes, cuando
se siente la imperiosa necesidad de ser "hombres".
Como tantos varones alguna vez no dejé de orinar en la calle (como
travesura, claro); ni de piropear a alguna mujer, ni de protestar airadamente
–aunque no supiera bien por qué– ante la presencia de un homosexual.
Como tantos varones (¿como todos?) no cumplí con el mandato bíblico que
dice "no codiciarás la mujer de tu
prójimo".
Tengo que reconocer: en realidad no me siento ni bien ni mal por todo
eso. ¿Culpable? No sabría decirlo.... ¿culpable de qué? En realidad lo que
ahora me mueve a escribir esta carta abierta es el interés por compartir preguntas
(aclarando que no tengo las respuestas) respecto a todas estas cosas que nos
parecen tan naturales: el piropo, la prostitución, la hombría, el poder.
Preguntas que, en realidad, no nos hacemos muy a diario, pero que sería bueno
no olvidar.
El 99 % de las propiedades del mundo (casas, automóviles, tierras,
acciones, industrias, cuentas bancarias) está en manos varoniles. ¿Por qué?
Las mujeres no cobran sueldo por el trabajo doméstico (trabajo que hago
siempre, pero que no puedo dejar de reconocer me resulta detestable, y que es
más cansador que moler piedra a martillazos). ¿Por qué?
Cuando se separa un matrimonio en general las mujeres se quedan a cargo
de la crianza de los niños, y los varones no siempre se hacen cargo de esos
gastos. ¿Por qué?
No conozco (quizá los haya) casos de varones golpeados por mujeres; pero
la inversa me asusta de sólo pensarlo. Según esas estadísticas que no sé quién
confecciona pero que, amén de ser amarillistas, muchas veces son especialmente
elocuentes, cada semana, cada día, cada hora sucede una cantidad realmente
increíble de agresiones contra mujeres a manos masculinas, quedando muchas
veces en la impunidad. ¿Por qué?
En ciertas culturales (había manifestado más arriba que soy de los que
digo no ser racista) se da la poligamia, y no es un delito. Un varón puede
"tener" varias mujeres, pero lo contrario es impensable. ¿Por qué?
De hecho, ser mujeriego, "puto" (al menos en muchos países así
nombrado), puede verse con muy buenos ojos, se aplaude, se envidia. Hasta
incluso hay mujeres que, como efecto del machismo reinante, lo glorifican. La
inversa: ser puta, es decir, una mujer que puede estar con muchos varones, es considerada
la peor y más aberrante conducta. ¿Por qué?
Ser hijo de puto (es decir: hijo de un mujeriego), no trae ninguna
consecuencia desagradable. Ser hijo de puta es la peor blasfemia concebida
(¿resabios del puritanismo cristiano que ve en el coito un pecado? ¿Terror ante
el cuerpo femenino?). ¿Por qué?
El cuerpo femenino sigue considerándose "pecaminoso",
"puerta de entrada al Infierno", según dijera un Padre de la Iglesia
católica como San Agustín. ¿Por qué?
También en algunos lugares se practica la circuncisión femenina
(ablación clitoridiana), a partir de la ¿explicación? que las mujeres no deben
gozar sexualmente. Ese sería un privilegio varonil. ¿Por qué?
Como varón común y corriente a veces pienso en todo esto y me da
vergüenza. ¿Podemos los varones hacer algo para cambiar esto? Si se trata de
"transformar el mundo", si seguimos pensando que ese llamado tiene
sentido aún, tenemos muchísimo por hacer. Revisar el machismo puede ser una
buena forma de comenzar.
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