lunes, 30 de septiembre de 2019

LA FUNCIÓN DEBE CONTINUAR





Después del accidente salía muy poco; aunque no quería reconocerlo, eso le había cambiado la vida. Y mucho, más de lo que él mismo se atrevía a reconocer.
Anteriormente el conde de Goncourt era una persona alegre, extrovertida; de todos era conocida su proverbial simpatía, siempre dispuesto a cambiar un par de palabras con cualquiera, a jugar bromas. Sus ya pasados sesenta años no le impedían ser un bon vivant, un sibarita de alta escuela: buena comida, una agitada vida sexual, deportes náuticos. Todavía escalaba con maestría sus Alpes natales, de lo que se jactaba. Todo lo cual no le impedía dedicar iguales esfuerzos a sus negocios, lo que no le era necesario en realidad, pues el volumen de sus numerosas rentas le permitía un holgado pasar. La trágica muerte de su esposa y sus tres hijos -junto con una nuera y dos nietos- en la caída del avión en Grecia, tres meses atrás, lo había golpeado profundamente.
No siendo más que un ocasional practicante del catolicismo, su actual situación lo había llevado reiteradamente a la iglesia, sin duda como jamás lo había hecho en toda su vida. Pasaba la mayor parte de su tiempo silencioso y meditabundo. Incluso su aspecto personal, del que tanto se enorgullecía otrora -sus canas le daban un toque aún más elegante, siempre bien arregladas, pulcras- había quedado ahora en el olvido.
El circo llegó a la pequeña comunidad de L., en el sur de Francia, donde el conde tenía algunas de sus propiedades y el castillo, medieval legado de su familia y en el que ahora pasaba largas horas, a veces simplemente mirando distraídamente los prados.
Era un circo común y corriente, sin nada en especial. "Gran Circo Europeo" se llamaba. No ofrecía más que cualquier otro espectáculo del género. Gastón de Goncourt, sin saber bien por qué, decidió ir a verlo. Era salir de la rutina.
A mitad de la función ya estaba aburrido y pensando en retirarse. Su cortesana urbanidad lo retuvo aún un momento; no se atrevía a levantar ante todos. De pronto la vio, y fue instantáneo.
Luego de la actuación del payaso -de quien se descubría que podía tener una formación teatral considerable, quizá en mímica, o en arte escénico- apareció la contorsionista. Era una joven de no más de 20 años, rubia resplandeciente. Transmitía vida, mucha vida, muchísima energía, con una intensidad que no podía pasar inadvertida. Su acto consistía en las mismas y consabidas contorsiones circenses de siempre; pero había un toque de tanta gracia en lo que hacía que inmediatamente arrancaba los aplausos. Gastón, como todos -o quizá más que todos- quedó fascinado. El saludo final de la joven en un áspero francés denotaba su condición de extranjera.
"¿De dónde será?", se preguntó el conde de Goncourt.
No pudo evitarlo -tampoco quiso-, y al día siguiente volvió a otra función.
El impacto fue similar al del día anterior, o incluso más fuerte: la aparición de "¿cómo dijeron que se llamaba?", tornó a causarle la misma emoción. Como algo nuevo, distinto a la víspera, fue la sensación que le ocasionó el payaso.
Algo tenía ese tipo que impactaba. Distinto a la contorsionista, sin dudas; pero igualmente creaba fascinación. Y pese a que no habla casi en francés; o más bien: no hablaba una palabra. Las veces que abría la boca -que eran muy pocas por cierto- sólo pronunciaba palabras en alguna lengua no latina.
"Igual que la muchacha", pensó el conde de Goncourt. "Parecen de Europa del Este, quizá rumanos, o húngaros".
Hubo un momento en que todos los asistentes, todos sin excepción, niños y adultos, no pudieron evitar humedecer los ojos; la profundidad, la pasión con que actuaba el payaso no eran de un simple bufón. No había cachetadas ni caídas grotescas; cada pequeño gesto transmitía un universo cargado de sentido, más allá de las palabras -que, por cierto, faltaban. La única vez que se le escuchó decir una frase relativamente larga -de unas pocas palabras, por cierto- fue para el agradecimiento final, en su lengua natal. La emoción que embargaba al público era tal que, luego de las lágrimas, se deshizo en un aplauso violento, furioso. No habían reído; eran otras los sentimientos. Gastón, por un momento, olvidó a la muchacha.
Pero rápidamente se recompuso. Y ahí estaba de nuevo ella. "Mirna" escuchó que la llamaban: "la escultural Mirna", presentada con esa voz siempre estentórea de los anunciadores de circo, voz monocorde, torpemente impostada.
No era tanto el acto acrobático lo que provocaba su atención -cara embobada, como la de cualquier niño; boca abierta, ojos desorbitados- sino el aura que acompañaba a la joven. Sin dudas su cuerpo era fabuloso, bien contorneado. Hacía pensar en esas atletas de los Juegos Olímpicos, siempre con una sonrisa estudiada, sin un gramo de más, esculturas vivientes. El conde no podía salir de su fascinación.
No le fue difícil averiguar cómo hacerle llegar un majestuoso ramo de rosas rojas. Esa misma noche Mirna lo estaba recibiendo en su pobre casilla-rodante, luego de la última función.
No se consideraban matrimonio, pero desde que habían salido de Hungría vivían juntos. Luego de algunas primeras infortunadas vueltas, fueron contratados por este circo. Ambos tenían mucho para ofrecer: él -György se llamaba- había tomado el perfil de payaso, aunque era obvio que era más que eso. Sus doce años de estudio en el Conservatorio Municipal de Budapest le posibilitaban un hondo manejo de la expresión corporal, que en este caso le permitía vender sus servicios como clown. Con el violín, por ahora, no se ganaba la vida. Ambas habilidades, por cierto, las ejercía a la perfección. Mirna, también con años de durísimo estudio en la Escuela Nacional de Ballet, estaba en condiciones de brindar presentaciones de la más alta calidad. Sin duda, los dos lo lograban.
La vida no les era especialmente dulce. Nunca lo es la vida de los circos; pero menos aún si se llega a ellos por absoluta necesidad, como había sido en el caso de Mirna y György. La caída del muro de Berlín y los profundos cambios que, luego de eso, se suscitaron en su país en los últimos años, decidieron su salida. Con una sólida formación en artes escénicos, y con un futuro que no se mostraba en absoluta prometedor en Hungría, habían optado por ir a recorrer el mundo. Un inglés elemental, un francés más rústico aún, una esmerada preparación artística y un horror a seguir siendo pobres, cada vez más pobres, era cuanto se llevaban de su tierra natal; toda esa particular mezcla, justamente, los había catapultado a las más variadas suertes por varios países de Europa. En un momento -en Roma había sido, aunque jamás querían hablar del tema- Mirna había ejercido la prostitución por un corto período; György lo había aceptado de buen grado.
Constituían una muy singular pareja; si bien se presentaban como muy liberales -y en un sentido sin dudas lo eran-, se daba entre ellos una relación nada habitual, liberal sí, pero que también podía verse como lo absolutamente opuesto. Podían estar semanas sin tener relaciones sexuales, pero cuando las tenían, temblaba la tierra. Mirna coqueteaba muy provocativamente con cuanto varón se le cruzaba, siempre ante la presencia de tolerante de György. Pero jamás pasaba de esas subidas insinuaciones. Había algo de morboso en esos juegos; ambos sabían que en eso precisamente consistía la travesura. Más allá, los dos se sentían al mismo tiempo posesión y poseedor del otro, con una fuerza volcánica, con una fidelidad a prueba de todo. Estando sola, sin la presencia de su compañero, Mirna jamás se hubiera permitido cautivar a nadie.
El muchacho jamás había osado pegarle. No era necesario: la dominación que ejercía sobre ella era total; con un simple golpe de ojo bastaba.
Cuando llegaron las flores, György rió. La tarjeta sólo decía "de un admirador". Aún con restos del maquillaje mal lavado, lo que le confería un aire algo espantoso, el joven dejó caer algunos pétalos de una rosa en su copa de vino. Lo compartió con Mirna, quien en principio no quiso beber; una mirada atemorizante de György bastó para que ella cambiara de parecer.
"Nos bebemos a tu admirador… ¿Quién es?", preguntó.
"No lo sé", respondió la interrogada, con un tono que le quitaba toda importancia tanto a la pregunta como al obsequio.
"Me gusta", agregó György. "Se ve que todavía hay románticos en el mundo".
"Debe ser algún viejo loco; esto no es de jóvenes; alguno al que el gusté".
"Quizá tiene dinero".
"Quizá", agregó Mirna, intentando cerrar el diálogo sin darle mayor importancia a lo que estaban hablando.
"Pero… vale la pena seguir el juego, ¿no?", insistió György, dispuesto a seguir profundizando el tema. "¿Te atreves?"
"Me tiene sin cuidado", dijo indolente la muchacha.
"Pero, ¿te atreves? ¿Sí o no?", volvió a preguntar con enérgica frialdad el payaso.
"¿Por qué no?", añadió la joven, con una indescifrable sonrisa y aire angelicalmente satánico.
Cuatro días después, coincidiendo con aquel en que no había función, estaba cenando en una lujosa fonda del pueblo de L. con el conde de Goncourt. El lugar, si bien no ostentaba un especial lujo, no dejaba de tener aspiraciones de suntuosidad. El vino blanco que estaban tomando provenía de los viñedos de él, en las cercanías.
Mirna era más bien parca; no tanto por su pobre francés, sino por su actitud natural. Era Gastón quien ponía sus mejores esfuerzos en amenizar la velada. Estilo para eso no le faltaba.
Era la primera vez luego de la muerte de todos los miembros de su familia que volvía a salir con una mujer. Esto último, en sí mismo, no era ninguna novedad; aunque casado y nunca oficialmente divorciado, sus relaciones extramatrimoniales eran legendarias. Lo novedoso consistía en que ya parecía pasado el período de luto, y se permitía volver a las andanzas -hasta se habían hecho apuestas al respecto, y en general se pensaba que pasaría más tiempo.
También llamaba la atención lo juvenil de su actual acompañante; aunque en realidad tampoco era tan inusual que se le viera con jóvenes de la edad de su hija - muerta recientemente en el accidente. La de esta ocasión -Mirna- sin dudas deslumbraba por su belleza, por su cabellera despampanante, por su porte sensual, quizá más que otras. Pero fundamentalmente lo que resultaba algo insólito era la fascinación, el embobamiento que se advertía en el conde.
También Mirna lo sentía.
Gastón no paraba de hablar, de cortejar a la joven, intentando hacerla sentir lo más a sus anchas posible. Luego de la cena, con total naturalidad, terminaron haciendo el amor en el palacio. Ambos tenían mucho que aportar para el éxito de la empresa: él, su aquilatada experiencia; ella, su arrebatada pasión. Prometieron volver a verse.
Como en algún mediocre cuento de hadas, la muchacha fue conducida en un lujoso Peugeot color negro por el chofer de la casa hasta la entrada del circo. La escena tenía algo de tragicómico, de grotesco. Estaba lloviendo cuando entró en su casilla-rodante. György fingía estar durmiendo; desde la cama, sin levantarse, preguntó:
"¿Es conde de verdad?"
"Parece. En la cámara nupcial tiene una obra de Pál Szinyei Merse."
"¿Cuál?"
"Picnic en mayo."
"¿No es esa la que se habían robado de la galería Magyar Nemzet la vez pasada? Un óleo de 1875, creo."
"1873."
"Bueno, 1873, no recuerdo bien…"
"Sí, esa es."
"¿Y ya te llevó a la cama?", dijo György con una mal trucada sonrisa.
"Sí, parece que es conde. Dinero se ve que no le falta; la obra de Szinyei Merse era la original. Y eso debe costar mucho. El castillo me gustó."
Los ramos de rosa siguieron llegando al circo. Las tarjetas de dedicatoria eran cada vez más sofisticadas, a veces con cierto toque ridículo: "para quien me devolvió las ganas de vivir", "para la rubia más angelical que haya hollado la faz de la tierra", "para mi gitanita escultura."
El éxito del circo había sido bastante grande; en general, en los pueblos pequeños, permanecía no más de dos semanas. En L. ya llevaba tres. Sin embargo, ya se acercaba la hora de partir.
Mirna le contó al conde -a quien trataba a veces de "tu", a veces de "usted"- que ya estaba cerca la partida. Ante ello, Gastón pareció quedarse reflexionando; con una parsimonia estudiada agregó:
"¿Te acuerdas lo que me contabas las otras noches? Que te interesaría cambiar tu vida, que ese loco de tu actual marido te aterroriza, que ya no querrías seguir con él… Pues, estuve pensando acerca de algo que quería proponerte."
Aunque quería disimular la curiosidad, los ojos desmedidamente abiertos de Mirna dejaban ver que moría de ganar por saber de qué se trataba. Con forzada displicencia preguntó:
"¿Y qué podrías ofrecerme usted?"
"¿Tú qué esperarías?"
Quedó dubitativa por un instante, algo sorprendida incluso. Con una sonrisa que buscaba la complicidad continuó:
"Ya lo sabes…"
"No, realmente no lo sé… Podría imaginarme muchas cosas, pero querría que tú me lo digas."
Mirna demoraba intencionalmente la respuesta, muy a su gusto.
"Bueno… digamos que usted tendría que hacer un sacrificio."
"Quizá ni siquiera sea sacrificio para mí", intentó decir seductoramente Gastón.
"¿No?"
"Bueno, veamos de qué se trata."
"Ayudarme a matar a György."
Gastón quedó helado; tuvo que hacer un supremo esfuerzo para continuar con la conversación.
"¿Estás hablando en serio, Mirna?"
"¿Por qué no lo haría? Me preguntaste cuál era mi deseo; bueno, ése es. ¿O no se atreve?"
El conde debió apelar a un largo trago de coñac para mantenerse en pie. Estaba lívido, sus manos sudaban. Por un momento sintió un gran miedo, y pensó que ahora mismo la muchacha podría matarlo a él, ahí mismo, en la estancia de su castillo. No encontraba qué decir.
"¿Y si escucharas primero la propuesta que yo quería hacerte?", pudo articular al fin.
"Bueno, veamos". Su frialdad era aterradora. De alguna manera, esa impasibilidad acentuaba al mismo tiempo su belleza. No movía un músculo; el azul de sus ojos era más profundo y el brillo de sus cabellos parecía resaltado.
"Es que… yo quería proponerte… ¿no te vendrías a vivir al castillo conmigo?"
"No si György está vivo. No podría. Me mataría él de lo contrario". Su acento era frío, pero no faltaba también un toque de ingenuidad. Hablaba como una niña asustada. "Además" -comenzó a agregar con miedo- "él sabe que ahora estoy aquí, y sería capaz de cualquier cosa cuando regrese si no llevo alguna buena noticia del Szinyei Merse, si no consigo que me lo regales".
"¿Te refieres al cuadro?", preguntó atónito Gastón.
"Sí, claro. 'Picnic en mayo', ese que tienes en la recámara".
El asombro del conde iba en aumento. Se maldecía el momento en que había ido al circo y había conocido a la escultural contorsionista. Del asombro iba pasando ahora, sin mayor solución de continuidad, al terror. Se sintió acorralado. Un segundo trago lo animó a continuar.
"Mirna: te propongo que te quedes aquí, ya ahora, de una vez, y presentamos una denuncia por malos tratos contra tu esposo."
"No es mi esposo", agregó ella con un toque de inocencia.
"¡Lo que sea, no importa!", no pudo contenerse a gritar el conde. "Te lo propongo, te lo ruego, te lo exijo." No sabía qué tono de voz usar mejor para la ocasión.
El circo partió finalmente, siguiendo la ruta sur de Francia, para dirigirse luego a España.
El Citroën color plomo de Mirna que le había regalado Gastón fue encontrado tres meses después, abandonado, en un pequeño pueblito cerca de los Pirineos; del cuadro de Szinyei Merse no se supo más nada, hasta dos años después en que se volvió a ver en una galería en Boston. Por cierto, la pareja ya no trabaja en el circo. Ahora György da lecciones de violín en Nueva York, y Mirna -al menos la última vez que se supo de ella- maneja una pinacoteca en México.


sábado, 28 de septiembre de 2019

AGRANDADOS Y FANFARRONES




Doctor don Juan Pérez de Montalbán. “El doctor, tú te lo pones, de Montalbán, nada tienes, con que quitándote el don, vienes a quedar Juan Pérez”.

Francisco de Quevedo y Villegas

¿POR QUÉ ESA TENDENCIA A SER “MÁS” QUE EL OTRO? ¿LA CORREGIRÁ EL “HOMBRE NUEVO” DEL SOCIALISMO?




jueves, 26 de septiembre de 2019

¿POR QUÉ LA MILITARIZACIÓN DE LA FRONTERA DE ESTADOS UNIDOS?




Una investigación de Nick Buxton lo explica:

“Es uno de los sistemas de vigilancia más militarizados del mundo, integrado por miles de sensores, vigilado por helicópteros y aviones teledirigidos y patrullado por un número récord de 21,000 agentes. (…) En 2018 se alcanzó el mayor presupuesto destinado a fronteras e inmigración en la historia de los Estados Unidos -con más de 23,000 millones- tras una intensa labor de lobby de representantes de estas empresas (…) Accenture, Boeing, Elbit, Flir Systems, G4S, General Atomics, General Dynamics, IBM, L3 Technologies, Lockheed Martin, Northrop Grumman, PAE, Raytheon, UNISYS.”

Para la economía de Estados Unidos, los migrantes indocumentados ¿SON UN PROBLEMA…. O UN BUEN NEGOCIO?


miércoles, 25 de septiembre de 2019

DIÁLOGO ENTRE DOS PODEROSOS EMPRESARIOS GUATEMALTECOS




Escuchado en un baile de alta sociedad por un testigo que prefiere el anonimato.

Empresario 1: Vos, ¡ojalá pase en el Congreso lo de la reducción del salario mínimo!

Empresario 2: Sí vos. Pero ya veo que estos bolcheviques de la Corte de Constitucionalidad lo quieren parar.

Empresario 1: Sería el colmo.... Yo no viví en la época del general Ubico, pero lo añoro. ¡Eso era gobierno!

Empresario 2: ¡Por supuesto! Sin esas mierdas de Corte de Constitucionalidad o Derechos Humanos o Cicig. ¡A puros vergazos! Como tiene que ser...

Empresario 1: Como decía mi tata: dándoles la comida ya está bien. ¿Para qué quieren más?

Empresario 2: Claro... ¿Para qué los conquistamos, si no? Como dijo el gringo este de Warren Buffet, el multimillonario: "¡Por supuesto que hay lucha de clases! Pero por suerte yo pertenezco a la clase que va ganando".

Empresario 1: ¡Genial! 


martes, 24 de septiembre de 2019

HECES FECALES ESPECIALES





¿Sabía usted que Winston Churchill, el otrora Primer Ministro del imperio británico, tenía un inodoro de oro?

Es que…. ¿sería especial su caca?



domingo, 22 de septiembre de 2019

PORNOGRAFÍA



Nadie dice mirar pornografía, pero cada segundo hay 30 millones de usuarios de internet conectados a una página porno.

https://www.aporrea.org/actualidad/a264089.html

¿POR QUÉ SOMOS TAN MENTIROSOS?


sábado, 21 de septiembre de 2019

¡MONSTRUOSO! LOS CASTIGAN POR NO CONVERTIRSE AL ISLAM





Presentado de forma sensacionalista, el mensaje queda claro: ¡los musulmanes son unos bárbaros fundamentalistas! ¿Lo aceptamos sin más?

Pueden ser tan bárbaros y criminales como cualquiera que ejerce el poder de un modo autoritario. ¿Son menos monstruosos los Estados Unidos, que invaden cuando quieren creando muerte y dolor, sólo para mantener sus privilegios? ¿O que el Estado judío, que masacra impunemente a los palestinos? ¿O que la Iglesia católica, que quemó a medio millón de personas considerándolas poseídas por el demonio? ¿O que las potencias europeas, que se dividieron el continente africano a su gusto para explotarlo inmisericordes? ¿O que cualquier católica dictadura latinoamericana, que mató, torturó y desapareció sin piedad a cualquier intento de protesta? ¿O que la hipocresía con que se defiende la "sagrada" familia, mientras se tienen amantes? ¿O que cualquier gran empresa capitalista que contamina impunemente el medio ambiente para seguir lucrando? ¿O que los grandes laboratorios que "inventan" enfermedades psiquiátricas (bipolaridad, por ejemplo), asustando en un tema tan sensible como la salud mental, sólo para vender psicofármacos?

¡POR FAVOR! ¡¡DEJEN DE JODER!!




viernes, 20 de septiembre de 2019

CULTURA DE LA SUMISIÓN





La ideología dominante es efectiva: logra que los explotados (los pobres, la mayoría abrumadora de la humanidad) se resignen a su condición de tales, sean sumisos, no vean la necesidad de cambiar.

Para muestra, este mensaje que me llegó, haciendo un comentario a alguna publicación: 

Yo lo que pienso es que queremos vivir en un nivel de vida que no nos corresponde. Compramos un gran plasma porque queremos igualar al vecino. Igual nos endeudamos para parecer de otro nivel pero yo no creo que la clase social alta, los que sí pueden darse ese nivel de vida, sean la causa de mi desgracia. Soy yo el causante por igualado.




jueves, 19 de septiembre de 2019

miércoles, 18 de septiembre de 2019

LEGALIZACIÓN DE LAS DROGAS: ÚNICO CAMINO PARA DETENER SU USO MASIVO




El uso de sustancias que nos permiten alejarnos temporalmente de la realidad (alcohol etílico, plantas con propiedades narcóticas o alucinógenas, sustancias químicas artificiales) no es nuevo en la historia; desde siempre se utilizan para evadir la dureza de la vida. No hay cultura que no las tenga. Hoy, sin embargo, el consumo de esos productos, de eso que comúnmente denominamos “drogas”, tomó características que lo transforman en un problema de salud pública a escala planetaria.

En términos generales, excluidas todas las bebidas que contienen alcohol etílico, en prácticamente todos los países del mundo esos productos son ilegales. Entra allí un abanico interminable de sustancias, desde la marihuana o los psicofármacos legales consumidos en grandes dosis hasta las drogas de última generación terriblemente letales como las “sales de baño”, la whoonga o el krokodil, pasando por las de “buena” calidad (cocaína de 100 dólares el gramo) hasta las “drogas para pobres”, elaboradas con materia prima de segunda (crack), o lo que se puede usar como psicoactivos, siendo de terribles efectos: thinner, gasolina. Todo se comercializa, y todo mueve dinero, muchísimo dinero. Y salvo excepciones, todo ese mundo de los evasivos (no otra cosa son) se mueve en la ilegalidad.


La cantidad de muertos y discapacitados que produce esta faceta de lo humano, la criminalidad conexa, el fomento de una cultura marginal, hacen del consumo de drogas un problema en el que todos estamos implicados. El uso de narcóticos se expandió mundialmente como problema por todos los estratos sociales, golpeando a niños de la calle y multimillonarios, en países pobres y ricos.

En realidad, el problema básico no es el consumidor sino el hecho que exista la oferta, cada vez más desarrollada, más atractiva. Hoy día, en casi cualquier lugar del globo, es posible encontrar un vendedor callejero de drogas al por menor. Las mismas dejaron de ser hace mucho tiempo un producto exótico, reservado a grupos minoritarios, excentricidades de las estrellas de Hollywood o cosa por el estilo. Hoy hacen parte del consumo diario de muchísima gente, joven fundamentalmente (el mercadeo ha funcionado a la perfección, sin dudas). El problema, entonces, no es el consumo (flaquezas humanas ha habido siempre, y seguirá habiéndolas), sino la producción y su distribución.

Todo esto se sabe, hay acciones para enfrentarlo, pero el problema sigue creciendo. Si se dispone de tanto conocimiento al respecto, ¿por qué no vemos una tendencia a la baja? ¿Hay grandes poderes planetarios que no desean que esto termine?

Observada la magnitud global del negocio se comienza a tener una dimensión distinta del problema. Todo el circuito mueve unos 350 mil millones de dólares anuales -tercer gran negocio detrás de las armas y del petróleo-. Eso es más que un problema sanitario: esa monumental cifra de dinero se traduce en poder, y por tanto en influencia política. De hecho, en Guatemala ese negocio supera el 5% del Producto Bruto Interno, lo cual permite entender el auge monumental de construcciones de lujo, centros comerciales y edificios de oficina (todas vacías). ¿Narcolavado?

¿Qué pasa si se despenaliza el consumo de estas sustancias? Recordemos que, mundialmente, provocan más daños el alcohol y el tabaco -negocios enormes, pero que no alcanzan el volumen de los tóxicos prohibidos-. Vetar el acceso legal a las drogas, en vez de promover su rechazo, lo alienta (lo prohibido atrae).

Se hace mucho contra las drogas ilegales, pero el consumo no baja, lo que puede llevar a pensar que hay intereses ocultos que así se benefician. Si preocupa tanto este flagelo, ¿por qué no se despenaliza el consumo? Eso acabaría con innumerables penurias: bajaría la criminalidad, la violencia que acompaña a cualquier actividad prohibida, embarazos no deseados, propagación de enfermedades de transmisión sexual incluido el VIH-Sida. Incluso bajaría el nivel de consumo al dejar de presentar el atractivo de lo vedado. Países que han optado por la despenalización (Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Holanda, Uruguay, Portugal, algunos estados de Estados Unidos), contrariamente al mito en juego que ve un crecimiento desenfrenado, no registraron un aumento del consumo sino, por el contrario, los beneficios sociales arriba indicados.

Sin embargo estamos lejos de la despenalización. Crece el perfil de lo punitivo: el combate al narcotráfico pasó a ser prioridad de los Estados en cuestión de seguridad. Se movilizan ejércitos monumentales, se hacen gastos multimillonarios en equipos de guerra (el Plan Colombia gastó 20,000 millones de dólares, ganados -obviamente- por los fabricantes de armas), se militarizan las sociedades… pero el consumo no baja. Esto abre dudas: ¿será que la pasada Guerra Fría se trocó ahora en persecución a este nuevo demonio? El interés de los poderes hegemónicos, liderados por Washington, encuentra en este campo un buen motivo para prolongar/readecuar su estrategia de control universal, igual a como sucede con el “combate al terrorismo” (que, curiosamente, provoca un promedio diario de 11 muertos en el mundo, contra 1,400 que provocan las drogas ilegales).

Si se le quiere entrar realmente al problema hay que luchar por la legalización. Quemar sembradíos en el Sur del mundo movilizando ejércitos, o meter preso al consumidor, evidentemente no soluciona nada. Pero da muchísimo dinero a ciertos grupos, y permite el control planetario en nombre de una causa justa.


martes, 17 de septiembre de 2019

lunes, 16 de septiembre de 2019

HERENCIA





John fue destacado combatiente en la Guerra de Korea. De ahí le había quedado su afición por las armas de fuego, de las que ahora era un reputado coleccionista. En el momento en que John Jr. entró a su despacho, se encontraba terminando de limpiar un viejo trabuco valorado en más de 20.000 dólares. La ostentación, obviamente, era parte vital de sus actuales atributos: de sargento del ejército había llegado a ser –mejor ni enterarse cómo– uno de los grandes millonarios del país, con avión privado y dos limusinas blindadas, entre otras cosas. 

Hasta los cuarenta años, junto a su esposa Liza, no habían podido concebir descendencia. De ahí que adoptaron a Pedro, hijo no deseado de una mexicana inmigrante ilegal. Esa adopción disparó la maternidad, por lo que la pareja pudo tener un hijo biológico al año siguiente, al que llamaron John Jr.

Ambos hijos –adoptivo y biológico– fueron criados en absoluta igualdad: mismas atenciones, mismo afecto, mismos valores. Pedro resultó un amor, una suma de virtudes. Sabiendo de su oscuro pasado, siempre estuvo agradecido a la vida por ese regalo. John Jr., por el contrario, era una colección de problemas: violento, abusivo, cocainómano, dilapidador de la fortuna paterna, continuamente endeudado. Los negocios, de más está decir, los fue comenzando a llevar Pedro, con un doctorado en Administración de Empresas de Harvard. 

Fallecida la madre, John preparó el testamento dejando –aunque dudando al momento de redactarlo– igual cantidad a cada hijo. La herencia era especialmente cuantiosa.

La muerte de Pedro siempre fue un misterio: los yates no explotan de la nada. Curioso también fue que la policía no profundizara las investigaciones. 

En el momento que John Jr. entró al despacho, botella de vino en mano, John padre tuvo la intuición, por lo que terminó de armar rápidamente el trabuco. 

“Quería que probaras este vino griego que me acaban de regalar. ¡Dicen que es el mejor tinto del mundo!”, sentenció el hijo. “Tiene un gusto algo amargo”, alcanzó a decir el viejo antes del primer vómito. “Pero… ¿qué me diste?”, alcanzó a proferir con los ojos desencajados. “¡Veneno!”, fue la sarcástica respuesta del hijo. 

El balazo certero impactó en la frente de John Jr. 

Buena parte de la herencia sirvió para financiar obras con niños desamparados en los barrios latinos de Nueva York y de Los Ángeles. El resto se usó en campañas de sensibilización para terminar con las armas de fuego personales.


domingo, 15 de septiembre de 2019

TRABAJO SEXUAL





“Nosotras, las mujeres, todas, también las trabajadoras sexuales, estamos haciendo un cambio en los modelos sociales, culturales. El feminismo también nos ha llegado, la teoría de género y una nueva conciencia nos llegaron, y a partir de eso hemos hecho grandes cambios. Por eso ahora es distinto el perfil de la trabajadora sexual típica. Eso ya casi no existe. Era común identificarla tradicionalmente con una mujer proveniente de un hogar desintegrado, golpeada, abusada, falta de proyecto en la vida. Todo eso ha ido cambiando. Hoy, hablar de trabajo sexual, es hablar de un foro permanente, en discusión, en debate. Ya no es lo denigrante que era en un tiempo. Hoy día lo enfocamos desde distintas miradas, donde cuenta lo gremial, lo laboral, lo familiar. No tiene por qué tener el peso de un estigma, hay que terminar de discriminar a la mujer que ejerce ese trabajo, que en definitiva es una ocupación más. Por eso mismo hay que tratar a la mujer que se dedica al trabajo sexual como a cualquier otro ser humano, sin distinción. Es una trabajadora, y punto. Entre nosotras ya jamás nos tratamos de “prostituta”, ni siquiera de “trabajadora sexual”. Simplemente: “compañera”.”

DECLARACIONES DE MUJERES INTEGRANTES DEL SINDICATO DE TRABAJADORAS SEXUALES AUTÓNOMAS DE GUATEMALA (segundo sindicato de esa categoría en Latinoamérica, luego de Colombia)





viernes, 13 de septiembre de 2019

¿QUÉ ES LA PSICOLOGÍA INDUSTRIAL?





Una artera técnica de manipulación consistente en hacer creer a quien labora en una empresa que no es un “trabajador” sino un “colaborador” de la misma, consiguiendo con eso que cada vez trabaje más sin pedir nada a cambio protestando menos, haciéndole creer que esa unidad económica que lo explota no es una empresa lucrativa (para los dueños) sino una “gran familia” que beneficia a todos por igual.